Entre la noche del 21 y madrugada del 22 de abril, el consejo académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) encabezado por el rector general, José Antonio de los Reyes Heredia, impuso el retorno a clases en la universidad y la recalendarización.
Recordemos que la comunidad estudiantil inició un paro total de actividades en todas las unidades de la UAM a raíz de una serie de denuncias sobre violencia de género en la unidad Cuajimalpa, lo que encontró una enorme solidaridad de parte de todos los sectores universitarios.
Luego de un mes de la toma, las autoridades respondieron afirmativamente de forma demagógica a la mayoría de las demandas de las y los estudiantes, sin atacar los problemas de fondo y siempre en clave punitivista, es decir, incrementando las medidas de corte represivo sin atender las causas estructurales que los provocan.
En este sentido, la unidad Azcapotzalco fue el primer plantel en ser entregado de parte de las colectivas y colectivos que lo tenían ocupado, sin embargo, como nunca se constituyó un pliego petitorio unificado, el resto de las unidades decidieron mantener sus paros.
Por lo anterior y motivados por la urgencia de recuperar el control de todas las instalaciones, las autoridades de forma impositiva decidieron una recalendarización que tiene como fecha de reinicio de actividades el 8 de mayo del presente año.
Chantaje e imposición
Se puede considerar que se nos impone una decisión porque no hubo una consulta a todos los sectores de la UAM sobre la reanudación de clases, tampoco se preguntó a la comunidad el cómo enfrentar la violencia de género que se da dentro de la escuela y menos aún se han resuelto los graves problemas que aquejan a toda la colectividad, que fue lo que provocó el conflicto.
Por su parte, el chantaje fue usado por el rector, pues uno de sus pseudo-argumentos para retomar actividades fue que, sí no se volvía a las clases de inmediato, no sería posible recontratarnos a los profesores temporales y por lo tanto perderíamos nuestros precarios puestos de trabajo y los estudiantes tendrían cursos incompletos.
Esta táctica tiene como fin la división y confrontación de dos aliados naturales, los maestros temporales (precarios) y los estudiantes, pues, los profesores presionados por no perder su trabajo son usados como un ariete contra los alumnos organizados que sostienen las tomas, para entregar las unidades. Como se podrá observar, la precariedad es usada como un arma política para los fines de las autoridades.
¿Qué hacer?
Considero que una primera medida es la basificación de todas y todos los profesores temporales, pues al tener estabilidad laboral ya no sería posible chantajearlos y usarlos como ariete contra las legítimas demandas estudiantiles.
Bajo este orden de ideas, es importante que el sindicato y los sindicalizados abracen la causa de los maestros precarios, así como las demandas de los estudiantes, con la movilización de la base para doblar el autoritarismo de la rectoría y promoviendo la unidad de las luchas con un pliego petitorio unitario. Asimismo, se debe debatir una recalendización que responda a las necesidades de todos y todas y no de unos cuantos privilegiados pertenecientes a la casta dorada, que decide valiéndose de antidemocráticos órganos de gobierno que excluyen a la inmensa mayoría de la toma de decisiones.
Finalmente, el método para conseguir estos objetivos es la organización de asambleas tripartitas (estudiantes, académicos y trabajadores) en que se decida el cómo se debe gastar el presupuesto y dar soluciones colectivas a los problemas que aquejan a todos los que formamos parte de la comunidad de la UAM. En el que el conjunto de la comunidad universitaria pueda participar libremente de forma real y efectiva, aboliendo a la casta dorada y sus privilegios, sustituyendo a los rectores por representantes de los tres sectores electos por la asamblea, que respondan al mandato de la base y sean rotativos, revocables y que su sueldo no pueda superar el de un académico de base.
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