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13 de marzo de 2023 Twitter Faceboock

Entrevista a Facundo Fernández
[Video] Estudio científico confirma el vínculo entre cáncer y pueblos fumigados
Lihuen Eugenia Antonelli
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https://youtu.be/8tYx8_BMJT0

El Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Cs Medicas Universidad Nacional de Rosario publicó un estudio en Clinical Epidemiology and Global Health que confirma que los pueblos fumigados tienen mayores tasas de incidencia y mortalidad por cáncer, por los agrotóxicos.

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Un estudio reciente publicado en la prestigiosa revista internacional de epidemiología Clinical Epidemiology and Global Health, confirma que los pueblos fumigados tienen mayores tasas de incidencia y mortalidad por cáncer.

Conversamos sobre este tema con uno de los integrantes del grupo de investigación, Facundo Fernandez, médico del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Cs Medicas Universidad Nacional de Rosario.

Facundo: Nosotros para esta primera instancia de la investigación tomamos el cáncer en gente joven, porque era lo que más refería la población (las distintas poblaciones que nosotros visitamos), que le llamaba la atención en cuanto a impacto en la salud. Después también evaluamos impactos ambientales, dentro de los cuales se destacaban las fumigaciones, los plaguicidas, la exposición a los venenos de la agroindustria. Entonces nosotros en esta primera etapa del trabajo, en el cual vamos a evaluar distintas cosas, lo que hicimos fue evaluar la presencia de cáncer cada año, lo que llamamos incidencia en medicina, los casos nuevos de cáncer que se registran, en población de 15 a 44 años; y la mortalidad, es decir, las causas de muerte en población de 15 a 44 años.

Lo que encontramos es que la incidencia de cáncer es mayor en esta población de 15 a 44, sobre todo a partir de lo que sucede en las mujeres. En la población femenina la probabilidad de tener un cáncer es 66 % mayor que el resto de la población Argentina. Pero cuando vamos a mortalidad, los números son aún más alarmantes, porque en población joven de 15 a 44 años, una población que nosotros estimamos que no tendría por qué tener problemas de salud serios, problemas de salud crónicos o problemas de salud que puedan conducir a la muerte, lo que encontramos es que la mortalidad es 2.5 veces mayor que en el resto del país. Es decir, por cada una persona que fallece de cáncer en el país, en estas localidades la probabilidad de fallecer por cáncer es que dos personas y medias fallezcan por cáncer. Eso es 2.8 en nombres, 2.77 en mujeres, pero en el promedio hacemos 2.5

Para el estudio, se utilizó una muestra grande de más de 27.000 personas, de ocho localidades de Santa Fe, en donde las fumigaciones por agrotóxicos son muy significativas.

Tomamos de referencia estas ocho localidades de la provincia de Santa Fe para poder homogeneizar la muestra, es decir, territorialmente, poblacionalmente, la cantidad de superficie cultivada con cultivos que utilizan grandes dosis de plaguicidas, como son principalmente la soja, el maíz y también el trigo. Estas localidades tienen más del 50 % de la superficie cubierta de estos cultivos, en algunas llega al 80 %. Entonces, para poder homogeneizar la muestra, tomamos estas ocho localidades, pero también se puede trabajar con otras poblaciones, que son las poblaciones de estos otros territorios que te mencionaba. Igual nuestra hipótesis es que, en realidad, no solamente estas poblaciones presentan esta modificación en el patrón de enfermar y de morir, con respecto a nivel nacional, sino que probablemente los otros pueblos fumigados que evidencian impactos ambientales (en la mayoría eran las fumigaciones pero también algunas otras como por ejemplo los criaderos industriales, los silos dentro de la ciudad y algunas otras problemáticas ambientales) tienen transformación en el patrón de enfermedad y muerte. Entonces, estimamos que la exposición ambiental, principalmente a plaguicidas en este caso, lo que hace es modificar la forma de enfermar y de morir.

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En los últimos años, los colectivos de pueblos fumigados denuncian insistentemente el uso cada vez mayor de plaguicidas. Los paquetes tecnológicos con agrotóxicos de las grandes transnacionales se aprueban a nivel nacional, pero la regulación de las fumigaciones queda en manos de cada comuna y municipio.

Bueno, un dato importante: en Argentina no solamente estamos o tenemos una normativa laxa y un control muy laxo, que eso depende de cada comuna acá en la provincia de Santa Fe y también en las distintas provincias, si no que usamos mayor porcentaje, mayor número de plaguicidas altamente peligrosos, en comparación con Estados Unidos y la Unión Europea, llegando a casi al 50 % de los plaguicidas que utilizamos. Y además utilizamos mayor cantidad de kilos de plaguicidas por hectárea, hoy en comparación con Estados Unidos o la Unión Europea, Argentina aplica casi de tres a diez veces más plaguicidas por hectárea. Hoy Argentina es el país que aplica más glifosato per cápita a nivel mundial. Entonces, eso hay que ponerlo en evidencia, y después otro problema importante es que estos plaguicidas altamente tóxicos, estos volúmenes exorbitantes que se utilizan, no actúan individualmente sino que actúan muchas veces de manera sinérgica. No es que la exposición a un plaguicida es uno más uno igual a dos, sino que se potencian. Y esa potenciación de los plaguicidas puede hacer que el efecto sea tres, cuatro, diez, y eso no lo sabemos. Hay estudios en animales, hay estudios in vitro, que demuestran la toxicidad de este tipo de compuestos en combinación, pero eso no se puede hacer sobre población humana.

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Pero no siempre fue de esta manera. En realidad, la producción utilizando el paquete de semillas transgénicas y agrotóxicos tiene unas pocas décadas. Con tantas evidencias sobre los impactos negativos ¿por qué se perpetúa este modelo?

Este modelo se sustenta, como todos los extractivismo que tenemos presente en nuestra argentina, se sustenta en mitos. Estos mitos de que hay que producir más, la única manera de producir más para darle de comer al mundo es aplicando veneno y usando semillas transgénicas. En realidad, lo que hemos visto en los últimos 30 años en Argentina, es una concentración marcada de la tierra. Hablando particularmente de Santa Fe, los pequeños y medianos productores están yendo camino hacia la extinción, porque el nivel de costos que tiene producir de esta manera es cada vez más alto, por lo que salen los insumos, la semilla, por lo que salen los plaguicidas, por la posibilidad de acceder a maquinaria. Y el capital financiero, el capital empresarial, está cada vez más presente.

Entonces hoy estamos perdiendo productores para ganar empresarios, empresarios que no pueden visitar, no pueden vivir en campos de 5.000, 10.000 hectáreas, porque es humanamente imposible, y que para poder generar una rentabilidad que le sirva a sus bolsillos lo que hacen es aumentar de escala, generando una especie de falsos latifundios porque no son propietarios, comúnmente son arrendatarios. No viven en las comunidades donde se evidencian los efectos, en la mayoría de los casos viven en los centros urbanos. Y además, la manera de producir a gran escala es a través de recetas. Y esto no es dicho por un médico, ni por un ni por un grupo de de la Facultad de Ciencias Médicas, sino dicho por los propios ingenieros agrónomos, quienes te reconocen que en realidad hoy lo que se hace es rotar muy pocos cultivos, hay gente que todavía sigue sembrando solamente soja pero ahí empezaron a incluir alguna rotación con maíz y trigo, pero para poder hacer solamente agricultura necesitan usar plaguicidas, sobre todo de la mano de la siembra directa porque no hay otra forma de controlar los otros organismos llamados malezas, dentro de estos territorios.

Entonces, se fumiga antes de sembrar, se fumiga posterior a sembrar, se fumiga en determinada etapa del cultivo y se fumiga cuando cosechan. Entonces, estas recetas preestablecidas no responden a la necesidad real de esos cultivos y aún menos responden a la necesidad de las comunidades que viven en esa cercanía.

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Otra gran problemática son las consecuencias sociales que tiene este modelo. Pero del otro lado no hay silencio, se empiezan a discutir alternativas entre los propios afectados y afectadas por esta situación.

El impacto de este modelo no es solamente sobre la salud entendida desde lo biológico. Este modelo lo que ha hecho es desruralizar, porque ha sacado a la gente de los campos, lamentablemente a pesar de que hay mucha gente que quiere seguir viviendo en los campos y tener ese estilo de vida, y concentrando la gente en las pequeñas localidades o en los cordones de pobreza de las grandes ciudades de la provincia de Santa Fe. Y lo otro que ha hecho es romper la trama social, romper los lazos sociales, porque hoy en las pequeñas localidades de la provincia de Santa Fe poner en discusión al productor que está tirando plaguicidas a 50 a 100 o a 150 metros, es muchas veces terminar siendo excluido o poner en discusión la fuente de trabajo de tu vecino, de tu vecina, lo cual termina generando una invisibilización de esta problemática, y a pesar de que ya lleva 20 años o 25 años, muchos de los que se animan a hablar son valientes, por llamarlo de alguna manera.

Aparece este falso mito de que la restricción de la fumigaciones lo que hace es impactar negativamente en la productividad, en realidad lo que hay que hacer es transicionar hacia un modelo que no use plaguicidas, que pueda seguir produciendo o que empiece a producir otras cosas, alimentos de verdad, porque hoy en realidad la mayor parte del maíz y la mayor parte de la soja que nosotros estamos produciendo en nuestro suelo no son consumidas por nosotros.

Si este problema hoy puede estar en agenda es gracias a los vecinos, vecinas y a los movimientos sociales, y a quienes acompañamos o quienes acompañaron en su momento desde la academia.

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Además de los estudios sobre cáncer, este grupo de investigación ya empezó a desarrollar trabajos relacionados con otros impactos en la salud, como pérdidas de embarazo e hipotiroidismo. La información recabada proviene de campamentos sanitarios:

La metodología era la siguiente: el examen final de la carrera de Medicina, desde diciembre de 2010 hasta diciembre de 2019, fue el campamento sanitario. En el campamento sanitario lo que se hacía era un grupo de docentes coordinadores, en conjunto con todos los y las estudiantes que se recibían en esa camada, visitaban una comunidad en donde se alojaban por cinco días. En esos cinco días lo que se hacía era, a través de una encuesta realizada por el estudiante que estaba rindiendo su examen final, lo cual a nosotros nos aseguraba la fiabilidad del dato en la construcción, visitábamos casa por casa, hacíamos un recorrido censal, visitando toda la comunidad. Una vez que se visitaba a toda esa comunidad, se construía la información que a posteriori nos daba el perfil de salud de esa comunidad. En un primer momento, el último día del campamento, se compartían abiertamente a la comuna, al pueblo, a todos los que quisieran asistir, los datos construidos en primera instancia. Y después, durante un proceso, aproximadamente de 1 a 2 años, lo que se hacía era re-analizar toda esa información, para elaborar un informe final.

Esos informes finales, fueron dados en su momento a las comunas, porque la idea era, desde la universidad pública, desde la Facultad de Medicina de Rosario, poder generar información en esas pequeñas localidades, que muchas veces no están representadas por las estadísticas nacionales, para que puedan tomar decisiones en salud. Decisiones en salud o decisiones sociosanitarias, porque en realidad iba mucho más allá de relevar los problemas de salud puntual, casa por casa, sino que lo que podíamos hacer era construir el perfil, la pirámide poblacional de esa comunidad, las necesidades sociales a partir de la accesibilidad al agua, la accesibilidad al gas, la accesibilidad de la obra social. Entonces, era todo un perfil que nosotros compartíamos para que esa comuna lo pueda utilizar.

Así, durante diez años, se escribieron cuarenta informes. De esos cuarenta informes, algunos han tenido impacto en la política, en la decisión política de las comunas, de transformar o empezar a transformar lo que nosotros evidenciamos ahí y otros no tanto. Otros también le han servido a los movimientos sociales, como por ejemplo en el caso de Sastre, para pelear a partir de esa información por una normativa que modifique, en este caso, alejando las fumigaciones a más de mil metros de la comunidad.

Estos campamentos sanitarios se discontinuaron a partir de 2019, con el cambio de autoridades de la facultad. Algunos docentes aún no tienen reasignadas sus funciones a pesar de los reiterados pedidos colectivos.

Esto a opinión personal, creo que claramente no hay un interés de las nuevas autoridades, de la nueva gestión de la facultad, en que la universidad pública esté puesta al servicio de las comunidades. Porque una herramienta que, durante diez años, no solamente sirvió para visibilizar los reclamos, sino que hoy estamos demostrando que la validez de esa información, era la que nosotros en ese momento estábamos planteando al poder publicarla también ya internacionalmente, y en ese sentido vamos a seguir trabajando, claramente, hay un interés de las autoridades en que eso no se pueda seguir realizando. Tal vez por el peso político que tiene, o tal vez por capitalizar algunas otras cosas que al menos nosotros hasta el momento no estamos enterados. Pero en línea con esto, hace casi dos años atrás, el decano en nuestra facultad firmó una resolución en donde avalaba las “buenas prácticas agrícolas”, las cuales nosotros estamos claramente en contra, “buenas prácticas agrícolas” que sabemos que terminan con la gente fumigada pero de manera invisibilizada, y con otros problemas que se registran en las pequeñas localidades.

Frente a esta situación, es inevitable que nos hagamos una pregunta: ¿Qué tipo de ciencia es la que se hace y con qué finalidad?

Nosotros siempre decimos que no hay una sola ciencia, hay ciencia al servicio de las comunidades, ciencia digna, y hay ciencia al servicio de las corporaciones. Nosotros consideramos que la ciencia al servicio de las de las corporaciones no es ciencia, porque no está evaluada por pares, la información no está disponible. De hecho, hay mostradas evidencias, como son los Monsanto papers, de que los directivos de las empresas guionan cómo tienen que ser los resultados de los estudios. Entonces, esos estudios que se publican de manera parcializada, en favor de los intereses de las empresas, son los que utiliza el estado argentino en este caso, pero los distintos estados, para aprobar distintos eventos liberados al ambiente. “Eventos” pueden ser eventos transgénicos como la soja transgénica, el maíz transgénico que tenemos en Argentina o el recientemente aprobado el trigo transgénico, o también puede ser pueden ser venenos, mal llamados fitosanitarios. Esos venenos no tienen evaluaciones de impacto ambiental, de impacto en salud humana, de impacto en animales acordes a los necesarios y son liberados al ambiente. Qué pasa, lo que se hace ahí es invertir la responsabilidad, la empresa deja de tener la responsabilidad de demostrar que su componente es inocuo y la comunidad pasa a tener la responsabilidad, a pesar de muchas veces no tener los medios económicos sociales para demostrarlo, de demostrar que está siendo afectada, que está siendo afectada la comunidad en su salud o el ambiente en el cual se desarrollan cotidianamente. Entonces, nosotros ahí creemos que es donde, tarde, porque muchas veces las afecciones ya están siendo evidenciadas, juega un rol central la ciencia de verdad, la ciencia al servicio de la comunidad, la ciencia digna que, a partir de escuchar los reclamos de quienes viven en el territorio, que son los primeros que evidencian las modificaciones, porque la academia desde su espacio cerrado, que muchas veces ocupa, no evidencia la realidad de pequeñas localidades, o muchas veces de los centros urbanos que no están a su alcance; entonces, a partir de escuchar las poblaciones, intentar comprender el desarrollo de esa problemática e intentar ponerlo en evidencia. Y a pesar de eso, muchas veces, hoy Argentina es uno de los líderes a nivel mundial de producción de información en cuanto a impacto de los plaguicidas en ambiente, impacto de los plaguicidas en animales e impacto de los plaguicidas en salud de las comunidades; a pesar de eso, la resistencia que hay que hacer para intentar modificar levemente o medianamente el impacto este modelo productivo es muchísima. Porque los intereses económicos y la modificación de fuerzas que se da en las pequeñas localidades, en las comunas, es tanta, que no permite poner en discusión los intereses económicos de unos pocos cuando estamos hablando del impacto directo en la salud de las comunidades.

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Ya vimos entonces cómo actúan estas grandes corporaciones y cuáles son las consecuencias sanitarias y sociales que esto tiene para las poblaciones. Entonces ¿Qué rol cumple el estado en todo esto?

Para darte un ejemplo, hoy la provincia de Santa Fe, yo te dije que se aprobó la soja RR lo que trajo aparejado el aumento en el uso del glifosato en el año 96, la ley de fitosanitarios de la provincia de Santa Fe es del año 95, y a pesar de las múltiples campañas que se han hecho de los movimientos sociales no se han podido modificar. Entonces, es un problema que el estado no intervenga en estas situaciones, y de hecho la provincia de Santa Fe no tiene una normativa que aleje la fumigaciones y los pocos logros que se han hecho ha sido a nivel comunal, como por ejemplo el caso que te contaba de la comuna de Sastre.

Nosotros durante mucho tiempo pedimos por el principio precautorio, o sostuvimos que había que aplicar el principio que precautorio, que lo que nos dice el principio precautorio es que si no sabemos si esa sustancia liberada puede llegar a tener un impacto nocivo no debemos liberarla. Pero hoy ya esa discusión quedó atrás, hoy lo que tenemos que aplicar es la prevención, porque ya sabemos fehacientemente que esa sustancias están generando daño en la salud de las comunidades.

El primer paso es la regulación y después en segundo momento, es la prohibición. No podemos seguir liberando sustancias al ambiente que sabemos que enferman a las comunidades. [...] Necesariamente el estado tiene que intervenir, yo creo que de la sociedad civil es de donde se pueden generar esas modificaciones y de donde se le puede agendar al estado y necesariamente hay que agendalo, que estas modificaciones son necesarias.

Hace pocos días, el derrame de litros de agrotóxicos en Ituzaingó volvió a poner en evidencia la complicidad del estado con las multinacionales, que se manejan como quieren, se llevan las ganancias y dejan todos los perjuicios.

Una verdadera transformación de este sistema productivo que nos envenena, sólo puede venir de la mano de los principales afectados: las comunidades de los pueblos fumigados, las poblaciones originarias, campesinas y semicampesinas que pelean contra el despojo, trabajadores rurales y pequeños productores que no explotan fuerza de trabajo, también junto a los trabajadores urbanos y todo el pueblo pobre y mal alimentado por el agronegocio. Una ciencia al servicio de esta lucha es indispensable.

Edición y producción: Ludmila Pons

 
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