Así de lapidarios son los datos del último informe “Taxing Wages” para el año 2022. El aumento de la inflación en el Estado español, a pesar de haber sido menos acentuado que en otros países del entorno, ha afectado más profundamente a los salarios reales que a otros países con mayores niveles de inflación. La subida de precios produjo un retroceso del 5,3% en los sueldos reales de los trabajadores españoles, tan sólo superado por Estonia (-10%), Turquía (-8,8%), Países Bajos (-8,3%), Grecia (-7,4%), República Checa (-7%), México (-6,8%), Lituania (-6,3%) y Letonia (-6,2%).
La Tasa de Inflación Interanual en el Estado español es, actualmente, del 5,5%, por debajo de países como Alemania con un 9,6% o Francia con un 6,7%. En 2022, la subida alcanzó su mayor cota en la OCDE desde 1988 y redujo los salarios reales en 35 de los 38 países miembros. Esto se debe a que “en casi todos los países de la OCDE, el crecimiento del salario nominal no siguió el ritmo de la inflación, lo que provocó la caída de los salarios reales”. En resumen: los sueldos han subido por debajo de la inflación.
Precisamente este jueves CCOO y UGT presentaron en una rueda de prensa su intervención el próximo 1 de mayo bajo el eslogan “Subir salarios, bajar precios, repartir beneficios”, señalando una de las mayores dificultades a las que se enfrenta la clase obrera en estos momentos, la situación de bajos salarios en un contexto de inflación. Sin embargo, ni la posibilidad de fuertes movilizaciones por sector, ni mucho menos la idea de la huelga general, suenan convincentes en boca de estos dirigentes sindicales.
Y es que el ataque a los salarios en el último tiempo no ha tenido ninguna respuesta de parte de CCOO y UGT, que se ha limitado a mantener todas las negociaciones de nuevos convenios por debajo de los niveles de inflación. En el Estado español, mientras el aumento interanual de los precios alcanzaba el 8,4% en 2022, en línea con la media de la zona euro, el aumento de los salarios nominales fue del 2,9%, uno de los más bajos. El papel de estas burocracias no sólo ha sido el de mantener los salarios lo más bajos posibles, sino que han operado como herramienta del Gobierno para vender como “progresistas” reformas como la reforma laboral de Yolanda Díaz o la de las pensiones que, lejos de ser un avance para los trabajadores, revalidan años de políticas precarizadoras.
Frente el doble discurso de Unidas Podemos o Sumar, y frente a la pasividad total de las direcciones de CCOO y UGT, subordinados totalmente a la patronal, la subida de los salarios por encima de la inflación sólo puede venir por medio de la lucha de la clase obrera.
Pero, así y todo, esta actitud de las burocracias no ha impedido que se desarrollen luchas importantes, algunas de las cuales han logrado sus objetivos, como en el conflicto de Inditex, que derrotaron los topes salariales que Amancio Ortega y la propia burocracia querían imponer en el conflicto colectivo, o como en los conflictos abiertos en los servicios de salud de distintas comunidades autónomas en los que los sanitarios han obtenido aumentos salariales y aumentos de presupuesto. Esas experiencias de lucha son las que hay que multiplicar.
Coordinar a los sectores en lucha y exigir a las burocracias de CCOO y UGT un verdadero plan de lucha y la huelga general por todas nuestras reivindicaciones, tomando el ejemplo de Francia, es el camino a seguir. El sindicalismo que se reivindica combativo, como la CGT, ELA en el País Vasco o la IAC en Catalunya, tiene que tomar esta tarea en sus manos para pelear por un programa que parte de exigir salarios actualizados según el IPC real, pensiones a los 60 años, el fin de la precariedad y las tercerizaciones, por la vivienda y por todas las reivindicaciones de la clase trabajadora y los sectores oprimidos.
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