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La Izquierda Diario
17 de junio de 2023 Twitter Faceboock

No somos una hermandad
El curro de menstruar
Celeste Murillo | @rompe_teclas

Menstruación y política. Demagogias, discursos y agendas. Licencia para matar, tipos modernos y señoras de antes. Victoriosa, Succession y La maravillosa señora Maisel

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El 28 de mayo fue el Día Internacional de Acción por la Salud de las mujeres. Desde 2014, también es el Día de la Higiene Menstrual con el objetivo de abordar un tema que sigue tabú en muchos ámbitos. Esto provoca consecuencias en la salud e invisibiliza desigualdades que se construyen alrededor de la menstruación.

A propósito de la presentación del programa MenstruAR del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, volvió a circular un informe sobre uso y percepción de insumos de gestión menstrual. De ahí surge que en Argentina hay más de 12 millones de mujeres y personas que menstrúan, de las cuales un 75 % utiliza productos de gestión menstrual descartables (toallas higiénicas y tampones) y un 73 % tuvo que modificar alguna vez sus hábitos de consumo por motivos económicos.

Menstruar es caro e inevitable. No podés suspenderlo o menstruar menos días. Se estima que comprar los productos necesarios equivalía en marzo a más 20.000 anuales (con una inflación del 100 %, a fin de año sería el doble). El costo varía, además, según donde vivas (acá podés calcularlo). Cuanto más bajos son los ingresos de tu hogar, más grande es la porción que representa este costo.

La falta de acceso a productos, información, instalaciones de higiene y gestión de residuos, denominada pobreza menstrual, afecta a 500 millones de mujeres, adolescentes y niñas en el mundo. En Argentina, impacta en el ausentismo escolar (35 %), limita actividades recreativas (50 %) y laborales (22 %). Hay personas que sufren dolores y complicaciones, pero lo que genera la desigualdad es no tener la plata para comprar los productos necesarios.

Demagogia, agendas y discursos

La presentación del programa provocó una serie de comentarios de sectores de la derecha. La diputada provincial Amalia Granata (Somos Vida) habló del “curro de menstruar” y la diputada nacional (candidata a vicepresidenta) de La Libertad Avanza Victoria Villarroel dijo “¡Con Javier Milei vamos a cerrar este nido de ñoquis caros!”, refiriéndose al ministerio que encabeza Ayelén Mazzina.

Granata dijo que “mientras haya un pibe que no coma” no se puede pensar en la pobreza menstrual, como si fueran problemas de planetas distintos. Como si la mayoría de las personas pobres no fueran mujeres y niñas, como si no fuera más probable que tengan problemas para acceder a productos básicos de higiene o que vivan en un hogar sin baño.

Cuando alguien dice que hay que cerrar el ministerio de las Mujeres no está pensando en si sus políticas llegan o no a la mayoría de las mujeres y personas LGBT, está diciendo que preferiría que no haya ninguna política pública relacionada. No es algo original, es la receta de las “nuevas” derechas: decir que la mayoría vive mal porque se eliminan discriminaciones legales o se implementan políticas contra la desigualdad.

Aprovechan dos cosas para esta operación. La primera la explica Lindsey German en Material Girls: Women, Men and Work (Chicas materiales: mujeres, hombres y trabajo): “paradójicamente, la retórica del feminismo triunfó en una época en que las condiciones reales de vida de las mujeres han empeorado y fue utilizado para justificar políticas que las perjudicarían”. La segunda se explica en el feminismo institucional y la legitimación (por acción u omisión) de agendas gubernamentales que reproducen desigualdades (incluidos los recortes de sus presupuestos con perspectiva de género).

El problema no es que exista el programa MenstruAR (como dice la derecha), el problema es su efectividad. Según el ministerio, desde marzo de 2022 “se entregaron más de 10.000 copas menstruales”. Considerando el informe que presenta el organismo (12 millones de mujeres y personas que menstrúan), ¿por qué habría que elegir entre poco y nada? ¿Por qué no exigir la distribución gratuita de productos de gestión menstrual a nivel nacional? Funciona en otros países, ¿por qué no?

En base a la informaciónde la página del ministerio, MenstruAR entrega copas para “apoyar desde el Estado las opciones sostenibles y respetuosas con el ambiente”. Es positivo propiciar el uso de productos sustentables pero, ¿por qué un programa que busca disminuir desigualdades excluye la posibilidad de elegir? ¿Por qué las beneficiarias no pueden optar entre toallas higiénicas, tampones o copas menstruales, igual que alguien que puede pagar esos productos en un comercio? A esto se suma la pregunta de si la entrega de copas menstruales contempla todos los factores que implica su uso, como el acceso a agua, tiempo y privacidad.

No hace falta que diga que las críticas de la derecha sobre políticas que apuntan a paliar desigualdades no están motivadas por la mejora de las condiciones de vida de la mayoría de la población. Lo que sí vale la pena discutir es si agendas como la del ministerio de las Mujeres atiende esas necesidades.

Licencia para matar, tipos modernos y señoras de antes

Hace poco leí Victoriosa (Sigilo) del escritor Yishai Sarid. Es la historia de una psicóloga especializada en tratar soldados que participaron en guerras e invasiones del ejército israelí. Abigail es contratada por altos mandos militares para hacer a los conscriptos y las conscriptas más eficaces en los combates. Lógicamente aparecen reflexiones y preguntas sobre la guerra, pero también sobre el arte, la masculinidad y, de forma sutil, sobre la habilidad del capitalismo de colonizarlo todo, incluso la productividad de la violencia estatal. “Trasladaste los sistemas del capitalismo al ejército, como hacen los psicólogos que trabajan para los empresarios”, dice el padre de Abigail, amargado por las decisiones profesionales de su hija. Aparecen también algunas líneas de falla de los discursos de igualdad, cuando Abigail comenta entusiasmada “llevábamos años esperando que una chica ocupara ese puesto…” (manejando un helicóptero que dispara desde el aire) y le responden con menos interés en el “logro” que en la misión (y deja abierto el interrogante: ¿un logro de quién y para qué?).

Terminó Succession (HBO) y no iba a dejar pasar la oportunidad. En uno de los últimos episodios, el candidato presidencial Jeryd Mencken (una especie de Donald Trump) dice “Kinder, Küche, Kirche” para referirse a Shiv Roy, la única mujer entre los herederos del grupo Waystar Royco. En castellano significa “bebés, cocina, iglesia”. Es un viejo eslogan alemán que resumía el lugar de las mujeres en la sociedad y una forma efectiva de hablar de la retórica nostálgica que explotan las nuevas derechas. Otra de las joyas de esta última temporada fue el cameo del poeta Percy Shelley y su soneto “Ozymandias”, que habla de un líder y la decadencia de su imperio: “Nada queda a su lado. Alrededor de la decadencia de estas colosales ruinas, infinitas y desnudas se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas”. Tan Logan Roy que duele.

Otra serie que terminó para siempre es La maravillosa señora Maisel (Amazon Prime). La última entrega de Midge Maisel incluye rupturas y reconciliaciones con su amiga y representante Susie Myerson, y diferentes momentos de la relación con sus padres, sus hijos y su exmarido Joel. En su último monólogo, Midge dice “mi hija va a crecer de forma diferente. Va a ser más fuerte, más independiente. Esa es una palabra aterradora. Independiente, sobre todo para las mujeres. No era una palabra con la que se suponía que nos familiaricemos”. Lo único fuera de lo común de la señora Maisel es que se hace standapera, pero su historia es un testimonio de la generación previa al estallido feminista de los años 1960, la que rompió el silencio antes de saber cuán fuerte podía ser su voz.

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