En distintas ciudades del mundo hubo festejos por el triunfo del seleccionado argentino en Qatar. No solo las comunidades argentinas tomaron las calles en otros países. Un festejo de mucho más de 47 millones.
Porque ganó la Copa el mejor jugador del mundo, admirado por millones de personas en todo el planeta. Porque a pesar de sus éxitos deportivos, el triunfo con su selección le venía siendo esquivo. Porque más que probable, éste sea su último mundial.
Porque es la camiseta que alguna vez vistió también el otro mejor jugador del mundo. Porque no hubo ningún partido que no se ganara sufriendo hasta el final, enfrentando la garra al azar.
Porque hay muchas familias argentinas en todo el mundo, hijas de quienes se exiliaron en la dictadura, quienes escaparon a la catástrofe económica del 2001 o quienes todavía siguen buscando otros horizontes.
Porque Argentina era el único país sudamericano que llegó a semifinales. Porque era un país periférico contra un país imperialista.
Los motivos son muchos y también, los hay incomprensibles. Pero aunque es odioso aventurar conclusiones contrafácticas, casi nadie imagina un festejo de millones de personas de distintas nacionalidades, celebrando en la tarde, la noche y la madrugada de sus respectivos husos horarios, el triunfo de Francia. Aunque también tengan a otro de los mejores jugadores del mundo, que obtuvo el premio al goleador del Mundial y que consiguió un triplete en una final, algo que no se conseguía desde 1966.
Certains supporters haïtiens au Cap-Haïtien après la victoire de l’Argentine contre la France à la Coupe du Monde. pic.twitter.com/BQzvQVIqBO
No sabemos por qué ni sabemos si tiene importancia saberlo. Ayer, la ciudadanía argentina se obtenía con un solo requisito: tener ganas de compartir nuestras pasiones.