Alejandra Gómez, miembro de Revolútion Permanente, participó de la asamblea de la Ciudad de Buenos Aires, una de las 100 asambleas organizadas en toda Argentina por el PTS-Frente de Izquierda-Unidad, desde allí envió un saludo y contó brevemente la experiencia en la lucha de clases -en un mundo cada vez más convulsionado- que viene adquiriendo la organización francesa integrante de la Red Internacional de la Izquierda Diario.
Reproducimos para nuestros lectores el discurso que Alejandra Gómez dio este último sábado en la asamblea de la Ciudad de Buenos Aires, para las 1500 personas que participaron activamente de esta experiencia inédita en Argentina. Alejandra hizo un breve recorrido sobre las principales peleas políticas que Revolútion Permanente da, buscando construir una organización revolucionaria integrada por trabajadores, mujeres y jóvenes que enfrentan las políticas de ajuste de Macron, en el marco de la crisis que tiene como telón de fondo la reaccionaria guerra en Ucrania.
Buenas tardes, me llamo Alejandra, soy trabajadora social y militante de Revolution Permanente, organización hermana en Francia. A principios del 2001 me fui a vivir y militar a ese país, cuna de grandes procesos revolucionarios como la Comuna de París. Dos décadas después es un orgullo para mí, un mes antes de nuestro congreso de fundación, hacerles llegar un caluroso saludo de las y los camaradas de Revolution Permanente.
Desde 2016 en Francia, en el marco de la crisis del neoliberalismo, vivimos un nuevo ciclo de la lucha de clases con fuertes elementos de radicalidad que dio lugar a la emergencia de una nueva generación de militantes obreros. Se sucedieron intensos episodios de lucha que movilizaron diferentes sectores de la clase obrera y la juventud: en 2016 contra la Ley de Trabajo; a principios de 2018 contra la reforma ferroviaria y la elitización de la universidad; en 2019 con los chalecos amarillos y en 2020 contra la reforma de las jubilaciones.
En cada uno de estos episodios de la lucha de clases, desde Revolution Permanente hemos intentado demostrar, humildemente, que siendo audaces y con una estrategia revolucionaria la izquierda podía confluir con esos activistas. Durante 12 años dimos la pelea en el Nuevo partido anticapitalista (NPA), para mostrar que esa era la vía para construir un gran partido revolucionario, y no los acuerdos permanentes con la centroizquierda de Melenchon.
Para contrarrestar esa política, en la última campaña electoral propusimos que el candidato presidencial sea nuestro camarada Anasse Kazib dirigente ferroviario hijo de inmigrantes, algo que es revulsivo en la Francia colonialista, muy conocido en la vanguardia obrera y en sectores populares por denunciar la violencia policial, el racismo y defender el derecho de las mujeres y las diversidades sexuales. Esto llevó a nuestra expulsión del Npa en junio de 2021.
De toda esta participación en las luchas, como les decía, pienso que lo más destacado que pudimos aportar a nuestra clase es la construcción de la coordinadora de trabajadores de colectivos, subtes y trenes de la región parisina, con nuestros camaradas ferroviarios. Esto permitió reagrupar a los sectores combativos durante la lucha contra la reforma de las jubilaciones y jugó un rol muy importante para asegurar la continuidad de la huelga cuando la burocracia quiso levantarla con la excusa de las fiestas.
Pero lo más importante es que esta coordinadora se estaba convirtiendo en una referencia a nivel nacional para trabajadores como petroleros, de la energía, de la alimentación, universitarios, cuando la pandemia interrumpió este proceso.
Esta experiencia nos permitió fusionarnos con varios compañeros de esta nueva generación obrera como Christian, dirigente de base de la CGT, trabajador de una panificadora, que no solo lucha por mejores condiciones de trabajo sino que, junto a nuestras compañeras de Pan y Rosas, organizó una delegación de obreres de su fábrica para participar en la marcha del orgullo. O Adrien, delegado CGT de la refinería de Grandpuits en región parisina que, junto a la ONG ambientalista Amigos de la Tierra denunciaron el “greenwashing” de Total y su proyecto de rapiña imperialista en Uganda. Por eso elaboraron un plan de transición ecológica bajo control obrero planteando que no son los trabajadores los que tienen que pagar la crisis ambiental.
La reciente huelga de los petroleros de Exxon y Total, que la Izquierda Diario reflejó muy bien, mostró el enorme poder que tiene la clase obrera para paralizar la economía cuando sale a luchar. El gobierno y la patronal utilizaron todos los medios contra los huelguistas, que contaron con el apoyo de la población, identificada con la demanda que levantaban los trabajadores de aumento de salarios al nivel de la inflación. Generó mucha bronca saber que Total embolsó 30 mil millones de euros de ganancias y se negaba a dar aumentos salariales.
Como el resto de Europa, Francia está golpeada por la crisis económica y energética y el aumento de las tensiones entre potencias en el marco de la reaccionaria guerra de Ucrania, que llevó a la militarización alemana, pero también a un resurgir de la lucha de clases, como lo estamos viendo en el Reino Unido o en Grecia. Todo esto nos muestra que estamos en una época de crisis, guerras pero también que es la clase trabajadora la que mueve el mundo, la que organizada con un programa que realmente afecte las ganancias de los grandes empresarios, puede abrir la posibilidad de revoluciones.
En Francia, la extrema derecha obtuvo 89 diputados en las últimas elecciones. Nuestro desafío es fundar en diciembre una nueva organización revolucionaria, que aporte a los combates cotidianos de nuestra clase, las mujeres y la juventud, y que también se proponga construir un gran partido de trabajadores revolucionarios, la misma tarea que están discutiendo en todas las asambleas como esta.
Eso es para nosotros el internacionalismo, porque las divisiones las imponen las patronales y los gobiernos, pero nuestra clase es una y sin fronteras.