El texto que acá presentamos es el saludo del 1° de mayo de 1919 de la recién fundada Tercera Internacional a las y los trabajadores del mundo, traducido a la mayor parte de las lenguas, y a cargo de su redacción el mismísimo León Trotsky, en nombre del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista
¡Camaradas!
Hace justo ahora 30 años que fue proclamada la fiesta del 1° de Mayo. En 1890 en el Congreso Socialista Internacional de París, en el momento en que nacía la Segunda Internacional, los obreros de todos los países decidieron festejar el 1° de Mayo como el día de la movilización de las fuerzas proletarias, como el día de la lucha, como el día de la fraternidad universal y de la propaganda socialista. La jornada de trabajo de 8 horas, la acción contra la guerra, la supresión de los ejércitos permanentes, tales eran las consignas de la fiesta del 1o de Mayo hace ahora 30 años.
La burguesía europea esperaba con temor la primera fiesta del 1° de Mayo en 1890. En Viena, en París y en toda una serie de otras capitales europeas, la burguesía preparó regimientos enteros a la espera de una revuelta inmediata de los obreros.
Después de eso, la fiesta del 1° de Mayo devino el símbolo de la solidaridad proletaria, de la unidad fraternal de los obreros de todas las naciones, de las masas de obreros de todas las naciones. Masas de obreros y obreras participaban en la conmemoración del 1o de Mayo cada vez en mayor cantidad.
Pero en los partidos socialistas oficiales siempre se introducían elementos hostiles a la masa del proletariado. Al final de su existencia, la Segunda Internacional hace perder cada vez más su color a la fiesta del 1° de Mayo. Se le daba un carácter oficial a la fiesta proletaria más grande. Se eliminaba su alma. Ciertos jefes de la Segunda Internacional, vendidos a la burguesía, llegaron a aconsejar a los obreros, simplemente, que la abandonasen.
En 1914, cuando comenzó la masacre imperialista, se realizó este deseo de los jefes sobornados. Cuando llegó el 1o de Mayo de 1915 los traidores al socialismo, alemanes y franceses, le propusieron a la clase obrera que renunciase a la fiesta del 1° de Mayo. La guerra hasta el final, la guerra “hasta la victoria nacional”, tales eran las consignas de ese día. El asesinato de los obreros de un país por los de otro país debía continuar sin detenerse. En interés de la “defensa nacional” los obreros no debían interrumpir su trabajo ni un solo día, ni una sola hora, a fin que, gracias a Dios, la producción militar, es decir la de las armas con las que los obreros de un país exterminaban a los de otro país, no podía bajar el ritmo. Los partidos socialistas oficiales firmaron una “paz social” con la burguesía. Nada debía molestar al buen acuerdo entre los obreros y sus patronos. El 1° de Mayo tenía que ser ofrecido en holocausto a esta paz social.
La fiesta del 1° de mayo del proletariado se transformó en fiesta del 1° de Mayo de la burguesía.
La burguesía de todos los países acogió con risa satánica, con malvada satisfacción y gran mofa, la renuncia de los socialdemócratas oficiales a la conmemoración del 1° de Mayo. Para la burguesía de todos los países esta renuncia de los obreros a su fiesta del trabajo y de la solidaridad internacional, esta renuncia le valía a la burguesía, fuera de donde fuera, más que cualquier victoria lograda en los campos de batalla.
Desde entonces han pasado cuatro largos y atormentados años en el curso de los cuales la burguesía ha exterminado implacablemente a sangre y fuego a la flor y nata de la clase obrera y arruinado a todos los países de Europa. Ahora se acaba la masacre imperialista provocada por la burguesía. Los obreros de todos los países pueden contar a sus víctimas. 30 millones de muertos y mutilados, decenas de países devastados, millares de hambrientos, nuevas deudas de guerra cifradas en miles de millones. Tal es el balance de la guerra imperialista. La guerra ha terminado y la burguesía de los países en los que se mantiene en pie no exige gran cosa a la clase obrera. Que pague ella misma las pérdidas de la producción causadas por el exterminio de esos 25 millones de obreros y campesinos. Pagar los préstamos, pagar nuevos impuestos, porque hemos remediado tan brillantemente la superpoblación de Europa. Ni más, ni menos.
La Segunda Internacional ha perecido. El 4 de agosto de 1914 firmó su propia condena a muerte cuando los socialdemócratas alemanes y franceses, con la misma ausencia de pudor, votaron a favor de los créditos de guerra, es decir votaron su apoyo a la masacre imperialista.
Pero la idea de la Internacional está viva. Jamás los obreros de todos los países sintieron una necesidad tan viva de unirse internacionalmente como la que ahora sienten.
Como la tierra agrietada tras una larga y tórrida sequía desea la lluvia vivificadora, los obreros de todos los países, enervados por cuatro años de guerra, entregados y engañados por sus jefes, desean la unión internacional unos con otros.
Los bandidos imperialistas se esfuerzan en crear en París una Internacional Negra, llamada la “Liga de las Naciones”. Los obreros conscientes del mundo entero saben perfectamente que esta susodicha Liga de las Naciones sólo es la Liga de los atracadores burgueses para oprimir a las naciones, para repartirse el mundo, para someter a los obreros, para aplastar a la revolución proletaria.
Y los traidores al socialismo, la gente que en nombre del socialismo entregó la clase obrera a la burguesía y a los propietarios, intentan a su vez crear en Berna su Internacional Amarilla.
La resurrección del cadáver de la Segunda Internacional no ha tenido éxito. Los obreros revolucionarios de todos los países han rehusado participar en la vil comedia de Berna. No han enviado a sus delegados a esa reunión que se califica de internacional por la única razón que los asesinos de Karl Liebknecht y de Rosa Luxemburg se reúnen allí con los asesinos de los obreros franceses e ingleses. Scheidemann y Albert Thomas, Branting y Henderson, Huysmans y Axelrod, aparecen igualmente como los lacayos de la burguesía. La Internacional de Berna sólo es una filial de la Internacional Negra de París.
Las internacionales amarilla y negra se esfuerzan en convencer a los obreros de todos los países para que renuncien a la fiesta del 1o de Mayo o para que le confieran un carácter oficial sacerdotal. La reaccionaria Constituyente alemana de Weimar de la banda de Scheidemann, con el apoyo de la clerigalla y de la burguesía negra, ya ha decidido transformar el 1o de Mayo de 1919 en una fiesta nacional y patriótica, es decir burguesa, y exigir ese día la restitución a Alemania de sus colonias, etc.
Pero en 1919 se ha constituido la Internacional Roja, la internacional del comunismo. Nuestra Tercera Internacional practica la camaradería universal de los proletarios que se fijan como tarea destronar a la burguesía e instalar la república internacional de los soviets. Nuestra Tercera Internacional Comunista toma las riendas de la organización de la fiesta universal del 1o de Mayo.
¡Obreros y obreras, soldados, marineros, campesinos, todos vosotros trabajadores! La Internacional Comunista os llama a participar en la gran fiesta proletaria del 1o de Mayo.
¡Proletarios! Lanzad una mirada hacia atrás. Detrás de nosotros dejamos innumerables pilas de cadáveres, los de nuestros hermanos caídos en la más sangrienta y terrible de las guerras. ¡Lanzad una mirada hacia delante! ¿Qué nos prometen los burgueses esclavistas si se mantienen en el poder? No prometen más que una nueva guerra, nuevas conspiraciones, millares de nuevos impuestos, el hambre y la esclavitud sin fin.
¿Bajo qué circunstancias acogemos la primera fiesta de mayo tras la guerra imperialista? En toda Europa humean las ruinas, millares de hijos de proletarios se marchitan bajo el sufrimiento del hambre. En ninguna parte hay pan, pues durante cuatro años los hombres en lugar de cultivar las tierras se han degollado unos a otros según las órdenes de un pequeño grupo de amos de esclavos. Las ciudades están desiertas. En determinados países se ha matado a casi toda la población masculina. Europa está inundada de sangre. ¿En nombre de qué? Ahora que se disipa el humo del chovinismo y que se hace el balance de la guerra, cada hombre ve en nombre de qué se ha hecho esta guerra. Cuatro ministros atracadores de “grandes” potencias imperialistas, en el silencio de los despachos, ocultándose de los pueblos, se reparten el mundo, despedazan a las poblaciones, intercambian países como los bohemios intercambian caballos. He ahí por qué han caído millares de obreros y campesinos, he ahí por qué se ha hecho esta guerra, que los Judas que se llaman socialistas han glorificado como “liberadora”, “grande”, “civilizadora”.
Pero de las ruinas del viejo mundo nace el nuevo. Cuanto más ahogaba la burguesía durante la guerra al movimiento obrero, más fuerte se elevaba la llama revolucionaria. La clase obrera toma su revancha de la horrorosa operación que la burguesía ha llevado a cabo sobre ella en alianza con los socialistas oficiales que se han vendido a ella.
El comunismo baja a la calle. La revolución comunista aumenta ante nuestros ojos. República de los Soviets en Rusia, Hungría, Baviera, tal es el balance de la lucha del proletariado en estos últimos tiempos.
Toda Alemania estremecida y en tensión por la guerra civil. En Alemania no queda ni una sola ciudad en la que la clase obrera no se levante contra el poder de la burguesía y de los socialpatriotas.
En la Península de los Balcanes la lucha de clases hierve y se transforma en guerra civil. No será hoy, pero sí mañana, cuando los comunistas logren en los Balcanes una completa victoria.
En Austria y en Bohemia los obreros se agrupan bajo la gloriosa bandera del comunismo y se acerca el momento de la última lucha decisiva.
En Francia han comenzado grandes manifestaciones obreras. La absolución del asesino de Jaurès le ha abierto los ojos a los proletarios franceses más atrasados.
En Italia bulle la lucha y los comunistas invitan al proletariado a tomar la dictadura.
En Inglaterra las huelgas han adquirido un carácter epidémico. Ahora aquí, ahora allá, se organizan los soviets.
En América, la clase obrera desciende a la calle y se apresta para el combate decisivo.
En los países escandinavos la lucha de clases comienza a transformarse en guerra civil.
En los países neutrales, tales como Holanda o Suiza, centenares de millares de obreros participan últimamente en huelgas políticas.
Las manos de los proletarios, de los obreros, se alargan hacia las espadas. No pasará un año sin que toda Europa pertenezca a los soviets. Los trabajadores de todos los países han comprendido que ha llegado el momento decisivo.
Los soviets: ¡con ellos vencerás! Así hablan los trabajadores de todos los países.
Los obreros pasan con desprecio al lado de los socialistas oficiales que les predican la “democracia en general”, es decir de hecho la democracia burguesa. Los obreros ven que en todos los países avanzados la democracia tan alabada no es más que arbitrariedad, dictadura sin límites de una banda de malhechores, banqueros y generales. Los obreros se dan cuenta que en las democracias burguesas más libres se ha asesinado a los gloriosos jefes de la clase obrera, como se ha matado a Karl Liebknecht y a Rosa Luxemburg en la democracia alemana. Los obreros constatan que la burguesía de todos los países se apresta, con todas sus fuerzas, a ahogar a la revolución proletaria en Rusia, Baviera y Hungría, y a la naciente revolución proletaria en Austria y en Alemania. Los obreros de todos los países saben cómo la burguesía rusa se vendió durante todo un año, uno tras otro, al monarca alemán, a los banqueros franceses y a la burguesía japonesa. Los obreros saben que únicamente la dictadura del proletariado es capaz de salvar a la humanidad de los sangrientos horrores en que la ha hundido la burguesía de todos los países. Los obreros saben que la dictadura proletaria conducirá a la victoria del socialismo.
No hay término medio: o la sangrienta dictadura de los verdugos-generales, degollando a centenares de miles de obreros y campesinos en nombre de los intereses de una banda de banqueros, o la dictadura de la clase obrera, es decir de la gran mayoría de trabajadores, desarmando a la burguesía, creando su propio ejército rojo y liberando al mundo de la esclavitud.
¡Abajo la autocracia de los zares y reyes! Este grito resonó en 1917 y su eco se ha repetido por toda Europa. Han caído las coronas de las cabezas de Nicolás Romanov, de Wilhelm Hohezollern, de Carlos de Austria y de otros verdugos de mayor o menor calibre.
¡Abajo la autocracia del capital! Este grito resuena ahora, cuando los obreros de la mayoría de los países comienzan una segunda revolución, cuando se levantan por segunda vez, cuando se preparan para la última batalla, para la batalla decisiva.
Jornada de 8 horas; esa era en el pasado la consigna de la fiesta del 1o de Mayo. Las repúblicas de los soviets ya han satisfecho esta reivindicación. Los obreros de los países en los que el poder de los soviets ya ha vencido ponen al orden del día la realización de la jornada de trabajo de 6 horas.
Contra el militarismo burgués; esta vieja reivindicación del antiguo 1o de Mayo conserva ahora toda su fuerza y en su nombre creamos nuestro propio ejército de clase, el ejército del trabajo, el ejército de los pobres, el ejército del socialismo. El ejército rojo existirá muy pronto en el mundo entero. El ejército rojo vencerá.
¡Abajo la guerra imperialista! Gritaban los obreros del mundo entero el día del 1o de Mayo. Abajo su guerra, abajo la guerra que los imperialistas de la Entente le quieren declarar a los soviets de Rusia y Hungría, decimos ahora. ¡Viva la guerra civil, la única justa en la que la clase oprimida combate contra los opresores!
La deuda de honor de los obreros exige una intervención inmediata contra los estados burgueses que quieren ahogar a las repúblicas soviéticas nacidas o naciendo ante sus ojos en Europa.
¡Abajo los imperialistas franceses, abajo la burguesía de la Entente, abajo los malhechores que quieren enviar su ejército a Rusia para devolverle el poder a los propietarios, para restaurar la monarquía, para volver a instalar a la burguesía!
¡Trabajadores y soldados franceses, ingleses, americanos, italianos, serbios, rumanos, polacos! Girad vuestras bayonetas contra vuestra propia burguesía. Vuestro enemigo está en vuestro propio país. Insurreccionaos en la retaguardia contra los gobiernos burgueses. Que incluso no puedan ni soñar con daros el papel de verdugos y estranguladores de la revolución rusa y húngara.
¡Trabajadores y soldados alemanes y austríacos! Girad vuestras bayonetas contra vuestra propia burguesía y contra los socialdemócratas que la sirven. Abreviad los dolores del parto de la sociedad comunista. Únicamente vosotros podéis salvar a vuestro país de los sufrimientos del hambre y del paro a los que los reyes, los burgueses y los generales unidos a los traidores “socialdemócratas”, lo han condenado.
¡Trabajadores y soldados polacos, lituanos, estonios y finlandeses! Vuestra propia burguesía y los imperialistas de Alemania y de la Entente os instigan contra la gran república de los soviets rusos. Recordadlo: la gran república federativa de los soviets de Rusia une a todos los trabajadores sin distinción de nacionalidad. La burguesía quiere servirse de vuestras manos para forjar vuestras cadenas. ¡A la lucha! ¡A la calle! El 1o de Mayo jurad conquistar el poder y la libertad en cada uno de vuestros países.
¡Obreros y campesinos turcos! Habéis comenzado la revolución, llevadla hasta el final. No le permitáis a vuestra burguesía que os engañe. Edificad soviets, cread vuestro ejército rojo, tended vuestras manos a todas las repúblicas de los soviets de Europa.
Comienza el asalto. El incendio de la revolución proletaria se propaga por toda Europa con una irresistible fuerza, se acerca el momento que esperaban nuestros predecesores y nuestros maestros, que preveían los genios fundadores del socialismo científico: Marx y Engels. Lo que soñaron los mejores hombres de la humanidad deviene una realidad. Nuestra bandera roja, teñida con la sangre de los corazones de generaciones enteras, de grandes luchadores y de mártires de la clase obrera, esa bandera flota en el mundo entero. El toque a muerto de vuestros opresores ha sonado. El 1o de Mayo de 1919 debe convertirse en el día del ataque, en el día de la revolución proletaria en toda Europa. Lo que hacía temblar a la burguesía europea hace treinta años, se realiza ahora.
NUESTRAS CONSIGNAS
¡Viva la dictadura del proletariado en el mundo entero!
¡Viva la república internacional de los soviets!
¡Todo por la defensa de las repúblicas de los soviets rusa, húngara y bávara! ¡Viva el ejército rojo internacional!
¡Viva la Tercera Internacional!
¡Viva el Comunismo!
¡Viva el Primero de Mayo Comunista!
Que en todas las calles de todas las capitales europeas el 1° de Mayo se muestren los batallones numerosos de la guardia roja proletaria. Que en todos los lugares donde viven y luchan los trabajadores estos desciendan a la calle el 1° de Mayo; que en cada ciudad y en cada pueblo la fiesta del 1° de Mayo esté marcada por demostraciones. Que resuenen implacablemente en los oídos de la burguesía europea los gritos: ¡Abajo el capital, viva el comunismo!
Que los trabajadores de todos los países no suelten el fusil que la burguesía puso a la fuerza en sus manos en 1914. Armamento de los obreros, desarme de la burguesía, tal es la palabra del día.
Las luchas que se han producido hasta el presente en diferentes países sólo han sido enfrentamientos de vanguardia entre el trabajo y el capital. La gran batalla es inminente, se acerca la batalla decisiva. Toda Europa retumba con el clamor de los proletarios descontentos e inclinados a la lucha. Desde la tormenta y la tempestad, desde la sangre y las lágrimas, desde el hambre y el sufrimiento infinito, nace un nuevo mundo, el mundo claro del comunismo, de la fraternidad universal de los trabajadores.
En 1919 ha nacido la gran Internacional Comunista. En 1920 nacerá la gran república internacional de los soviets.
¡VIVA EL PRIMERO DE MAYO!
Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista
Redactado por L. D. Trotsky |