Es México, 1985. El día jueves 19 de septiembre, cuando el reloj marcaba las 7:17 de la mañana un terremoto de 8.1 M, va a venir a romperle el rostro a la vieja ciudad de hierro. Nada volverá a ser igual. Miles se quedarán sin casa, perderán a sus familiares o perderán la vida, uno de esos miles fue Rockdrigo González.
Chilangolandia: un buen lugar para probar suerte
Oriundo de Tampico, Tamaulipas, Rockdrigo llegó a Chilangolandia, también conocida como la Ciudad de México, entre 1977 y 1978. Vino a probar suerte con sus canciones. La probó en la calle, en los buses y en los cafés. ¡Y la pegó! La pegó con su guitarra de palo y sus letras llenas de puro contenido, recortes de una realidad citadina post “milagro mexicano”.
Llegó años después de Avándaro. Cuando las autoridades habían proscrito el rock and roll y literalmente, como dijera Alex Lora por aquellos años, solo podía tocar el hijo de Díaz Ordaz. Hay que recordar que como hoy, también eran tiempos oscuros. Las voces ahogadas en sangre en la Matanza del Jueves de Corpus del 71 aún se escuchaban a unos pasos de cualquier lugar de la ciudad. Empero y muy a pesar de las autoridades y su censura el Rock nacional sobrevivió, afortunadamente.
Los intelectuales de los tiempos híbridos
Autor de más de 80 composiciones, en un tiempo relativamente corto, hay en el trabajo musical de González un retrato de esa urbanidad ecléctica y farragosa, muy de las grandes ciudades, en las que pasa de todo y todo parece pasar desapercibido para todos, menos para el poeta, que atento logra captar lo mismo los metafóricos virajes de un perro en el periférico que la soledad de una ama de casa un poco triste:
Pasas tus días siempre a través de la ventana
Soñando el tiempo, barriendo a veces con desgana
Ya muy temprano, haz preparado el desayuno
Y ahora tienes que apurarlos uno a uno
Rockdrigo González, Ama de casa un poco triste.
Álbum El profeta de nopal, 1984
A través de su lírica, es fácil descubrir que aun en sus canciones escritas en tercera persona, hay siempre un destinatario o destinataria que encaja con la descripción que el cantautor hace en ellas. Mejor pórtate sensato, le dice al bravucón de esquina que muchos exhiben a la primera oportunidad; les hace balance a los intelectuales de café; y señala la podredumbre que hay por todos lados en la que las ratas lo controlan todo, es el tiempo de híbridos del “agandalle trasnacional y la vulgar falta de identidad".
En 1983 el escritor José Agustín dijo acerca del quehacer del cantautor “con Rodrigo González tenemos ya, de entrada, un rock más complejo, crítico, inteligente y muy mexicano. "
Un manifiesto rupestre
Los rupestres por lo general son sencillos, no la hacen mucho de tos con tanto chango y faramalla como acostumbran los no rupestres pero tienen tanto que proponer con sus guitarras de palo y sus voces acabadas de salir del ron; son poetas y locochones; rocanroleros y trovadores. Simples y elaborados; gustan de la fantasía, le mientan la madre a lo cotidiano; tocan como carpinteros venusinos y cantan como becerros en un examen final del conservatorio.
Fragmento del Manifiesto rupestre, autor Rockdrigo González
El movimiento rupestre va a ser ante todo un do it yourself. Sus precursores, son cantantes de a pie, es decir, gente como uno. No cantaban como los dioses pero cantaban como humanos. Eran rupestres armados de guitarras de palo y letras profundas, como bien apunta Rockdrigo, por lo general eran sencillos, simples y elaborados.
Agrupados en el Colectivo rupestre, formado en torno al manifiesto rupestre, podemos contar a diversos exponentes como Rafael Catana, Fausto Arrellin, Nina Galindo, Eblen Macari, Roberto Ponce, Roberto González, Armando Rosas, Caros Arellano y por supuesto a Rockdrigo, quien tuvo el encargo de redactar el texto fundacional de todo cantautor que se reconozca como rupestre.
El aporte de Rockdrigo González
El legado de González es grande y atemporal. A su modo le da voz al proletariado urbano en canciones como “Balada del asalariado” o “Buscando trabajo”. Basta escuchar sus sesiones en vivo, Aguascalientes de 1984, por ejemplo, para notar que su trabajo de juglar está anclado, metáforas más metáforas menos, en los sectores más golpeados por el avance del capitalismo y que son los trabajadores y sus familias, algunos de los actores centrales en sus historias convertidas en canción.
Con un lenguaje fresco que oscila entre la lengua culta y el arrabal, su aporte a la cultura y la música mexicana tiene vigencia debido a que mucha de la crítica social que introdujo en su obra, tristemente aún puede hacerse casi al pie de la letra. La falta de oportunidades para quienes buscan un futuro mejor en esta selva de asfalto, continúa; el desasosiego de vivir en una selva de concreto sin tiempo de cambiar la vida, por culpa del trajín obligatorio de la cotidianeidad, opera.
El distante instante del 85
Es raro que el mito de un personaje comience poco después del momento de la muerte, pero el mito de Rockdrigo González comenzó apenas el 19 de septiembre fue alejándose. A menudo se dice que en verdad no murió y que se hartó de la fama que estaba cosechando en el momento en que la muerte le dio alcance. En fin, por la fatalidad de lo natural no tuvo tiempo de cambiar su vida.
Muy de las calles, de las esquinas su cantar es siempre un ensayo sobre la realidad un querer fugarse y a la vez quedarse en Chilangolandia, la gran Tenochtitlán llena de claroscuros. Sin ser un cantante identificado como contestatario, el oriundo de Tampico, lo es. Un disidente de esta historia de la no historia que canta acerca de ti y acerca de mí. |