[Desde Nueva York] La intervención del Congreso para aplastar una eventual huelga ferroviaria con la complicidad del ala progresista del Partido Demócrata fue un golpe para el movimiento obrero en su conjunto y una llamada de atención para la izquierda socialista de Estados Unidos. La indignación y la denuncia no son suficientes. Es fundamental romper con el Partido Demócrata y construir un partido de la clase obrera y para la clase obrera que luche genuinamente por el socialismo.
El verano pasado, las negociaciones entre las compañías ferroviarias y los sindicatos ferroviarios se estancaron debido a la intransigencia de los empresarios, que se negaron a conceder días de baja por enfermedad como parte de la negociación del contrato laboral. Los trenes se rigen por la Ley Laboral Ferroviaria y no por la Ley Nacional de Relaciones Laborales. La primera de estas faculta al Congreso para intervenir en las negociaciones en caso de estancamiento.
En julio, el presidente Joe Biden, a petición expresa de las compañías ferroviarias y la patronal, creó mediante Orden Ejecutiva una Junta Presidencial de Emergencia (PEB) para intervenir en las negociaciones. Como las negociaciones entre los ferroviarios y la patronal continuaban estancadas, la PEB tomó cartas en el asunto: A finales de noviembre, en un claro esfuerzo por evitar una huelga en medio de una economía en dificultades, “recomendó” que las partes en conflicto negociaran en términos que no eran los que en un principio habían decidido los trabajadores.
Se destacó la ausencia de días pagados por enfermedad, una reivindicación clave de los trabajadores. La burocracia tradicional, incluida la dirección de los Teamsters (sindicato de camioneros), a la que están afiliados dos de los sindicatos ferroviarios –el BMWE y el BLET– aplaudió la intervención del presidente.
De los doce sindicatos implicados en las negociaciones, cuatro de ellos, que representan a la mayoría de los trabajadores ferroviarios, votaron en contra de la propuesta de la PEB de un nuevo contrato. El lunes 28 de noviembre, Biden pidió al Congreso que hiciera cumplir el acuerdo provisional, poniéndose al frente del ataque contra los trabajadores ferroviarios.
Está claro que las acciones de Biden y las del Congreso estaban en línea con los intereses de los propietarios de los ferrocarriles. El Congreso evitó una huelga ferroviaria que podría haber causado pérdidas millonarias a los capitalistas, desestabilizando las aún debilitadas cadenas de suministro y convirtiendo a los trabajadores ferroviarios en tema de conversación de las cenas navideñas.
Como ya sabemos, la iniciativa también contó con el apoyo en el Congreso de la mayoría de los candidatos autodenominados socialistas de la organización Democratic Socialists of America (DSA) en el Congreso. Los votos de los representantes de DSA han desatado la indignación no solo en la izquierda, sino entre las propias bases de DSA, y entre toda una generación de jóvenes que desde la oleada de huelgas del año pasado, que pasó a ser conocida como Striketober, han estado muy comprometidos en la organización sindical y en campañas contra el racismo y la discriminación en sus lugares de trabajo, desde Starbucks a Amazon.
Los votos de Alexandria Ocasio Cortez (AOC), Cori Bush, Jamaal Bowman, etc., no fueron producto de un error individual o de un lapsus, sino el resultado de una política de colaboración de clases. Es imposible mantener el control sobre políticos que son el ala izquierda de un partido capitalista como el Partido Demócrata. Los demócratas rinden cuentas a los patrones, como Warren Buffet, que es uno de sus mayores aportantes y que tiene miles de millones en acciones en los ferrocarriles.
El camino a seguir para conseguir más sindicatos, licencias por enfermedad, mejores salarios, etc. es construir un movimiento obrero combativo. Pero es imposible hacerlo si estamos subordinados políticamente al Partido Demócrata. Necesitamos una organización independiente de la clase obrera cuya orientación central sea el desarrollo de la lucha de clases desde los lugares de trabajo, planteando huelgas y acciones militantes. Un partido de la clase obrera centrado en la lucha de clases debe luchar por esas reivindicaciones, no en los pasillos del Congreso, sino utilizando sus recursos para apoyar la lucha en las calles y en los lugares de trabajo.
Si tuviéramos auténticos representantes de la clase obrera en el Congreso, no solo habrían votado en contra de la iniciativa de Biden, sino que habrían difundido la necesidad de una huelga ferroviaria. Hacer este tipo de cosas –campañas que vayan en el sentido de aumentar el poder de la clase obrera, no socavarlo– es imposible si se es el ala izquierda de uno de los dos grandes partidos que gobiernan para los patrones; esa vía siempre se limitará a negociar migajas para la clase obrera.
No hay argumento “socialista” que justifique lo injustificable
Los congresistas de DSA han intentado justificar su voto como lo haría cualquier político burgués. Al fin y al cabo, se trata de maniobras y negociaciones de trastienda a espaldas de los trabajadores.
Nunca se les pasaría por la cabeza a estos candidatos “socialistas” que su trabajo debería ser, en lugar de frenar una huelga, utilizar su puesto en el Congreso para explicar a millones de personas lo correcto y la importancia de una huelga ferroviaria. Nunca se les ocurriría a estos candidatos “socialistas” que deberían haber utilizado su visibilidad para apoyar a los trabajadores del ferrocarril y demostrar que vale la pena hacer huelga y luchar con métodos de la clase obrera no solo por mejores salarios sino ir incluso más allá. Nuestra perspectiva es que la clase obrera conecte la lucha por mejores condiciones con la lucha por un futuro socialista.
Algunos sectores de la izquierda destacan los ejemplos de Rashida Tlaib y Bernie Sanders como miembros del Congreso que se mantuvieron fieles a los trabajadores votando en contra de un contrato que no incluía la licencia por enfermedad. Pero también son cómplices de la maniobra del Partido Demócrata de quitarles a los trabajadores el derecho a luchar por sus reivindicaciones. Puede que Sanders no votara a favor del proyecto de ley que llegó al Senado, pero estaba entre bastidores negociando un acuerdo a espaldas de la base, haciendo concesión tras concesión al ala derecha del Partido Demócrata y a los capitalistas. Y con su continua lealtad al Partido Demócrata, tanto Tlaib como Sanders simplemente están brindando una cobertura de izquierda a un régimen que busca mantener un orden social que funciona a favor de los ricos y los poderosos.
La llamada “bancada progresista” del Congreso tenía un proyecto de ley distinto que sumaba siete días por enfermedad al acuerdo con los sindicatos ferroviarios, por lo que los representantes de DSA negociaron con el Partido Demócrata votar a favor de la iniciativa de Biden de llevar esta enmienda al pleno del Senado. Se enviaron al Senado dos proyectos de ley distintos.
El que imponía el contrato a los sindicatos ferroviarios sin licencia por enfermedad fue aprobado, el que contemplaba esta licencia, no. ¿Esperaban realmente un resultado diferente? Joe Burns, autor del libro Class Struggle Unionism dijo esto en Twitter:
Si los demócratas realmente querían que los trabajadores ferroviarios tuvieran licencia por enfermedad, ¿por qué no la incluyeron en un mismo proyecto de ley con la legislación antihuelga? La respuesta es clara, porque querían dejar el camino libre para que el Senado bloqueara la huelga pero no aprobara las licencias por enfermedad. Tener dos proyectos de ley facilitaría que la legislación antihuelga saliera aprobada.
Y como bien explicó Andy Sernatinger de la revista Tempest:
Si uno realmente quiere que se apruebe la licencia por enfermedad para los trabajadores, ¿por qué no ponerla en la misma legislación? Separar los proyectos de ley fue la misma maniobra que jugaron con Build Back Better: separar las reformas que los progresistas querían del proyecto de ley base para dar la apariencia de movimiento, pero asegurándose de que fracasaran.
En respuesta a la votación, sectores de la base de DSA y algunos grupos internos han exigido la expulsión de los representantes que votaron con Biden. No es la primera vez que representantes de DSA votan en contra de las expectativas de las bases de la organización.
A principios de este año, el voto de Jamaal Bowman a favor de la Cúpula de Hierro y del millonario presupuesto que Estados Unidos entrega año tras año al Estado sionista de Israel, generó un temblor interno en la organización. Los intentos de sancionar a Bowman fueron rápidamente sofocados por la dirección de la organización y los agrupamientos internos ubicados más a la derecha. Esta experiencia, así como la última debacle en torno al contrato de trabajo ferroviario, está haciendo que muchos activistas de base de DSA se pregunten si puede haber procedimientos democráticos para exigir responsabilidades a los candidatos electos.
Por supuesto, los candidatos electos de un partido de la clase obrera que lucha genuinamente por el socialismo deben rendir cuentas a las bases de su organización, pero el problema es más fundamental.
Lo que está en crisis es la estrategia de la dirección de DSA de acumular candidatos socialistas dentro del Partido Demócrata para presionar a que este último gire a la izquierda. Lo que está en crisis es la estrategia de crear expectativas de que Biden sería un presidente reformista, que por lo tanto la clase obrera podría conseguir reformas fundamentales durante su mandato, y que las organizaciones de la clase obrera y los movimientos sociales deberían colaborar con su administración como Bernie Sanders y The Squad (los parlamentarios de DSA en el Partido Demócrata) han hecho hasta ahora.
Durante la administración Biden no se ha aprobado ninguna reforma significativa. Por el contrario, perdimos el derecho federal al aborto, los departamentos de policía recibieron presupuestos millonarios en los estados donde ganan los demócratas, los niños que cruzan la frontera siguen siendo separados de sus padres, los derechos de las personas trans han sido pisoteados en decenas de estados, no se ha aprobado ninguna legislación a favor de los trabajadores (ni siquiera la limitada “ley PRO”, ley de protección del derecho a organizarse), y la avanzada anti-sindical continúa a buen ritmo, sobre todo en lugares de trabajo recientemente organizados como Amazon y Starbucks.
¿Qué diferencia significativa ha hecho hasta ahora el “grupo socialista” en el Congreso? Ninguna. Por el contrario, su apoyo a la política imperialista de alianza incondicional con el Estado sionista de Israel, y ahora su apoyo al aplastamiento de la huelga ferroviaria, solo manchan aún más el papel de los “socialistas” ante la clase obrera.
No se puede permitir que la energía del nuevo movimiento obrero, incluida mucha de las bases de DSA, que se expresó en la última conferencia de Labor Notes a la que asistieron 4.000 activistas, se disipe en la desmoralización y la derrota. Por el contrario, esta energía debe ponerse al servicio de una estrategia diferente: romper con el Partido Demócrata y construir una organización de la clase obrera que ayude a formar un nuevo movimiento obrero combativo, militante y con independencia de clase.
Necesitamos un partido propio
Una de las cosas más extrañas de toda la situación creada por la votación en el Congreso fue la situación perversa de que el Partido Republicano apareciera como defensor de la clase obrera. Para ser claros, ambos partidos capitalistas, republicanos y demócratas, están unidos en su apoyo a la clase dominante, pero el hecho de que muchos republicanos votaran en contra de la propuesta de obligar a los trabajadores ferroviarios a aceptar un contrato que habían rechazado explícitamente solo llevará a más trabajadores a la derecha, alimentando el tipo de populismo de derecha que llevó a Trump al poder. Los demócratas utilizan a los republicanos como el eterno “cuco”, pero cuando están en el poder aplican la misma legislación aprobada por anteriores administraciones republicanas.
A falta de una alternativa para la clase trabajadora, los socialistas tienen que proponer una salida a este callejón sin salida.
A contracorriente de la dirección de DSA y de la burocracia sindical, se está desarrollando un fenómeno aún pequeño pero significativo en el movimiento obrero. Este proceso fue en parte encarnado por los 4.000 activistas obreros que se reunieron este año en la conferencia de Labor Notes.
Es representativo de los jóvenes de todas las razas, organizados en la izquierda o no, que quieren mejorar sus condiciones de vida y de trabajo y que quieren luchar contra la opresión que sufren en sus lugares de trabajo. Esto se ha expresado en la oleada de campañas de sindicalización que no ha hecho más que crecer desde octubre del año pasado. Se trata de jóvenes que pasaron por las experiencias de Black Lives Matter y la pandemia, y que llegaron a la conclusión de que organizarse como trabajadores es la mejor manera de luchar por sus reivindicaciones y de ganar.
Hemos visto este fenómeno entre los trabajadores de Starbucks, Amazon, Trader Joe’s, Chipotle, los del teatro y, más recientemente, en las luchas combativas de los trabajadores de la educación superior.
Como socialistas, tenemos que apoyar estos esfuerzos tan amplia y apasionadamente como podamos porque sus victorias serán una inspiración para el resto de nuestra clase y muestran que podemos ganar. Así es como nosotros, en la izquierda, podemos poner en pie los cimientos de un nuevo partido.
Esta generación se merece algo mejor que ver sus sueños y reivindicaciones sofocados por el Partido Demócrata. Necesitamos un partido propio.
Necesitamos un partido de la clase trabajadora que rinda cuentas a sus miembros y a la clase trabajadora, no al establishment demócrata y a los patrones. Necesitamos un partido de la clase obrera que fomente la lucha de clases, no que le ponga freno.
Nuestra responsabilidad como socialistas no es transigir con la patronal y los políticos capitalistas para recibir migajas, sino desarrollar la conciencia de la clase obrera en cada lucha, en cada elección, en cada volante, en los piquetes y en las huelgas. Frenar una huelga va en contra de toda la tradición de lucha de nuestra clase y de la práctica de los revolucionarios. Para nosotros las huelgas son escuelas de guerra. Lenin lo dijo claramente:
Cuando con los potentados capitalistas se enfrentan obreros desposeídos que actúan individualmente, ello equivale a la total esclavización de los obreros. Pero cuando estos obreros desposeídos se unen, la cosa cambia. No hay riquezas que puedan reportar provecho a los capitalistas, si estos no encuentran obreros dispuestos a trabajar con los instrumentos y los materiales de los capitalistas, y a producir nuevas riquezas. Cuando los obreros se enfrentan individualmente con los patrones, siguen siendo verdaderos esclavos, que trabajan siempre para un extraño por un pedazo de pan, como asalariados siempre sumisos y silenciosos. Pero cuando proclaman juntos sus reivindicaciones y se niegan a someterse a quien tiene la bolsa de oro, entonces dejan de ser esclavos, se convierten en hombres y comienzan a exigir que su trabajo no solo sirva para enriquecer a un puñado de parásitos, sino que permita a los trabajadores vivir como seres humanos. (…) Las huelgas infunden siempre tal espanto a los capitalistas porque comienzan a hacer vacilar su dominio. [1]
En el contexto actual de EE.UU., esto significa que los socialistas revolucionarios deben participar en todas las luchas sindicales con el objetivo de forjar un nuevo movimiento obrero que luche con sus métodos para construir nuevos sindicatos y para derribar todas las leyes antihuelga y antisindicales de este país.
También necesitamos un partido de la clase obrera que luche por los intereses de los trabajadores en todo el mundo: no más representantes en el Congreso que se llamen a sí mismos socialistas mientras apoyan al imperialismo estadounidense y la represión a la lucha de liberación de nuestros hermanos en Palestina. No más representantes en el Congreso hablando de socialismo mientras colaboran con un gobierno que oprime a nuestros hermanos en México.
Necesitamos un partido de la clase obrera con una estrategia socialista que no discrimine entre nuestras luchas por reivindicaciones económicas y nuestras luchas contra el racismo y la opresión, sino que las unifique en la misma lucha contra el capitalismo.
Las bases de DSA, los jóvenes que luchan por poner en pie sindicatos y contra la opresión en sus lugares de trabajo y escuelas, las pequeñas pero nuevas organizaciones que surgieron a partir de Black Lives Matter en 2020, y la izquierda socialista y comunista en general tienen la oportunidad de plantear un desafío a la idea de que no hay alternativa fuera del Partido Demócrata. Tenemos la oportunidad de discutir con miles de personas en nuestros lugares de trabajo y escuelas sobre el partido que necesitamos.
Nuestra tarea como socialistas revolucionarios no es solo unir las filas de la extrema izquierda, sino construir un partido de la clase obrera y los oprimidos de decenas de miles de personas. En otras palabras, es esencial luchar para convencer a sectores de la clase obrera de que rompan con el Partido Demócrata.
Tenemos que organizarnos en el movimiento obrero y en los movimientos sociales sin cargar con las traiciones de un partido que no tiene nada que ver con los intereses de los explotados y oprimidos.
Traducción: Guillermo Iturbide |