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25 de junio de 2023 Twitter Faceboock

La pelea contra el asbesto a lo largo de la historia: un mal de todas las épocas
Santiag Chlan | Estudiante de Medicina UBA

Un repaso por los distintos momentos históricos donde este mineral enfermó a millones de personas. Hoy los trabajadores y trabajadoras del Subte de la Ciudad de Buenos Aires vuelven a reabrir el debate.

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El asbesto, un material altamente cancerígeno, ha sido utilizado durante décadas en diversos sectores industriales, a pesar de conocer sus peligros para la salud. Desde la antigua Roma hasta la actualidad, miles de trabajadores han sido víctimas de esta sustancia mortal. Aunque en Argentina está prohibido desde 2003, los gobiernos y empresarios siguen ignorando las regulaciones internacionales y exponiendo a los trabajadores a enfermedades respiratorias y cáncer. Es hora de poner fin a la complicidad de los gobiernos y empresarios en la exposición al asbesto. La vida de los trabajadores no puede ser sacrificada en vistas de las ganancias de unos pocos.

El asbesto o, como se le decía anteriormente, amianto, es el nombre que recibe el grupo de minerales compuestos por silicatos (un tipo de mineral encargado de generar rocas) de cadena doble (actinolita, grunerita, antofilita, crisolito, crocidolita y tremolita). Los nombres técnicos no son tan importantes como sus propiedades y sus usos industriales: este grupo es resistente a las altas temperaturas y son lo suficientemente flexibles para que puedan separarse y entrelazarse nuevamente.

Debido a estas propiedades físicas se lo ha utilizado históricamente en los materiales de construcción, pinturas y en la industria textil. De hecho, uno de los primeros registros que se tienen sobre el asbesto en la literatura médica es debido a la muerte de Nellie Kershaw en 1924, una trabajadora textil inglesa. El perfil biográfico de Kershaw es impresionante por lo gráfico que resulta ver quiénes son históricamente las principales víctimas de la desidia empresario-estatal con el aumento de ganancias: tuvo que abandonar la escuela a los 12 años para trabajar en una fábrica de algodón, cambió de trabajo a los 5 meses y se instaló en las fábricas con asbesto para el resto de su corta vida muriendo a los 32 años, dejando una hija de 4 años, huérfana, por culpa de un trabajo esclavo, luchando hasta el final de su vida por una indemnización que nunca llegó.

El asbesto como cuestión histórica

Los esclavos que tejían ropa de asbesto para el Imperio Romano fueron descritos por tener una “enfermedad de los pulmones”. Las épocas de Alejandro Magno dejan historias donde miles de hombres y sus caballos habrían muerto en la India tras beber de un arroyo envenenado.

En el siglo XX, los trabajos científicos abundaron en relación con la descripción de distintos tipos de cáncer, la fibrosis y los mesoteliomas, un tipo de cáncer poco común que afecta los recubrimientos (el pleura y el peritoneo) y que se vincula estrechamente con la exposición del asbesto. Es importante dejar en claro que, las investigaciones sobre salud ocupacional que se realizaron en Europa durante el siglo XX no fueron, simplemente, un acto de bondad de los empresarios para sus obreros, sino un producto de las movilizaciones realizadas por el movimiento obrero organizado de la época. Demostrando así, nuevamente, que ante el avance del capital que busca pauperizar nuestras vidas, la única salida debe ser luchando para una salida que dé respuesta a las necesidades de las grandes mayorías. Entre ellas, no morir por el hecho de tener que trabajar.

En los años ‘20 se había empezado a realizar estudios en las fábricas del Reino Unido, pero fue recién en los años ‘50 que tras un informe realizado por la inspección de fábricas dando un saldo de 235 casos de muertes por asbestosis entre 1924 y 1946 se comenzó a estudiar en profundidad. Desde ya los magnates dueños de grandes fábricas y empresas intentaban acortar camino y pagarle a las víctimas o sus familiares un monto monetario antes de tener que modificar sus instalaciones.

En los ‘20, fueron justamente los inspectores industriales quienes buscaban ejercitar una “paciencia pedagógica” permitiéndole a las empresas salir impunes con tal de no actuar como patrulleros industriales. La vida de miles de laburantes quedaba en segundo plano a raíz de los acuerdos económicos y la falta de independencia política de los grupos políticos del momento. En la década del ‘50 la expectativa de vida para las personas con estas patologías era de 25 años debido a las condiciones materiales a las cuales estaban sometidos los obreros y obreras afectadas.

Recién en los ‘90 y principios del 2000 que se empieza a legislar mundialmente contra el asbesto, prohibiendo su uso debido al consenso científico que implica la peligrosidad ante la exposición mínima al mineral.

Al día de hoy, tal es el reconocimiento de la peligrosidad de las exposición que existe a nivel mundial fondos fiduciarios (trusts) para indemnizar a quienes han sufrido enfermedades relacionadas.

A nivel mundial la falta de instalaciones para personas que padecen de estas enfermedades debido a la falta de presupuestos en salud debido a los modelos neoliberales en atención sanitaria, tal como ha quedado esgrimido durante la pandemia, disminuye la capacidad de asistencia que se puede proporcionar.

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Recordemos que el mesotelioma es un cáncer mortal que puede aparecer hasta 40 años después de haber aspirado alguna partícula de asbesto.

Ciudad de Buenos Aires: vuelve el asbesto

En 2018, lxs laburantes del Metro de Madrid denunciaron la muerte de un trabajador por asbesto. Muchas formaciones de la línea B habían sido adquiridas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2011 (allá lejos y hace tiempo cuando Mauricio Macri era intendente) por lo que los metrodelegados decidieron parar. Los trenes habían sido puestos fuera de funcionamiento por la presencia del asbesto, pero también por fallas técnicas. La gestión del momento, en aras de ahorrar a costa de la vida de millones, le compró los vagones al gobierno español.

Los propios trabajadores le pidieron a la Universidad Nacional del Sur un informe: la sospechas dejaron de ser tales para transformarse en hechos concretos. El estudio realizado por el Departamento de Geología de dicha casa de estudios dictaminó una “peligrosa presencia de asbesto” en las formaciones en las líneas B, C y E. En diciembre de 2018, la empresa estatal SBASE (Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado) reconoció la presencia de amianto y largó un plan que no llevó a cabo. El presidente de SBASE, en una nota con CNN, admitió no haber leído la composición de los trenes contaminados. El resto se cuenta solo.

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El asbesto como problema de salud ambiental

La salud ambiental es una disciplina encargada de aspectos sanitarios que incluyen la calidad de vida y el bienestar social, ambos determinados por factores sociales y psico-sociales, ambientales, físicos, químicos y biológicos. Es decir, cualquier elemento con el cual interactuamos puede realizar modificaciones en nuestra salud como sujetos. Algunas de estas interacciones pueden no ser nocivas, pero otras pueden ser muy patológicas.

La intención de una mirada hacia la salud ambiental es poder controlar y prevenir factores nocivos en el medio ambiente que afecten a las futuras generaciones. Es un conjunto analítico de conocimiento y práctica que en las universidades puestas al servicio del empresariado concentrado no se discute y en el sistema sanitario (argentino pero a nivel mundial es la misma situación) no se aplica por el colapso propio de la atención pública.

El asbesto es una sustancia que se encuentra originariamente en la naturaleza, previa intervención del ser humano, pero que con la industrialización y el avance civilizatorio (o la conquista del pavimento por sobre el barro) se ha puesto en valor debido a sus propiedades físicas que colaboran con la agilización y la eficiencia en los procesos productivos o mismo abaratan costos en diferentes bienes y servicios como serían las viviendas construidas con este material como aislante térmico.

En el subte, el principal transporte público de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, más de un millón de personas utilizan alguna de las seis líneas del subte para movilizarse. Es decir, más de un millón de personas están potencialmente expuestas a este material. Los familiares de los trabajadores también están en riesgo dado que esta pequeñísima fibra se traslada en la propia indumentaria que tienen por lo que incluso los hijos y parejas se exponen profundamente a este peligro. Los trabajadores (operarios y boleteros, personal de limpieza y administrativo) se sumergen cotidianamente durante al menos seis horas en una cápsula que los aísla del mundo exterior y los expone cotidianamente a este patógeno: sobre esto hemos escrito, pero es importante remarcar que frente a la exposición disminuir el tiempo que pasan allí colaboraría a disminuir el riesgo que tienen de enfermar en peores condiciones.

La atención primaria de la salud, por ejemplo, tiene como principal elemento la prevención de las enfermedades y allí es donde entra la importancia de la desasbestización del subte: no son solo sus trabajadores y trabajadoras, son los millones de usuarios y las familias que están expuestas. Es allí que la salud ocupacional entra en juego, dado que nuestro ambiente es muchas veces el ambiente del espacio de trabajo donde pasamos gran parte de nuestros días y de allí se deduce que sin un entorno sano no existe posibilidad alguna de estar sanos dentro de un proceso de salud-enfermedad constante. Es además un derecho básico no morir por tener que vivir en el trabajo y por eso es imperante que deje de quedar sin solución la demanda de los y las trabajadoras del subterráneo porteño.

Gobiernos y empresarios: cómplices de una desidia total

En la Argentina desde el año 2003 que se prohíbe “la producción, importación, comercialización y uso de fibras de asbesto”. Las instituciones internacionales que lejos están de priorizar a los trabajadores y al pueblo pobre, y que prioriza ante todo el desarrollo de las empresas también han tenido que fallar en contra: desde organizaciones de carácter internacional como la ONU en sus variables (Organización Mundial de la Salud, Organización Internacional del Trabajo, Organización Mundial del Comercio, etc) hasta el bloque económico de la Unión Europea. No hay excusa para la cual puedan dar a entender que no conocen las regulaciones, que no saben que hay asbesto, que no entienden que es cancerígeno.

Empresarios y gobernantes saben muy bien lo que es el asbesto: lo conocen. Lo que también saben es el efecto que tiene en la salud. Eligen, sin dudar ni un momento, que miles de trabajadores en todo el mundo,incluida acá la Argentina, terminen sus años de vida sin poder levantarse de la cama por los problemas respiratorios que les causa. Es a conciencia la elección que hacen para que tantxs trabajadorxs se ahoguen y sientan como si pedazos de vidrio quisieran salir de sus pulmones. Priorizan sus ganancias, aumentando cada vez más el valor del transporte, en vez de la salud de lxs trabajadorxs y lxs usuarixs. Deciden, cotidianamente al no desasbestizar formaciones y otras dependencias, que haya familias sufriendo sin saber cuándo un estudio de sangre va a dar mal y haya que pedir turno con un oncólogo.

La pregunta del millón es qué ha pasado en estos más de 20 años desde la prohibición del asbesto en la República Argentina que aún seguimos discutiendo la desasbestización. Han pasado diferentes firmas a cargo del servicio del subterráneo, han pasado gobiernos de diferentes tintes políticos tanto a nivel municipal como nacional, pero ninguno ha hecho nada a favor de quienes se transforman en víctimas de la precarización de la vida como política de Estado.

Allí es donde la izquierda da una pelea constante con figuras como Claudio Dellacarbonara, dirigente del Movimiento de Agrupaciones Clasistas (MAC) dentro del PTS, poniéndose al frente y siendo reconocido por miles como uno de los referentes que es consecuente con las luchas y que busca dar una salida desde abajo y por izquierda para las grandes mayorías trabajadoras. Allí es donde los espacios de asambleas entre laburantes para deliberar y decidir que hacer, para concertar planes de lucha e incluso para debatir sobre temáticas que no son exclusivas del subte son necesarias.

Organizarse para desasbestizar

Frente a las polémicas posturas de muchos miembros de la prensa pro-patronal y anti-obrera, Claudio Dellecarbonara, miembro del secretariado del Sindicato del Subte AGTSyP, comentó varias veces en diferentes medios televisivos que las medidas de fuerza que se realizan en las formaciones no son en contra de lxs usuarixs, sino en defensa de ellxs.

Pero la demanda no es solo por la desasbestización: son también por reducción de la jornada laboral y que no haya más obreros que dejan la vida en el trabajo. Pelean porque no quieren más descuentos por pelear y defender sus vidas; contra la campaña de amenazas con sanciones injustificadas.

Están en lucha porque sus condiciones de trabajo son insalubres aunque no quieran reconocerlo: no ven el sol durante al menos 6 horas lo que modifica los ritmos del organismo; les toca presenciar, como me contaba un trabajador del sector de tráfico en la cabecera de la línea B, a decenas de suicidios dejando efectos psicológicos de larga data; están expuestxs a micropartículas y ondas electromagnéticas; su audición se ve disminuida por el constante nivel de contaminación sonora que se genera por las formaciones en continuo movimiento; su visión se ve afectada por la nula luz natural. Son pacientes devotos de la salud ocupacional.

Pelean frente al incumplimiento de la apertura de la discusión paritaria vencida el 28 de febrero: porque el boleto aumenta, pero el salario no.

Nuestro rol como estudiantes del Observatorio Ambiental de Conflictos y Soluciones Ambientales no es solamente atestiguar la lucha, somos partícipes y ponemos el cuerpo y nuestros conocimientos para que triunfen lxs trabajadorxs. Queremos construir junto a ellos otro transporte, uno gestionado y controlado por quienes lo hacen funcionar sin que las ganancias se las queden unos pocos, y otra sociedad que valga la pena ser vivida.

Bibliografía utilizada

AFARIAN, Jorge (2020) El asbesto en el subte de la Ciudad de Buenos Aires. Esperas, salud y conflicto colectivo de trabajo. Avá (36). Recuperado de http://www.scielo.org.ar/pdf/ava/n36/1851-1694-ava-36-00243.pdf

BARTRIP, P. (1998) Too little, too late? The Home Office and the Asbestos Industry Regulations, 1931. Medical History (42). Recuperado de https://www.cambridge.org/core/services/aop-cambridge-core/content/view/B477C26F050739D84A8DD039F38CCFCB/S0025727300064334a.pdf/too-little-too-late-the-home-office-and-the-asbestos-industry-regulations-1931.pdf

COOKE, W.E. (1924) Fibrosis of the lung due to the inhalation of asbestos dust. British Medical Journal (2:3317). Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2304688/pdf/brmedj05824-0015a.pdf

JEREMY, D. J. (1995) Corporate Responses to the Emergent Recognition of a Health Hazard in the UK Asbestos Industry: The Case of Turner & Newall, 1920-1960. Business and Economic History (24:1). Recuperado de https://thebhc.org/sites/default/files/beh/BEHprint/v024n1/p0254-p0265.pdf

Universidad Nacional del Sur (2018) Asbesto en los subtes de Buenos Aires: qué dice la investigación realizada por la UNS. Recuperado de http://www.uns.edu.ar/noticias/2018/4553. Se pueden ver los informes propios de las líneas C y E en la página oficial del sindicato AGTSyP.

 
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