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19 de junio de 2023 Twitter Faceboock

Entrevista
Facundo Aguirre y Ruth Werner: “La masacre de Ezeiza fue una emboscada de la derecha peronista, avalada por Perón”
Daniel Lencina | @dani.lenci

Se cumplen 50 años de la “masacre de Ezeiza” el 20 de junio de 1973. ¿En qué contexto político ocurren los hechos? ¿Cuál fue su objetivo? ¿Qué fracciones del peronismo se enfrentaron? ¿Cuáles fueron sus efectos? Para hablar de todos estos temas conversamos con Facundo Aguirre y Ruth Werner, miembros del PTS y autores de la investigación Insurgencia obrera en la Argentina 1969­-1976 (Ediciones IPS).

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En “Insurgencia Obrera” ustedes hablan de que entre los años 1969, año en que sucedió el Cordobazo y 1976, el año de inicio de la última dictadura militar, la Argentina vivió una “etapa revolucionaria”. La “masacre de Ezeiza” que relación tiene con los acontecimientos de aquellos años? ¿Qué lugar ocupa dentro de la definición de etapa revolucionaria? ¿Cuáles fueron las principales características de ese periodo?

Facundo Aguirre: La “masacre de Ezeiza”, no puede ser comprendida por fuera de las definiciones de la etapa abierta a partir del 29 de mayo de 1969 cuando se produjo el Cordobazo, un levantamiento obrero y popular que hirió de muerte a la dictadura de la Revolución Argentina y marcó el fin de lo que llamamos “Régimen Libertador”, instituido luego del “golpe gorila” contra Perón en septiembre de 1955.

Hay que entender que el Cordobazo fue una semiinsurrección. Es decir, una insurrección incompleta que no llegó a desarrollar toda su potencialidad. Lo consideramos así porque la movilización obrera y estudiantil derrotó a la policía pero careció de armamento y dirección para derrotar a las FFAA que intervinieron en la tarde y la noche del 29 de mayo para recomponer el orden en la ciudad. Los protagonistas fueron las masas obreras dirigidas por los grandes sindicatos, fundamentalmente SMATA y Luz y Fuerza, y el movimiento estudiantil, quienes se encontraron en las barricadas callejeras al grito de “obreros y estudiantes unidos adelante”. El Cordobazo fue un hito, una acción histórica independiente de las masas que marcó el inicio de una etapa que llamamos revolucionaria en el sentido que le daba Lenin de que “los de abajo no quieren” vivir como antes” y “los de arriba no puedan” vivir como hasta entonces”. El movimiento semiinsurreccional cordobés abrió un periodo de levantamientos y puebladas en ciudades del interior del país, siendo emblemáticos, el Rosariazo, el Tucumanazo, el Mendozazo, entre otros.

Ruth Werner: Hay que entender que la irrupción de la insurgencia obrera y popular, no fue un rayo en cielo sereno sino que produjo un cambio radical en la relación de fuerzas entre las clases. Con el Cordobazo no solo se iniciaba el fin de la dictadura sino un proceso de autoorganización fabril que explicarán el surgimiento del clasismo, de cual los sindicatos de FIAT Cóncord y FIAT Materfer (SITRAC-SITRAM) son su expresión más acabada. Esto fue acompañado por una radicalización política que puso a las ideas de la izquierda, el socialismo y el antiimperialismo en el imaginario de grandes sectores de masas de los trabajadores y la juventud. Este proceso de insurgencia social fue clausurado con el golpe genocida del 24 de marzo de 1976. En el camino se sucedieron siete gobiernos, se protagonizaron dos grandes huelgas de masas, la del Cordobazo en 1969, y la jornadas revolucionarias de Junio y Julio de 1975, procesos de ocupación de fábricas con rehenes, huelgas salvajes y levantamientos obreros locales como los Villazos de 1974/1975, surgimiento de las coordinadoras interfabriles e innumerables enfrentamientos donde la violencia política mostraba la radicalidad del conflicto. La clase obrera y el pueblo joven y trabajador dieron todo de sí enfrentando a la dictadura militar y posteriormente al régimen político de la burguesía argentina. Pero a la vez que la clase trabajadora y la juventud desafiaban al país burgués, la clase capitalista y sus dirigentes políticos y militares desarrollaron distintas respuestas de desvío y asonadas contrarrevolucionarias. Una de ellas fue la masacre de Trelew en 1972 llevada adelante por los militares contra los presos políticos de la dictadura que se habían fugado del penal de Rawson. La “masacre de Ezeiza”, fue una de esas respuestas contrarrevolucionarias contra la insurgencia, pero esta vez llevada adelante por la burocracia sindical y la derecha peronista.

En este libro ustedes llegan a afirmar que la Argentina vivió una “guerra civil de baja intensidad” ¿a qué se refieren con esa afirmación?

Facundo Aguirre: Con “guerra civil de baja intensidad” intentamos definir las formas del enfrentamiento que tomó la guerra de clases que abre el Cordobazo. Otra manera de plantear la cuestión es que hay rasgos y elementos de guerra civil a lo largo del periodo. Significa que la insurgencia obrera y popular en los momentos álgidos rompe con la legalidad burguesa y el choque entre las fuerzas sociales se dirime en distintos niveles de enfrentamientos físicos y callejeros. Esta ruptura del ordenamiento legal, obliga a la burguesía a apelar a respuestas contrarrevolucionarias que incluyen la represión estatal pero también paraestatal, que fue personificada por las bandas fascistas de la Triple A creadas bajo el manto protector del tercer gobierno de Perón. Las mismas se formaron para combatir a la vanguardia militante de la clase obrera y la juventud que desafiaba con sus luchas y autoorganización al Pacto Social y a las grandes patronales. La definición sirve para señalar también el carácter de la acción de las organizaciones guerrilleras que, con completo desinterés por la verdadera lucha de clases que protagonizan los trabajadores, llevaban adelante una guerra particular de aparatos con la derecha peronista y las Fuerzas Armadas.

No hablamos de guerra civil abierta como otros estudiosos del periodo como Beba Balve, Inés Izaguirre y Juan Carlos Marín, porque consideramos que el Cordobazo no dio lugar al doble poder que opusiera las instituciones creadas por las masas al calor de la insurrección, al poder del Estado burgués, abriendo un periodo de enfrentamiento donde el quiebre de la sociedad en dos bandos, solo se puede resolver mediante la victoria de un poder sobre otro. En ese caso la guerra civil, entendida como lucha abierta entre las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución, está al orden del día. La pregunta a hacerse es, ¿por qué no se desarrolló la guerra civil en toda su dimensión? Porque los militares se retiraron del gobierno, acordando antes con Perón, para evitar la derrota revolucionaria de las FFAA por la insurgencia obrera y popular. La burguesía apeló a que el peronismo y la burocracia sindical, desviaran y contuvieran el proceso social. La política de Perón, Isabel luego, y los dirigentes sindicales durante todo el periodo, fue tratar de evitar el desarrollo y la emergencia de un doble poder que anidaba germinalmente en la industria. Cuando en junio de 1975 el Plan Rodrigo empuja el desarrollo de las coordinadoras interfabriles, una especie de federación de consejos de fábrica que constituye un hecho revolucionario de primer orden, la burguesía a través de sus medios advierte sobre el peligro de los “soviet” o la “guerrilla fabril” en palabras del radical Ricardo Balbin y da por agotado al gobierno peronista.

En base a lo que dijeron, a partir del 25 de mayo de 1973 nació la primavera camporista ¿cuál fue la importancia del gobierno de Héctor Campora en relación a las aspiraciones de las masas obreras y el pueblo pobre y en relación a la burocracia de la CGT?

Ruth Werner: El camporismo es la política de Perón para seducir a la juventud radicalizada dentro del peronismo y para ganar las elecciones de marzo de 1973. El Gral Alejandro Agustín Lanusse se da cuenta que el régimen libertador está agotado e intenta negociar con Perón un Gran Acuerdo Nacional cuyo objetivo fundamental, más allá de las formas políticas que este acuerdo pudo o no adoptar, es poner fin a la insurgencia de masas. Esto da como resultado el retorno del peronismo al poder. Pero por distintas maniobras de la dictadura no va a ser el líder justicialista quien encabece la fórmula presidencial del Frejuli (Frente Justicialista de Liberación integrado por el PJ, el MID y otros partidos) sino que presentarán a Héctor Campora y a Francisco Solano Lima del Partido Conservador Popular. Cámpora no contaba con el apoyo de la burocracia sindical, pero sí con el apoyo de la juventud peronista hegemonizada por Montoneros que con su participación activa le dio la tónica a la campaña electoral. Por eso decimos que Héctor Cámpora representa una “primavera de tipo frentepopulista” en el sentido de que las masas y fundamentalmente la juventud, van a ver al gobierno del “Tío” como un gobierno proclive a cumplirr con las expectativas postergadas y cercano a las posiciones más radicalizadas de la JP. La asunción de Cámpora, el 25 de mayo de 1973 va a estar cruzada por el entusiasmo popular, los manifestantes intentan ocupar la Casa Rosada y son frenados por un cordón de seguridad de la Juventud Peronista luego de la retirada de los militares de la Plaza y por la liberación de los presos políticos de la cárcel de Villa Devoto, la noche del 25 conocida como el “Devotazo”. A renglón seguido un movimiento masivo de ocupaciones de empresas, oficinas públicas, escuelas y universidades por parte de los sectores populares pero también de la derecha que van a mostrar la debilidad del experimento camporista para contener la marea social. A esto se suma que la derecha peronista es resistente al gobierno de Cámpora por el lugar que le da a la juventud y es en estas coordenadas que hay que pensar lo que va a suceder en Ezeiza.

El 20 junio de 1973 lo que se suponía debía ser “una fiesta” terminó en una masacre ¿Por qué la burocracia sindical y la Tendencia Revolucionaria del peronismo se disputaron “el palco” desde dónde iba a hablar Perón en las inmediaciones del aeropuerto de Ezeiza?

Facundo Aguirre: El 20 de junio de 1973 Perón regresaba a Argentina luego de 18 años de exilio. Una movilización gigantesca va a recibirlo a Ezeiza, pero, debido a la violencia de los enfrentamientos comenzados desde el palco copado por los comandos de la derecha peronista al mando del Teniente Coronel Jorge Osinde y los matones de la Juventud Sindical que responden al Secretario General de la CGT, José Ignacio Rucci, el líder peronista aterrizó en la base militar de Morón recibido por los Comandantes en jefe de las FFAA. Desde temprano, los hombres de Osinde comenzaron un ataque desde el escenario disparando con armas largas sobre las columnas de la izquierda peronista, representadas por la JP y Montoneros (la Tendencia), en forma indiscriminada. La derecha peronista tuvo su “bautismo de fuego” en la “masacre de Ezeiza”. Al día siguiente los medios más importantes hablaron de enfrentamientos y peleas entre grupos antagónicos (ver La Prensa, Clarín y La Razón de esos días) cuando fue una emboscada organizada con antelación por la derecha peronista. Los datos de Horacio Verbitsky en su libro “Ezeiza” hablan de un saldo de 13 muertos, 365 heridos y decenas de torturados. La “masacre de Ezeiza” es considerada por algunos autores como la primera aparición de lo que posteriormente pasaría a llamarse Triple A (Alianza Anticomunista Argentina).

A partir de la masacre de Ezeiza ¿cuál es la dinámica general de los acontecimientos posteriores?

Facundo Aguirre: Perón no tardó en ubicarse del lado de los pistoleros y de la “patria peronista”. El 21 de Junio habló por Cadena Nacional y, sin repudiar los violentos ataques del día anterior, dijo: “Es preciso volver a lo que fue en su hora el apotegma de nuestra creación: de casa al trabajo y del trabajo a casa, porque sólo el trabajo podrá redimirnos de los desatinos pasados. Ordenemos primero nuestras cabezas y nuestros espíritus […] Por eso deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales que por ese camino van mal. Así, aconsejo a todos ellos tomar el único camino genuinamente nacional: cumplir con nuestro deber de argentinos sin dobleces ni designios inconfesables”. El mensaje no solamente buscaba interpelar a los sectores del peronismo más radicalizados sino que le daba vía libre al accionar de los grupos fascistas para aniquilar la vanguardia obrera y estudiantil.

Lo que iba a ser una fiesta histórica del peronismo se convirtió en una tarde de terror para los manifestantes Ezeiza. Se inicia una fuerte ofensiva de la burocracia sindical y de los sectores más conservadores y reaccionarios del peronismo buscando dar un golpe palaciego al Gobierno de Cámpora. Después de Ezeiza, la primavera camporista llegó a su fin, duró 49 días. Cámpora fue derrocado por un golpe palaciego, siendo reemplazado por Raúl Lastiri -yerno de José López Rega- hasta que en octubre asumió Perón. En su tercera presidencia gobernó junto a los sectores más reaccionarios del Movimiento Peronista manteniendo muy buenas relaciones con la burguesía nacional. El General no estaba cercado, como solía justificar vez la “juventud maravillosa”, sino que tomó una decisión política: enfrentarse a las organizaciones de izquierda que le disputaban el poder a su viejo aliado sindical y organizar la represión obrera y juvenil utilizando dos vías: la legal y la clandestina. Poco a poco las posiciones conquistadas por la izquierda peronista fueron cayendo. Los gobernadores afines a la Tendencia revolucionaria del peronismo cayeron en manos de golpes derechistas como el Navarrazo en Córdoba, para señalar el más emblemático. Este golpe fue un verdadero anti-cordobazo que tuvo por objetivo liquidar a las organizaciones y dirigentes que habían sido la cabeza y punta de lanza de la semiinsurrección de 1969.

Este año se cumplen 40 años de democracia en la Argentina ¿cómo evalúan el rol del peronismo en estas décadas y sobre todo en estos últimos años del gobierno del Frente de Todos?

Facundo Aguirre: Rucci tiene una frase famosa donde dice que Perón regresó al país para evitar un “baño de sangre”, pero la verdad es que el propio Perón, Isabel, López Rega, la burocracia sindical, abrieron el camino de un baño de sangre con el objetivo de aislar y liquidar a la vanguardia militante de los trabajadores y la juventud que protagonizaba la insurgencia obrera y juvenil. Esta insurgencia fue la mayor amenaza a la burguesía argentina en la historia del país. Perón, al contrario de lo que creía la izquierda peronista de que vendría a ponerse a la cabeza de la insurgencia y del proceso de liberación, regresó como un recurso contrarrevolucionario de la burguesía argentina. Sin embargo, muerto Perón, el peronismo de Isabel y la burocracia fracasó en su objetivo de domesticar a los trabajadores e intentó, para salvar a la clase capitalista de la catástrofe económica, imponer un programa de ajuste brutal contra su propia base social, con el llamado Plan Rodrigo. Este intento fue derrotado por la huelga general de junio y julio de 1975, que expulsó a las bandas fascistas del poder. Este movimiento de insurgencia fabril indicaba el comienzo de la ruptura de la clase obrera con el peronismo. Por eso la burguesía da el golpe genocida.

El peronismo es, entonces, el principal responsable de la derrota de los trabajadores por la dictadura genocida. El peronismo que surge tras la caída de dictadura y la guerra de Malvinas es parte de lo que, tomando a Alejandro Horowics, podemos denominar, “democracia de la derrota”, una restauración constitucional donde las fuerzas políticas tradicionales que habían colaborado con los genocidas (como la UCR y sectores del propio peronismo) van a llevar adelante una política que tiene por fin garantizar la subordinación del país al FMI, fortalecer a los grandes grupos económicos que se hicieron dueños del país con la dictadura genocida y avanzar en su política de precarizar y destruir los derechos y posiciones conquistadas por la clase trabajadora. El programa económico de la dictadura fue llevado hasta el final por un gobierno peronista, el de Carlos Menem, cuyo ministro estrella fue Domingo Cavallo, el mismo que estatizó las deudas de los grupos económicos. Menem gobernó con el apoyo de gran parte del staff de lo que hoy se llama Unión por la Patria (nuevo sello del Frente de Todos) y la derecha del PRO.

Ruth Werner: El kirchnerismo, que tuvo el desafío de reconducir los movimientos que habían nacido de la rebelión popular de diciembre del 2001, corrupción y cooptación mediante, retomó un relato “setentista” cuyo eje fue la autocrítica del enfrentamiento radical con Perón para rescatar la idea de la “armonía de clases”, en nombre de la alianza con la burguesía nacional. Ya no se trataba de reivindicar la “patria socialista” sino de defender que los empresarios “la levantan en pala”, en nombre del capitalismo como sistema más eficiente, como no se cansa de decir CFK. El kirchnerismo tuvo por épica pagar la deuda externa ilegal, ilegítima y fraudulenta de la dictadura y el menemismo. Y luego de contener la bronca popular que en diciembre del 2017 amenazaba con terminar con el macrismo y su ajuste en las calles, retornó al poder con Alberto Fernández y CFK para garantizar el pago al FMI, con la enorme secuela de pobreza, hambre y precarización que hoy estamos viviendo.

El fracaso del kirchnerismo en su objetivo de “frenar a la derecha” llevando adelante una política que la emula, habla de que el peronismo no es un instrumento para defender los intereses de la clase trabajadora, el pueblo pobre y de oposición al imperialismo. Es momento de plantear ofensivamente, que la salida es por izquierda y que hay que conquistar la independencia política de los trabajadores para retomar las banderas revolucionarias de la generación del 70 de una sociedad socialista.

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