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13 de abril de 2023 Twitter Faceboock

Estados Unidos
Control del fentanilo: ¿para cuidar la salud pública?
Rafael AR Escalante

El pasado 11 de abril, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció una “estrategia coordinada de lucha contra el fentanilo” que busca extender las sanciones contra traficantes y crear una “coalición internacional” para combatir las drogas sintéticas ilícitas. Pero, ¿qué pretende en realidad?

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En el último periodo, que corresponde a la crisis capitalista profundizada por la pandemia de la Covid-19, ha salido a relucir el enorme problema de salud pública que representa el consumo de drogas sintéticas en EE.UU., especialmente el que tiene que ver con el fentanilo. En respuesta, el actual gobierno de ese país anunció que busca constituir una coalición contra las drogas sintéticas y ampliar sanciones a traficantes de dicho estupefaciente, mediante el llamado ’Enfoque reforzado’, con el supuesto fin de frenar las cadenas de suministro ilícitas de fentanilo.

En el documento de la Casa blanca se explica que se busca: “salvar vidas interrumpiendo el tráfico de fentanilo ilícito y sus precursores en las comunidades estadounidenses” y agrega que: “Este enfoque se basa en la Estrategia Nacional de Control de Drogas del presidente y ayuda a cumplir su llamamiento del Estado de la Unión para combatir la epidemia de opioides y sobredosis tomando medidas enérgicas contra la producción, venta y tráfico de fentanilo ilícito para ayudar a salvar vidas, proteger la salud pública y mejorar la seguridad pública de nuestras comunidades”.

EE.UU. el mayor mercado de drogas a nivel mundial

Lo que hace el gobierno imperialista de la Unión Americana hoy es dar continuidad a la política conocida como War on Drugs (Guerra contra las drogas) iniciada en 1971 por el presidente Richard Nixon, la cual consistía en la persecución de la producción, comercio y consumo de ciertas sustancias psicoactivas, a las que se atribuye el estatus de drogas prohibidas, drogas consideradas no medicinales.

Pero sus resultados han sido completamente ajenos a los objetivos que dicen tener, ya que, según el informe anual de la junta especializada en estupefacientes de la ONU, se registró en 2022 un aumento del 28.5% de sobredosis fatales en Estados Unidos, mientras que en Canadá crece el consumo de drogas cada vez más tóxicas, a la par que, en América Latina, los traficantes abren nuevas rutas y redes pese a las restricciones de la pandemia.

La producción de las drogas, como de cualquier mercancía en el capitalismo, está enfocada en crear ganancias para quienes son los dueños de los medios de producción y la fuerza de trabajo que requieren esas mercancías para ser creadas y comercializadas, razón por la que existe un mercado mundial de drogas.

EE.UU. es el mayor consumidor de drogas del planeta, lo que ha tenido como consecuencia que: “Más de 100,000 personas murieron por sobredosis en los EE.UU. en un período de 12 meses que finalizó en abril”. Es el aumento de víctimas por esta causa más grande jamás visto en ese país, y crece cada mes, según cifras de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) del 2022, consumo que también se extiende a las drogas legales de uso medicinal lo que da lugar a la famosa farmacodependencia (nombre elegante para denominar la adicción a los psicoactivos que son permitidos por la ley).

Por eso no es de extrañar que opioides sintéticos como el fentanilo, que se caracteriza por su enorme potencia y por ser muy barato de producir, hayan inundado el mercado estadounidense. Con frecuencia, termina mezclado con drogas callejeras como la heroína, las metanfetaminas o cocaína, sin que los consumidores lo sepan.

A esto hay que añadir que las restricciones a los opioides legales, al dificultar su adquisición, provocaron que sus consumidores busquen otras opciones más peligrosas, pero de más fácil acceso, ensanchando el mercado ilegal.

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La hipocresía imperialista sobre la ’protección a la salud pública’

Como muestran las cifras, la ’guerra contra las drogas’ no tiene nada que ver con el cuidado de la salud pública, ya que según la Dra. Silvia Lorenia Cruz Martín del Campo, especialista del CINVESTAV en Neurobiología de las adicciones: “No hay razón para que el fentanilo se vaya, es un gran negocio” tanto en México como en la Unión Americana. Sin embargo, Estados Unidos sigue estando en contra de la legalización de las drogas a pesar de que cada vez cuesta más trabajo sostener que su política de criminalización y guerra sea efectiva para resolver el problema de narcóticos.

La hipocresía imperialista consiste en llenarse la boca hablando de cuidado de la salud pública cuando no se ataca el negocio de la droga que no sólo implica su producción y distribución, sino la generación de capital misma, pues los narcotraficantes no guardan el dinero bajo el colchón, lo guardan en los bancos como forma de acumular capital, como lo ha señalado hace más de una década el académico de la Universidad de Columbia, Edgardo Buscaglia.

Por otro lado, se excluye la responsabilidad de las farmacéuticas en promover el consumo desmedido de sustancias adictivas, cuyo resultado es individualizar la culpa, transfiriéndola a las masas empobrecidas, a quienes realizan un consumo problemático u ocasional y a los extranjeros.

Así, la prohibición de la Casa Blanca se vuelve una forma de perseguir y atacar a los migrantes, por ejemplo, ya que ’Enfoque reforzado’ busca reforzar la seguridad en las fronteras para “mitigar el contrabando” (como si no hubiera laboratorios dentro o como si la materia prima necesaria para la fabricación de estupefacientes no entrara por toneladas a su país). Así que por más que el imperialismo argumente que busca: “proteger aún más el sistema financiero estadounidense del uso y abuso por parte de los narcotraficantes”, lo que hace en realidad es proteger el negocio para los millonarios que se enriquecen de esta actividad, es decir al capital financiero y los dueños de los medios para producir drogas.

Frente a esta situación es necesaria la legalización de todas las drogas para terminar con el gran negocio que representa la prohibición, partiendo de que el problema de las adicciones es una cuestión de salud pública y no de seguridad, lo que lleva inevitablemente a la incautación del capital generado por la venta de drogas para financiar la atención a la población afectada. Así como de las farmacéuticas, las grandes productoras de drogas y promotoras de las adicciones entre los trabajadores más empobrecidos.

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