Atrás quedó la virtualidad de las clases online o el teletrabajo, y de a poco volvimos a una nueva rutina “post pandemia” y también “post revuelta”, teniendo que enfrentar nuevamente mirarnos y compartir presencialmente en la escuela, liceos, universidades, en el trabajo, en el barrio, en las calles, entre otros. Observándose el aumento de las enfermedades mentales, entre ellas la fobia o ansiedad social.
Pero, ¿Cómo repercute en nuestra salud mental todo lo abierto post revuelta y post pandemia?
La pandemia causó estragos en la salud mental debido al encierro, el excesivo control, la violencia al interior de las familias, entre otras. A la vez que evidenció, una vez más, la tremenda desigualdad que existe en el país y por la cual en el año 2019 grandes masas salieron a las calles a protestar, exigiendo terminar con la herencia pinochetista que hizo de nuestros derechos un negocio. Cuestión que quedó en evidencia por ejemplo entre quienes pudieron atenderse en clínicas privadas bien equipadas y quienes debieron concurrir a centros públicos, donde existió una dramática escasez de insumos y de personal en pleno apogeo del Covid19, cobrando la vida de miles en Chile.
Desigualdad y precarización que hoy se ha acrecentado, pues ninguno de los derechos mínimos como por ejemplo educación y salud de calidad han sido resueltos, en plena inflación que ha hecho que a las familias les cueste cada vez más llegar a fin de mes. Y es que desde la firma del “Acuerdo por la paz” en plena revuelta, comenzó un desvío de todo ese descontento de la calle al parlamento, dando paso a un proceso constituyente fraudulento y antidemocrático, controlados por los partidos tradicionales para proteger los pilares del Chile neoliberal. Que sumado a la ubicación constante del gobierno de Boric de conciliar con la derecha y los grandes empresarios, ha permitido el avance incluso de la extrema derecha como vimos en las últimas votaciones.
Lo anterior no ha hecho más que ir sepultando el sentimiento genuino de las masas que se expresó durante la revuelta, de que podemos decidir sobre el futuro de nuestras vidas con una mirada solidaria con los demás, generando desilusión, miedo e inseguridad. Cambiando la psicología de las masas, instalándose la idea individualista de que cada une debe correr por su propia suerte, que el otre es un “enemigo” que me quita el trabajo como les migrantes, que busca joderme o hacer algún daño. Lejana a la idea de solidaridad, unidad y hermandad que reinaba en las calles el 2019, lo que es conveniente para los grandes empresarios y los partidos del régimen quienes vienen realizando ajustes económicos a los bolsillos de las familias trabajadoras, reforzando medidas de represión para mantenernos silentes, mientras incrementan sus ganancias millonarias.
Esto ha traído graves consecuencias en la salud mental de la población, de abstenerse a luchar por lo que pensamos y queremos por miedo y resignación. Lo que se observa en que para un sector importante de población decir una opinión, compartir reflexiones con otros, salir con amigos o la pareja, e incluso tomar la micro, genera un miedo intenso, un estado de mucha angustia y ansiedad que agobia de forma persistente, interfiriendo en la vida diaria, basándose en la creencia profunda de que podemos ser juzgados negativamente, avergonzados o humillados por el sólo hecho de ser tu misme, convirtiendo cada interacción social en un sufrimiento. Incluso internamente se piensa: “Creen que soy un inútil”, “lo que digo es aburrido”, “no quiere estar aquí conmigo”, “no es importante lo que pienso”, por nombrar algunos de los pensamientos intrusivos que provoca continuamente la ansiedad social, mientras duele el estómago, sudan las manos, tirita el cuerpo y las piernas, se hace un nudo en la garganta, dan ganas de llorar o encerrarse, entre otros síntomas.
Esta enfermedad de salud mental que agobia a un amplio sector de la sociedad, sobre todo a la juventud, es parte de este retroceso psicológico, político y social de las personas como sujetos, es decir, como protagonistas de la vida, que como vemos está ligado a los procesos históricos que hemos ido viviendo como sociedad este último tiempo.
Los grandes empresarios y los partidos del régimen, durante estos últimos años nos han ido arrebatando la idea de que podemos ser sujetos de cambio y que tenemos la valentía para hacerlo, que significa que aún teniendo miedo me hago cargo del porvenir de la mano con los demás. No podemos permitir esto, debemos confiar en nosotres y en las fuerzas organizadas de las y los trabajadores y el pueblo, la única fuerza real que pueden terminar con la miseria capitalista que hoy nos arroja al miedo, la ansiedad, al aislamiento y la barbarie. Podemos transformar la vida, depende de que nos decidamos a ser protagonistas de esa hermosa tarea y que nos apoyemos mutuamente, no tenemos nada que perder excepto las cadenas. |