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18 de enero de 2025 Twitter Faceboock

¿Qué es el bonapartismo? Apuntes para pensar los nuevos sentidos comunes y el populismo de derecha (segunda parte)
Roberto "Zonyko" Acuña |
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En la primera parte de este artículo nos introducimos al concepto bonapartismo-cesarismo empezando por el primer Napoleón como referente histórico, y su parodia (Marx) en Napoleón III. Quien a su vez caería frente a otro “Bonaparte” de la época, Bismarck de Prusia, quien conseguiría unificar Alemania (Engels lo define como un fenómeno cesarista). Un árbitro todo poderoso, que se eleva sobre las clases (Marx) y apoyado en el aparato burocrático-militar, interviene desde arriba (Gramsci / Antonini) para mantener/preservar el orden (burgués) “y prevenir explosiones” (Trotsky).

Finalizado el siglo XIX aparecen nuevos fenómenos. El imperialismo se instala, el bonapartismo se nos presenta de forma diferente a como lo estudió Marx. En el siglo XX, los regímenes bonapartistas ya no eran exclusivamente el resultado de una crisis interna en un país determinado, sino que también podían ser el resultado de la intervención imperialista, o emerger a partir del conflicto inter-imperialista. Vimos cómo las variantes bonapartistas alemanas de entre guerra fueron inútiles para frenar al nazismo, que a su vez desarrolló rasgos bonapartista una vez vuelto régimen, así mismo el caso del Gobierno de Kerensky en la Rusia de 1917, que jugó ese rol durante un tiempo aunque con extrema debilidad. Incluso el desarrollo de un bonapartismo soviético, o sea, un bonapartismo sobre la base de un Estado Obrero. El siglo XX complejiza la definición, en esta segunda parte profundizaremos en los fenómenos bonapartistas en la época de la decadencia imperialista.

Gramsci, crisis orgánica y cesarismo

Los aportes de Gramsci no sólo para comprender los fenómenos cesarista/bonapartista, sino el contexto y los procesos históricos en que esos procesos se dan son clave. Instala la categoría de crisis orgánica, de extrema utilidad para comprender el rol que vienen a jugar las tendencias bonapartistas en este contexto, se interesa por los cambios en las formas estatales (y sus ampliaciones) y la crisis/deterioro de las democracias clásicas, situando allí los fenómenos cesaristas.

Las crisis orgánicas (crisis de hegemonía) son momentos de estremecimiento, en que las clases dominantes pierden la capacidad de gobernar o el régimen se ve profundamente cuestionado, se abre una brecha entre representantes y representados. Entra en crisis la hegemonía de las clases dominantes, se trata de una crisis económica, social y política de conjunto. Esto no es una situación inmediatamente revolucionaria en términos clásicos donde, a decir de Lenin, existen tendencias a la acción independiente de masas y que actúa en una coyuntura o situación determinada, sino que expresa tendencias estructurales y profundas a largo plazo en la esfera socio-política. Nace del análisis de la emergencia del fascismo en Italia, y como “la democracia” se desplomó ante él. Gramsci reflexiona sobre porqué se producen estas crisis: “(…) ya sea porque la clase dirigente ha fracasado en alguna gran empresa política para la que ha solicitado o impuesto con la fuerza el consenso de las grandes masas (como la guerra) o porque vastas masas (especialmente de campesinos y pequeñoburgueses intelectuales) han pasado de golpe de la pasividad política a una cierta actividad y plantean reivindicaciones que en su conjunto no orgánico constituyen una revolución. Se habla de “crisis de autoridad” y esto precisamente es la crisis de hegemonía, o crisis del Estado en su conjunto.” Esta categoría es útil no sólo para comprender el escenario abierto en el siglo XX, sino incluso en nuestros días.

Gramsci aborda fenómenos como el fascismo o los rasgos bonapartistas/cesaristas del Estado, interesado esencialmente en cómo la burguesía encuentra nuevas formas de mantenerse a flote en medio de la crisis de las democracias. Juan Dal Maso define la reflexión de Gramsci en este terreno como "(...) una teoría del Estado Burgués moderno en la época del imperialismo caracterizada por la irrupción de las masas y la revolución rusa y el trastocamiento de las relaciones entre Estado y sociedad Civil establecidas durante la etapa del capitalismo de libre competencia". Por lo mismo: “Los análisis de Gramsci sobre la cuestión del Estado sirven para pensar situaciones históricas en las que los modos “normales” de ejercicio del poder se encuentran en crisis.”

Dentro de las reflexiones que hace Gramsci está la de Estado integral, en ella analiza las formas de cooptación del aparato burgués a la sociedad civil, se interesa específicamente por los procesos de estatización de los sindicatos. En el Cuaderno 6, nota 88, Estado gendarme-vigilante-nocturno, Gramsci señala: “hay que observar que en la noción general del Estado entran elementos que deben reconducirse a la noción de sociedad civil (en el sentido, podría decirse, de que Estado = sociedad política + sociedad civil, o sea hegemonía acorazada de coerción).” Lo que quiere señalar es que la cuestión del Estado se trata de articular y organizar mecanismos más complejos para sostener el poder de mando de las clases dominantes. Ya no se trata solo de dominación mediante la fuerza-violencia, sino de organizar el consenso, imponer una cierta concepción del mundo, un sentido común, para obtener el reconocimiento de su mando por parte de las clases oprimidas. Se trata de obtener la colaboración de las organizaciones de la sociedad civil, y en particular de la clase obrera y los grupos y clases subalternas. Pero esta interrelación combina las dos esferas: Estado no era pura fuerza física y violencia, sino también organizaba el consenso. Pero no se trata solo de esta cuestión. Para Gramsci, la sociedad civil, que forma una “base maciza” (como señala en el Cuaderno 13) de las democracias avanzadas, no era puro consenso, sino que instituciones claves como “partidos” y “sindicatos” actúan como organismos de “policía política”. Señala (nota 27 del Cuaderno 13): “partidos “políticos” enteros y otras organizaciones económicas o de otro tipo deben ser considerados organismos de policía política, de carácter investigativo y preventivo”.

Es decir, identifica tendencias importantes, habla de una extensión de la función policial y la extiende a instituciones como los sindicatos o partidos obreros, en el sentido del control y regimentación que ejercen sobre la sociedad. Gramsci es claro cuando dice “el cesarismo moderno es más un sistema policial que militar” e incluye a la burocracia (sindical, de los partidos e instituciones) como “un partido bonapartista de Estado”.

Dal Maso hace una buena síntesis de las contribuciones de Gramsci en debate con el Antonini: “Gramsci reelabora una lectura del marxismo que se desplaza de un enfoque básico de estructura-superestructura a otro centrado en “relaciones de fuerzas”. Simultáneamente, va también reflexionando sobre la crisis de la democracia parlamentaria en el período de entreguerras, los cambios en las formas del Estado (en Italia, pero también en Francia, Inglaterra, Alemania) y reelabora la cuestión del bonapartismo y el cesarismo a varios niveles” y más adelante “(Gramsci) diferencia los cesarismos y bonapartismos históricos de los contemporáneos y su rol policial en relación con los cambios en las formas del Estado para la regimentación/organización de las masas; reformula la cuestión del balance entre las clases incorporando las crisis en el bloque dominante” y luego agrega: “En este sentido, un gobierno como el de McDonald en el Reino Unido puede ser un gobierno cesarista y los gobiernos de coalición más en general implican cierto grado de cesarismo, a diferencia de lo que podría considerar el sentido común, que ve en las coaliciones o en la “unidad nacional” una forma de mayor consenso” Esto es interesante, Antonini muestra como Gramsci compara al Gobierno de McDonald con las primeras fases del régimen fascista en Italia.

Bonapartismo Sui Generis

¿Y América latina? El siglo XX también implicó cambios importantes para América Latina, en relación al imperialismo y fenómenos de nacionalismo burgués. León Trotsky analiza, durante su exilio en México, al Gobierno de Lázaro Cárdenas en los años 30. Mientras el decadente imperialismo inglés intentaba competir con el ascendente imperialismo norteamericano, el México de Cárdenas pujaba, sin salirse del orden burgués, por reformas estructurales que golpeaban al imperialismo en sus intereses: la nacionalización del petróleo y los ferrocarriles. Aquí, en el caso de México, hablamos de un país semicolonial o dependiente, -bajo la opresión de imperialismos fuertes- y con burguesías criollas débiles y subordinadas, versus amplias capas proletarias y populares relativamente fuertes respecto de su burguesía.

En estos países la burguesía es incapaz de liderar una revolución que rompa con el imperialismo. ¿Pero y un Bonaparte que pelee por la independencia real de México? En tanto que bonapartista, Cárdenas hacía equilibrio entre las clases. En el caso de la clase obrera, Cárdenas controlaba los sindicatos (y la burocracia) a través del Estado, usando a la clase obrera como base de maniobra propia, entregaba concesiones al Movimiento Obrero pero a costa de su independencia política. “La expropiación del petróleo no es ni socialista ni comunista. Es una medida de defensa nacional altamente progresista (…) El proletariado internacional no tiene ninguna razón para identificar su programa con el programa del gobierno mexicano. (…) Sin renunciar a su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase obrera en el mundo entero, y principalmente en Gran Bretaña, tienen el deber de asumir una posición irreconciliable contra los ladrones imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus áulicos fascistas. La causa de México (...) es la causa de la clase obrera internacional. La lucha por el petróleo mexicano es sólo una de la escaramuzas de vanguardia de las futuras batallas entre los opresores y los oprimidos.”

Vemos que Trotsky apoya las medidas progresivas de Cárdenas pero exhorta al proletariado a la lucha por el control obrero y la democracia de base, y a mantener la independencia política frente a Cárdenas, y a no identificar su programa con el del Gobierno. Trotsky intentó dialogar con los obreros que estaban haciendo una experiencia con Cárdenas, y que veían en él al representante de los intereses nacionales versus el imperialismo.

La definición de bonapartismo sui generis sirve justamente para definir estos procesos y mostrar que fenómenos como estos pueden desarrollarse en determinados contexto “En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros. La actual política se ubica en la segunda alternativa; sus mayores conquistas son la expropiación de los ferrocarriles y de las compañías petroleras.” Si tomamos esta definición de Bonapartismo sui generis, aplica no solo para el México de Cárdenas, puede ser generalizado para el análisis de otros fenómenos similares en América Latina, con distintas intensidades; el Chavismo es un ejemplo más reciente, de un bonapartismo sui generis de izquierda, aunque comparado con Cárdenas, e incluso con Perón, el chavismo es una variante “timorata”. Pero arbitraje timorato es arbitraje al fin, y en ese sentido el chavismo puede ser definido en este campo, Incluso hoy, en su decadencia madurista, los rasgos bonapartistas son evidentes.

Durante el siglo XX, América Latina está repleta de dictaduras de derecha, bonapartistas de derecha por cierto, pero apoyadas esencialmente en el imperialismo; los bonapartismos de izquierda son fenómenos interesantes de analizar ya que tienden a desarrollar una demagogia de izquierda y cierto nivel de cooptación a sectores de masas. En palabras de Matías Maiello “Con este esquema (Trotsky) analizaba las características “sui generis” del bonapartismo en la periferia. Los consideraba bonapartismos sui generis “de izquierda” cuando se apoyaban en el movimiento obrero regimentado para regatear con el imperialismo (Cárdenas en México o Perón en Argentina, por ejemplo). Mientras que el rol decisivo del imperialismo era un componente esencial en la constitución de bonapartismos de derecha contra los trabajadores, como los constantes golpes militares que atravesaron América Latina.”

En el caso de los gobiernos de semicolonias o países dependientes, tiene el sello de la subordinación al imperialismo, por más que juegue con el nacionalismo. He aquí una diferencia estructural entre tipos de Bonapartismo que tiene gran importancia, ya que los bonapartismo de izquierda siempre han suscitado la simpatía de sectores de masas que ven en ellos una salida a la opresión imperialista, y es justamente donde está el talón de Aquiles del bonapartismo sui generis, juega con una contradicción que es incapaz (estructuralmente) de resolver hasta el final.

En palabras de Facundo Aguirre “A lo largo del siglo XX, que abrió el periodo de las grandes revoluciones sociales, vimos, en las naciones oprimidas, el surgimiento de liderazgos bonapartistas que apelaban a ciertas aristas de la opresión nacional como fuente de legitimación. Todas ellas capitularon al imperialismo. Es que ahí donde las tareas democráticas de la revolución burguesa están inconclusas, el bonapartismo no ha sido un instrumento político para conquistar la liberación nacional y terminar con los terratenientes, sino para impedir la conquista de dichos objetivos por la revolución social de la clase obrera.”

Bonapartismo hoy (Tendencias, rasgos y bonapartismos débiles)

Tomando la categoría de crisis orgánica de Gramsci, que resulta útil para pensar los escenarios donde emergen gobiernos bonapartistas o se desarrollan tendencias bonapartistas, la emergencia de los llamados populismos de derecha como Trump y Bolsonaro, o las tendencias bonapartistas en Gobiernos “progresistas de izquierda” como el de Boric. Todas situaciones muy distintas, pero que comparten escenarios de crisis orgánicas donde se desarrollan estas tendencias.

Como plantea M. Maiello, no se trata de regímenes bonapartistas plenamente formados “(...) sino al desarrollo de tendencias al bonapartismo más o menos inscriptas dentro de regímenes democrático-burgueses. Pero tampoco se trata de tendencias aisladas, sino de un período de incubación de regímenes más bonapartistas y crisis de la democracia capitalista.” Hablamos del deterioro de las democracias capitalistas como constante y no como excepción, y los escenarios que se generan a partir de su emergencia.

La crisis de hegemonía de EE.UU. es un factor clave, que impacta en el conjunto de la situación internacional, y las tendencias a los choques se expresan en la guerra en Ucrania, que amenaza con escalar. Pero la crisis de EE.UU. no empezó ayer, de hecho Trump emerge de la crisis del 2008 “(...) la fe en todas las instituciones del régimen cayó, y la administración de "esperanza y cambio" de Obama no pudo reconstruir plenamente la confianza pública en estas instituciones. Esto proporcionó una apertura política para que Trump emergiera con falsas promesas de "drenar el pantano". El perfil político de Trump se basó en una imagen de "Bonaparte" - un outsider que revelaría y "reformaría" los elementos corruptos del régimen” escribe Efrain Brain y luego, citando un artículo de M. Aurelio (2020) agrega “En este contexto, surge un "Bonaparte" que se presenta como árbitro desde arriba, aparentemente libre de los mecanismos institucionales y de las clases dominantes. (…) El bonapartismo de Trump arbitra entre las diferentes alas del Partido Republicano y de la clase capitalista actuando como un hombre fuerte. (…) La administración Trump utiliza una retórica populista para reforzar su bonapartismo, apoyándose en los aspectos más antidemocráticos del capitalismo estadounidense para gobernar, como sus numerosas órdenes ejecutivas.”

Trump le habló a un sector de la clase obrera norteamericana, con una fuerte demagogia anti casta, impulsa políticas reaccionarias, antinmigrantes y esencialmente, un imperialista agresivo. No obstante fue, por decirlo así, un mal Bonaparte. Si bien buscó fortalecer al Pentágono e incluyó a Generales retirados en sus equipos (para apoyarse en el aparato burocrático-militar) su política internacional fue aislacionista y tendió a acrecentar el roce con China, en lo concerniente a una de las principales crisis mundiales, la Pandemia, Trump fue simplemente un imbécil. En su último momento Trump desconoció incluso los resultados electorales, y agitó a su base de ultraderecha contra el establishment lo que derivó en la toma del Capitolio. En el caso de Trump hablamos de un bonapartismo débil, o pre-bonapartismo, marcado por la crisis y la incapacidad de asentarse. Hoy el establishment va por él, no por las atrocidades cometidas contra familias inmigrantes o por las vidas que cegó con sus bombardeos, sino por problemas ligados a fraudes y prevaricación empresarial, el problema real de Trump es que no garantizó el orden que lo hacía “soportable” y su gestión trajo más problemas que soluciones para la impropia burguesía. Trump no está liquidado aún, ni el trumpismo tampoco, y mientras no se resuelva la crisis, espacios para figuras como Trump siguen abiertos.

Otro caso similar, en tanto que fenómeno de populismos de derecha, con una fuerte matriz bonapartista, es el Bolsonarismo. La primera diferencia entre Trump y Bolsonaro, es que en el primer caso hablamos de la primera potencia imperialista mundial, por ende un bonapartismo que sirve a intereses burgueses nacionales, y en el segundo a un bonapartismo imperial de las semicolonias que vela por los intereses del imperialismo.

Como sabemos, el 2013 Brasil fue sacudida por importantes movilizaciones, golpeada por una crisis orgánica que aún no encuentra salida, y una casta política sumida en la corrupción. Antes de la emergencia de Bolsonaro, se desarrolló el golpe institucional contra Dilma el 2016, que tuvo como telón de fondo el desarrollo de un potente bonapartismo judicial, el Lava jato en palabras de M. Maiello “El modelo –tomando el caso brasilero– sería una casta judicial se propone como garante de la legalidad burguesa al mismo tiempo que la viola para conseguir sus fines. Un Poder Judicial que se propone, en nombre del “estado de derecho”, asumir buena parte de las tendencias bonapartistas del régimen necesarias para sobrellevar los elementos de crisis política y económica. Un intento de judicializar la cada vez más pronunciada lucha de intereses para contenerla dentro del orden burgués.” Sin el desarrollo del bonapartismo judicial, el ascenso de Bolsonaro no hubiera sido posible.

La operación Lava Jato y “la lucha contra la corrupción” permitieron no solo la destitución de Dilma, sino la persecución del propio Lula. El PT, partido de Gobierno, recibió todos estos reveses sin mover un dedo, desde las direcciones de los organismos de masas, como la CUT (dirigida por el PT) se subordinó totalmente a lo que era evidentemente un golpe institucional que solo podía ser frenado con la movilización.

El Gobierno del derechista Temer pavimentó el camino para la llegada de la figura que realmente encarnaría el bonapartismo de derecha en el cono sur. Racista, homofóbico y admirador de Pinochet, Bolsonaro es ante todo, un representante del imperialismo, André Barbieri escribe “Bolsonaro es el símbolo de la sumisión más grosera al imperialismo. Además, se tiró a los brazos de los generales de su gobierno y al autoritarismo judicial para imponer ataques favorables al capital financiero e industrial. A pesar de ello, no logró prescindir del parlamento, dependiendo sistemáticamente de su base en el Congreso para evitar crisis. Esta variante bonapartista de derecha (o pre bonapartista) sirvió para la contención de la lucha de clases mientras se apoyaba en el imperialismo para aplicar ajustes.” Pero al contrario de cómo lo presentaron sectores del reformismo, como fascista o neofascista, usando esta definición con un interés más electoral que de caracterización real, es importante clarificar no solo para despejar el uso de la categoría sino para caracterizar correctamente lo que es Bolsonaro y el Bolsonarismo.

Esencialmente, el fascismo surge de grandes choques de la lucha de clases como respuesta o prevención a la amenaza de la Revolución, siguiendo a Gramsci hemos visto como en el desarrollo de regímenes fascistas existen de hecho etapas o momentos bonapartistas, y que el fascismo sería esencialmente cesarista. Podemos llevar más lejos la analogía incluso, y decir que existen elementos o rasgos fascisitizantes o fascistoides en el bolsonarismo. Pero la caracterización de fascismo para el bolsonarismo, no solo no es correcta, sino que esencialmente impresionista. Existen aún graduaciones de bonapartismo por superar antes de hablar de un ascenso o régimen fascista, que no arbitra, sino que extermina a su enemigo de clase.

Existen más fenómenos de este tipo, con distintos discursos y ubicaciones, Nayib Bukele en el Salvador por ejemplo, pero con una función muy similar, mantener el orden burgués a flote en medio de la crisis de las castas políticas. Siguiendo a J. Dal Maso "(...) las tendencias autoritarias crecientes en las democracias capitalistas en proceso de degradación parecerían permitir una generalización de su uso para analizar las más variadas prácticas, desde el gobierno por decreto hasta el recurso a las FF. AA. y/o de seguridad para el ejercicio del poder."

En Chile asistimos a un evidente incremento de los rasgos bonapartistas. El Gobierno de Boric ha demostrado que puede desarrollar perfectamente la agenda de la derecha, fortalecer los dispositivos represivos, usar al Ejército en detrimento de las libertades democráticas, etc. Pero no es algo que sale de la nada. Chile posee una tradición burguesa portaliana, una burguesía formada en la más completa sumisión al imperialismo y un desprecio por los aspectos progresivos de la democracia en sentido clásico. Es una burguesía con tendencia al Bonapartismo y los tutelajes, que solo modifica o actualiza sus formas políticas orilladas por la lucha de clases o por la crisis; la historia del Estado chileno lo muestra claramente, Pablo Torres escribe “La violencia estatal (y para-estatal) ha sido clave en la configuración del orden nacional, hasta el día de hoy. El mito configuró una historia pacífica y armónica del desarrollo político, social y económico chileno. De un pueblo maniatado y dormido. Una historia falsa, donde el “orden”, los héroes de la patria, los gobiernos y las instituciones son las que han forjado la historia chilena. El desarrollo político fue muy distinto. Sucesivas crisis y rupturas se fueron sucediendo. La historia de Chile, desde su conquista por el imperio español, fue una historia de crisis, rebeliones, motines, luchas de clases y luchas entre opresores y oprimidos. Esto no niega periodos de estabilidad o evolución, pero no se dan sin saltos, sin crisis, sin rupturas, sin revoluciones.”

No es este el lugar para desarrollar un análisis del desarrollo del Estado Chileno, pero para efectos de nuestro tema, la cita de R. Henríquez Vásquez es muy útil: “"La creación del Estado Social chileno tiene una paradoja. Fue creado por los militares (entre septiembre de 1924 y enero de 1925) y desmantelado por los militares 50 años después."

No obstante Pablo Torres clarifica renglones más abajo “En las décadas que transcurren del frente popular de los años 30 al golpe de 1973, esa especie de república burguesa rodeada de instituciones sociales y democráticas, tuvo un régimen bonapartista de facto de casi una década entremedio cuando, posterior a la segunda guerra mundial, los radicales rompen el frente popular y giran a una alianza con el imperialismo norteamericano, proscriben a sus aliados del Partido Comunista –estalinizado- y crean un campo de concentración en Chile: Pisagua en 1948, que 25 años después sería usado como campo de concentración de la dictadura de Pinochet.”

La propia dictadura (cívico-militar) de Pinochet es un ejemplo de Bonapartismo pro-imperialista que se apoyó sobre el aparato militar para “instaurar el orden”. Pero estas tendencias ya estaban desarrollándose, el propio Allende en la UP integró generales en el Gabinete, y decidió encarar el tanquetazo no con la fuerza organizada del pueblo trabajador, que tenía disposición de combate, sino a través de los propios militares, encabezados por el General Prat.

En nuestros días las tendencias de este tipo no se desarrollan aún a ese nivel, y es que la lucha de clases aun no requiere medidas tan extremas para la burguesía, no obstante, la crisis de régimen a degradado la “democracia chilena” lo suficiente como para que las clases dominantes comienzan a ensayar formas de encarar el incremento de la inestabilidad y un eventual retorno de la lucha de clases. En ese marco se desarrollan estas tendencias al bonapartismo. A partir de la intensificación de la crisis del régimen heredado de la dictadura y de la entrada de las masas en escena, la tendencia del régimen ha sido a responder incrementando los rasgos de este tipo. Podemos tomar el Chile del 2011, sacudido por el movimiento estudiantil, y los intentos por pasar la Ley Hinzpeter, que continuaron hasta el 2019.

Es importante observar la lucha de clases y ver cómo el régimen va acomodándose en función de desviarla, contenerla o reprimirla. Sin duda el 2011 trajo a las masas de vuelta a las calles, siguiendo al movimiento estudiantil. El 2013 la irrupción de sectores obreros (portuarios, correos, recolectores) con métodos clásicos (paro en solidaridad - huelgas salvaje- cuerpo de delegados) puso en jaque a la burguesía nuevamente (especialmente el paro portuario) o el 2016-2017 con la irrupción del movimiento No+AFP que puso a millones en las calles, cuestionando un pilar neoliberal del régimen. O el movimiento de mujeres que no solo salió por los derechos de las mujeres y la diversidad, sino que dirigió sus dardos al Estado y lo hizo responsable de los femicidios y la opresión. Todas estas luchas fueron configurando una impugnación de conjunto al régimen.

Pero es el 2019 en que todo esto da un salto, y por ende lo da también el Estado en su respuesta como reacción a la rebelión. Piñera intentó apoyarse durante en el uso de las FFAA y el aparato policial, declarándole la guerra al pueblo-trabajador, pero la correlación de fuerzas no dio lo que esperaba Piñera y se vio obligado a retroceder, Juan Valenzuela describe correctamente este proceso de la siguiente forma: “(...) el giro que tuvo el gobierno después de la aguda revuelta del viernes 18 de octubre es de carácter bonapartista. Las jornadas revolucionarias marcan, precisamente, una agudización de las contradicciones de clase. Piñera usó al aparato militar y policial e impuso el toque de queda, precisamente para prevenir explosiones mayores. Sin embargo, siendo ese el giro, nos parece que el gobierno de Piñera aún no se transforma en un bonapartismo consolidado, pues la preponderancia del aparato militar y policial no llegó a un nivel incontrolado ni a una mimesis con el gobierno.” Valenzuela define el momento como un ensayo bonapartista, y no como un régimen bonapartista (pre-bonapartismo).

Como hemos visto a lo largo de este trabajo, las tendencias bonapartistas emergen de la propia situación, la definición de crisis orgánica (o de hegemonía) presupone estas tendencias a desarrollarse. No es azaroso que el Gobierno de Boric gire en este sentido, ni tampoco el mero resultado de una coyuntura específica (la muerte de policías) son tendencias que viene desarrollando la crisis de régimen que tienden a incrementarse. El segundo fraude Constituyente no parece generar el consenso necesario para cohesionar al régimen frente a las masas, la denominada “agenda securitaria” puede cumplir ese rol, en especial si el clima reaccionario se profundiza.

Por cierto, la naturaleza (y el programa) del Gobierno de Boric estaba lejos de los rasgos (pre) bonapartistas que asoman hoy, nace y parte como un Gobierno de mediación -; pero Gramsci es claro, el fracaso de una gran empresa burguesas abre crisis orgánicas, y el fracaso de la vía abierta el 15N y la Nueva Constitución dejó sin salida la crisis, que ya era profundísima. El clima reaccionario y las políticas autoritarias caminan en ese sentido, buscando dar unidad y fortaleza al régimen vía los hechos, sin que el gobierno de Boric sea bonapartista en su naturaleza, la crisis lo obliga a desarrollar ciertos rasgos en este sentido. No hablamos de regímenes fuertes o bonapartismos consolidados, sino de tendencias o rasgos, que son el resultado de las crisis en curso y la eventual irrupción de las masas en el escenario político. Como rasgo abre un momento preparatorio, vimos con Trotsky como el bonapartismo Alemán solo fue una etapa en el ascenso fascista, de allí que Trotsky lo definiera el bonapartismo como pre-fascista, o el caso del Gobierno de Kerensky en 1917, como pre-bolchevique.

Trotsky marca aquí lo que anticipa el bonapartismo: “Por lo tanto, el bonapartismo caracteriza el último plazo con que cuenta la vanguardia proletaria para la conquista del poder.” No es el caso aun, solo un delirante podría definir estos rasgos como una “dictadura” o ”fascismo a la Boric”, pero las tendencias caminan en una dirección clara, restringir las libertades democráticas y fortalecer el aparato represivo con el objetivo de evitar explosiones y mantener el orden, en el marco de una crisis organiza abierta, o como escribe F. Puelma “Sin embargo quizá uno de los rasgos bonapartistas más claros, es el avance de la autonomía de Carabineros y el fortalecimiento del aparato represivo. Se trata de una tendencia estructural que ha ido acompañando la profundización de la crisis orgánica. Una de las tareas que ha asumido el gobierno de Gabriel Boric ha sido recomponer la autoridad de Carabineros y Fuerzas Armadas.”

Ni el Bonaparte de la principal potencia imperialista, Trump, logró mantener la lucha de clases fuera de su administración; son tendencias en última instancia que desarrolla el aparato burgués ante la posibilidad de la irrupción de las masas, siguiendo a Dal Maso “Los bonapartismos y cesarismos (con o sin líderes carismáticos) son la forma que adquieren los regímenes políticos para lidiar con esa irrupción. Al estar inscriptas en este proceso histórico-político de largo aliento, las tendencias bonapartistas o cesaristas no pueden ser combatidas con un retorno al liberalismo.” [ https://www.laizquierdadiario.com/Gramsci-el-cesarismo-y-la-politica-de-masas ] Al revés, solo pueden ser combatidos hasta el final, desde el pueblo trabajador y con los métodos de la lucha de clases.

BIBLIOGRAFIA

Gramsci, Antonio Cuadernos de la cárcel. V,

https://www.laizquierdadiario.com/Gramsci-el-cesarismo-y-la-politica-de-masas

Trotsky. L, “ México y el imperialismo británico”, Escritos Latinoamericanos, Bs As 2000, Ed Ceip

Trotsky, L. La industria nacionalizada y la administración obrera, Escritos Latinoamericanos, Bs As 2007, Ceip,

La situación internacional y las tareas de los marxistas revolucionarios hoy. Manifiesto de la III conferencia de la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional. 2005.

https://www.laizquierdadiario.com/Bonapartismo-de-toga

https://www.laizquierdadiario.cl/Napoleon-la-revolucion-burguesa-y-el-bonapartismo

https://www.laizquierdadiario.com/La-imputacion-a-Trump-no-detendra-el-trumpismo

https://www.izquierdadiario.es/Fascismo-o-bonapartismo-Lecciones-de-Trotsky-para-Brasil

https://www.laizquierdadiario.com/Cesarismo-y-bonapartismo-de-Marx-a-Gramsci

https://www.laizquierdadiario.cl/Los-socialistas-y-el-Estado-en-Chile-Segunda-parte

https://www.laizquierdadiario.cl/El-ensayo-bonapartista-de-un-gobierno-en-crisis

https://www.laizquierdadiario.cl/Triunfo-la-restauracion-conservadora-Apuntes-sobre-la-crisis-organica-y-el-bonapartismo-en-Chile

 
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