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8 de enero de 2023 Twitter Faceboock

Ideas de Izquierda
Althusser para el pueblo: un filósofo en busca de un manual
Juan Dal Maso | [email protected]

A propósito del libro Socialisme idéologique et socialisme scientifique et autres écrits (Socialismo ideológico y socialismo científico y otros escritos).

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La primera parte del título de este artículo puede parecer el slogan de una campaña electoral alucinada. Pero es el único que se me ocurrió para tratar de presentar en cuatro palabras la cuestión de la existencia de una faceta poco frecuentada de Althusser: su interés en producir un material de popularización.

Darnos una idea clara de la importancia asignada a esta dimensión por el filósofo francés es uno de los muchos méritos del último póstumo de Louis Althusser, Socialisme idéologique et socialisme scientifique et autres écrits, publicado en septiembre de 2022 por Presses Universitaires de France, editado y anotado por G. M. Goshgarian y con prólogo de Fabio Bruschi.

El libro consta de ocho textos de Althusser, de los cuales el más extenso es Socialismo ideológico y socialismo científico (en adelante SISS), que es precisamente el intento de escribir un manual de popularización de su mirada sobre la teoría marxista. Los restantes son “La ideología”, que es un extracto de un texto más largo al que Althusser había dado el título de Teoría marxista y partido comunista, un análisis del célebre Comité Central de Argenteuil de marzo de 1966, en el que se debatió sobre la política del partido hacia la cultura, la teoría y la intelectualidad (con predominancia de las posiciones antialthusserianas), una carta de Althusser al CC sobre las resoluciones de esa reunión, que no fuera finalmente enviada, un resumen de su conversación con el secretario general del PCF Waldeck Rochet el 2 de julio de 1966, seguidas de “¿Cómo definir la cultura?”, “Sobre la revolución cultural china” , texto publicado sin firma en la revista maoísta Cahiers marxistes-leninistes y “Sobre la ideología”, que es un fragmento inédito del texto anterior.

“Mi ambición: escribir manuales”

La definición es de una carta de Althusser dirigida a Franca Madonia en febrero de 1966, como señala Fabio Bruschi en el prólogo del libro. En julio del mismo año, Althusser afirma, nuevamente en carta a Franca Madonia, que la obra se agrandó, se va a llamar Principios fundamentales de la Teoría marxista y va a tener dos tomos, uno de los cuales ya está escrito y trata sobre la diferencia entre “socialismo utópico y socialismo científico”. Este texto es el que corresponde a SISS. Bruschi nos recuerda también que la práctica de formación teórica a través de manuales era algo característico en el PCF (por ejemplo, con el libro de Politzer sobre filosofía marxista) como forma de que la militancia obrera se preparase para puestos de dirección, práctica que se realizaba desde una pedagogía verticalista, que a su vez solía detenerse en ciertas cuestiones básicas, sin poner en toda su magnitud la importancia de la teoría para un pensamiento estratégico. Esta sería la preocupación central de Althusser al tratar de elaborar un material que pudiera cumplir esa función formativa, pero planteando los problemas de un modo alternativo a la ideología predominante en el PCF. Como comenta G. M. Goshgarian en la presentación específica de SISS, Althusser era bien consciente de que la dirección del partido iba a estar en desacuerdo con el libro, pero la apuesta era que se publicase a través del partido, como comentaran en intercambios de carta con Étienne Balibar durante 1967, aunque el manual quedó incompleto, en el contexto del llamado “giro antiteoricista” althusseriano de ese año.

Y ya que hablamos de ideología, aquí está la principal clave de lectura o mejor dicho de relectura de la clásica problemática de socialismo utópico vs. socialismo científico. Con la definición del “socialismo ideológico”, Althusser amplía el rango de discusión que había quedado más restringido a las corrientes premarxistas con la definición de “socialismo utópico”, el cual pasaría a ser una variedad dentro del “socialismo ideológico”. Este pasaría a ser definido como una crítica de la sociedad capitalista que comparte sus presupuestos ideológicos. Pero -y esto es importante para entender la posición de Althusser- la adquisición de la teoría marxista por las masas no puede revestir directamente la forma científica, sino que requiere algún tipo de mediación por parte de la ideología. De allí surgía la necesidad de un manual como aquel del que iba a formar parte SISS, para establecer un diálogo entre las formas ideológicas de comprensión de la teoría marxista y el enfoque propiamente científico (siempre según la mirada de Althusser).

El "socialismo ideológico" y las estrategias de la izquierda

“Socialismo ideológico” o “socialismo idealista”, para Althusser es el que contiene concepciones contrarias a la teoría marxista y puede ser anterior o posterior a Marx y su descubrimiento de la “ciencia de la historia”. Althusser lo caracterizaba por una teoría general de la sociedad, constituida por nociones ideológicas vinculadas a conceptos generales de la ideología burguesa (como libertad e igualdad), encaradas desde ópticas diversas (jurídica, política, moral). Luego de un repaso por las discusiones de Marx con Proudhon y la propia evolución del joven Marx en los términos de sus obras del período, Althusser señalaba que la socialdemocracia o el socialismo reformista era la principal expresión del socialismo ideológico posterior a Marx. A diferencia del socialismo utópico o el socialismo ideológico anterior a Marx, la socialdemocracia había integrado una serie de conceptos propiamente marxistas dentro de una concepción general que no lo era. La cuestión principal respecto de la lectura del marxismo que hacía la socialdemocracia era la “negación o atenuación de la dictadura del proletariado” y como esta consistía en la forma que asumía la lucha de clases durante transición revolucionaria, esa atenuación o negación implicaba a su vez la atenuación o negación de la lucha de clases como tal. Partiendo de esa crítica, Althusser señalaba las diversas variantes de “socialismo burgués” que igualaban “nacionalización” con “socialismo” y afirmaba la imposibilidad de transformar en socialismo el “capitalismo monopolista de Estado” (que era la “conquista” teórica del PCF) por medios pacíficos.

Pero la cosa no era tan sencilla como una crítica del reformismo de la socialdemocracia o una crítica velada al PCF. Althusser buscaba realizar una indagación más completa y por eso señalaba, por un parte, que el socialismo ideológico se caracterizaba por su adhesión a la ideología burguesa y pequeño-burguesa, cuyas piedras de toque eran el concepto de ser humano en general y por ende el humanismo, la ideología jurídica de los derechos ciudadanos, etc., las que eran ajenas, por su carácter y función de clase, al proletariado. El “socialismo burgués” o “pequeño-burgués” (pre y post Marx) se vinculaban a la clase obrera para mantenerla en los marcos del sistema, mientras que el socialismo proletario (ideológico o científico) perseguía objetivos revolucionarios, no de engaño ideológico o acomodación al sistema. Este abordaje permitía a Althusser señalar al anarco-sindicalismo, al sindicalismo revolucionario o al trotskismo como corrientes obreras (en lugar de la caracterización estalinista de “enemigos del pueblo”) pero al mismo tiempo las caracterizaba como “socialismo ideológico” y por lo tanto como dependiente de la ideología pequeñoburguesa, por sustituir el enfoque de la objetividad científica por concepciones voluntaristas y subjetivistas, que hacían eje en el carácter revolucionario “por esencia” del proletariado, cayendo -siempre según la mirada de Althusser- en el espontaneísmo y el obrerismo. De allí, el mito de la “huelga general” soreliana tanto como la tentativa del trotskismo de transformar inmediatamente las huelgas económicas en políticas y el desconocimiento de las “etapas del proceso revolucionario”, que terminaban en la impotencia teórica y práctica para hacer la revolución. Esta argumentación althusseriana es importante, no obstante sus evidentes limitaciones por transformar al trotskismo y el anarco-sindicalismo en sus versiones caricaturescas: para Althusser, las corrientes obreras definidas por el PCF (y por él mismo) como “ultraizquierdistas”, seguían formando parte del movimiento obrero y como tales estaba planteado el debate en términos de una clarificación teórica.

¿Socialismo científico?

Realizadas las delimitaciones antes señaladas, Althusser buscaba elaborar algunas precisiones teóricas. Afirmaba que la expresión teórica del socialismo científico era la teoría marxista y pasaba a utilizar ese término como más adecuado para la elaboración de los conceptos teóricos fundamentales del socialismo científico. La teoría marxista abarcaba la “ciencia de la historia”, es decir de todas las formaciones sociales, pero también una filosofía. Esta ciencia de la historia abarcaba también ciertas teorías “regionales” fundamentales: la teoría del modo de producción capitalista, la teoría del modo de producción socialista (noción que luego Althusser criticaría en su borrador de libro sobre imperialismo en los ’70), teoría de la revolución socialista y de las fases de transición entre capitalismo y socialismo, teoría del movimiento obrero, su organización y la dirección de la lucha de clases, teoría de la dictadura del proletariado, del Estado socialista y del internacionalismo proletario.

Luego abordaba Althusser la formación del joven Marx e introducía sus reflexiones propias del período de mediados de los ’60: Marx había descubierto el “continente historia” para la ciencia, había realizado una revolución teórica en la comprensión de la historia, pero también una “ruptura epistemológica” en la historia de la filosofía, creando una filosofía de carácter también científico. La ciencia de la historia, definida como materialismo histórico, era la ciencia de la historia de las formaciones sociales que constituyen la forma específica de la especie humana (que produce y reproduce sus condiciones de existencia). Diferenciando la Tópica y Lo histórico (término que en francés se usa como sinónimo de "diacrónico" en lingüística), Althusser trataba de presentar un esquema capaz de dar cuenta de la estructura que conformaba la historia (la primera), al mismo tiempo que las leyes de sus cambios (la segunda). A la Tópica pertenecía el concepto de modo de producción, el cual implicaba tres niveles: la economía (estructura), el nivel jurídico-político y el ideológico (superestructura). Las clases sociales se definían como un efecto del modo de producción sobre sus “portadores”, pero no un efecto de las relaciones de producción, sino un efecto sobredeterminado por el juego del conjunto de instancias que actúan en el modo de producción (particularmente el capitalista, que era según señalaba Althusser el mejor investigado por la teoría marxista). Aunque el tono parece bien cercano al “coqueteo” con el estructuralismo que Althusser señalaría autocríticamente en los ’70, lo cierto es que el texto prosigue unas páginas más adelante explicando la centralidad de la lucha de clases, que “cubre el conjunto de la existencia social de la formación social”. La lucha de clases, señalaba Althusser, podía continuar en términos políticos e ideológicos, aunque sus bases materiales hubieran sido modificadas mediante la expropiación de la burguesía, de allí que en la transición socialista podían continuar elementos de la lucha de clases desde el punto de vista político e ideológico.

En el terreno de Lo histórico, Althusser ubicaba las leyes de transformación de las formaciones sociales: la conjunción de diferentes elementos estructurales para la conformación de un modo de producción, la identidad del modo de producción y las condiciones de su reproducción y las leyes de transformación, que subdividía en: la ley de transformación de la relación entre los modos de producción dentro de una formación social, la ley de correspondencia o no correspondencia entre las diferentes instancias surgidas de la combinación de diversos modos de producción, la ley de concentración de efectos estructurales producidas por las dos primeras leyes al nivel de la lucha de clases como “motor de la historia”, la ley de la lucha de clases y sus efectos (antagonistas, no antagonistas, explosivos). Nótese la influencia maoísta, sobre la que volveremos en un momento. Cerraba Althusser con la argumentación de que una lectura que hiciera hincapié en las estructuras no podía ser tachada de estructuralista, porque el estructuralismo buscaba la explicación mediante “una combinatoria pura”, lo que no era el caso del marxismo. Las estructuras tenían que dar cuenta de la complejidad de los diversos niveles que interactuaban y servir para comprender la historia. Por contraparte, el marxismo no podía ser un historicismo ni un humanismo.

El texto contenía, presentados de manera mucho más esquemática y sencilla, los principales planteos de Pour Marx y Lire Le Capital. En relación con la delimitación político-estratégica con la socialdemocracia, el anarco-sindicalismo y el trotskismo, el tema quedaba esbozado en los términos antes referidos, como una reivindicación genérica de la dictadura del proletariado por un lado y de la revolución por etapas por el otro, pero no volvía a aparecer en términos más desarrollados en la última parte de SISS.

En el texto “La ideología”, Althusser volvía sobre la idea característica de la contraposición entre ciencia e ideología, pero establecía algunos matices. Señalaba que la ideología estaba vinculada al conocimiento de la realidad, pero también a una función social. En el movimiento obrero, por ejemplo, por influencia de la teoría marxista, existía -sobre todo en los “países socialistas”- una “ideología marxista-leninista”, distinta del anarquismo o el reformismo, de modo tal que, en el movimiento obrero, junto con la lucha económica y la política, se daba también la lucha ideológica. De allí también que la ideología no pudiese solamente considerarse como una visión distorsionada de la realidad o, mejor dicho, como una visión intencionalmente distorsionada de esta, sino como parte del conjunto de la estructura de una sociedad. En su forma más elaborada, la ideología se transformaba en filosofía, pero la mayoría de las grandes masas practicaba la ideología (en sus diversas variantes (religiosa, jurídica, política, filosófica) sin un alto grado de sistematización teórica, como una representación de la realidad, que implicaba al mismo tiempo reconocimiento y desconocimiento de esta. De allí que el marxismo, al mismo tiempo que tenía que romper con una concepción idealista o iluminista de la ideología, tenía que dar las herramientas teóricas y científicas de la teoría marxista para que la ideología de la clase trabajadora se independizara de la ideología burguesa.

De Argenteuil a Pekín

Sigue la compilación con dos textos sobre el Comité Central de Argenteuil, realizado en la mítica comuna “roja” del 11 al 13 de marzo de 1966, en el que la dirección del PCF buscó establecer parámetros para el trabajo intelectual del partido, dividido en múltiples instituciones, con distintos matices en sus posiciones, controlar un poco más a Garaudy (embarcado en el “humanismo” y en el diálogo entre católicos y estalinistas) y poner límites a Althusser, asociado a “los estudiantes con los que tenemos problemas” según dijo el propio Louis Aragon. Todo ello se planteaba en el marco de la readecuación de la política del PCF hacia la intelectualidad en los marcos de la política de “Unión de la Izquierda” que se proponía para realizar una alianza con la socialdemocracia. En Althusser y Sacristán abordamos los debates de esta reunión y la reacción posterior de Althusser, por lo que nos tomamos la libertad de remitir a ese libro para más detalles [1], así como al trabajo de Roger Martelli, que contiene las intervenciones de la reunión sin el filtro aplicado por la dirección del PCF al momento de su publicación [2]. Diremos sí que tanto en su texto de análisis de las resoluciones como en la carta dirigida (pero no enviada) al CC, Althusser caracterizaba la reunión como un compromiso lleno de concesiones para con Garaudy, cuya ideología era un sistema coherentemente espiritualista y revisionista y criticaba que el CC había dado por cerrada y resuelta una discusión que recién comenzaba (sobre el “antihumanismo” de Marx), generando a su vez definiciones idealistas sobre los problemas de la cultura y las artes.

El relatorio de la conversación con el secretario general del PCF Waldeck Rochet [3] el 2 de julio de 1966, muestra los coletazos de la reunión de Argenteuil, tanto como la posición de Althusser frente al PCF. Entre los varios temas abordados, el diálogo que comienza con alusiones a Le Morvan y un intercambio sobre la filosofía de Spinoza (reivindicada por Rochet), se termina centrando en relación entre la teoría, la política y la ideología. Althusser le reprocha a Rochet las imprecisiones en su discurso del CC de Argenteuil, señalándole una confusión entre ideología y lucha ideológica y despliega argumentos similares a los SISS sobre la relación entre la ideología proletaria anterior y posterior al marxismo y la relación entre ideología espontánea y ciencia marxista. Debatieron luego sobre la relación de la dirección con Garaudy y sobre el “humanismo marxista” defendido por este -todo esto siempre siguiendo el relato de Althusser- volviendo el filósofo francés a su defensa del marxismo como “antihumanismo”. Rochet habría contestado que el humanismo era importante para señalar el objetivo de liberación y felicidad humanas, mientras Althusser habría retrucado con la revolución socialista, el “modo de producción socialista” y la supresión de la explotación, todo a través de la lucha de clases. Althusser argumentaba que los obreros y campesinos no daban ninguna importancia al humanismo, mientras Rochet señalaba que sí se la daba la intelectualidad. Trabada la conversación en ese punto, cambiaron de tema a cuestiones de la coyuntura electoral.

“¿Cómo definir la cultura?” continúa la crítica de las resoluciones del CC de Argenteuil, abordando específicamente la pregunta que da título al texto. Althusser partía del carácter ecléctico e ideológico del concepto de cultura en las ciencias sociales vinculadas con el desarrollo histórico de la sociedad burguesa y el imperialismo y afirmaba que la noción de cultura “no figura entre los conceptos teóricos de la ciencia marxista”, las manifestaciones culturales eran “formas reflexivas” (en el sentido de que reflejaban) de las condiciones sociales y naturales en que vivían los seres humanos. Althusser señalaba que dentro de estas formas se podían distinguir: las formas de la comunicación a través del lenguaje, las formas de representación social (ideología), las formas del saber (técnico, científico, ideológico), las formas de expresión artísticas, las formas de saber-hacer correspondientes a las cuatro primeras formas de esta lista, las formas de transmisión y difusión de todas estas formas. Estas “formas reflexivas” no eran necesariamente conscientes, eran “reflexivas” no porque la gente reflexionaba sobre ellas, sino porque podían ser separadas de su objeto y ser cultivadas y transmitidas independientemente de su función y a su vez estas formas se reflejaban unas en las otras, creando nuevas combinaciones ideológicas. Todo esto debía considerarse siempre sin dejar de tener en cuenta la diferencia entre la dominación de clase y las formas de su representación. Desde aquí, Althusser criticaba como un retroceso al idealismo la definición de cultura de la resolución del CC de Argenteuil, que la restringía a las obras de arte o a lo sumo al dominio de “las ciencias, las técnicas y las artes”.

El texto sobre la revolución cultural fue publicado a comienzos de 1967 en la revista maoísta Cahiers marxistes-leninistes. Convencidos Althusser y Balibar, después del CC de Argenteuil, de que el PCF estaba en un curso cada vez más “revisionista”, las simpatías por la llamada revolución cultural china se acrecentaban, al punto de que Althusser había enviado este artículo, a través de un tercero (según nos cuenta Goshgarian en la presentación del texto) para su publicación sin firma en la revista de la flamante organización maoísta. Junto con un alto grado de idealización del proceso (común a buena parte de la intelectualidad de izquierda europea del período) Althusser pone sobre el papel una serie de reflexiones que apuntan a dos cuestiones: la posibilidad de regresión al capitalismo en los propios países socialistas y la importancia de la revolución cultural como lucha ideológica de masas, para cuyos antecedentes Althusser se remitía a Lenin. A la revolución política y económica, el PC chino había incorporado la revolución cultural, la revolución ideológica de masas (tema abordado en el último texto del volumen que es un extracto inédito sobre la ideología de este mismo artículo sobre la revolución cultural). A través de la reivindicación de este proceso, que el filósofo francés concebía como una solución al peligro de burocratización, Althusser incorporaba la importancia de una tercera forma de organización que no era la del sindicato, ni la del partido. En este escrito, se refería de manera un poco difusa a las “organizaciones de masas” de la revolución cultural u “organizaciones de la lucha de clases ideológica”. Este carácter de masas del proceso apunta a su vez al protagonismo de las bases del partido y su área de influencia en el debate de ideas y de las prácticas de construcción del socialismo, sobre el que Althusser volvería muchas veces posteriormente, tanto en textos publicados durante su vida como después de su muerte.

Algunas conclusiones

La publicación de este libro (tomando en cuenta el texto principal y los que lo acompañan) muestra varias cuestiones interesantes para seguir descifrando a la esfinge Althusser: en primer lugar, que en su muy criticada y autocriticada etapa “teoricista”, caracterizada por complicadas operaciones de
lectura casi unánimemente cuestionadas por “separar la teoría de la práctica”, el filósofo francés estaba pensando cómo hacer para producir un material que abordara los mismos problemas que sus obras teóricas más densas pero en un lenguaje y modo de exposición más sencillos. En segundo lugar, esta preocupación estaba vinculada a la cuestión del rol de la militancia obrera al interior del Partido Comunista Francés, que para Althusser debía ser capaz de formarse en la teoría marxista de la forma más rigurosa posible, utilizando las herramientas de la popularización, pero sin caer en una vulgata simplificada que le impidiera abordar las discusiones teóricas más complejas del momento. Por último, el esbozo crítico de las concepciones políticas del PCF, particularmente de sus concepciones gradualistas y su teoría de democratizar el “Capitalismo Monopolista de Estado”, así como su descontento con la orientación general del PCF y especialmente con sus posicionamientos ideológicos, muestran que Althusser tenía una visión crítica de la política del partido desde los años ’60. Esta vinculación entre las cuestiones políticas y las teóricas constituye, sin embargo, uno de los puntos débiles del texto propiamente pensado como parte de un manual por Althusser: la ciencia marxista aparece como la garantía de no caer en los errores políticos del socialismo ideológico proletario, pero sin abordar de manera específica la política a seguir. Esto se resuelve con una apelación vaga a las “etapas necesarias de la revolución” que muestra la impronta fuertemente “thoreziana” de sus concepciones políticas [4](convergente, como lo fueron en su momento Mao y Thorez) con sus simpatías por el maoísmo. Mientras hoy consideramos preponderantes sus aberraciones y si bien siempre el trotskismo observó el carácter burocrático y reformista del maoísmo, al filósofo francés, en la coyuntura de mediados de los ’60, se le presentaba como una vía para la “democracia de masas” en el marco de la revolución socialista. El lugar del “tercer tipo de organización” que creyó ver en la revolución cultural, pasaría a ser ocupado años más tarde por los comités populares de Lo que no puede durar en el Partido Comunista o los consejos de Marx dentro de sus límites.

 
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