El pasado lunes, el Ministerio de Salud de la Nación sorprendió con una medida tomada de manera totalmente inesperada. Y no para bien. De un día para el otro, y sin ningún tipo de aviso previo ni mecanismo alternativo que impida que miles de pacientes se queden inmediatamente sin su necesaria medicación, dicha cartera informó que quedaba sin efecto la resolución que permitía adquirir medicamentos enviando la receta por mail o WhatsApp a las farmacias.
Esa resolución estaba vigente desde la pandemia y tenía por objetivo facilitar la adquisición de remedios por parte de personas con enfermedades crónicas y/o expuestas a tratamientos prolongados que no pueden ser interrumpidos. Ahora, en un minuto, todo cambiaba y se complicaba.
A las horas, las redes se inundaron de mensajes de pacientes y familiares, cuestionado la medida. "Suspender abruptamente las recetas digitales sin firma electrónica en la semana de las fiestas tal vez no sea la mejor idea para garantizar la continuidad de los tratamientos farmacológico". "Lo de las recetas digitales, era una medida que beneficiaba especialmente a: personas a cargo de cuidados, gente mayor, personas con enfermedades crónicas o tratamientos prolongados, pacientes con trastornos de salud mental. Acceso a la salud básico". "Estoy en shock tengo las recetas de mi mamá y el médico se fue de vacaciones. ¿Por qué hay que hay que pasar por esto de la noche a la mañana?". "Le sacan las recetas digitales a los jubilados, en pleno de verano...Que hermosa manera de cagarles la vida". Estos son solo algunos de los miles y miles de testimonios.
El martes por la mañana, la incertidumbre y angustia se trasladó a las farmacias. "Mi hijo tiene epilepsia y toma una medicación para no convulsionar, no la puede interrumpir. Su neurólogo entró de vacaciones, ya me comuniqué con la obra social para que me diga qué tengo que hacer, pero todavía no recibí respuestas", le contó una mamá de un niño de 11 años a La Izquierda Diario.
"Lo ví ayer en las noticias y ni bien me levanté me vine a la farmacia. Me dicen que no me pueden aceptar la receta, pero no puedo dejar de tomar mis remedios y es imposible conseguir un turno médico rápido", le contó un jubilada a uno de los tantos trabajadores de prensa que ese día hicieron móviles de radio y TV en diferentes farmacias del país.
El panorama era igual en todos lados. De un lado del mostrador, empleados farmacéuticos que no aceptaban recetas y decían no saber nada acerca de cómo seguiría esta historia. Del otro, jubiladas y jubilados, mamás con hijos pequeños y adolescentes que intentaban explicarles a esos empleados que no tenían manera de conseguir la receta en papel de manera inmediata, o que su médico no tenía la firma certificada para poder confeccionar las recetas digitales, y que no podían quedarse sin su medicación.
Habiéndose hecho público esto, el Ministerio de Salud tuvo que retroceder en parte y modificar la resolución. "En acuerdo con asociaciones farmacéuticas, el Consejo de Obras y Servicios Sociales Provinciales de la República Argentina y la Superintendencia de Salud, se definió que a aquellos pacientes con enfermedades crónicas que venían utilizando esta modalidad hasta hoy, se les aceptará la foto de la receta en las farmacias hasta el próximo 28 de febrero, para facilitar el proceso de transición”, difundió a través de un comunicado.
¿Qué explica el rechazo?
El argumento central que utilizó el Gobierno para defender está medida fue la necesidad de "retornar a los procedimientos habituales, que permiten una mayor seguridad y trazabilidad y promueven el uso racional de medicamentos". ¿Por qué una justificación que pareciera razonable generó tanto odio y rechazo?
Por varias razones unidas por un hilo conductor: la alta precarización en el sistema de salud que afecta tanto a profesionales que perciben salarios muy bajos y también a pacientes que, cada vez más, tienen que enfrentar trabas para hacer valer el derecho a la salud. Veamos algunas de esas razones
Conseguir un turno médico más o menos rápido -y mucho más si se trata de determinadas especialidades- es imposible.
El aumento en el precio de los medicamentos es un golpe que impacta, y mucho, en hogares de familias trabajadoras donde algunos de sus integrantes debe tomar medicación de forma constante. Uno de los medicamentos (cuya droga es el Levetiracetam) utilizados en casos de epilepsia, puede rondar los $25.000. Sin receta es imposible adquirirlo porque no es de venta libre. Pero, además, sin la receta hecha como se pide, no hay descuento.
Cada vez más, muchas obras sociales y prepagas rechazan más tratamientos y prestaciones. O las demoran. Algo que sufrieron en último tiempo sobre todo, las personas con discapacidad y los trabajadores del sector.
Cada vez más cuesta más caro tener una prepaga, que a su vez deteriora más el servicio que presta, recortando prestadores, cobrando cada vez coseguros. Las obras sociales también ajustan planes y quitan beneficios.
La situación laboral de los profesionales de la salud deja mucho que desear. Eso es responsabilidad tanto del Gobierno nacional como de los provinciales y municipales. Esto impacta, por supuesto, en la calidad de las prestaciones de salud y cobró mucha visibilidad en los últimos tiempos con movilizaciones masivas en varias provincias.
La lista podría seguir. La precarización y la privatización del sistema de salud avanza, como avanza la precarización y el deterioro de las condiciones de vida de las grandes mayorías. La primacía de los negocios y las ganancias ya nos demostró durante la pandemia cuán letales pueden ser las consecuencias.
Es necesario poner en discusión el actual sistema de salud y debatir de una vez por todas y de manera seria alternativas, como por ejemplo la centralización del sistema público y privado bajo gestión de sus trabajadores, que permitan garantizar la existencia de una verdadera salud pública, de calidad, gratuita y universal. |