Se cumplen 100 años de una serie de escritos considerados como el testamento político de Lenin. Afectado por su salud, fueron dictados entre el 14 de diciembre de 1922 y el 4 de enero de 1923 con el fin de ser incluidos en el XIII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. No resulta extraño que tratados como parte de su legado se hayan convertido en un campo de disputas, apropiaciones o relecturas. Lo singular radica tal vez en las controversias que suscitó el propio testamento como documento, burdamente ocultado en Rusia por décadas. Para comprender “sus usos” rescatamos dos artículos que analizan su importancia y ayudan a ubicarlos en el contexto histórico apropiado en que fueron escritos.
El testamento representaba una amenaza potencial para dirigentes como Stalin, al frente del Estado Obrero en un momento en que el proceso de burocratización a inicios de la década 1920 comenzaba a dar señales preocupantes. Como analiza Claudia Ferri, “este documento tiene una importancia central no sólo porque plantea una serie de propuestas programáticas al conjunto del partido para frenar la creciente burocratización sino también porque propone destituir a Stalin de sus funciones a la vez que exalta las virtudes de Trotsky.”
El segundo artículo que publicamos, “El testamento de Lenin”, es un artículo escrito por Trotsky en 1932, durante su exilio en Prinkipo, a propósito de la aparición de una biografía sobre Stalin, de Emil Ludwig, en la que se retomaban, tergiversándolos, algunos hechos y dichos en torno al testamento. Aquí Rossana Cortez, integrante de Ediciones IPS-CEIP, recorre algunas de sus principales ideas y debates.
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