Foto: Orilla del arroyo El Gato, en el barrio Ringuelet de La Plata - abril de 2013 | La Izquierda Diario
Ese 2 de abril, Darío no imaginaba que 400 milímetros de lluvia podrían caer en menos de cinco horas y tapar de agua barrios enteros en La Plata. Testimonios recogidos 5 días después de la inundación de 2013.
"Cuando la sociedad expone a centenares de proletarios a una muerte prematura y anormal; cuando quita a millares de seres humanos los medios de existencia indispensables, imponiéndoles otras condiciones de vida, de modo que les resulta imposible subsistir; cuando ella los obliga por el brazo poderoso de la ley a permanecer en esa situación hasta que sobrevenga la muerte, que es la consecuencia inevitable de ello; cuando ella sabe, cuando ella sabe demasiado bien, que esos millares de seres humanos serán víctimas de esas condiciones de existencia, y sin embargo permite que subsistan, entonces lo que se comete es un crimen (...) No parece un crimen porque no se ve al asesino, porque el asesino es todo el mundo y nadie a la vez, porque la muerte de la víctima parece natural".
Federico Engels "La situación de la Clase Obrera en Inglaterra" 1845
Yo soy Darío y esto es Las Quintas (138 526 y 527). Y bueno, acá pasó una tragedia: falleció mi cuñado. No lo esperábamos.
Darío cuenta la historia de su familia cinco días después del temporal que sumergió a la ciudad de La Plata. La tragedia a la que se refiere tuvo como actor principal al arroyo "El Gato", que arrastró la vida de su cuñado Esteban (21) y que ahora corre impune a diez o quince metros de su casa.
Aquella madrugada del 2 de abril, él y su familia no fueron los únicos sorprendidos por la catástrofe. Nadie se imaginó que 400 milímetros de lluvia podrían caer en menos de cinco horas y tapar de agua barrios enteros, tanto del centro acomodado como de la periferia siempre abandonada a su suerte. Nadie estaba preparado. Ni los miles de vecinos damnificados que tuvieron que autoevacuarse o pasar la noche sobre los techos, ni los 89 muertos reconocidos oficialmente.
Sin embargo los vecinos y las vecinas no fueron quienes más se sorprendieron. El intendente de la ciudad, Pablo Bruera, se asoleaba en las playas de Brasil con su familia al momento del temporal. La ministra de Desarrollo Social de la provincia estaba mucho menos preparada aún: Alicia Kirchner paseaba por Europa mientras La Plata se convertía en una Venecia criolla. Su cuñada, la señora presidenta Cristina Fernández de Kichner, reposaba en El Calafate. Funcionarios y funcionarias de todas las esferas eran quienes menos se imaginaban en lo que podía quedar convertida la ciudad, el súper turístico fin de semana largo de pascuas.
En la casa de Darío viven sus dos hermanas embarazadas. Una de ellas, con su marido y una hijita de menos de tres años. La otra joven, Claudia, es madre de un nene de un año y medio y también espera su segundo hijo, el segundo hijo de Esteban. Todos viven en dos casitas edificadas en el mismo terreno, con su madre.
Los nenes durmieron arriba de la mesa y ellas con las sillas apilándolas, sentadas ahí con las panzas - cuenta Darío y se indigna.
Como ellos, todos los vecinos de Las Quintas y de los demás barrios afectados, tuvieron que arreglárselas por su cuenta esa noche.
Luego de cinco días, Darío carga sobre su espalda y su imponente metro 90 el futuro y el dolor de su familia. Habla sentado frente a su casa, donde yacen al sol, escapándole a la humedad y los hongos de las paredes. Darío carga sobre todo con la pena de Claudia, una mujer de 20. Una mujer que espera el pronto nacimiento de su segundo hijo y no puede hablar. Mira todo como si no supiera lo que le dicen, qué pasa. Se mueve con tranquilidad. Claudia cerca del alambrado. Claudia recostada contra la pared. Claudia con las manos sobre su panza. No llora. No tiene ninguna expresión en la cara. Flaca pero panzona por los siete meses de embarazo, a Claudia hoy, no se le puede conocer la voz.
Hace 8 o 9 años que estaban- cuenta Darío - y tenían una banda de futuro. Con este arroyo de mierda no tiene más futuro mi familia, ella no tiene más futuro. Nosotros nada más, que le damos aliento y fuerza.
Con los ojos vidriosos y enrojecidos, Darío, sentado en cueros al sol, no sabe qué hacer con tanto dolor.
No tenemos nada, están por venir dos bebés. Nos estamos desesperando y no sabemos qué hacer.
"Esperan a que muera gente"
No vinieron a repartir mercadería, no repartieron colchones. Medicamentos es mentira que hay porque yo me recorrí todo para buscar uno para el nene y no. Me fui a 7 y 523 ahí me dieron dos, pero uno no lo tenían. Ese fue dificilísimo de conseguir, pero acá en el barrio no repartieron nada a nadie. Nada, nada, ni se acercaron, ni nada... - cuenta Sandra.
Su hijo es asmático, por lo que su principal preocupación es secar lo más rápido posible la casa. La humedad le hace mal, el olor a lavandina le hace mal. A duras penas pudo conseguir un colchón envuelto en nylon para que el chico pudiera dormir con Ia espalda seca y los medicamentos para que su enfermedad no se convirtiera en una "bomba de tiempo", como ella misma dice.
Los vecinos y las vecinas saben dónde buscar las causas y responsabilidades por lo que les pasa.
Esperan a que se muera gente para hacer algo. Y lo más lindo que andan un par con las remeritas de Scioli, Cristina Kichner y todo eso - cuenta Darío - Mi hermana no quiere hablar. Tiene contracciones y está con un nene de 7 meses. Capaz que vienen cuando mi hermana pierda el bebé, a dar el pésame o a decirle: ¿Che, necesitás algo?
La lluvia acuciante no puede evitarse, aunque sí preverse con algún sistema de alerta para la población. Eso no existió. Las consecuencias de una inundación podrían disminuirse con una planificación urbanística consciente y razonable. Eso tampoco existe en La Plata, aunque la forma cuadrada y perfecta de su casco urbano pueda disimularlo un poco. Sobre las orillas del arroyo El Gato viven miles de familias expuestas a la contaminación que producen fábricas con sus desechos industriales, cloacas clandestinas y residuos domiciliarios.
Acabo de cumplir 45 años, nunca entubaron el arroyo. No sirve de nada que vengan los de la municipalidad cada tanto a juntar la basura que se acumula en las orillas. Para colmo la inundación trae mucha mugre, se tapan todas las bocas de tormenta. Si ahora cae otra lluvia fuerte se va a volver a inundar todo y otra vez lo mismo, a luchar para poder tener lo que conseguimos después de esta inundación. Al arroyo hay que dragarlo - sostiene José.
Al caminar por Las Quintas, las voces que se escuchan repiten una y otra vez: "Acá no vino nadie", "El gobierno no apareció". Ausencia del Estado, dicen algunos. Sin embargo el Estado sí se hizo presente. Camiones del Ejército y Gendarmería recorren el barrio. En una esquina, alrededor de treinta efectivos de la "Policía del Ejército", aguardan armados y uniformados alguna directiva. Móviles de la Policía también patrullan las calles de Las Quintas. Una camioneta de la Bonaerense permanece fija en la puerta de la iglesia donde un pastor recibe donaciones.
Lo que mandan son gendarmes rodeando un camión con 20 colchones, nada más que eso, eso acá en Las Quintas, eso en Los Hornos, en San Carlos, es en todos lados lo mismo. Te mandan helicópteros a la noche custodiando no sé qué, alumbrándote el barrio - relata Martín y agrega:
Tenemos una usina a seis, siete cuadras que es una bomba de tiempo. Un nene murió electrocutado ahí. La Policía respondió con tiros cuando la familia salió a la calle a hacerse escuchar. Nadie respondió nada cuando apareció esa criatura electrocutada, lo único que hizo el Estado fue mandar a Infantería y Gendarmería a cagarlos a tiros para que no corten una de las avenidas principales.
Desde la tele Cristina había alertado sobre la necesidad de militalizar los barrios, ya que "la gente estaba asustada porque había visto caras raras". Caras raras sí, caras marcadas por la tristeza de haber perdido todo.
Fuimos a la delegación, pedimos un colchón y no nos quisieron dar. Entonces ¿qué hicimos? les cortamos la calle y nos mandaron 30 monos para cagarnos a palo, a mí y a mi suegro - cuenta Sergio, mientras mira con angustia lo que quedó de su casa a escasos metros del arroyo.
El frío que sube desde el piso de tierra, mojado, hiela hasta los huesos. Los cables de la precaria conexión eléctrica cuelgan amenazantes. La heladera yace tumbada en el piso contra una pared y todo, todo ahí dentro está fuera de lugar y cubierto de mugre. El olor a humedad de las paredes de madera se siente como un golpe en la cara apenas cruzado el umbral de la puerta. El barro dejó su marca recta y marrón en cada mueble, mantel, cortina, como un recordatorio. "¿Hasta dónde llegó el agua?" "Hasta acá, acá está la marca" responden todos los testimonios.
Darío solo recibió una respuesta tras la muerte de su cuñado: tarjetas personales de diferentes funcionarios del Estado que nunca respondieron a sus llamadas.
Cuando necesiten un voto van a venir acá a comprar a la gente con una cajita de mercadería. Así le van a decir: tomá acá tenés una cajita de mercadería, pero tenés que ir a la unidad básica, sino te vengo a buscar yo. Ah ¿me venís a buscar? ¿Y por qué no me viniste a buscar cuando un familiar mío se estaba muriendo y cuando mis hermanas estaban durmiendo arriba de un colchón mojado sobre la mesa, con mis sobrinos? ¿Por qué no me viniste a buscar ahí, cuando yo los necesitaba?
Solidarios los de abajo
En medio de la catástrofe, del crimen social, lo más destacado fue la solidaridad de la población, de los y las laburantes que se ayudaban entre sí. Quienes perdieron menos ayudaban a quienes perdieron más y en conjunto a quienes perdieron todo, hasta algún ser querido.
Desidia y solidaridad, las dos caras que sobresalen ante estas situaciones, como cuenta José:
Acá se salvaron todos por los vecinos. Se manejaban entre ellos, porque acá no vino ni Defensa Civil, no vinieron los bomberos, no vino la municipalidad. No vino nadie, nadie, nadie. En mi casa también se llenó de agua hasta el borde, gracias a Dios a mí no me entró, pero tuve que ir a ayudar a la gente, a sacar el agua de las casas, sacar los chicos y llevarlos a mi casa, ¿entendés? ¿Por qué? ¿Para qué tenemos municipalidad? Para que ellos trabajen. Para que salven la gente, no para que con un tractor se lleven los autos a tiro.
Junto a la solidaridad espontánea de la sociedad conmovida, la organización de los trabajadores también surgió como respuesta inmediata.
Está bueno, porque nos organizamos con los chicos ex compañeros de Mafissa y empezamos a salir a los barrios. Organizamos para venir acá a Las Quintas que es donde yo vivo. Me prestaron el club Islas Malvinas, como para poder organizar algo con los chicos y salir a caminar - relata Martín, ex trabajador de Mafissa y vecino de Las Quintas.
La gente sin darle mucha vuelta sale a denunciar lo que está pasando en el barrio. Todas las movidas políticas, vienen camiones rodeados de gendarmes a meterse en los barrios y a descargar en la casa de un puntero que reparte para los suyos... y la gente no está recibiendo nada. Yo tenía compañeros con los que seguía organizado después del conflicto de Mafissa en 2008, compañeros de fierro, con los cuales pasamos noches y noches luchándola. Mucha gente se solidarizó en su momento haciendo un corte, recibiendo un panfleto, por lo cual yo siento que tengo que salir a responder también. Si me dieron una mano cuando yo la estaba peleando por mi puesto de laburo, también están necesitando mi mano ahora, así que es por eso que salgo.
Las voces de los "indundados" dan cuenta de las mismas situaciones, los mismos padecimientos y buscan a los responsables con los mismos nombres. Funcionarios, políticos, gobernantes. Sus palabras presentan la claridad propia de quienes viven en lugares donde se repite el olvido una y otra vez. Cuando se vayan las luces de los flashes todo seguirá igual. Cuando baje el agua y se sequen los colchones quedará la incertidumbre, la preocupación y el temor de que ante la próxima lluvia todo vuelva a repetirse. Sin embargo, en medio de la confusión una idea queda clara: en quiénes se puede confiar. En los trabajadores, las trabajadoras, vecinos, vecinas, los y las de abajo. De su organización dependerá en qué medida la situación cambie. Martín aspira, anhela:
No sé si es lo nuestro esto de salir a repartir ropa, pero por el momento que se está viviendo creo que está bárbaro. Y si nos podemos organizar para cortar la 143, lo vamos a hacer. Olvidate. Sería lo ideal.
Crónica elaborada cuando los autores eran estudiantes de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP y miembros de Contra Prensa, agrupación de militantes del PTS e independientes