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La Izquierda Diario
29 de noviembre de 2024 Twitter Faceboock

OPINIÓN
¿Qué es el capitalismo interiorizado? (y por qué combatirlo colectivamente)
Jorge Remacha

Creemos que nos merecemos mucho más que este sistema capitalista que se sostiene con explotación y opresión, pero no siempre nos sentimos así, sufriendo bajo parámetros muy cómodos para quienes nos roban nuestro tiempo y trabajo. Esto no va de tareas individuales, va de organizarnos por el socialismo y para cambiar la vida.

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“Se decidirá quién es el más apto, nadie está obligado a hacer nada que no quiera, pero mientras permanezcan deberán aceptar las condiciones”. Esta es la frase con la que se explica el argumento de la película El método (2005, Pablo Piñeyro), en la que los candidatos a un puesto de trabajo compiten atacándose entre sí, mientras la empresa observa y selecciona. Están ahí libremente (bajo la libertad de no poder sostenerse sin un trabajo), pero sus condiciones personales afloran como las causas para no ser el más apto. Deben sostener el embate psicológico de la situación y estar por delante del resto.

Para que funcionase este “método” es necesaria una situación en la que es necesario vender la fuerza de trabajo, competir por ese puesto con el resto del ejército de reserva que supone el desempleo para la burguesía, y creer que “no valgo lo suficiente” o el resto “vale menos”. Pero, ¿quién ha enseñado a estos trabajadores a comportarse con semejante nivel de autodesprecio individual y como clase? Centrándose en los mecanismos para el malestar mental como clase que genera este proceso, este ejemplo sirve para ilustrar la idea de capitalismo interiorizado.

Es la razón por la que creemos que nos merecemos mucho más que este sistema capitalista que se sostiene con explotación y opresión, pero no siempre nos sentimos así, sufriendo bajo parámetros muy cómodos para quienes nos roban nuestro tiempo y trabajo. En esa enorme distancia se ubica la contradicción del capitalismo interiorizado, pasando a ser parte de nuestra autopercepción la forma en la que nos perciben los capitalistas: seres cuya vida vale para trabajar, a quienes sacar el mayor beneficio posible sin que se revuelvan ni se cuestionen.

Si ya vivimos en una época en la que se multiplican las voces que señalan nuestros malestares como colectivos (y no tan individuales como creemos a veces), es hora de darles también coordenadas de clase, de género, de raza o de capacidad. Como las capas subterráneas de un rio, una parte de las opresiones discurre por dentro de nuestra cabeza, a base de naturalizarlas al haber socializado en las mismas. Una parte del capitalismo, el sistema que las utiliza para dividirnos y enfrentarnos, también lo hace.

Como decíamos en un artículo anterior: “en las condiciones de gran parte de la juventud (y no tan juventud) trabajadora es fácil pensar “no soy capaz de controlar mi vida y la de quienes me rodean para que no sea un desastre”.

Tal vez sea porque a mí y a quienes me rodean nos roban lo mejor de nuestro tiempo y nuestras energías para hacer más rico a un capitalista; nos roban tiempo para relacionarnos con quien queremos o descansar de forma estable; nos roban dinero y perspectivas de futuro para hacer planes a largo plazo, no recortarnos de todo para no arruinarse; nos roban energías para no dedicar nuestro escaso tiempo a poder vivir el día siguiente y recuperarnos de la fatiga o nos roban libertad y autoafirmación por habernos educado creyéndonos las opresiones machistas, racistas y LGBTIfóbicas más de lo que nos gustaría.

Pero si en lugar de pensar todo eso y colectivizar y organizar esa rabia, nos creemos responsables individuales y pensamos que “será porque yo soy un desastre de persona, no he madurado lo suficiente, no me esfuerzo lo suficiente, no me motivo lo suficiente, me quejo en exceso” y un largo etcétera de rabia introyectada, es un ambiente perfecto para que se generen malestares psicológicos, especialmente depresión y ansiedad.

En ese sentido, tal y como explica Mark Fisher en Bueno para nada, uno de los mayores logros del capitalismo es la "responsabilización", la idea de que si somos miserables es porque queremos y que lo merecemos. Entre otras cosas, tenemos un problema de capitalismo interiorizado.”

A esto nos referimos cuando hablamos de capitalismo interiorizado, una idea pensada teniendo como ejemplo el concepto de “LGBTIfobia interiorizada”, que aparece en 1998 en el ensayo de Iain. R. Williamson Internalized Homophobia and Health Issues Affecting Lesbians and Gay Men y aborda los juicios negativos más o menos conscientes relacionados con haber interiorizado la opresión a la diversidad sexual y reproducir algunos de sus aspectos a la hora de autopercibirse.

Inspirada en esta idea, reproducir esquemas capitalistas interiorizados se refleja en la manera en que nos relacionamos con el trabajo o las relaciones, promoviendo nuestra propia autoexplotación, creyendo que sólo valemos cuando estamos produciendo, buscando la competitividad y valoración social normativa en nuestras relaciones, que es mas importante ser funcional para la explotación que encontrarse bien o que todo lo que nos sucede es culpa nuestra y cambiarlo estaría al alcance de solo nuestra propia voluntad. Si tenemos rabia no es porque seamos gente vaga, floja o mala, es porque el sistema capitalista se refuerza cada vez que pensamos que esta situación de mierda es culpa nuestra.

No se trata de combatir estas muestras de capitalismo interiorizado de forma únicamente individual (nuestras condiciones nos lo impiden continuamente), o de crear un estilo de vida o una suma de virtudes, sino de combatir un sistema que nos enferma con tal de seguir explotándonos. No se trata sólo de “acabar con tu capitalista interior”. Sino de acabar con los capitalistas como clase social y con esta sociedad organizada en torno a que nos roben la riqueza que producimos.

Transformar las opresiones y explotación interiorizadas en esfuerzo y ánimos para combatir toda opresión y explotación es justicia y no es una tarea individual, sino colectiva.

Tenemos derecho a mucho mas que a trabajar y callar. Como decíamos en un articulo anterior: “tenemos derecho al tiempo libre y a usarlo como quiera, a desarrollarse a nivel personal, a pintar, a cantar, a leer, a explorar todos sus gustos, a disfrutar de su sexualidad, a desarrollar relaciones personales menos superficiales… Pero eso no nos lo van a regalar, será algo que tendremos que arrancarles de las manos, mediante la revolución, a los capitalistas quienes sí gozan del tiempo y del dinero porque nos lo arrebatan a la clase trabajadora.”

 
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