Entrevistamos a Laura Cano, diputada provincial del PTS/Frente de Izquierda en la Provincia de Buenos Aires y médica del Hospital Dr. Horacio Cestino, de Ensenada. Recientemente, asumió como integrante del Consejo Directivo Provincial de la CICOP, por la lista opositora Multicolor.
El reloj marca las 20. Afuera llueve y en la sala de terapia intensiva del hospital prima una tensa calma. Marta, en el office, teje lo que parece ser un sweater de bebé. Marta lleva casi 30 años siendo enfermera. Hace 27 que sostiene doble jornada de trabajo: 6 horas acá, 6 horas en la clínica que queda a unas cuadras. Tiene tres hijas grandes, pero una de ellas todavía vive en su casa, y ahora está embarazada. Ella es la única que sostiene la familia.
Romina, llega tarde a tomar la guardia de Enfermería en la sala de “polivalente”. Carga una beba y trae a otro niño de la mano, de unos 3 años. Sus hijos están a su cuidado todos los días, hasta que su suegra sale de trabajar una hora después de su horario de ingreso y ahí “se pasan la posta”. Así es que todos los días, ella toma la guardia “de a tres”: mientras ella trabaja, la beba a veces duerme, a veces llora y su hermanito la cuida, hasta que llega la abuela. Frente a la mirada acusatoria de los directores, ellas dicen: “Que nos pongan un jardín entonces”.
“Toda la atención de este centro de salud está garantizado por mujeres”. La que habla es Norma, trabaja como administrativa en un centro de salud en las afueras de La Plata, donde quienes sostienen la atención son 100% mujeres.
Estas son algunas de las escenas que se ven en Salud, todos los días. Hasta aquí, ninguna novedad.
Eso me escribe la médica y actual diputada provincial del PTS/Frente de Izquierda, Laura Cano cuando le pido por mail, que me cuente cómo es la vida de las mujeres trabajadoras de Salud. Cuando nos encontramos en La Plata, café mediante, antes de una actividad política en el local Rebelión, junto a los diputados Myriam Bregman y Nicolás del Caño, retoma el hilo de su relato.
Marta, Romina y Norma son los nombres que elegí para distintas historias reales que, además, no son únicas. El 70% de los trabajadores de Salud, son Martas, Rominas, Normas… somos mujeres. Mujeres que, en muchos casos, son madres y abuelas, principales o único sostén del hogar familiar.
Si hablamos de Género y Salud, tenemos que empezar por este dato ineludible.
Sí, si bien, históricamente, los servicios contaban con una presencia mayoritaria de mujeres entre su personal técnico y operativo (enfermería, limpieza, cocina, administración), durante las últimas décadas se observa un proceso de “feminización profesionalizada”. Es decir, las mujeres estamos avanzando en ser mayoría en distintas especialidades y disciplinas, no solamente médicas sino también del resto de las profesiones sanitarias.
Ahora bien, incluso en esos ámbitos en donde se cuenta con una mayor estabilidad laboral, mejores condiciones y a donde llega un “personal calificado”, siguen existiendo brechas de género que denotan la división sexual del trabajo. En Trabajo social, Terapia ocupacional e Instrumentación quirúrgica, cerca del 90% de los cargos son ocupados por mujeres. Algo similar sucede en la Pediatría, la Clínica médica, la Medicina general. Los roles de cuidado, de asistencia parecen trascender la esfera de lo privado y perpetuarse en el mundo laboral. Contradictoriamente, en muchas de las carreras universitarias, donde nos formamos como profesionales de la Salud, la perspectiva de género se encuentra absolutamente ausente, como denuncian las propias estudiantes.
Los roles de cuidado, de asistencia parecen trascender la esfera de lo privado y perpetuarse en el mundo laboral. Contradictoriamente, en muchas de las carreras universitarias, donde nos formamos como profesionales de la Salud, la perspectiva de género se encuentra absolutamente ausente
¿Y cuál es la brecha salarial en el sector?
La brecha salarial, según diferentes informes, ronda entre un 24% y un 28% y la mayor parte de esa diferencia se explica por la variación, entre hombres y mujeres, de horas disponibles para el trabajo asalariado fuera del hogar. Es decir, es más probable que las mujeres se vean compelidas a desempeñarse en trabajos part-time y flexibles. Lo que, a final de cuentas, no significa que trabajen menos horas que los varones, porque no solo cargan con una jornada de trabajo doméstico y de cuidados no remunerada en sus hogares, sino que para completar un salario deben tener más de un empleo, con características precarias, flexibles, informales o no regularizados.
Además de estas brechas laborales, ¿existen diferencias en las formas de enfermar según el género?
La salud de las mujeres y de las personas LGTBIQ+, está profundamente condicionada por sus condiciones de vida, valga la redundancia. Quiero decir, que no es inocua la manera en que se integran o no al mundo del trabajo, y el rol que ocupan en sus familias. Estas inequidades sociales determinan diferencias en los procesos de salud-enfermedad: la vulnerabilidad, la naturaleza, la severidad y frecuencia de los problemas de salud, la forma en que se autoperciben y son percibidos por el personal médico los síntomas, la utilización y la accesibilidad de los servicios sanitarios, etc.
Por ejemplo, a pesar de que hay estudios que respaldan la afirmación de que las mujeres son más susceptibles a determinados tipos de dolor, como el neuropático y el anginoso, frecuentemente sus dolores son subestimados, no son tenidos en cuenta, y se explican como las consecuencias del “estrés”. También puede comprobarse que, por el rol de cuidadoras asignado socialmente a las mujeres en nuestras sociedades capitalistas-patriarcales, suelen presentarse a consulta más tempranamente que los varones, ante la aparición de algunos síntomas, previendo que tienen que “mantenerse saludables” para no dejar de cumplir con su trabajo de cuidados de otros.
Históricamente por ejemplo, la cardiopatía isquémica, estuvo asociada al género masculino y el cuadro típico de presentación de esta patología que se describe en los libros de Medicina es el que aparece en pacientes varones. Para decirlo simple y llanamente: no se estudia la salud de las mujeres, en muchos casos, se estudia la salud de los varones y se presentan estas conclusiones como si se tratara de un sujeto abstracto universal. Esto puede ser válido en algunos casos. Pero, en los últimos años, por ejemplo, se ha demostrado que la prevalencia de cardiopatía isquémica en mujeres es igual a la de los hombres a partir de la séptima década de vida, pero suele tener otro tipo de manifestaciones clínicas iniciales y estar asociada a mayores comorbilidades. La consecuencia de este sesgo de género en la clínica es la falta de atención a estos síntomas atípicos, lo que termina provocando que se subestimen los cuadros iniciales de presentación de las cardiopatías isquémicas en mujeres. Los resultados estadísticos demuestran que las mujeres terminan recibiendo atención médica tardía, tienen un peor pronóstico y la incidencia de muertes por esta patología es mayor que en los varones Este es apenas un ejemplo, pero que me parece que demuestra muy claramente, por qué no es inocuo tener o no tener una perspectiva de género en la atención en Salud.
Estos estereotipos de género también funcionan para los hombres, quienes socialmente son empujados , a cualquier costo (y esto incluye su salud), a ser “la autoridad” y el sostén económico de la familia. Son quienes se ausentan por más tiempo del hogar, justificando mediante esta imposición del rol de proveedores, que puedan desentenderse de las tareas de cuidado, trabajan fuera del hogar más horas comparativamente con las mujeres, y, en algunos casos, su jornada laboral -exenta de estas tareas hogareñas- les permite también, dedicar más horas al ocio. Pero ese rol es un imperativo tan categórico que, ante el fracaso por alcanzar el ideal o frente a la frustración por una vida limitada en estos términos, muchos hombres desarrollan dependencias y consumos problemáticos de alcohol y otras sustancias legales e ilegales, con mucha mayor frecuencia que las mujeres.
La consecuencia de este sesgo de género en la clínica es la falta de atención a estos síntomas atípicos, lo que termina provocando que se subestimen los cuadros iniciales de presentación de las cardiopatías isquémicas en mujeres. Los resultados estadísticos demuestran que las mujeres terminan recibiendo atención médica tardía, tienen un peor pronóstico y la incidencia de muertes por esta patología es mayor que en los varones. Este es apenas un ejemplo, pero que me parece que demuestra muy claramente, por qué no es inocuo tener o no tener una perspectiva de género en la atención en Salud.
Planteás diferencias en las formas de enfermar, pero también en las formas de ser atendidas y atendidos…
Claro, en la práctica cotidiana emergen los estereotipos tradicionales de género, los prejuicios sociales, los preconceptos moldeados por el sentido común forjado en una sociedad que reproduce y legitima la opresión de las mujeres, como también perpetúa la discriminación racista, la xenofobia, la homolesbotransfobia y otras.
Cuando estudiamos lo que pasa en las consultas ginecológicas por ejemplo, es evidente que existe la presunción de heterosexualidad sobre la persona que vamos a atender. Existe como preconcepto y norma y, la enorme mayoría de las veces, se omite la subjetividad de quien se tiene enfrente.
“Consultorios y espacios amigables” es el nombre que, en muchos hospitales y centros de atención primaria, las trabajadoras y trabajadores encontraron para definir y difundir dispositivos de Salud que cuentan con una perspectiva de género, para que una chica lesbiana, una mujer o un hombre trans, un gay, una persona no binaria sepan que pueden consultar sin ser prejuzgados, ni patologizados por su identidad o su orientación sexual. Ahora nos preguntamos: esta perspectiva, ¿no debería ser transversal en el sistema de Salud?. Creo que aún estamos muy lejos de eso.
Nos quedamos charlando un rato más sobre los problemas del presupuesto de Salud, tanto a nivel nacional como provincial, que bajo los dictámenes del pacto con el FMI solo prometen mayores calamidades para las trabajadoras y trabajadores del sector, pero también para la inmensa mayoría de la población que recurre a la Salud Pública, porque sin empleo o con trabajos irregulares, precarios y sin derechos laborales, no tienen otra alternativa.
También conversamos sobre la impresionante lucha de las y los residentes, una nueva generación de trabajadores de la Salud que se organizaron en la Ciudad de Buenos Aires y también en distintos hospitales y centros médicos provinciales. En ese proceso, Laura fue una de las referentes para sus compañeras y compañeros que luego, apoyaron la lista sindical Multicolor que la llevó a integrar el Consejo Directivo de la CICOP, por la oposición.
Otros temas quedaron pendientes: el rol de las mujeres de Salud en la primera línea durante los meses de la pandemia de Covid-19, la relación entre la Salud y la depredación ambiental capitalista y más. Pero ya llegaban jóvenes, trabajadoras y trabajadores de la región para participar de la inauguración de este nuevo espacio político y cultural del PTS en La Plata. Al día siguiente, la esperaban largas horas de guardia, donde ella como tantas y tantos trabajadores cuidan de nuestra salud, a pesar de las condiciones de precarización que denuncian y contra las que dan pelea.