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La Izquierda Diario
30 de noviembre de 2024 Faceboock

Tribuna Abierta
El Colegio Juan XXIII de Villa Granado (1997-1998): paradoja entre discurso y práctica
Carlos Peñaranda Pinto | Ex profesor de la materia Historia Social y Económica en el colegio IDEC-Juan XXIII (1997-1998)

Fuente: Archivo Barricada Socialista - Estudiantil, portada Yuyariy LLajta (Memoria del Pueblo), 2da Época, Primavera de 1997.

Entre 1997 y parte de 1998 me desempeñé como profesor de la materia de Historia Económica y Social de Bolivia en el Instituto de Desarrollo Comunal (IDEC) – Juan XXIII.

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Si censuramos a los que piensan diversamente, podremos llegar a creer que todos piensan como nosotros; y así llegaremos a la unanimidad, aunque sea una unanimidad raquítica y oscurantista...
Luis Espina Camps

En su momento, consideré un honor poder formar parte del plantel docente al conocer la tradición histórica e identidad ideológica de aquella institución, expresada en frases como: “Opción por los pobres”, “Ser para los demás”, “Pensar reflexionar y tomar una posición política coherente y comprometida”.

Junto a los estudiantes que cursaban la carrera de Desarrollo Comunal I [1], imbuidos por el ejemplo del jesuita Luis Espinal y con la pretensión de “recuperar la memoria del pueblo profundo” e ir más allá del aula, pergeñamos una revista, Yuyariy Yajta (Memoria del Pueblo), que para el mes de marzo de 1997 publicaría su primer número.

El boletín institucional JUANCHOfax, mencionaba que el objetivo de esta revista, era el de orientar a un análisis de hechos históricos y coyunturales del país, intentando crear conciencia crítica en los lectores.

En abril del mismo año (1997), el Centro y Consejo de Estudiantes sancionaron y promulgaron un nuevo Estatuto Orgánico Estudiantil.

Entre sus principios se señalaban:

• El compromiso con los sectores pobres y oprimidos del país,
• La libertad de pensamiento y expresión,
• La vigencia del autogobierno estudiantil,
• Promoción y desarrollo de la práctica de los valores cristianos.

Sobre los fines (entre otros) se encontraban:

• Contribuir a la transformación social partiendo de la realidad concreta,
• Fortalecer la identidad nacional a partir de la realidad multinacional y pluricultural,
• Contribuir a la equidad de género.

La revista que tenía por objetivo recuperar la memoria histórica de Bolivia, desde la perspectiva de los explotados y marginados, también recuperó la memoria histórica del Juancho, es así, que en el Cuarto Número de Yuyariy Llajta, se identifica la “Opción por los pobres” con Pedro Basiana Cornet (director del Juan XXIII entre 1971-1976) y a este con la Teología de Liberación.

Teología de la liberación y opción por los pobres

Su génesis se encuentra en el concilio ecuménico, Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII (Angelo Giuseppe Roncalli) que se efectuó entre 1962 y 1965, con la constitución pastoral Gaudium et Spes (Alegría y esperanza) que contenía una nueva definición de las relaciones entre la Iglesia y el mundo.

El episcopado latinoamericano, reunido en II Conferencia del Consejo Episcopal (Medellín, 1968), tuvo como objetivo revisar el documento del Vaticano II para su aplicación en América Latina. De este proceso nace la Carta Medellín, un documento que se convirtió en referente en el continente por plantear un cambio en la concepción de la Iglesia, hablando de un acercamiento a los pobres que favorecía la formación de organizaciones sociales barriales, así como de comunidades eclesiales de base. Además, planteaba el pluralismo ideológico y la secularización como procesos necesarios para la creación de una sociedad moderna.

La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Puebla, 1979), recoge los aportes provenientes de la teología de la liberación e incluye por primera vez el principio de la “opción preferencial por los pobres”, elemento central de esta corriente teológica.

Simultáneamente, surgió en el Vaticano un sector conservador liderado por el cardenal alemán Joseph Ratzinger (posterior papa Benedicto XVI entre 2005-2013) y por la Congregación para la Doctrina de la Fe, que consideró el movimiento muy próximo al pensamiento marxista.

Los teólogos de la liberación vivieron "años incómodos" en el Pontificado de Juan Pablo II (Karol Józef Wojtyła entre 1978-2005) [2].

Entre los sacerdotes y teólogos de la liberación, es ineludible recordar a: Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Ernesto Cardenal, Ignacio Ellacuría, Jon Sobrino, Hugo Assmann, Camilo Torrez, Oscar Romero, Luis Espinal, Pedro Basiana, Gregorio Iriarte, Mauricio Lefebvre y Julio Tumiri (entre otros).

Sobre la libertad de pensamiento y la responsabilidad, contradicción entre discurso y práctica

A pocos pasos de la entrada del Colegio, había un muro donde estaba escrito en letras grandes:

Somos responsables porque somos libres, somos libres porque somos responsables.

Sobre la libertad, el Catecismo de la Iglesia Católica [3]dice:

La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La imputabilidad o la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuida o incluso anulada por la ignorancia, la violencia, el temor y otros factores psíquicos o sociales.

Sin duda que la educación “por y para la justicia” comienza por la libertad de pensamiento, la posibilidad de elegir entre diferentes opciones.

El concepto de libertad, es definido por la congregación jesuita como la “capacidad de pensar y decidir personalmente sin impedimentos exteriores o interiores. Ser libre de ataduras, condiciones personales e impedimentos sociales de expresión y acción. Libertad para elegir lo que más conduce a la propia realización en solidaridad con los demás. Libertad para afirmar las propias creencias y convicciones, y para encontrar la propia misión en la vida.” [4]

En el Juan XXIII que conocí, la libertad de pensamiento era un discurso ostentoso y de poca aplicación práctica. Es cierto que en todo lugar donde se ejercen relaciones de mando y obediencia, la libertad de pensamiento y expresión es reclamada por los segundos y negada por los primeros; comprobamos que los jesuitas no estaban exentos de ella, la orden religiosa, al igual que la jerarquía superior, reclaman libertad de expresión hacia afuera pero no practican la misma hacia el interior.

Toco este acápite, consciente de que la libertad plena es un discurso del fundamentalismo liberal, y los aparatos ideológicos de Estado capitalistas, quienes nos han vendido la mercancía de que vivimos en una sociedad libre. En realidad, dentro de la poca libertad con la que contamos (autonomía relativa), existe un pequeño margen de elecciones que podemos tomar y es esto lo que constituye nuestra auténtica libertad.
Hago incidencia en este acápite, porque la iglesia (su jerarquía) es una institución que se proclama infalible (cierta, verdadera e inequívoca), en temas referidos a todos los campos incluido el político.

Un ejemplo a mencionar es que en abril de este año (2023) a tiempo de dar inicio a la CXII Asamblea de Obispos de Bolivia, el presidente de la Conferencia Episcopal Aurelio Pesoa señalaba: “La libertad, la verdad y la justicia son valores fundamentales que retroceden peligrosamente ante los intereses mezquinos de quienes dictan la verdad y no dejan que se imponga la verdad misma” (refiriéndose al Estado conducido por el gobierno del MAS).

En mayo, el Provincial de la compañía de Jesús en Venezuela Alfredo Infante recibió el premio libertad de pensamiento por la Universidad Católica Andrés Bello quien, a tiempo de recibir dicho premio, señaló: “Comprometerse responsablemente con lo pensado; en un país donde los adjetivos ‘libre’ y ‘responsable’, acompañando al verbo ‘pensar’ son una amenaza para el statu quo... el acto de pensar libre y responsablemente es un acto humanizador y transformador, porque donde hay libertad de pensamiento se abren nuevas posibilidades históricas.” [5]

Por lo señalado, la iglesia en general y los jesuitas en particular no tomaron ni toman en cuenta a Lucas 6:41 y Mateo 7:3, eso de ver la paja en el ojo ajeno, y no ver la viga en la suya propia.

Sobre la responsabilidad, está significa responder, dar respuesta al llamado de otro. La responsabilidad va más allá de cuestiones netamente individuales, ello implica también el no contribuir a reproducir procesos y estructuras preexistentes que sostienen injusticias.

Plantearse responsabilidades compartidas implica una real opción por los pobres; ello va más allá de la misericordia, el asistencialismo y la caridad, es ser parte de su liberación. Ello involucra responder a los compromisos adquiridos, plantearse responsabilidades compartidas conlleva determinar políticas de acción colectiva para transformar las estructuras que ocasionan las injusticias.

Barricada Socialista y la opción por los pobres

Pedro Basiana solía decir que “el cristiano debe estar en política cuando esto significa compromiso profundo para hacer una sociedad más justa afrontando los peligros y riesgos personales”.

A su vez, Luis Espinal, en Oraciones a Quemarropa, señalaba “Consérvanos la imprudencia de la juventud, la bendita imprudencia que es capaz de jugarse la vida por sus ideales y capaz de ilusión y de amor”.

Desde esa perspectiva, para las elecciones estudiantiles de 1997, un grupo de estudiantes decidió conformar el frente Barricada Socialista – Estudiantil.

En sus propuestas (entre otras) se encontraban:

• Solicitar la participación de representantes estudiantiles en la planificación y evaluación académica.
• Establecer vínculos con colegios de Fe y Alegría y organizaciones del campo popular para desplegar reivindicaciones gremiales y colectivas.
• Establecer vínculos con la Federación de Estudiantes de Secundaria (FES).
• Gestionar la transferencia a un fondo común estudiantil del 0,5 % de los ingresos generados por trabajos realizados por estudiantes.

En su programa se señalaba; “Para nosotros ser cristianos es vivir como Jesús, es ser radical en sentido social, en cuanto proyecto basado en el amor con mayúscula; es decir, todo lo contrario, a la explotación del hombre por el hombre y su secuela de injusticia y miseria”.

Su consigna: “Barricada socialista estudiantil es el parapeto y la trinchera en la que nos refugiamos todos aquellos que seguimos siendo leales a nuestros ideales, todos aquellos que todavía creemos que la realidad actual no es una fatalidad y que todavía podemos construir el hombre nuevo”.

Se hace evidente que llevar la libertad a la práctica, significaba para los jesuitas una amenaza que podría quizá desajustar el marco institucional establecido.

Producto de estas posiciones, en marzo-abril de 1998 fui despedido y, antes de las vacaciones de invierno, expulsaron a dos alumnos, que eran los principales representantes de dicho frente.

De ahí en adelante, cierta forma de violencia psicológica ejercida por parte de las autoridades del colegio, contra otros dirigentes y simpatizantes que quedaron terminó disolviendo este intento de organización estudiantil.

El discurso de “opción por los pobres”

La palabra “pobres” domina todavía el discurso eclesial, se coloca al “pobre” como principio, centro y fin. No por nada la última Asamblea de Obispos de Bolivia, llevó el lema de “Proceso de escucha del clamor de la tierra y el grito de los pobres”.

En 2014, Macedonio Araníbar, señala que el Juancho perdió su identidad de internado, “dejó de serlo”, perdió la identidad ideológica, perdió o quizá deba decir apenas mantiene la identidad pedagógica [6].

En 2021 un ex Juancho señalaba que el actual Juan XXIII languidece en Cocaraya. Que, en 1997, durante la dirección de Antonio Menacho, cuando la última promoción de internos se marchó, los jesuitas dejaron de seleccionar estudiantes brillantes de los estratos pobres de las diferentes regiones de Bolivia y clausuraron el internado de este proyecto educativo. Lo transformaron. “Es otro Juan XXIII porque han cambiado los tiempos. Es un colegio normal de Fe y Alegría”, afirma Menacho sin remordimiento [7].

La adaptación (Aggiornamento) eclesial post vaticano II, iniciado por quienes perdieron en dicho concilio, seguido por los detractores regionales y locales de la Teología de la Liberación; mantuvieron y todavía mantiene el significante, mas no el significado de la opción por los pobres.

 
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