Lo cuenta la periodista mexicana Almudena Barragán en Americanas, su newsletter para el diario El País. Allí analiza este fenómeno que no es privativo de su país, sino que ha sido mensurado en otros lugares del mundo: en los torneos nacionales o en la Copa del Mundo, porque pierde el club propio o el seleccionado. Tal como dice Almudena "gane quien gane, las que pierden son las mujeres". Porque la frustración y el enojo de los fanáticos cuyo equipo fue derrotado se descargarán sobre sus parejas o sus hijos.
Quizás en Argentina, los resultados del equipo liderado por Lionel Messi, redujeron las posibilidades de que aumentara la violencia de género. Pero durante los mundiales de 2014 y 2018, cada vez que perdió Colombia, la violencia aumentó entre un 25% y un 38% en ese país. Un estudio realizado en Brasil entre 2015 y 2018, concluyó que las denuncias crecían casi un 24% los días de partidos. Otra investigación reveló que en Inglaterra, durante el mundial de 2010, la violencia creció un 25% cada vez que jugó su seleccionado.
Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo señala que esa violencia está vinculada a las normas sociales que establece un modelo hegemónico de masculinidad que enfatiza "el dominio de los hombres sobre las mujeres y la utilización de violencia como método de ejercer ese control o forma de canalizar y proyectar frustraciones y/o alegrías de los agresores".
"Los datos son un recordatorio de cómo los deportes pueden reforzar la masculinidad tóxica", escribe la periodista mexicana. Y es verdad. Que haya un mayor desarrollo del fútbol femenino, que muchas mujeres hayan hecho historia en sus profesiones relatando y comentando partidos de una Copa Mundial, que gran parte de los jugadores elijan compartir sus triunfos con sus esposas y sus hijos e hijas, que se muestren afecto entre ellos, no significa que la "deconstrucción" personal haya transformado cabalmente y de raíz una sociedad que sigue reproduciendo la subordinación femenina, la discriminación, la desigualdad y, por lo tanto, la violencia sexista. ¿Cuántas mujeres habrán sido insultadas, golpeadas e incluso asesinadas por sus parejas, en todo el mundo, durante los treinta días del mundial de Qatar 2022, poniendo como vil excusa la frustración de una derrota deportiva?
Podemos disfrutar de la magia de ese deporte sin necesidad de autoexculparnos, como hizo Macri, diciendo que en Qatar los homosexuales viven genial, sin hacer ostentación de su orientación sexual. Ni tampoco como quienes, del otro lado de la grieta, cambiaron sus denuncias feministas contra el régimen qatarí por ambiguas reflexiones sobre el debido respeto a las diferencias culturales. Podemos disfrutar de la magia del fútbol y, al mismo tiempo, seguir denunciando la opresión, la explotación, la discriminación y la violencia. Podemos unirnos detrás de una pelota y también pelear por una sociedad donde todas y todos podamos jugar con libertad y darnos infinitos abrazos de goles. |