En Francia, las manifestaciones deben ser aprobadas por las autoridades y se debe avisar de antemano qué camino seguirá la movilización. Luego de la aprobación por decreto de la reforma de las jubilaciones, en muchas ciudades, los manifestantes salieron de las rutas declaradas. Un síntoma de que la radicalización del movimiento está ganando terreno y de que se necesita una estrategia alternativa a las manifestaciones ordenadas y aisladas de la intersindical.
Tras las requisas en la refinería de Normandía y la operación "puertos muertos" de ayer en Le Havre,se registró una movilización récord en las calles, con 50.000 personas según los sindicatos. En este contexto, la marcha se dividió en dos, con los representantes de la intersindical por un lado y los militantes de base y la dirección de la CGT local del otro. Frédéric Bichot, cosecretario de la CGT local, explicó a Revolutión Permanente "seguir un recorrido bien ordenado para no molestar a nadie ya no se ajusta a la realidad de la lucha, hoy entramos en una lucha más dura".
Más de la mitad de los participantes se desviaron del recorrido para pasar por delante del ayuntamiento local. La gran mayoría eran trabajadores procedentes de refinerías, petroquímica, tercerizados, metalúrgicos o incluso de la función pública. Más tarde estalló la bronca acumulada y algunos manifestantes prendieron fuego a contenedores e insultaron a la policía. "Es bueno manifestarse de verdad", nos dijo uno de los participantes. La policía gaseó a los manifestantes y detuvo a dos jóvenes.
En la ciudad de Lyon, fue la policía la que sacó a la manifestación de su ruta cuando bloqueó el recorrido acordado. Ante la represión, varios centenares de manifestantes invadieron la circunvalación de Lyon, bloqueando el tráfico durante más de 40 minutos.
La misma dinámica se vivió en Chambéry, donde cerca de un tercio de los manifestantes fueron a bloquear el tráfico de la autopista urbana. “Todo el mundo decía que había que cortar la autopista, es el eje principal de la ciudad que da servicio a todos los valles circundantes" explica el corresponsal de Revolution Permanente. Entre los manifestantes, numerosos militantes sindicales seguían en el lugar pasadas las 16:45, bloqueando el tráfico, mientras se levantaban barricadas improvisadas y se prendía fuego a un radar de tráfico.
En Calais, los manifestantes también se desviaron de la ruta acordada con la prefectura hasta la autopista A16, que fue bloqueada en ambos sentidos antes de ser desbloqueada por la policía.
Por último, en Metz, los trabajadores de las industrias de la energía, el gas y el metal (PSA) se manifestaron salvajemente para bloquear la autopista e hicieron retroceder a la policía.
En muchas ciudades se hace sentir la voluntad de ir más allá de la política de la intersindical, ya sea en sus métodos de huelga, sus reivindicaciones o sus modos de manifestación. Si las manifestaciones salvajes (no autorizadas) en París eran de estudiantes y jóvenes trabajadores, ahora son grupos enteros de trabajadores en huelga los que rompen los estrechos límites que plantean las propias intersindicales locales. Es otro signo de la radicalización del movimiento en curso en todo el país.
La policía reprime duramente
Mientras las manifestaciones se multiplican en todo el país y en algunos lugares se salen de los planes de la burocracia sindical, la policía continúa reprimiendo brutalmente.
Mientras en París se contaban más de 800.000 participantes, el reportero independiente Jules Ravel captó a la policía en pleno accionar violento. En un video que se viralizó en redes sociales se ve a un grupo de CRS (entrenados específicamente para reprimir manifestaciones) disparando con balas de goma a manifestantes que se encontraban en un andamio.
Estas escenas de brutalidad policial se multiplican desde que Macron optó por forzar la aprobación de su reforma. En Rouen, una manifestante perdió un pulgar al ser alcanzada por una granada de la policía. En la pequeña localidad de Prades, al sur cerca de la frontera con el Estado español, la policía reprimió con gases lacrimógenos una manifestación pacífica en la que había niños.
En las redes sociales no dejan de publicarse escenas de violencia policial y de detenciones espeluznantes: manifestantes arrodillados por la policía en el distrito 13 de París el sábado pasado, policías motorizados atropellando a un joven manifestante, granadas estallando en la cabeza de manifestantes. Estas mutilaciones recuerdan la brutal represión del movimiento de los chalecos amarillos. Una represión que, lejos de calmar el movimiento, lo consolidó y endureció en gran medida. Pero a diferencia de ese momento, lo que parece suceder hoy es la entrada en escena de la clase obrera francesa, organizada y con sus métodos históricos de lucha. | 
