Con casi todo el sur paralizado y con miles de manifestantes pidiendo su renuncia en calles y plazas, Dina Boluarte, a quien se le acaban de ir dos ministros en las últimas horas precisamente por cuestionar su política de mano dura para con los manifestantes, respondió a todo ello con un mensaje a la nación donde reafirmó la línea represiva y el discurso “terruqueador” y de criminalización de la protesta social que ya su primer ministro Alberto Otárola había anunciado días atrás, discurso que solo ha servido para atizar más el fuego y enervar los ánimos de los pueblos del interior del país, sobre todo de las zonas más empobrecidas del sur, quienes ahora hablan de llevar adelante una gran movilización hacia la ciudad de Lima afín de obligar a la presidenta a que renuncie.
En su intervención, Boluarte responsabilizó de las contundentes manifestaciones de protesta que se empezaron a dar días después que el Congreso vacara a Pedro Castillo, a supuestos azuzadores y agitadores vinculados a grupos “extremistas de izquierda” y a intereses internacionales provenientes de Bolivia a través del expresidente Evo Morales a quien, por cierto, algunos días atrás se le prohibió el ingreso al Perú junto a otros ciudadanos bolivianos a quienes se acusa desde el ejecutivo de pretender desmembrar y buscar anexarse el sur peruano. En un momento de su alocución, Boluarte incluso dijo que habían ingresado armas de fuego desde el sur (aludiendo a Bolivia) para, supuestamente, promover las acciones de protesta en la región Puno.
La presidenta también responsabilizó de la actual crisis política a un supuesto machismo exacerbado y profundamente alojado en la conciencia de quienes protestan, ya que, según Dina Boluarte, estos sectores no soportarían que una mujer como ella sea la primera presidenta del Perú. Este discurso, que no soporta ni demanda mucho análisis, olvida que muchas de las manifestantes que se enfrentaron a las balas y a las bombas de la represión ordenada por la presidenta, son mujeres campesinas, trabajadoras y de los sectores populares que no se sienten representadas por Boluarte precisamente porque ven en ella la expresión de la traición y el desprecio a la vida de los más pobres.
Si bien en un determinado momento de su mensaje a la nación pidió disculpas por los “probables” errores cometidos en lo que va de su mandato, jamás reconoció responsabilidad alguna en la violenta represión policial-militar ordenada y avalada desde el ejecutivo, represión que, a la fecha, ha costado cerca de 50 fallecidos y cientos de heridos. En todo momento, Boluarte dejo entrever que las movilizaciones que hoy conmueven al país no representaban el sentir de la mayoría de peruanos, sino más bien, dijo que estas eran una respuesta minoritaria de los seguidores de Pedro Castillo, quienes se negaban a aceptar su salida del gobierno.
Por esa razón, fue enfática al decir que no renunciará a la presidencia de la República y que junto a las instituciones represivas velaran por mantener el estado de derecho y la vigencia del actual régimen político expresado jurídicamente en la Constitución de 1993. Dijo también que van a promover las investigaciones y sanciones de quienes, a decir de la presidenta, estarían detrás de las acciones de protesta. Con ello, se evidencia que la política de persecución a los dirigentes sociales y la criminalización de la protesta serán las armas con las cuales trataran desde el ejecutivo de combatir el masivo descontento y la bronca social contra los poderes del estado, las cuales han llevado a que se manifieste el actual proceso de ascenso social sobre todo en las regiones del interior del país.
Cegada completamente por el interés de mantenerse en el poder el mayor tiempo posible y por la necesidad de congraciarse con sus aliados del parlamento, además de los sectores empresariales y los mandos militares y policiales que hoy la sostienen a cambio de que les permita mantener sus privilegios de clase y de casta, Boluarte, quien llego a la vicepresidencia del Perú de la mano de Pedro Castillo y que en su momento dijo públicamente que “si vacaban a su presidente ella renunciaba”, ahora le da la espalda a la realidad del país y sobre todo a la realidad y a las demandas de quienes fueron sus votantes en la primera vuelta, los mismos que ahora le piden a gritos que renuncie a su condición de presidenta.
Por eso, nos parece que este discurso de la presidenta, más allá de calmar las aguas, las terminará por convulsionar aún más. Así pues, al margen del “diálogo” tramposo amparado en el estado de emergencia y en la represión policial-militar que hoy ofrece Boluarte al pueblo, nuevas acciones de protesta empiezan a avizorarse en el porvenir. |