El arzobispo de La Plata, Víctor Manuel "Tucho" Fernández, comenzó la ceremonia pasadas las 11 de la mañana. Con la Catedral algo concurrida, el evento giró alrededor del aniversario 40° del fin de la dictadura.
El mismo Fernández declaró que “esta democracia que amamos con sus valiosas instituciones aún tiene que mejorar, crecer y corregir procedimientos y cauces institucionales. Pero lo más serio es que no termina de cumplir su finalidad última que es la del bien común”. Luego, dándole continuidad al punto de que aún queda mucho por mejorar acerca de la democracia hizo hincapié en hablar de lo que él llama “los últimos”, osea, los más pobres.
Irónico hablar de quienes ningunean los derechos de los últimos y de quienes los ven de manera utilitaria frente a Kicillof, del Frente de Todos, y a Garro, de Juntos por el Cambio. Ambos son parte responsable de la crisis que estamos viviendo, la cual sabemos que siempre recae sobre los últimos.
El mandato de Juntos por el Cambio está marcado por la gran recesión económica, los tarifazos y despidos, por sus promesas de “reformas estructurales” neoliberales y por contraer la deuda con el FMI que al día de hoy nos sigue hundiendo cada vez más en la crisis.
A ese gobierno le siguió el del Frente de Todos, que llegó vociferando “hay 2019” y prometiendo heladeras llenas, cuando los únicos que ven llenas sus heladeras son las minorías poderosas. El gobierno que legitimó la deuda tomada por el macrismo y se tensionó en volcar todo en pagarle al fondo, a costo de la salud y la educación. Se podrían definir como recortadores seriales, recortaron en el presupuesto para combatir la violencia de género (sí, los mismos que llegaron diciendo que le ponían fin al patriarcado), en transporte y discapacidad.
Años dónde el aumento del dólar y de los precios pasaron a ser algo cotidiano (que aumenten los salarios es impensable) y donde los que triunfaron siempre fueron los mismos. Claramente no estamos hablando de la juventud, las mujeres o la clase trabajadora. Los que ganan desde hace años son los poderosos, los empresarios, los patrones.
Algo que tienen en común ambos gobiernos es que durante sus mandatos la Iglesia católica permaneció intacta, siguió gozando de su posición de poder sin que ninguno de los gobiernos cuestionara su accionar. Y si vamos a hablar de las acciones de la Iglesia, tenemos para rato. Podemos arrancar por los incontables casos de abusos sexuales encubiertos por todo el aparato eclesiástico. Casos como el de Eduardo Lorenzo o Rubén Marchioni en La Plata, ambos denunciados por abuso sexual pero amparados por el arzobispo platense. Ni hablemos de los casos encubiertos por el papa Jorge "Francisco" Bergoglio, cientos, miles de abusos ocurridos bajo los techos de las iglesias y el silencio de los poderosos.
Algo interesante que dijo el arzobispo durante la ceremonia del jueves 25 fue: “Algunas veces me encontré con algún caradura que vive de rentas, vive de la política, vive de su familia, vive de una herencia… pero no hace nada”. Gracioso, teniendo en cuenta que la Iglesia y el clero son financiados por el Estado, basándose en decretos impuestos en la última dictadura y que fueron mantenidos por todos los gobiernos que pasaron. Incluso se le otorgaron más aportes "indirectos" durante los últimos años. Entre esos beneficios está el sueldo de Tucho Fernández.
No es casualidad que la Iglesia católica mantenga su impunidad gracias a decretos de la dictadura, bien sabemos el papel crucial que jugó durante la misma. Legitimó su accionar en varias ocasiones, encubrió y dio "apoyo espiritual" a quienes se encargaban de desaparecer y torturar gente, fue cómplice del plan de apropiación de bebés y su cambio de identidad, bendijo las armas de la dictadura y hasta legitimó el arrojo de personas vivas al mar, los llamados "vuelos de la muerte".
Con el pasar de las décadas fue saliendo a la luz la complicidad de múltiples miembros de la Iglesia, como el mismo Jorge Bergoglio e incontables cardenales, arzobispos y obispos. Pero el histórico lazo entre la Iglesia y el Estado les otorgó impunidad.
Pese a esta macabra realidad, al arzobispo platense no le tembló la voz al exclamar "¡nunca más!" durante su discurso en el Te Deum.
La ceremonia terminó entre abrazos y fotos con todos los funcionarios que se hicieron presentes, Kicillof y Garro con una gran sonrisa posando con el arzobispo. Porque todos ellos saben bien que aquellas "denuncias" que se escucharon durante la ceremonia iban a permanecer ahí, intactas. Los últimos seguirán siendo tratados como los últimos y la Iglesia continuará recibiendo financiamiento del Estado. Por eso exclamamos "Iglesia y Estado asunto separado". | 
