El rosarino se pierde su segundo mundial consecutivo. Dolor inmenso para él y para quienes amamos su fútbol. Pero ¿Qué sucedió en el medio? El capitalismo, actor fundamental en la vida del deportista.
Cuando se solía hablar del socio de Messi en la generación de juego, se llegaron a mencionar muchos nombres, algunos de enorme jerarquía como Riquelme, Gago o Banega. Lo cierto es que, en los últimos años, un joven zurdo habilidoso irrumpió en escena y supo complementarse a la perfección con el otro zurdo rosarino de excelencia, y eso se cristalizó a diferencia de los anteriores citados, en títulos con la selección mayor.
Sampaoli llevó a Giovani Lo Celso a la cita mundialista 2018 con mucha ilusión, porque en los amistosos previos ya se veía la química entre este y Messi dentro del verde césped. Pero inexplicablemente no le dio ni un minuto de juego, caprichos de por medio en un equipo que hacía agua por todas partes. Fue Scaloni, otro oriundo de la zona y ex colaborador del casildense, quien comenzó a darle rodaje en cancha desde un primer momento. De hecho, es uno de los jugadores con más minutos del ciclo. En los últimos cuatro años su crecimiento fue exponencial convirtiéndose en un jugador más completo. Si hablamos estrictamente de sus números estadísticos, Gio terminó como líder en asistencias con la selección en las pasadas eliminatorias y el que más conexión supo tener con Messi (193 pases contra 123 de Paredes).
Lo Celso no solo es manija por momentos en la gestación de juego (cuando Messi descansa dentro de la cancha), sino que cumple tareas también en la recuperación. Un jugador casi invisible, pero de una capacidad posicional fundamental. El partido por la finalissima contra Italia en Londres, que valió una estrella para la Argentina, ejemplifica un poco una parte de su rol en cancha. En ese encuentro se encargó de tapar la salida de la figura italiana (Jorginho), y a su vez involucrarse en el armado de la faz ofensiva, como lo demuestra el primer gol de esa final. Scaloni lo dejó en claro cuando le preguntaron por su ausencia: “Es reemplazable desde lo numérico, pero no desde lo futbolístico”. De hecho, es el único volante interno zurdo que tiene la selección. Para la albiceleste y salvando las distancias, es como el Iniesta del equipo, por la función que le toca desempeñar en un mediocampo totalmente mecanizado. “Miro mucho a Iniesta, que es un asistidor, que juega con la cabeza levantada, que trata de tener siempre la pelota en los pies”, decía hace unos años el rosarino en una entrevista para la revista El Grafico.
El monito estaba pasando su mejor momento futbolístico, llegando a semifinales de Champions League con el humilde Villareal, y siendo figura en la serie contra el poderoso Bayern Munich, pero algo sucedió. El 30 de octubre de 2022 no fue un día más en la vida de Giovani Lo Celso. Un perverso taco le provocó un desprendimiento en la inserción del musculo del bíceps femoral de su pierna derecha. A partir de ahí el ex Rosario Central intentó evitar la operación con un tratamiento con plaquetas para tratar de llegar a la cita mundialista, pero el club dueño de su pase le ordenó tener que intervenirse quirúrgicamente.
El rosarino, en un gesto conmovedor, estaba decidido a arriesgar su carrera deportiva en pos de llegar a Qatar como sea junto a sus compañeros, entre utopías y sueños, cosas raras por estos días. De no operarse y resentirse, podría haber acarreado una lesión muscular crónica por el resto de su carrera deportiva según médicos especialistas. A pesar de ser advertido, le comunicó al club inglés (que en su momento desembolsó alrededor de 60 millones de euros por su ficha), que iba a resignar todos sus ingresos hasta no volver a jugar al futbol. Por otro lado, si hubiese tenido el guiño del Tottenham, luego tendría que haber convencido a Scaloni de citarlo para que recién pudiera estar disponible en cuartos de final con viento a favor. Toda una epopeya a la que el jugador estaba dispuesto a embarcarse. Pasión en su máxima expresión. Cuestiones legales hicieron trizas sus sueños. Y es acá donde planteamos lo siguiente. El deportista, como cualquier ser humano, sigue siendo esclavo del sistema. Cuando firmas un contrato ya no sos dueño de tu fuerza de trabajo. Claro, los jugadores de elite se hacen millonarios en muchos casos y se terminan “desclasando” de alguna manera, inclusive en ocasiones ganando más dinero que quienes lo contratan, pero una cosa no quita la otra. El sueño en la vida futbolística de Lo Celso como el de cualquier pibe de barrio, es ser campeón del mundo. Trunco en este caso por cuestiones que involucran temas legales, donde los trabajadores no tienen voz ni voto alguno. ¿Es necesario llegar a tanto?
La pelota encadenada
El futbol fue inventado durante el capitalismo y lo comenzaron a practicar las clases altas llamándolo “deporte de caballeros” a mediados del siglo XIX. Los trabajadores que querían disfrutar de momentos de ocio luego de largas jornadas extenuantes, lo hicieron popular y ya nada fue igual. Es un deporte que con el correr de los años ha ido perfeccionándose en todo sentido. El futbol desde su profesionalización, pero fundamentalmente con la globalización a cuestas, es un negocio cada vez más grande y los actores fundamentales del juego están atados de pies y manos en esta jugada. Deben aceptar jugar una temporada con más partidos de lo que su físico podría soportar, provocándoles lesiones cada vez más frecuentes. Claro, porque mientras más partidos se lleven a cabo, el negocio es más rentable para los empresarios (publicidades, televisión, etc). Hasta llegaron a la máxima de querer jugar un mundial cada dos años. Los clubes se pusieron en contra de esta postura, no por una cuestión humanitaria, sino porque son quienes invierten en los jugadores que fichan, y esto deteriora sus ganancias a futuro con deportistas que merman en su “producción” por ir a jugar con sus respectivas selecciones.
Justamente en el capitalismo el crecimiento es infinito exigiendo la producción infinita. Los deportistas son una mera mercancía, un bien de uso desechable. Como lo dijo Ángel Cappa: “el capitalismo se apodera de un juego que es nuestro”. Otro hilo disparador es que cada vez se hace más difícil ir a ver un espectáculo futbolístico, mucho más la posibilidad de ver un Mundial, con entradas a precios desorbitados. También ocurre lo mismo en otros ámbitos, como la música, por ejemplo, donde los trabajadores tienen que hacer esfuerzos tremendos para asistir a estos eventos.
Por otra parte, el mundial que se avecina en Medio Oriente no debería desarrollarse a mitad de temporada (los jugadores terminan de jugar con sus respectivos clubes solo una semana antes de que comience la cita mundialista). Negocios son negocios, y la FIFA sabe de esto. Eso sin tener en cuenta la cantidad de obreros que murieron en la construcción de estadios en Qatar. Ejemplos de capitalismo puro.
Volvemos a Lo Celso, quien quedó dolorosamente en el camino en una especie de darwinismo social, donde los más fuertes físicamente llegaran hasta el final, y los otros quedaran en el camino. Porque el futbolista de elite no es una máquina, aunque les pongan chips y GPS en su cuerpo. La presión que sienten sobre sus espaldas es muy pesada y los grandes medios de comunicación también son culpables de todo esto, llenando páginas de diarios o minutos de aire en televisión y radio con criticas despiadadas. El jugador muchas veces cae en una depresión que de no ser tratada a tiempo puede terminar hasta en el suicidio. Hace poco Higuain hablo al respecto sobre este tema.
Desde este humilde espacio te deseamos una pronta recuperación, y te agradecemos por tu trato a la pelota. Ya vendrán tiempos mejores y como dijiste alguna vez monkey, el futbol te da siempre revancha.