Conversamos con Alejandro Schneider, historiador y docente universitario, acerca de los nudos centrales del proceso revolucionario, resaltando el protagonismo de las bases obreras y su vínculo con los pueblos originarios, así como el papel de las direcciones sindicales y políticas en la derrota de la revolución; sus reflexiones apuntan a pensar también la realidad actual de Bolivia.
Alicia Rojo: Estamos conversando con Alejandro Schneider, docente titular de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de La Plata. Es especialista en historia de Latinoamérica y de historia argentina; y con Diego Dalai Amitrano que ha sido parte de la edición del libro de nuestro compañero Eduardo Molina, Revolución obrera en Bolivia - 1952 (Ediciones IPS), al que nos vamos a referir hoy también. Además de conversar alrededor de lo que nos convoca que es un nuevo aniversario de la revolución boliviana a partir del 9 de abril. Nos parece interesante intercambiar alrededor de la relevancia que ha tenido esta revolución que a nosotros nos parece que ha sido de las más importantes del siglo XX. Me gustaría preguntarle a Alejandro su opinión acerca de las razones de la relevancia de este proceso.
Alejandro Schneider: Bueno gracias. Yo siempre parto en mis clases cuando me toca conversar sobre Bolivia, explicar sobre Bolivia, marcar que a diferencia de otras revoluciones que se dieron en el siglo XX, la revolución mexicana, la cubana, la guatemalteca, etcétera, la revolución boliviana tuvo un fuerte protagonismo del actor —que siempre nosotros esperábamos como revolucionarios en la construcción de un mundo distinto, para la destrucción del capitalismo—que es la clase obrera.
O sea, si hay algo que identifica la revolución boliviana frente al resto de las revoluciones latinoamericanas, es que fue una revolución obrera con un componente central, que es que los obreros no solo se movilizaron armados, sino que también destruyeron el Ejército, que estaba imperante hasta ese entonces, y generaron una crisis muy fuerte en la propia clase dominante. Tal es así que no puede pasar desapercibido. Rene Zavaleta Mercado, —que es uno de los principales intelectuales que dio Bolivia a lo largo del siglo XX y que en el libro se cita permanentemente, en el trabajo de Eduardo Molina— dice que desde la década de 1940 la historia de Bolivia no se puede comprender sin la presencia de esa clase obrera minera y sin el Ejército. Son los dos grandes actores sociales y políticos a la vez, que van a marcar la historia del país. Y en cierta forma, esa clase obrera boliviana minera es la que va a irradiar al resto de la sociedad. ¿Por qué la va a irradiar? Por el hecho de ser protagonista en esas revolucionarias Jornadas de abril del ‘52. Tal es así que su presencia, a pesar de que durante muchos años, o durante el comienzo del siglo XXI, se decía que estaba destruida, agotada, que ya no existía más la clase obrera, como hemos visto durante los gobiernos del MAS, desde el 2006 al 2019 y hasta el día de hoy, ha tenido un protagonismo importantísimo. Y, como vimos también, esa clase obrera a la que se la quería liquidar, porque de hecho hubo una fuerte ofensiva en 1985 por la ofensiva de reestructuración capitalista —lo que comúnmente se denomina como ofensiva neoliberal— la clase obrera dio respuesta a eso a pesar del desmantelamiento de las minas estatales, a pesar del desmantelamiento de las empresas estatales del desguace de la COMIBOL. Y tuvo fundamentalmente un papel protagónico central en lo que fue la Guerra del gas de octubre de 2003. Entonces esa clase obrera que irrumpe con fuerza en la década del ‘40, después de la guerra contra el Paraguay, la Guerra del Chaco, que protagoniza la revolución del ‘52, va a marcar los ritmos. Le guste o no le guste a muchos intelectuales, y a la propia burguesía, por más que le pese, va a marcar el ritmo de la historia boliviana.
AR: Yo recién te decía que nos parece esta revolución una de las más grandes del siglo XX y vos abonaste bastante con lo que dijiste a esa idea. Lo que me interesa a mí en particular, es desde el punto de vista historiográfico, si eso ha sido evaluado de esa manera. Desde el punto de vista de la producción historiográfica, académica, e incluso del conocimiento general, la revolución cubana es mucho más conocida. ¿Cuál es tu visión acerca de este tratamiento historiográfico que se le ha dado a la revolución boliviana?
AS: Mira, yo creo que no lo suficiente. O sea, yo creo que durante muchas décadas siempre se partió de trabajos clásicos sobre la revolución del ‘52 y que recién en las últimas décadas se avanzó. Yo creo que un puntal fue el libro de Dunkerley, La revolución en las venas. Creo que abre un nuevo campo, luego obviamente seguido por otros trabajos.
En este sentido, yo creo que es importante insertar el libro de Molina. ¿Por qué? Porque a diferencia de muchos trabajos, hace una investigación muy particular del día a día. Pero no solamente eso, sino que toma posición. Si bien todos los libros historiográficamente toman posición, no hay una historia apolítica, como sabemos bien, en el caso de Molina, discute en forma permanente y trata de sacar lecciones sobre esa revolución. Y uno se pone a pensar historiográficamente, hay todavía vacíos. Yo creo que esos vacíos en parte tienen que ver con que historiográficamente es un tema difícil de tratar. Porque no fue una revolución como cualquier otra, fue una revolución que caló hondo en la sociedad.
Y que muchas veces, por cómo termina o cómo se va desarrollando, el papel del MNR [Movimiento Nacionalista Revolucionario. NdeE], el papel de las Fuerzas Armadas, fundamentalmente a partir del ‘64 con Barrientos, y de la imposición por lo menos hasta el año 85 de distintos gobiernos militares, con breves excepciones, incluso dentro de los propios gobiernos militares, con irrupciones populares, como fue el Gobierno de Torres. Yo creo que historiográficamente se le ha dado más importancia a hablar del MNR, el partido burgués que encabeza el proceso y que capitaliza el proceso, y que en cierta forma no se puede entender la Bolivia, al menos hasta el año 2006, sin la presencia del MNR, que a la vez es el sepulturero abierto de la revolución, es el encargado de sepultar la revolución. No es el único responsable, pero es quizás el que usó la pala más fuerte para enterrar a la revolución, que eso también tiene un impacto historiográfico. De hecho muchos de los historiadores que han pensado la revolución, han tenido un papel político, por ejemplo, el propio René Zavaleta Mercado que fue funcionario del gobierno de Víctor Paz Estenssoro, fue diputado, o sea, hay incluso un corrimiento historiográfico y político de René Zavaleta Mercado, pero también tenemos que hablar de que fue protagonista, que el golpe del ‘64 lo sorprende como ministro de Minas, esto no se puede obviar. Después tenés otros historiadores que tratan permanentemente de justificar el papel del MNR, los límites y las posibilidades, y después tenés una mirada historiográfica política de una historia militante que es la que emplea el (Guillermo) Lora (del Partido Obrero Revolucionario, POR).
Entonces la perspectiva historiográfica estuvo cruzada por ese tratar de tapar, al menos para mí, el papel protagónico de la clase obrera, que en su momento solamente lo reivindicó la izquierda, la izquierda trotskista, incluso. No lo reivindicó el estalinismo, PC boliviano o los maoístas, no les interesaba eso. Pero el trotskismo sí, ¿por qué? porque en el proceso empezaba en cierta forma, al menos en sus inicios, en esas jornadas de Abril, a tratar de empalmar con lo que había pasado con la Tesis de Pulacayo. Y si bien la tesis de Pulacayo, por ejemplo, decía no poner ministros obreros en el gabinete, sucede lo contrario, la política de algunas organizaciones, muchas veces, fue la de tener mayor cantidad de ministros obreros, sin cambiar el carácter del Estado burgués, era entrar en el conformismo del Estado burgués.
O el planteo del armamento permanente del movimiento obrero minero, y que las armas son de los obreros. Bueno, ¿qué es lo que sucede?, ¿qué es lo que vemos con la revolución? La política de sacar las armas, sacarle ese poder ligado a la movilización que, con contradicciones, con fuertes tensiones en su seno, lentamente el régimen burgués, lo va haciendo. Entonces, la cuestión política ha marcado las cuestiones historiográficas y ha marcado un poco la agenda de por qué investigar eso o no investigarlo. No sé si te respondo más o menos.
AR: Sí, claro, el protagonismo obrero de la revolución ha sido motivo de disputa tanto del punto de vista político como el punto de vista historiográfico. Me parece interesante esta relación que marcás entre las propias direcciones del movimiento y los historiadores que han hecho historia del proceso revolucionario. Tal vez nos puedas comentar algunos puntos de ese proceso de revolucionario. Hablaste de las Tesis de Pulacayo. Creo que nombraste el proceso de la insurrección. Son dos momentos, la Tesis Pulacayo, la insurrección de Abril del ‘52. ¿Qué te gustaría destacar de este proceso revolucionario? Destacamos el peso de la clase trabajadora, efectivamente que es aquello que ha sido velado política e historiográficamente, pero también la revolución tomó las demandas de los pueblos originarios, el movimiento indígena.
AS: El principal nudo para mí es algo que, parafraseando a uno de los intelectuales burgueses, porque es claramente un intelectual burgués, Álvaro García Linera, pero que marca una concepto muy importante que es “la ciudadanía minera” o sea ese papel que tienen las organizaciones de base minera, para mí ese es el punto central. Pensar las organizaciones de base minera ¿qué implica? que la dirección de la Central Obrera Boliviana (COB) que se constituye al calor de las jornadas de Abril, que el dirigente burocrático que emerge, Juan Lechín Oquendo, que va a manejar con puño de hierro la central obrera hasta la década de los ‘80, hasta 1985, que no puede hacer, y esto es lo más importante, todo lo que él realmente quiere hacer, digo, él quería evidentemente cerrar ese proceso, pero no lo va a hacer de un día para otro.
¿Y qué es lo que le impide ese proceso? Cerrarlo, encausarlo dentro del orden burgués, dentro del movimiento del MNR. Pensemos que fue vicepresidente, no es que solamente fue ministro, fue vicepresidente, y no se puede decir (comparando con la situación actual en Argentina, el vicepresidente o la vicepresidenta, pareciera que no tiene nada que ver con el Poder Ejecutivo) que no es responsable. Fue responsable de la implementación del Plan Triangular [diseñado por EE. UU. como parte de la Alianza para el Progreso a comienzos de la década de 1960, consistente en inversión de capital en COMIBOL a cambio de despidos masivos y reestructuración de la empresa. NdeE] de implementación de las políticas desarrollistas.
Y lo que impedía eso [el logro de todos los objetivos del MNR. NdeE] era el estado asambleario permanente que existía en los yacimientos mineros. Para mí, el elemento más dinámico es ese, porque es el que refleja lo que la Tesis de Pulacayo discutió: el armamento obrero, el control minero de la producción, la ocupación del yacimiento, la política de estatización sin indemnizaciones, por más que después Lechín negocia otra cosa y hay que indemnizar a los Barones del Estaño con todo lo que ya se habían robado, ¿no? la Rosca minera, que ya había expoliado a costa de sangre obrera, a costa de masacres. Qué impedía que ese proceso no canalice tan rápidamente y que en última instancia, lleve a una solución draconiana que es la interrupción por la fuerza y un Golpe de Estado sangriento como es el de noviembre del ‘64. Y que después Barrientos tiene que sofocar protestas obreras como en Siglo XX, masacrando. Recordemos la masacre de San Juan en 1967.
Es esa dinámica obrera y no es solamente que le pone obstáculos a la burocracia en su política conciliadora; esa dinámica obrera en los yacimientos, para mí es importante también porque irradia, para utilizar un término que utilizan los bolivianos, al conjunto de las organizaciones sociales, irradia a los pueblos originarios, irradia a las organizaciones campesinas. Las organizaciones campesinas empiezan a reclamar: la lucha contra los gamonales, la lucha por la tierra, la lucha por determinadas demandas democráticas por el impulso de esas organizaciones obreras.
Porque esas organizaciones obreras contagian ese fervor revolucionario y les dicen a los campesinos, empecemos a organizar y empecemos a actuar. Y es en ese proceso donde se produce la reforma agraria un año más tarde. La reforma agraria se da como un proceso de tranquilizar la protesta social, impedir que exista esta alianza obrero-campesina y fundamentalmente algo muy importante: si bien pareciera que termina con el pongueaje material, que termina con la dominación material que tenían los gamonales y demás, aparece un nuevo el pongueaje, el mental.
Las organizaciones campesinas se convierten en apéndices del MNR, se convierten luego en apéndices del Ejército, es lo que da lugar al pacto militar-campesino, o sea, el pacto militar entre las organizaciones sindicales, entre los dirigentes sindicales de las estructuras agrarias, de las organizaciones sindicales campesinas, y el Ejército que es previo a lo que empezaba a hacer el MNR, el objetivo que tenía Paz Estenssoro que era ganar esos dirigentes sindicales campesinos para convertirlos en instrumento de lucha contra la clase obrera. No es solamente impedir la alianza entre organizaciones obreras y organizaciones campesinas, sino que esas organizaciones campesinas a voluntad del Estado burgués y a voluntad del MNR luchen contra las organizaciones obreras, como vimos claramente durante la presidencia de Paz Estenssoro a comienzo de la década del ‘60.
Pero fíjense en un detalle no menor. Esa especie de clientelismo que se da entre el Estado que se da con el MNR, luego con los militares, va a perdurar hasta el día de hoy —porque hacemos historia para tratar de explicar el presente—, por el Gobierno de Evo Morales. Tenemos que decir bien claro: el Gobierno de Evo Morales, fundamentalmente durante su segunda presidencia —en las tres presidencias pero fundamentalmente en la segunda—, no dudó en utilizar a sus organizaciones campesinas que le respondían, Las Bartolinas, los cocaleros y demás, para enfrentar a otras organizaciones indígenas, como por ejemplo, cuando fue la marcha del TIPNIS [Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure. NdeE] o tratar de impedir que los obreros mineros realicen protestas. O sea, el gobierno del MAS, el gobierno de Evo Morales, sigue utilizando esos mecanismos de clientelismo político que ya se había empezado a usar el MNR. Mucha gente que escuche esto y los masistas van a decir que no, pero la verdad es que uno puede ir a los diarios, los testimonios que hay son abundantes, de cómo Evo Morales permanentemente anunciaba de que iba a movilizar a sus propias organizaciones, a sus organizaciones, fundamentalmente que le respondían directamente sin ningún tipo de contradicción como los cocaleros o Las Bartolinas. En algunos casos, como los cooperativistas, empresarios mineros, al menos hasta el año 2016 (en el 2016 se produce una crisis muy importante con el Gobierno de Evo) pero, ¿le respondían como fuerza de choque contra quién? Contra los sectores que se movilizaban, contra los que impugnaban la política frente al TIPNIS, la política frente a los salarios. Cuando se produce en el año 2014 una protesta muy importante de obreros mineros por el tema de las jubilaciones, los trabajadores de Huanuni salen a enfrentar con fuerza al Gobierno de Evo Morales. Evo advierte de que va a enviar a las organizaciones de cocaleros y Las Bartolinas a enfrentarlos. Y esto es lo que hacía Paz Estenssoro. Tratar de quebrar lo que podríamos llamar o algunos denominan —a mí no me utilizaba mucho el concepto—, estas organizaciones subalternas. Nosotros diríamos tratar de impedir que haya una alianza obrero-campesina, no sé si soy claro.
AR: Claro, vos señalas un aspecto que tiene que ver con la enorme vitalidad del proceso revolucionario, lo vinculás a esa esa movilización de base, pero también estás señalando los elementos que van abonando el camino de una derrota que vendrá con el golpe.
Diego Dalai: En este mismo sentido de lo que venías diciendo, si podés ampliar, profundizar un poco, en qué te parece a vos que pueden ser las causas fundamentales de que semejante revolución, con semejante influencia de la clase trabajadora en el resto de las masas, campesinas, terminan cediendo el poder al MRN, terminan sin poder expropiar a la burguesía, sin poder llevar adelante en otras palabras, el programa que estaba inscripto en las Tesis de Pulacayo; que por otro lado, como vos decías antes, durante el primer gobierno del MNR se fue justamente haciendo todo lo contrario de lo que se había dicho, ¿no? esto que vos mencionabas de los ministros obreros, que después terminan haciendo el co-gobierno (MNR-COB). Se van traicionando si se quiere o negando lo que se había estipulado en las Tesis de Pulacayo, ¿cuáles serían para vos los ejes fundamentales que pueden explicar ese derrotero, ese resultado?
AS: Bueno, desde mi posición historiográfica y política yo parto de un primer problema que tiene este proceso que le falta un partido político revolucionario. Le falta un partido político que realice un Octubre al estilo soviético. O sea un partido bolchevique. Eso creo que fue la principal carencia. Y el POR no estuvo a la altura suficiente de ese proceso, y ese es me parece un primer limitante. El tratar de transformar tareas democrático-burguesas y convertirlas en socialista, yo creo que es un proceso consciente; se necesita una vanguardia política que esté compuesta y encabezada fundamentalmente por obreros, dirigida por obreros. Me parece que es un primer gran problema.
Frente a eso hubo organizaciones que políticamente estuvieron claramente dominadas por el MNR, que no era en ese momento homogéneo, un MNR bastante heterogéneo con distintas alas, el ala más izquierdizante, más radicalizada, lentamente fue sucumbiendo, fue aceptando, el hecho de Lechín de pedir ministerios y luego terminar siendo vicepresidente, creo que es una muestra muy clara y después colaborando en cierta forma con el golpe del ‘64; y después la trayectoria general de Lechín. Entonces tenemos esos elementos que me parece que no tenemos que perder de vista. O sea, el plano subjetivo es central.
Otro plano es la política de Gobierno, el gobierno concede determinadas demandas que piden los trabajadores, los obreros, los campesinos, si la reforma agraria la concede parcialmente, incluso distorsionadamente; nosotros cuando pensamos en la reforma agraria, pensamos en los departamentos del occidente, estamos pensando en Oruro, estamos pensando en Potosí, estamos pensando quizás en Cochabamba. Pero pensamos que la hubo también una reforma agraria a favor de los latifundistas capitalistas en Santa Cruz de la Sierra, que la base de los grandes pooles de siembra de soya (soja diríamos nosotros) dicen los bolivianos, de azúcar, etc. El propio MNR fomenta una gran burguesía terrateniente en el departamento de Santa Cruz de la Sierra que es un factor de poder hasta el día de hoy, muy claro.
Entonces tenemos un Gobierno del MNR que satisface parcialmente las demandas que pedían los trabajadores que quieren la estatización, pero lo va a acompañar con indemnización; si quieren los trabajadores intervenir en el control estatal con la COMIBOL, con la corporación minera boliviana, pero es un proceso burocrático minoritario, donde incluso el sector representante de los obreros rápidamente se burocratiza y se los convierte en parte de esa cadena de poder.
Un tercer factor no menor es la represión. Una política que va a tener gran peso si uno se pone a pensar en estos años, una política fuertemente represiva. Una política que no va a dudar en atacar a los trabajadores. ¿Cómo se va a hacer ese ataque? Primero, el primer ataque es a partir de la condición material del Estado, recrear el Ejército en la necesidad de un aparato militar para imponer el orden. O sea, la clase dominante ve la necesidad de reconstruir el Ejército, un Ejército que estaba fuertemente golpeado, que en algunas zonas había sido desarmado, no por completo, pero que había sido desarmado y a la vez recomponer la autoridad estatal. Esa recomposición de la autoridad estatal es por medio de mecanismos coercitivos. Y en ese sentido no le va temblar la mano a este gobierno para imponer esta política, de alineamiento de los Estados Unidos, de modernización capitalista y demás.
Una política fuertemente represiva, no solamente instrumentada por el Ejército o por el aparato de Estado, sino también por policías secretas, así como por ejemplo, el control político, una agencia creada por un nazi. O la colaboración de dirigentes sindicales de organizaciones campesinas que por estos acuerdos que empieza a tejer con el MNR, van a utilizar para ir a apalear a los trabajadores, el centro de Achacachi, un centro aimara importantísimo en el altiplano paceño, se va a convertir en una base de apoyo militarizado de indígenas aymaras para proteger al Gobierno del MNR y enfrentar las luchas obreras.
Entonces yo creo que hay distintos mecanismos. Empiezo por el aspecto subjetivo que es la carencia de un Partido Revolucionario dispuesto a hacer una revolución de Octubre en el sentido clásico. Cuando hay una movilización hay un proceso de cuestionamiento, hay un proceso de organismos de estas organizaciones de base que se están disputando al Estado espacios. La única fuerza de izquierda que podría llegar a encarar eso —no estoy pensando en el estalinismo que es el gran sepulturero de la revolución—, estoy pensando en la pequeña fuerza que era el POR, no hace para mí una lectura correcta. Obviamente esto quizás con “el diario del lunes”, pero en la práctica el debate queda cerrado, aunque hay toda una serie de cruces y demás, queda cerrado en una especie de seguidismo en la posibilidad de que Lechín pueda en algún momento encabezar este proceso.
Y por otro lado, el elemento objetivo concreto de que es un aparato de Estado que rápidamente se rearma y que los Estados Unidos, en un contexto de guerra fría, acompaña a esto, Bolivia es el país con mayor cantidad de instructores militares que van a Estados Unidos a prepararse. Es el país con mayor cantidad de dinero que reciben esos años para frenar y encauzar el proceso revolucionario que había surgido. El texto de Field [Field Jr., Thomas, Minas, balas y gringos, Bolivia y la Alianza para el Progreso en la era de Kennedy. NdeE] sobre la Alianza para el Progreso, que Javo Ferreira lo ha citado en el epílogo del libro de Eduardo, es una clara muestra, un buen trabajo académico, para ver cómo los Estados Unidos estaban interesados en encausar este proceso revolucionario.
AR: Bueno Alejandro, para finalizar, darnos tu opinión, ahondar un poco en el libro de nuestro compañero, Eduardo Molina que publicamos el año pasado. Como sabés es un libro que ha sido editado póstumamente, con un trabajo de edición de sus escritos y sus estudios de años que él nos dejó. ¿Qué te pareció?
AS: El libro como yo creo que lo hemos conversado el año pasado, es un gran aporte al proceso revolucionario del ‘52 con el aporte, porque es un poco lo que dije antes, no solo porque analiza el día a día los debates, los problemas. Y además, si bien por momento de la lectura resulta difícil, porque se reitera en algunas cuestiones, no deja aspecto sin tocar y esto me parece que es algo verdaderamente valioso. Asimismo, historiográficamente tiene un compromiso político, si bien todos los libros teóricamente tienen compromiso político, el de Eduardo se nota claramente tratando de sacar lecciones para el presente, siempre está pensando la Bolivia del ‘52 para ver cómo se responde políticamente a la situación de ese momento, cuando Eduardo escribe, que es en el Gobierno de Evo. Y el Gobierno de Evo en cierta forma, en las tensiones, las internas, quiere rescatar algunos elementos de la revolución del ‘52, quiere rescatar elementos de ser parte de una revolución nacional y demás, pero obviamente no llega ni siquiera eso.
El libro de Eduardo sirve para discutir muchas de las políticas del Gobierno de Evo. Ustedes sabrán, recordarán, que el gobierno del MAS en el 2006 viene con una agenda muy clara marcada por la insurrección de octubre del 2003, que es la nacionalización de los bienes primarios, de los hidrocarburos, de las minas. Y el Gobierno de Evo no hace eso. Se queda dándole en la Constitución del 2009, amplias ventajas a los sectores privados. Entonces, discutir la Revolución del ‘52, la importancia de lo que fue la presencia minera, la importancia de los procesos de nacionalización, a pesar de todas las dificultades, empezar a discutir el papel del proletariado durante el gobierno del MAS es un hecho significativo.
¿Por qué? Porque si hay algo que el gobierno del MAS tuvo en esos 13 años fue perseguir al movimiento obrero, al movimiento obrero minero, que fue una piedra en el camino de Evo Morales. Pensemos que las principales protestas que Evo tiene que enfrentar vienen del movimiento obrero minero. Pensemos en octubre del 2006 en Huanuni. La nacionalización del principal yacimiento de estaño de las minas que eran históricas de Patiño, Evo se vio obligado a hacerlo porque los mineros se enfrentan a los cooperativistas empresarios. Recordarán esos hechos, 16 muertos y 100 heridos en esas jornadas. La nacionalización de Mallku Khota, a la nacionalización de Colquiri; son tres nacionalizaciones las que estoy mencionando y el Gobierno de Evo se vio obligado a hacer porque hay un movimiento obrero minero que le exige que cumpla con la agenda de octubre del 2003. Y no estaba en la intención del Gobierno de Evo. Para nada. Más aún, cuando el movimiento obrero minero sale en las jornadas de lucha de 2014 o en el gasolinazo del año 2010, el Movimiento Al Socialismo en el Gobierno tiene que retroceder, porque son los obreros de Huanuni, son los obreros de Oruro, son los obreros de Colquiri, son los obreros que se movilizan y obligan al Gobierno a retroceder.
Y que el movimiento obrero minero vuelva a aparecer en escena, como aparece en el gobierno del MAS, es uno de los elementos para tratar de explicar; cuando ese papel durante años el vicepresidente del MAS, Álvaro García Linera, lo trató de negar, ningunear, le demostró un tremendo mentís. El movimiento obrero minero sigue teniendo vigencia y los trabajadores en general tienen vigencia; porque recordemos también las huelgas de abril en la huelga del magisterio urbano, el magisterio rural, las huelgas de los petroleros, etcétera, la huelga de los trabajadores de los aeropuertos. O sea, podemos mencionar una importante cantidad que por lo general no aparece, o mejor dicho, el Gobierno trataba de tapar o ningunear y la respuesta que Álvaro García Linera siempre tenía: son esos trotskistas que quieren interrumpir el proceso de cambio, recordarán eso ¿no? siempre la acusación es el trotskismo. Y ese decir que los trotskistas son malos, viene también de la revolución del ‘52 y viene de las Tesis de Pulacayo no es casual, es como cuando los peronistas, muchas veces acá en la Argentina, dicen la culpa es de los bolches, de los trotskos, en los ‘70. Tiene una razón de ser porque fue el trotskismo, un actor protagónico central en la historia del movimiento obrero boliviano y bajo el Gobierno del MAS, me parece que nuevamente ese fantasma del trotskismo estaba presente en los discursos y en la práctica con las acciones del movimiento obrero organizaba.
AR: Bueno, muy bien, te agradecemos mucho Ale como siempre.