Suelo llegar tarde a las cosas. Tardé varios años en darme cuenta de que me quería dedicar a la escritura para cine. Y luego, ya sabiendo eso, tardé otra buena cantidad de años en darme cuenta de que era bueno para la docencia. Lo último que hice tardíamente fue entusiasmarme con el futbolista que el mundo entero admira desde hace 17 años.
Uno de los pilares de la escritura audiovisual es la construcción de personajes. Y, para mí, la clave de un buen personaje son sus defectos, mucho más que sus virtudes. Los relatos audiovisuales se organizan generalmente de este modo: alguien quiere algo con intensidad y debe sortear dificultades para lograrlo. En cuanto más defectos tenga el personaje más lejano estará el objetivo y más asombroso resultará su recorrido. A su vez, si bien deseamos las virtudes, pero con los defectos nos identificamos.
Como amante del cine y futbolero he consumido muchas películas sobre el tema. Y entre ellas estuvo Messi, el documental que hizo Alex de la Iglesia en 2014. Narrativamente no es muy bueno, por algo ha quedado en un olvido benévolo. En cuanto a la estructura narrativa, carece de un conflicto fuerte. Lionel tuvo que enfrentar un barrio humilde, pocos recursos, el déficit de sus hormonas de crecimiento y el desarraigo de cambiar de país siendo casi un niño. Aún así, todos esos elementos dramáticos no logran componer un buen relato.
En parte porque todo lo vinculado a las debilidades del protagonista no lo vemos representado en su cuerpo. El documental recurre a niños actores interpretando a Messi o a testimonios de terceros que narran los hechos. De este modo, nunca vemos a un Messi sufriente. Sólo a una representación lejana y de cartón pintado. Por ende, no surge la emoción, ni la famosa catarsis.
Por otra parte, en defensa de Alex, creo que la carrera de Messi fue más parecida a un poema que a un cuento. En el cuento se narra algo de alguien (con una introducción, un nudo y un desenlace), mientras que en el poema el eje no está en la concatenación de los hechos, sino en una belleza no narrativa. El poema se detiene en el instante. En palabras de mi viejo “el poema intenta retratar lo que fulgura. Como el resplandor, muestra y desaparece”.
Messi, más allá de su difícil comienzo, ha sido un ser absoluto, una máquina de batir récords. Enumerarlos ya es de por sí agotador. Goles, títulos, cantidad de presencias en un club de top como es Barcelona FC. Cada semana el mundo deportivo daba cuenta de un nuevo récord roto.
Mi problema es que nada de esto me generaba empatía. Primero me fastidiaba la unanimidad respecto de su talento. Luego me enojé porque ese talento no se reflejaba en títulos para Argentina. Con el tiempo cambié, aprendí a ser menos triunfalista y comencé a disfrutar del hecho estético indiscutible de su juego.
Pero un buen conflicto es algo irresistible para lxs que nos gustan las historias. Y en las eliminatorias al mundial 2018 por primera vez empatice con Leo. En este caso el defecto no era de él, sino de su entorno.
La trama se podría resumir del siguiente modo: ¿Qué pasa si rodeo a un genio de un caos dirigencial y egos mediocres? En la última fecha de las eliminatorias, el equipo del mejor jugador del mundo se queda afuera del mundial, por un montón de malas decisiones tácticas y dirigenciales.
El conflicto se solucionó con un recurso narrativo muy criticado llamado deus ex machina. Cuya definición es la siguiente: “introducción en una obra de una persona o cosa que, con su intervención, resuelve, de manera poco verosímil, una situación difícil”. En nuestra historia fue Messi haciendo tres goles en la altura de Perú.
Pero, como bien marca la poesía, la perfección no es eterna. En 2021, después de batir todos los récords, Messi tuvo que armar las valijas y mudarse de Barcelona a París. Algún catalán pensó que perdían más dinero si se quedaba que si se iba. Podemos no estar de acuerdo, pero lo cierto es que el mismo catalán no se hubiese animado ni a tener semejante pensamiento unos años antes.
Enrique Pinti decía que tarde o temprano todxs tendríamos el merecido castigo de ser considerados unos viejos chotos. Pinti lo decía para criticar a una cultura que no respetaba a sus ancianos. Pero la frase se me grabó porque muestra al paso del tiempo como una condena inexorable.
La némesis del hombre al que ningún récord se le resiste es el paso del tiempo. Messi está jugando su último mundial. Y hace un tiempo, desde la Copa América y la mudanza a París, se nota que disfruta las cosas de otra manera. Con una cuota de enojo. Es más vulnerable. Y por lo tanto es mucho más fácil identificarse con él.
El arco argumental es el recorrido narrativo a través del cual los rasgos de los personajes cambian y se transforman para llegar a un final (positivo o negativo) de la trama. En el caso del Messi del 2014, su arco aún era ascendente. Pocas cosas, más allá de una marca hombre a hombre o un día poco inspirado, podían detenerlo. El Messi actual tiene muchos menos recursos físicos y, sobre todo, menos tiempo por delante. No me siento en condiciones de escribir la película, pero probablemente la comenzaría en un vestuario de Catar. Y, robándole a The Last Dance (la serie sobre Michael Jordan), utilizaría cada partido del presente mundial para contar una etapa de la vida de Lio.
En el segundo punto de giro (el momento que abre el comienzo del tercer acto), aparecería Messi haciendo el Topo Gigio frente al banco de suplentes de los Países Bajos. Un gesto que hay que explicar sólo a algunos, porque en el mundo del fútbol es un claro desafío al poder. Como Rattin tironeando el banderín inglés en 1966 o Maradona puteando mientras sonaba el himno italiano en 1990. Messi llega tarde a la rebeldía, pero no hay problema, lo estábamos esperando. ¿Qué es un héroe sino el que elige el lado incómodo de la vida?
Hitchcock describió al suspenso como una bomba debajo de una mesa mientras dos personas conversan ignorando su existencia. Los requisitos son: un peligro tangible, una cuenta regresiva, y que el espectador esté al tanto de ambos (si no es sorpresa y no hay agonía). La sociedad argentina hoy está mirando los dos partidos que quedan del mundial como un espectador de Hitchcock. ¿Llegará Lio? ¿Logrará vencer al rival definitivo, el tiempo?
Los últimos dos capítulos prometen épica. Y a las personas no sólo nos importan los trofeos, queremos buenas historias. Estoy seguro de cómo sería el epílogo de mi narración (ese momento de calma que sucede al climax, cuando ya todas las líneas argumentales se han resuelto y sólo queda dejar un mensaje final). Después del 2022 habrá muchos más tatuajes y graffitis con la cara de Lionel. Y, de ese modo, el hombre récord tal vez habrá vencido también al tiempo. |