La nueva jornada de revuelta popular en Francia se destacó por los enormes operativos policiales especialmente en los barrios obreros y la resistencia de cientos de jóvenes que intentan defenderse con fuegos artificiales, barricadas improvisadas y fogatas para mitigar los efectos de los gases tóxicos que arroja a mansalva la policía.
Tras el cobarde asesinato el pasado martes del joven Nahel durante un control policial a plena luz del día, se desató una verdadera rebelión popular en toda Francia. La represión fue inmediata y brutal. Desde el jueves el gobierno de Macron desplegó alrededor de 40.000 efectivos policiales a lo largo y ancho del país, con orden de detener manifestantes para “restablecer el orden republicano” según declaró el propio ministro de Interior, Gérald Darmanin.
El viernes, el ministro volvió a azuzar la represión publicando en Twiter que "Siguiendo mis firmes instrucciones, se han efectuado 667 detenciones", número que luego siguió aumentando hasta casi 900.
La represión es inédita, pero también la resistencia popular que se ha extendido a cada barrio de las principales ciudades del país. A zonas obreras de la periferia parisina, Hauts-de-Seine, Seine-Saint-Denis y Val-de-Marne, donde sigue extendiéndose la bronca popular, se suman numerosas ciudades de provincias: enfrentamientos en Rennes (capital de la región de Bretaña), Nantes (capital de Países del Loira), Roubaix y Tourcoing, en el extremo norte francés (Alta Francia), en Marsella (capital de Provenza) a las costas del Mediterráneo.
La indignación contra la violencia del Estado y el racismo policial se extendió incluso a las colonias francesas de Martinica, Guayana (ambas en América) y Reunión (África). También hubo protestas en Bruselas, la capital belga que alberga las instituciones centrales de la Unión Europea, donde los manifestantes fueron reprimidos.
Al final de una nueva noche de revueltas este viernes, se informó que se habían incendiado 1.900 coches, más que en el punto álgido de las revueltas de 2005. Asimismo, casi 500 edificios resultaron dañados por el fuego. Todas cifras que atestiguan la profundidad de la ira que sigue extendiéndose.
Como dijimos, el gobierno está respondiendo con una brutal represión que incluye a fuerzas especiales como GIGN, BRI y RAID, usualmente utilizadas para la “lucha contra el terrorismo”. Los vídeos muestran a efectivos de estas unidades, patrullando armados, tratando de sembrar el terror y deteniendo a jóvenes.
En Nanterre (Hauts-de-Seine), hacia medianoche, la BRI penetró con un coche ariete en las barricadas levantadas frente al barrio Pablo Picasso, epicentro de la protesta. En Lille (capital de Alta Francia), el sitio Mediapart informó que "según varias imágenes difundidas en las redes sociales, agentes de policía recorrían las calles con fusiles en mano y efectuaban detenciones apuntando a sus objetivos con armas de fuego".
Una salida que apuesta al terror y que ilustra el régimen de excepción que ha impuesto el gobierno en los barrios populares. Solo en Seine-Saint-Denis, una fuente policial declaró al diario Le Monde que las fuerzas de represión dispararon unos 1.300 cartuchos de LBD (lanzadores de balas de defensa) y 1.200 granadas de gas lacrimógeno. Como informa el mismo sitio, el gobierno impuso toques de queda y restricciones a los transportes: "tres ciudades de la región parisina han instaurado un toque de queda nocturno hasta el lunes 3 de julio: Clamart (Hauts-de-Seine), [...] Neuilly-sur-Marne (Seine-Saint-Denis) y Savigny-le-Temple (Seine-et-Marne). Según AFP, el ayuntamiento de Compiègne (Oise) también ha impuesto un toque de queda para los menores de 16 años no acompañados, válido de 22:00 a 6:00 horas, durante todo el fin de semana".
En estas circunstancias, el conjunto del movimiento social y de la izquierda política y sindical debe coordinarse para que los jóvenes que se levantan contra el racismo de Estado y los asesinatos policiales no queden aislados. Como en otros estallidos y luchas sociales, el principal cómplice del gobierno represor es la burocracia sindical que dirige las centrales obreras e impide conscientemente que se unifique la lucha contra la represión policial, con la lucha contra la reforma de las jubilaciones, y otras demandas obreras y populares.
Como ha señalado el dirigente de la izquierda combativa francesa, Anasse Kazib, es necesario poner en pie de lucha a todos los sectores obreros (que vienen de protagonizar el gran movimiento contra la reforma jubilatoria) para, junto a la rebelión popular en curso, derrotar la represión con la huelga general y la movilización masiva, lograr la inmediata liberación sin cargos de todos los detenidos y la desmilitarización de las calles. |