Jeremías Marty
| Estudiante de Medicina 5° año - Candidato a primer consejero por la Lista 4
Ilustración: sitio gazzetta.gr
El desarrollo del Mundial de Fútbol 2022 en Qatar, generó un gran debate en torno a este concepto, que siempre ha existido en el deporte. Algunos ejemplos en la historia.
Primero aclaremos los tantos, ¿Qué es el sportswashing? El sportswashing es la utilización del deporte como medio para “lavar” la imagen de una Nación o Estado. Puede ir desde la organización de un evento deportivo en ese territorio, la participación del país en cuestión en eventos deportivos o, a través de sus empresas, el invertir en el deporte. El caso Qatar es, de por sí, uno de los ejemplos más claros de sportswashing.
¿Por qué se habla tanto del caso Qatar como ejemplo? En una nota anterior de La Izquierda Diario (titulada Qatar: lo que el Mundial expone, lo que el imperialismo oculta) comentamos lo que era el régimen de esta nación de Medio Oriente, una nación donde se persigue a las personas LGBTIQ+, a las mujeres, donde se cometieron más de 6000 asesinatos laborales (por las condiciones inhumanas en las que hicieron trabajar a los obreros para la construcción no solo de los estadios, sino también de ciudades enteras exclusivamente para el mundial), un país que es un aliado estratégico del imperialismo europeo y estadounidense. Pero para Qatar no es solo importante limpiar su imagen, por motivo del mundial: los qataríes han hecho alianzas con Francia donde negociaban directamente con Sarkozy, presidente del país en ese momento, y Platini, presidente de la UEFA por entonces (como ilustra el documental QATAR: EL MUNDIAL A SUS PIES realizado por el canal La Media Inglesa en Youtube). Poniendo de manifiesto que el sportswashing no sólo les servía para su imagen sino también para sus negocios. Estos negocios también aparecen cada vez que vemos las competiciones internacionales de CONMEBOL, siendo QATAR AIRWAYS uno de sus principales sponsors, incluso llegando a estar en las camisetas de equipos como Boca Juniors, Barcelona, Paris Saint-Germain (del cual Qatar es dueña inclusive), entre otras.
Ya hemos mencionado mucho este mundial, pero Qatar no es el único país árabe con relaciones con los países imperialistas que ha utilizado este concepto para sí. Es conocido el caso del Manchester City, equipo inglés que milita en la Premier League (la división de oro del fútbol inglés) donde jugó el Kun Agüero y juega Julián Álvarez (de gran mundial actualmente), pero menos conocido es el jeque Mansour bin Zayed bin Sultan Al Nahayan, es el quinto hijo del primer presidente de los Emiratos Árabes Unidos, Zayed bin Sultan Al Nahyan, y miembro de la realeza de Abu Dhabi y hermano del actual presidente de los Emiratos. ¿Y para qué mencionamos todo esto? Es que Mansour es el dueño del famoso City Football Group, sociedad dueña del equipo anteriormente mencionado. La llegada del jeque ha sido un revuelo para el conjunto celeste de Manchester, históricamente, los “citizens” habían sido la sombra de su clásico rival, el Manchester United. Desde su fundación en 1880 hasta el 2008, año en el que llega el jeque, los “sky blues” solo ganaron 12 títulos (2 ligas, 4 FA Cup, 2 copas de la liga, 3 supercopas inglesas y 1 Recopa de Europa, actual UEFA Europa League), incluso pasaron por la 3ra división inglesa descendiendo en 1998, por lo que mientras jugaban en el ascenso su clásico rival el United ganaba el triplete (Liga, Copa, Champions). Esto toma un cambio rotundo desde 2008: la inversión árabe ha hecho que el conjunto inglés ganara 17 títulos y llegue a una final de Champions League; eso sí, violando muchas veces el famoso Fair Play Financiero (aunque tanto UEFA como la FA, hicieron oídos sordos). Emiratos, a cambio de semejante cantidad de dinero (más de 1500 millones de euros en fichajes reporta el diario La República), han recibido un reconocimiento mundial, teniendo incluso a Lionel Messi como embajador de la Expo Dubai 2020. Además de afirmar relaciones con la OTAN, llegando a ser miembro en 2018 (curiosamente el tema de los derechos humanos, condiciones de vida de los trabajadores y los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTIQ+ poco se mencionan en relación a los Emiratos). Otro país árabe en búsqueda de este sportswashing es Arabia Saudita con la compra del Newcastle United a través del Fondo Soberano de Inversión saudí.
Un poco de historia
Pero el sportswashing no es algo del siglo XXI, de hecho, acompaña al deporte rey desde hace mucho tiempo. Uno de los primeros casos de esta práctica es el Mundial de Fútbol de 1934 celebrado en, nada más ni nada menos, la Italia de Benito Mussolini. Este mundial es, sin lugar a dudas, uno de los más fraudulentos de la historia. Mussolini, al ver como había tenido cierto éxito el Mundial de 1930 decidió que el de 1934 fuera la vidriera perfecta para la Italia fascista, en una especie de “muestra de poder” frente a los demás países. Para tener una noción de lo que fue este Mundial, Italia pasó con goles muy dudosos contra España, donde hubo una clara falta al mítico arquero español Zamora (que terminó con dos costillas rotas), y jugándose un partido hasta el tiempo extra y, como persistía el empate y no existía el definir por penales, jugando al día siguiente con 7 bajas del lado del equipo español por el juego bruto en la cancha del lado de los italianos, donde incluso le anularon dos goles al equipo español. Tal fue el escándalo que se generó que el árbitro suizo, René Mercet, fue expulsado de la federación. Pero acá no termina la historia: Austria también sufrió al equipo italiano y a los árbitros que claramente inclinaban la cancha. Para culminar este Mundial, Mussolini entró en el vestuario italiano, durante el entretiempo de la final versus Checoslovaquia para “recordarles” a los jugadores que, si ganaban, la gloria estaba de su lado; pero si perdían… ahí terminaba su historia. Al entrenador Pozzo le dijo que “Dios lo ayude” si perdían. Luis Monti, gran mediocampista de la época que disputó las dos primeras finales del mundo (la primera con la Argentina y la segunda, tras un plan de Mussolini para nacionalizar jugadores sudamericanos para ganar el mundial, con Italia), dijo al respecto: “En Uruguay 1930 me mataban si ganábamos (por amenazas hacia el equipo argentino si llegaban a ganarle la final al anfitrión), en Italia me mataban si perdíamos”.
Otro ejemplo, muy conocido, es el de Argentina 1978. La dictadura genocida de Videla, Massera y Agosti aprovechó el Mundial para hacer creer que en el país no sucedía nada, incluso con una frase (que se utilizó en 1979, para recibir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en pleno festejo por el mundial juvenil, pero fue una continuación del plan que se elaboró en el mundial) que decía: “Los argentinos somos derechos y humanos”. De este mundial hay basta información en La Izquierda Diario, pero nunca está de más mencionar el daño que hizo la dictadura genocida cívico-eclesiástica-militar y pedir por la apertura de los archivos del Estado, el juicio y castigo de todos los genocidas en cárcel común, y exclamar ¡30.000 compañerxs detenidxs y desaparecidxs presentes, ahora y siempre!
Otros dos casos de sportswashing a destacar: por un lado, el del Mundial de 1994 organizado por Estados Unidos. Fue el último mundial de Maradona donde surgió la triste frase “Me cortaron las piernas”, y donde Brasil se coronó campeón contra Italia tras el fatídico penal errado por Roberto Baggio. ¿Por qué este Mundial sería un ejemplo de sportswashing? En este caso más que para “lavar” su imagen, los EEUU buscaban expandir su postura como única potencia hegemónica en el mundo. No es una casualidad que se haya celebrado en territorio estadounidense el primer mundial post-caída de la URSS, como tampoco es casualidad su elección como sede en 1988, en las vísperas de la caída del Muro de Berlín y cuando se enfrentó a candidaturas mejor posicionadas (por mayor tradición futbolística como Marruecos o Brasil). La FIFA durante mucho tiempo buscó incluir a Estados Unidos y popularizar el fútbol en ese país, a pesar de la poca importancia que se le daba frente a otros deportes como el básquetbol, el béisbol y la NFL (aunque hay que mencionar que el deporte rey sí tiene una importancia a nivel femenino donde Estados Unidos es el máximo ganador). El mundial de 1994 terminó sirviendo a EEUU para expandir su imagen como el país más dominante, y pocas menciones se hicieron sobre el papel internacional del país norteamericano por su rol en 1991 a la cabeza de la guerra contra Irak o en 1994 en la Batalla de Mogadiscio en Somalia.
El último ejemplo es un caso trágico: el “partido fantasma” disputado el 21 de noviembre de 1973 en el Estadio Nacional de Chile. Este partido correspondía al repechaje para el Mundial de Alemania 1974. “Se enfrentaron” Chile contra la Unión Soviética. Decimos “se enfrentaron” porque la URSS se negó a participar de dicho encuentro ¿La razón? Desde el 11 de septiembre del mismo año, el país trasandino se encontraba bajo la dictadura genocida de Augusto Pinochet, tras derrocar a Salvador Allende. Pese a esto, increíblemente, el partido se disputó igual y, claro está, solo contaba con la presencia del conjunto chileno. Esto se dio porque la FIFA, según el inspector que enviaron a raíz del pedido de no jugar por parte de la URSS (que sostenía lo siguiente: “Por consideraciones morales, los deportistas soviéticos no pueden en este momento jugar en el estadio de Santiago, salpicado con la sangre de los patriotas chilenos”), no encontró motivo alguno para no jugar en territorio chileno y menos en el Estadio Nacional; recordemos que fue usado como campo de concentración. Muchas de las 15.000 personas que asistieron a ese partido eran, en realidad, familiares de las víctimas buscando a sus seres queridos. Una imagen grotesca que pinta de cuerpo entero a una FIFA que, a pesar de haber pasado casi 50 años, siempre puso a los negocios por sobre las clases populares y poco le importó manchar la pelota.
Para terminar, vale hacer un pequeño balance de todo esto. ¿Sirve el sportswashing? ¿permite mejorar realmente la imagen de los países implicados o los expone aún más? ¿Es realmente utilizado para limpiar la imagen o sirve más para la exploración de nuevos arreglos económicos, políticos y hasta militares entre los países? La respuesta a esto tiene diversas aristas: para EEUU y Emiratos Árabes podríamos decir que fueron procesos exitosos, donde ambos países cumplieron sus objetivos; el primero expandió aún más su modelo neoliberal por todo el mundo y su forma de vivir, y el segundo pudo establecerse como un centro turístico más y volverse miembro de la OTAN. En cuanto al resto las respuestas, dan más un saldo negativo: en Argentina, gracias a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, se pudieron dar a conocer los horrores de la dictadura; en Chile ocurrió lo mismo. Y en Qatar, si bien el mundial todavía no terminó, parece ser que va por el mismo camino: un rotundo fracaso para la monarquía qatarí que solo expuso aún más las restricciones a las libertades y derechos de las mujeres, la comunidad LGBTIQ+ y dejando al descubierto las condiciones laborales inhumanas.