Cada vez más cuesta arriba aparecen las esperanzas del ministro Mario Marcel de que la economía chilena logre crecer un 0,5% durante este año 2023. La reciente publicación del dato del IMACEC (Indicador Mensual de Actividad Económica ) arrojó que el mes de mayo la actividad económica cayó un 2%, consolidando 5 meses de caída siendo la peor en lo que va del 2023 en términos interanuales. Según losanalistas económicos ligados a los grandes empresarios e instituciones financieras, esto parecería indicar que el debate sobre si nos encontramos en recesión técnica o no parece decantarse por la primera opción.
El IMACEC mide la evolución de la actividad económica en el período de un mes y se estima mediante indicadores de producción de las diversas actividades productivas, ponderados por su participación en el PIB en el actual año. Para medir este indicador el Banco Central utiliza en gran parte datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), que entre otras funciones, recolecta información respecto de la actividad económica sectorial del país. Dentro de la información arrojada por el INE, la principal caída de la actividad económica se dio en minería, donde la actividad cayó un 7,5%. Esto es una pésima noticia para una economía cuyo principal motor es la extracción de minerales.
Pese a que la noticia encendió las alarmas, el informe de política monetaria del Banco Central (IPoM) de junio, ya preveía esta situación. En este informe mensual, donde la entidad emisora efectúa los balances de las políticas que impulsa, ajustó su proyección de crecimiento de la economía chilena señalando pasar, de una proyección el la cual el PIB (Producto Interno Bruto) oscilaría este año en una expansión en un rango entre -0,5% y 0,25%, a una estimación de 0% a -0,13. El Banco Central ya proyecta que la economía chilena no crecerá este año al ritmo actual, y que la interrogante se presenta en si entramos o no en recesión real.
¿Qué significa toda esta discusión que los medios nos presentan como “técnica” y de difícil comprensión? Significa que la capacidad de la economía de generar empleos, que aumenten los salarios, bajen los arriendos, sea más accesible acceder a una vivienda, se generen más servicios y a menores costo, y que en definitiva mejore la calidad de vida de la clase trabajadora es una esperanza que por este año debemos abandonar.
Por mucho que el ministro de hacienda y el banco central celebren que la “inflación se estaría ralentizando”, lo que no pueden esconder es que sus medidas económicas de restricción de la capacidad de consumo mediante el aumento de la tasa de interés solamente ha generado medidas recesivas para la economía y que en el 2023 por este camino los trabajadores no volverán a recuperar salario cuando ya se suman 20 meses de caída de los mismos.
El Dogma Neoliberal
Durante los años noventa, al igual que en todo el planeta, se popularizó la idea de que para alcanzar el crecimiento económico se requería la menor restricción posible a que los grandes empresarios moviesen libremente su riqueza, a la espera de que sus grandes negocios generarían un derrame hacia el conjunto de la sociedad.
Reducción de aranceles a las grandes empresas (en especial a las trasnacionales), una carga tributaria que deben soportar los consumidores mientras los grandes empresarios pagan el mínimo y estímulo para que se desarrollara el mercado financiero sobre la base de la extensión indiscriminada de crédito como mecanismo para “compensar” los bajos salarios y permitir a la población acceder a bienes de consumo, fueron la receta para la economía neoliberal.
Entonces el “boom económico término” y el crecimiento chileno dejó de tener el dinamismo y encanto para gran parte de la población.Desde el año 2011 el crecimiento económico no ha hecho sino ralentizarse y disminuir año a año (con excepción del 2021 donde el efecto rebote post pandemia marca un 11% de crecimiento mientras que buena parte es recuperación del 6% que cayó el año anterior). Este menor crecimiento ha significado estancamiento de oportunidades laborales, caída en la capacidad de consumo y falta de perspectivas de desarrollo para los trabajadores, siendo la base material del profundo descontento social.
Este problema estructural de estancamiento y paulatina degradación de la economía chilena es el principal obstáculo que la casta política chilena no puede resolver. Por lo mismo evitan hablar más allá de las frases vacías y marketineras del problema real, y los políticos del régimen se aferran a repetir los mantras de los gurús neoliberales como si fuesen verdades científicas. Pero la verdad es que ni el gobierno de Bachelet, ni el de Piñera ni tampoco el gobierno de Boric, han logrado torcer el rumbo y encaminar a la economía chilena por el camino del crecimiento. ¿Por qué? Dado que para hacerlo tendrían que romper un par de dogmas neoliberales de mínima.
El primero de los dogmas que debería acabarse es que la teoría del derrame no deja de ser pura fantasía para justificar el saqueo a manos llenas de los empresarios de los frutos del trabajo y de los recursos naturales de la población de nuestro país. Durante el “boom” de los commodities, donde la demanda del cobre parecía empujar fuertemente la actividad económica del país, esta teoría permitió que gran parte de dicha riqueza fuese saqueada por grandes empresas trasnacionales como Angloamerican, BHP Biliton o las trasnacionales chinas, entre otras. Dado que ni siquiera se cobró un royalty a sus ganancias, la economía chilena no pudo invertir en volver más productiva su economía, generando nuevos puestos de trabajo, mejorando salarios e incluso abriendo nuevos sectores a la actividad económica.
El segundo dogma dice relación con que la inflación es un fenómeno puramente monetario. Y si bien el Frente Amplio y el Partido Comunista durante su existencia en la oposición al neoliberalismo agitaban las banderas de la redistribución de la riqueza y de cambiar la matriz productiva, al entrar al gobierno no hacen sino adaptarse a los dogmas técnicos del ministro regalón de los grandes empresarios y de los partidos neoliberales, Mario Marcel, de que la inflación obedece a que hay exceso dinero circulante en manos de los trabajadores, por tanto hay que restringir su uso para evitar que este pierda valor.
El problema de este dogma es que hasta el Fondo Monetario Internacional, organización a la que no podría acusar de marxista, ha señalado que gran parte de la inflación no dice relación con las ayudas sociales otorgadas durante la pandemia sino a la enorme ganancia que obtuvieron los empresarios. Es decir llevamos meses de políticas restrictivas de la capacidad de consumo para mantener el saqueo de los frutos de nuestro trabajo por parte de los grandes empresarios.
Por tanto, lo que confirman las cifras es que las medidas neoliberales solamente son recesivas para la clase trabajadora, hacen caer su nivel de vida, liquidan sus salarios, la fuerzan a sobreendeudarse o caer en la pobreza sin demostrar ninguna eficacia para reactivar el crecimiento económico a un ritmo en que este “derrame para todos”. Es decir, a pesar de lo que nos quiera vender el gobierno de Apruebo Dignidad y la vieja Concertación, las medidas neoliberales de este gobierno y el Banco Central en nada están beneficiando a la clase trabajadora y no hacen más que resguardar que los grandes capitales mantengan su flujo de caja funcionando a fin de continuar enriqueciendo a un puñado de empresarios.
Si la izquierda continúa aceptando como la “medida de lo posible” los dogmas de la economía neoliberal y aceptarlas como verdades científicas, empuja a que de que el descontento que estas generan en la población sea canalizada por alternativas populistas e incluso de extrema derecha, que con su lenguaje estridente finalmente canaliza la rabia de la gente para justificar ajustes aún más fuertes contra los trabajadores.
Pero por otra parte, este difícil panorama refuerza una vez más que las recetas del neoliberalismo se demuestran como fallidas y que solo medidas económicas que rompan con este modelo e instauren un sistema en beneficio de la clase y trabajadora y donde sea ella quien maneje la economía, administre sus recursos naturales e imponga un orden racional frente al caos y la anarquía del “sálvese quién pueda“ neoliberal puede garantizar un futuro de desarrollo para la humanidad. Una izquierda revolucionaria, socialista y de los trabajadores que impulse una agenda de recuperar nuestros recursos naturales, el salario, las pensiones y los derechos básicos como salud vivienda y educación es la única alternativa si no queremos continuar lamentando políticas de ajuste permanente. |