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2 de julio de 2023 Twitter Faceboock

Ideas de Izquierda
[Francia] Revueltas en los barrios populares: ¡el movimiento obrero debe construir una respuesta de conjunto!
Nathan Erderof

Presentamos a continuación un artículo de Nathan Erderof donde analiza los levantamientos en Francia en respuesta al asesinato de Nahel por la policía. Erderof es miembro de la redacción de Révolution Permanente, donde fue publicado originalmente bajo el título “Révoltes dans les quartiers populaires : le mouvement ouvrier doit construire une riposte d’ensemble!”.

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[Desde París] Frente a los levantamientos en reacción al asesinato policial de Nahel, las direcciones sindicales se mantienen al margen. Mientras el gobierno busca aislar y aplastar la protesta social, deben apoyar a la juventud de los barrios populares y construir una respuesta a la altura de la ofensiva autoritaria y represiva de Macron, planteando un programa y un plan de lucha por medio de huelgas y manifestaciones que planteen la perspectiva de un movimiento que unifique todo.

Desde la ejecución de Nahel el martes por la mañana, los jóvenes de los barrios populares se han amotinado. Tras una primera noche de disturbios, la bronca escaló el miércoles por la noche. Además de Nanterre, donde se produjo el asesinato del adolescente, las protestas se extendieron a toda la región parisina y a numerosas ciudades de toda Francia. La noche del jueves al viernes parece haber confirmado la situación: en la región parisina, Grenoble, Lille, Lyon, Marsella, hasta incluso Bruselas, y por todas partes la rabia bramaba en los barrios obreros.

Las revueltas tras la muerte de Nahel han abierto una nueva crisis, y el gobierno está tomando medidas enérgicas

Se trata de una revuelta legítima, basada en el racismo policial, la precariedad laboral y la falta de todo, y dirigida contra los símbolos del Estado: ataques a ayuntamientos, prefecturas incendiadas, comisarías invadidas, fuerzas policiales obligadas a retirarse, etc. Todo ello trae a la memoria el recuerdo de 2005, cuando los jóvenes de los suburbios estallaron de bronca tras el asesinato de Zyed y Bouna. Es un fantasma que el propio gobierno teme. Aunque el gobierno, consciente del carácter volcánico de las protestas, intentó en un primer momento eximirse de toda responsabilidad denunciando un acto “inexplicable” e “inexcusable” y pidió la disolución de un sindicato de policía que simpatiza con [el político de extrema derecha Éric] Zemmour. No obstante lo cual, pronto lanzó una violenta ofensiva represiva.

El número de policías se cuadruplicó con respecto al día anterior (más de 40.000 en toda Francia la noche del jueves, y 45.000 la noche siguiente), se movilizaron los RAID, BRI y GIGN, se establecieron toques de queda locales y se detuvo a más de 800 personas: la represión desplegada por el gobierno la noche del jueves al viernes da cuenta de los medios excepcionales movilizados para reprimir a los barrios populares. La última vez que el ejecutivo utilizó fuerzas especiales de intervención para “mantener el orden” fue en Guadalupe, en noviembre de 2021, y más recientemente en Mayotte, en el marco de la operación colonial Wuambushu. Otra comparación útil: el 23 de marzo, en el momento álgido de las protestas contra la reforma de las pensiones, se desplegaron 12.000 policías y gendarmes. Es decir, casi cuatro veces menos que el jueves por la noche.

Todo ello vuelve a poner de relieve el modo específico y neocolonial de represión al que están sometidos los habitantes de los barrios populares, y que probablemente se acentuará aún más. El viernes por la tarde, al término de una nueva reunión de crisis, el Presidente de la República tomó la palabra para anunciar “medios suplementarios” para hacer frente a los disturbios y “restablecer el orden republicano”, mientras que su Ministro del Interior pedía a los prefectos que pararan los autobuses y tranvías en toda Francia esta noche a partir de las 21hs. También podría declararse el estado de emergencia en los próximos días, en función de cómo evolucione la situación, mientras la derecha, la extrema derecha y los sindicatos policiales no dudan en utilizar una retórica de guerra civil.

La cuestión de la represión y la respuesta política a la misma parece, pues, un tema central en la nueva secuencia que se ha abierto. Esto es tanto más cierto cuanto que, si bien el asesinato de Nahel puede haber actuado como un electroshock, poniendo de relieve la realidad de la violencia policial, en particular contra las poblaciones racializadas y los barrios obreros, se produjo en un momento de violento endurecimiento autoritario en respuesta a una profunda crisis del régimen. En los últimos meses, Macron ha dado un nuevo paso en su ofensiva autoritaria para tratar de aplastar la protesta social, con palizas a manifestantes, la requisa de huelguistas contra la reforma de las pensiones, la prohibición de manifestaciones y la disolución del grupo ecologista radical Soulèvements de Terre.

¿Qué hacen los dirigentes sindicales?

Frente a la brutalidad de estos ataques y lo que está en juego, la reacción más que tímida de los dirigentes sindicales, pocas semanas después de haber retomado la vía del “diálogo social” y decretado el fin del movimiento contra la reforma de las pensiones, es tanto más problemática. La intersindical nacional, cuyos dirigentes se vanagloriaban de su continuidad tras la reforma de las pensiones, ha permanecido en silencio mientras se encubría con comunicados, algunos de ellos muy problemáticos. Organizaciones como la central sindical CFDT denunciaron el asesinato de Nahel, pero en un comunicado el sindicato denunciaba en pie de igualdad la violencia policial y las “violencias” de quienes salieron a las calles, llamando a la gente a no ceder a “los intentos de avivar las brasas de la ira” y añadiendo que “no se puede permitir que la distancia entre las fuerzas del orden y la población se ensanche por el comportamiento inexcusable de unos pocos”.

La CGT no parece mucho más combativa. Mientras el sindicato recuerda la muerte de 13 personas en 2022 por negarse a obedecer órdenes policiales, el tardío comunicado confederal publicado el miércoles por la tarde se centra en hacer un llamamiento “a los poderes públicos” y no dice ni una palabra sobre la marcha blanca del miércoles. También es sintomático el comunicado emitido por la Intersindical de París en respuesta al anuncio del cierre de toda la red de tranvías y autobuses de la región de Île-de-France a partir de las 21 horas. Allí, la Intersindical local denuncia “una decisión unilateral, estigmatizante, socialmente injusta y totalmente contraria a la obligación de continuidad del servicio público”, pero no hace ninguna referencia ni al asesinato de Nahel ni a la cólera que se ha manifestado desde entonces en los barrios populares, negándose de hecho a plantear la perspectiva de una movilización del movimiento obrero.

En la misma línea, mientras Sophie Binet llamaba tardíamente a la gente a asistir a la marcha blanca por Nahel, las organizaciones sindicales desertaron en gran medida de la manifestación del jueves, como lo hicieron este viernes por la tarde. Mientras que la unión sindical Solidaires emitió comunicados de prensa más ofensivos, planteando con razón la cuestión de la violencia policial estructural y el racismo de Estado, y también llamando a la marcha blanca, la construcción de una movilización seria a través de la huelga parece estar lejos de estar en la agenda de las direcciones sindicales. Mientras sigue habiendo mucha rabia contra el gobierno, y las luchas, en particular por salarios, siguen cruzando muchos sectores de la clase obrera, las direcciones sindicales mantienen la tregua. Se trata de una actitud peligrosa, en un momento en que el gobierno podría dar un nuevo salto autoritario en respuesta a las revueltas, como exigen algunos sectores del régimen.

El lugar del movimiento obrero está junto a los barrios populares

A nivel de base, los trabajadores subrayan la importancia de que el movimiento obrero entre en la batalla junto a los jóvenes de los barrios populares. El jueves, los ferroviarios de Sud Rail y los trabajadores del sector de la energía estuvieron presentes en la marcha blanca. Entre ellos, Cédric Liechti, de la CGT Energía París, quien subrayó la importancia de un vínculo entre el movimiento obrero y los jóvenes de los barrios populares: “Los jóvenes han ejercido tanta presión en los barrios populares que el gobierno se vio obligado a condenar a medias el asesinato de Nahel. Ahora nos toca a nosotros, el mundo del trabajo, unir nuestras fuerzas a las de estos jóvenes que atacan al mismo enemigo que nosotros”.

Es mucho lo que está en juego. Durante las revueltas de 2005 que siguieron a la muerte de Zyed y Bouna, electrocutados a los 17 y 15 años en una subestación eléctrica en la que se habían refugiado para huir de la policía en Clichy-sous-Bois, las organizaciones tradicionales del movimiento obrero brillaron por su desprecio y su reticencia a apoyar a los jóvenes que se rebelaban contra la violencia policial, el racismo de Estado y la exclusión social de la que eran víctimas. Unida a la defensa por parte del gobierno Chirac-Raffarin, en nombre del “laicismo”, de la ley racista de 2004 que prohibía el velo en las escuelas, esta secuencia debilitó aún más los vínculos entre los barrios populares y las organizaciones sindicales y de extrema izquierda.

En el contexto actual, ha llegado el momento de hacer balance y evitar volver a cometer los mismos errores. Tanto más cuanto que, desde hace varios años, la creciente ofensiva autoritaria del régimen se expresa en particular por un endurecimiento de la represión y la utilización desde 2016 de métodos represivos contra los manifestantes que habitualmente se reservan para lidiar con los barrios populares, lo cual tuvo un pico con el movimiento de los Chalecos Amarillos en 2018, que ha posibilitado la politización del problema de la violencia policial. Esto se vio acentuado y acompañado por los avances del movimiento antirracista, que movilizó a decenas de miles de jóvenes en junio de 2020 contra la violencia policial y el racismo de Estado.

Al mismo tiempo, la situación económica y social no ha hecho más que deteriorarse, y la crisis política se agrava, ofreciendo pocas perspectivas a la mayoría de los trabajadores. Como resumía Anasse Kazib en un reciente posteo: “En ese momento, rápidamente se oponía a los jóvenes al proletario, cuyo auto era quemado y que no podía ir a trabajar. Pero hoy, este proletario ni siquiera sabe cuál es su futuro, si no morir en el trabajo y dejar un mundo sin perspectivas a sus hijos”.

¡El movimiento obrero debe plantear una respuesta unitaria!

La emergencia de los jóvenes de los barrios populares, que forman parte de los sectores más precarios de la clase obrera, a menudo excluidos del mundo del trabajo, ha abierto una crisis importante para el gobierno y puede ser una oportunidad para volver a la ofensiva, siempre que planteemos un programa y perspectivas de lucha que busquen la articulación con los sectores más oprimidos de la sociedad. En este sentido, es fundamental exigir a los dirigentes del movimiento obrero que rompan con su pasividad y comiencen a poner en pie la movilización para apoyar la rabia que se expresa en las calles y oponerse a la represión y la ofensiva autoritaria que se está preparando. La movilización debe ir más allá de las declaraciones de intenciones y expresarse a través de los métodos de la lucha de clases y la huelga, para desempeñar un papel activo en la construcción de la relación de fuerzas contra Macron.

Al mismo tiempo, el movimiento obrero tendría un papel central en forjar un programa para ofrecer una respuesta al gobierno que abarque a todos los sectores y responder a la bronca. Un programa que, junto a la exigencia de justicia y verdad para Nahel y todas las víctimas de la violencia policial y la liberación inmediata y la amnistía de todos los represaliados, plantearía la cuestión de la derogación de la ley de 2017 y de todas las leyes racistas, así como la lucha por los salarios, el reparto de las horas de trabajo y la defensa de los servicios públicos en los barrios populares. Un programa así sería decisivo para construir la unidad que tanto asusta a nuestros enemigos, la unidad del movimiento obrero organizado, de los jóvenes de la enseñanza y de los sectores de nuestra clase que sufren la desocupación, el racismo y la precariedad.

Al tiempo que exigimos que la Intersindical elabore un plan de lucha en este sentido, es necesario que todos los activistas sindicales, trabajadores, jóvenes y militantes que entiendan lo que está en juego en la situación se organicen y luchen desde ahora mismo para construir esta perspectiva a nivel de base, organizándose en los lugares de trabajo y en los barrios obreros. Como explicó el viernes la Red por la Huelga General: “La Red por la Huelga General rechaza la lógica de que los sindicatos solo deben preocuparse por las jubilaciones y los salarios, y no por lo que les ocurre a los jóvenes y a los trabajadores en los barrios donde vivimos. Para exigir justicia y verdad para Nahel y todos los heridos, mutilados y asesinados por la policía, en los barrios y en las manifestaciones, debemos utilizar toda nuestra fuerza y nuestros medios de acción más fuertes, en particular la huelga”.

Traducción: Guillermo Iturbide

 
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