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La Izquierda Diario
22 de abril de 2023 Twitter Faceboock

África
El descenso de Sudán al caos
Santiago Montag | @salvadorsoler10
Omar Floyd

Desde el 15 de abril llegan noticias de crudos combates que han dejado cientos de muertos y miles de heridos en las calles de Jartum, la capital sudanesa. Se ha abierto un conflicto entre dos facciones militares por el poder del país con consecuencia inciertas.

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Sudán se convirtió una vez más en un escenario de violencia descontrolada que altera la estabilidad de todo el norte de África. El régimen de facto controlado por las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF) lideradas por el General Abdel Fattah al-Burhan, atraviesa su peor crisis tras el levantamiento del grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) dirigido por el General y empresario Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti. El jefe del levantamiento conduce un ejército privado de unos 100.000 hombres y ha logrado controlar posiciones claves dentro de la capital, Jartum. Ambos generales fueron aliados para dar el golpe militar de 2021, pero diversas tensiones acumuladas explotaron recientemente.

Los combates comenzaron el 15 de abril. Cientos de videos en redes sociales muestran los enfrentamientos callejeros y los aviones que vuelan a baja altura ametrallando el suelo o bombardeando distintos puntos de la ciudad subsahariana, entre ellos el aeropuerto internacional. Por el momento sabemos de al menos 350 muertos y más de 3.200 heridos según el director general de la Organización Mundial de la Salud de la ONU, Tedros Ghebreyesus. También existe un número indeterminado de desplazados que si el conflicto se extiende pueden llegar a ser cientos de miles. Por el deterioro de infraestructuras vitales, alrededor del 70% de los hospitales cercanos a los lugares del conflicto están fuera de servicio y 9 de ellos fueron bombardeados, según datos del Sindicato de Médicos de Sudán.

Estos enfrentamientos no son un rayo en cielo sereno. La situación actual, si continúa escalando, podría hundir a Sudán en una guerra civil y expandirse hacia los países vecinos de la región. En las próximas líneas intentaremos comprender en profundidad qué está pasando en Sudán partiendo de sus problemas estructurales e históricos.

Las raíces históricas de los enfrentamientos

Sudán pasó por fuertes turbulencias políticas en las últimas décadas, entre las cuales se cuenta una prolongada Guerra Civil (1983-2005) que fragmentó en dos su integridad territorial con independencia de Sudán del sur en 2011 y un proceso de movilizaciones que terminó con los 30 años de régimen autocrático de Omar al-Bashir en 2019, en un proceso similar al de la Primavera Árabe que en 2011 tiró abajo los regímenes vitalicios de Egipto, Libia y Túnez e inició prolongadas guerras civiles en Yemen y Siria. Desde que se independizó del Reino Unido en 1956, Sudán sufrió golpes de estado en 1958, 1969, 1985, 1989, 2019 y 2021, el gobierno de tres décadas de al-Bashir fue el que más duró en el cargo.

El régimen de al-Bashir se construyó tomando como modelo a los gobiernos militares de los países árabes (Egipto, Libia, Siria, Irak, entre otros), y una vez caído el régimen quedó intacta su estructura de poder asociada al Ejército. Las disputas internas entre los militares y los restos de la vieja Policía Secreta, bandas paramilitares institucionalizadas y líderes tribales -que tenían un lugar subordinado al régimen de Al Bashir- permanecieron latentes mientras el principal grupo paramilitar las Fuerzas de Apoyo Rápido -también llamado Janjaweed (cuya traducción puede ser “jinetes armados”)- nutrido de grupos tribales pastores de camellos de alrededor de 100.000 hombres, permaneciera dentro de la órbita del gobierno.

Su líder Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemedti, apoyó primero el cambio de régimen y luego al gobierno de facto de Abdel-Fattah Burhan (2021) incrementando la influencia y autonomía de su organización dentro del Estado. Burham y Dagalo colaboraron en aplastar las movilizaciones masivas y expectativas democráticas que tiraron abajo la dictadura en 2019, hoy se enfrentan por establecer un nuevo régimen autocrático que mantenga sus lucrativos negocios. La puja de poder actual entre estos dos generales tiene sus raíces desde aquel hecho, pero no tienen grandes diferencias en cuanto a qué régimen debe gobernar en Sudán.

La fracción del Ejército de al-Burhan fue la encargada de deponer formalmente al dictador en 2019, como forma de aplacar a las masas, y sostener los privilegios de la corporación militar. Las protestas continuaron durante un año con comités organizados por trabajadores, estudiantes y profesionales. Los líderes de las protestas, englobados en el frente de partidos Fuerzas de la Libertad y el Cambio, cedieron en varias de las demandas más importantes para llegar a un acuerdo de transición con el Ejército para establecer un gobierno electo bajo la “tutela” de los líderes militares, que conservaron importantes cuotas de poder.

Entre 2019 y 2021 una porción del gobierno transicional quedó en manos militares y otra de civiles, aunque en la práctica los resortes fundamentales del poder estaban bajo control del Ejército. Las reformas que intentó el ex primer ministro civil Abdalla Hamdok, fueron sistemáticamente bloqueadas por el general al-Burham que generaba cada vez más dudas sobre su compromiso con la "transición democrática", al mismo tiempo que los partidos liberales mostraban su impotencia para implementar las reformas exigidas por los manifestantes que derribaron al régimen de al Bashir. La clave estuvo en haber dejado en manos del Ejército el monopolio de las armas, los negocios estratégicos y el comando de la política internacional.

La expectativas frustradas en el proceso de transición, la subordinación de los partidos liberales a la agenda impuesta por el Ejército y la debilidad de la organización autónoma de la población que salió a las calles en 2019 debilitaron las bases del movimiento. El golpe de Estado de 2021 unió a las SAF y las RSF para aplastar al movimiento de masas, que contó con cientos de miles de sudaneses que se movilizaron y exigieron un gobierno enteramente civil organizado alrededor de los comités de resistencia. La presión popular que acumulaba bronca por la situación económica cada vez más grave desde el golpe (400% de inflación y 20 millones de personas en situación de hambre) forzó un nuevo acuerdo en diciembre de 2022, estableciendo un débil gobierno de "transición" con la intención de celebrar elecciones a fines de 2023.

Ese acuerdo fue promovido por Estados Unidos dando apoyo a Burhan y las FLC, pero otros sectores se opusieron por distintas razones. En principio, las RSF se oponen a cualquier transición hacia un régimen democrático; algunos líderes locales que controlan grupos armados, se oponen por no haber sido convocados al proceso político y han hecho demostraciones de fuerza bloqueando los principales puertos de Sudán al este del país por donde pasa el 90% del comercio exterior. También algunos sindicatos como la Asociación de Profesionales de Sudán (que cumplió un rol clave desde el inicio de la protestas) se mantienen firmes en exigir un cambio estructural que destruya las bases del antiguo régimen. Luego de fracasada primera experiencia, los comités de resistencia sostienen tres líneas rojas: no negociar con los militares, no compartir el poder con los militares y no legitimar a los militares.

Tanto por las SAF como por los Janjaweed, que integran las RS, aunque están enfrentadas no parecen dispuestas a aceptar ninguna de las exigencias de los comités; ambas pretenden formar un régimen autocrático. Hasta ahora asesinaron impunemente a cientos de manifestantes desde 2019, en el pasado cometieron crímenes aberrantes como el genocidio que se cobró 300.000 vidas en la región de Darfur llevado a cabo en 2003, hoy se enfrentan entre sí pero ambos grupos tienen como prioridad el aplastamiento definitivo de la movilización de masas como condición necesaria para establecer un nuevo régimen.

La gran grieta militar

Las diferencias entre las facciones postergaron indefinidamente la "transición" ya que las RSF se negaban a integrarse al Ejército porque Hemedti se resistía a perder la base de su poder y privilegios, basados en la autonomía de la milicia. Si bien Hemedti y las RSF jamás reclamaron participar del gobierno central, fueron acumulando un enorme poder durante el régimen de al-Bashir y desde el último golpe en 2021. Por otro lado, también representan intereses económicos y alianzas internacionales diferentes, lo cual podría indicar de forma tácita, que tienen visiones distintas de régimen.

Burhan, como jefe de las SAF, controla un importante complejo militar-industrial y entabló fuertes relaciones internacionales con Estados Unidos (que mantenía un bloqueo a al-Bashir acusándolo de dar refugio al "terrorismo internacional"), así como con las perspectivas de "paz" con el Estado de Israel. También es apoyado por Egipto (con quien tiene un vínculo para poner frenos al crecimiento de Etiopía) y por dirigentes islámicos influyentes que ocuparon el poder en los días de la dictadura de Omar al-Bashir. En este sentido, es probable que busque algún tipo de legitimación a través de elecciones como lo hace al-Sisi en Egipto.

Hemedti, controla las minas de oro en la región de Darfur (la principal fuente de riqueza de Sudán por sobre el petróleo) además de varios negocios que incluyen el hierro, el acero y transporte. Tiene de aliados al general Haftar de Libia, a los Emiratos Árabes Unidos, a Arabia Saudita, principales compradores del oro contrabandeado de Darfur, y a quienes aportó tropas de las RSF en la guerra en Yemen. Estos vínculos dan a pensar que su visión de Estado es similar a las monarquías del Golfo.

Cada uno de ellos está ejecutando una política exterior paralela, teniendo sus propias reuniones de alto nivel con gobiernos regionales e internacionales que tienen intereses en el país, incluyendo a: Estados Unidos (impulsor de los acuerdos de transición), Rusia (que construirá una base portuaria sobre el Mar Rojo) y el Estado Israel (Burhan firmaría la Paz bajo los conocidos Acuerdos de Abraham). Por otro lado, Sudán forma parte de la Nueva Ruta de la Seda impulsada por China, y a través de la China Harbour Corporation ha ganado licitaciones de construcción de terminales de contenedores y controla el Haidob en una ubicación estratégica del comercio mundial.

Hasta el momento las negociaciones de “alto el fuego” no fueron respetadas por ninguno de los bandos y continúan los combates. La preocupación internacional está aumentando, puesto que si el conflicto escalara hacia una guerra civil, podría repercutir en varios países de África lo que animaría algún tipo de intervención vecina ampliando la escala del conflicto. En lo inmediato, Egipto tuvo que evacuar tropas que se encontraban entrenando con sus aliadas y fueron capturadas por las RSF en el aeropuerto de Merowe al norte de Jartum, y se han visto banderas de las RSF en Chad, desde donde pueden reclutar rápidamente soldados de tribus hermanas en ese país.

Un conflicto prolongado entre las SAF y las RSF pueden hundir a Sudán, incluso a los países vecinos, en un caos sin precedentes abortando cualquier horizonte de cambios estructurales pensado por los manifestantes que derrocaron al régimen de al-Bashir. Pero así como se han levantado desde entonces una y otra vez, el ganador de los enfrentamientos entre las fracciones militares puede volver a encontrarse con su peor enemigo en las calles: las protestas populares.

 
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