El 20 de julio se cumplieron 100 años de la muerte de Francisco “Pancho” Villa, uno de los dirigentes más emblemáticos de la revolución mexicana que se inició en 1910. Aquí repasamos algunas características que llamaron la atención de John Reed, autor de “México Insurgente” y del clásico “Diez días que estremecieron al mundo”.
La revolución mexicana tuvo a Pancho Villa como uno de sus más emblemáticos dirigentes junto a Emiliano Zapata. José Doroteo Arango Arámbula nació en Durango 5 de junio de 1878. Cuando apenas era un joven campesino le pegó un tiro a su patrón en defensa de su hermana que estaba a punto de ser abusada. Por tal motivo tuvo que escapar a los cerros y ocultarse. Se convirtió en bandolero y para evadir la captura se cambió el nombre a Francisco Villa. Por esos años se dedicó al asalto de las grandes propiedades terratenientes y posterior reparto del botín entre los campesinos pobres. Eso le valió el apodo de el “Robin Hood” mexicano, el “amigos de los pobres”. Toda esa experiencia jugó a su favor al momento del estallido de la revolución en 1910.
Varios años más tarde, el periodista norteamericano John Reed viajó a México como corresponsal de guerra para el diario Cosmopolitan. En noviembre de 1913 Reed llegó a Ojinaga, un pequeño pueblo que estaba bajo control de las tropas de Pancho Villa. La sensibilidad del periodista que se combinaba con una ideología a favor de las clases trabajadoras y oprimidas lo llevaron a percibir que el hambre que sufrían los campesinos se mezclaba con el odio al gobierno y la iglesia. A esta última la odiaban profundamente y la memoria histórica les recordaba que el clero se había enriquecido a costa del robo, liso y llano, de los recursos naturales –la tierra sobre todo, como el bien más preciado- a los campesinos pobres y a los pueblos originarios. Eso fue parte del combustible, muy inflamable por cierto, que alimentaban las calderas de la revolución.
Reed tuvo la posibilidad de viajar en el tren junto a las tropas de Pancho Villa y lo entrevistó varias veces. Con el tiempo Pancho le fue tomando cariño y lo llamaba “amigazo Juan”, lo mismo hacían otros revolucionarios que pasaron de llamarlo “el reportero gringo” a “Juanito”, “compadre” y “hermano”. De la experiencia de la revolución nació el libro “El México Insurgente”. Allí leemos la descripción sobre distintos temas que a Reed llamaron la atención del líder revolucionario.
Estando al frente de la gobernación de Chihuahua no tenía idea de cómo dirigir el Estado que contaba con 300 mil habitantes. Hacía muy poco que había aprendido a leer y escribir y Reed dice que “había que ser filósofo para explicar cualquier cosa a Villa: sus consejeros sólo eran hombres prácticos”. Los agricultores no acudían al mercado de la ciudad porque nadie podía comprar nada mientras que sus riquezas (billetes del banco central y plata) eran enterradas. Por otra parte, la incipiente industria se encontraba cerrada. Así, se vió obligado a tomar decisiones en torno a la economía. Urgía hacer algo para alimentar a las masas campesinas castigadas por el hambre. No había dinero circulante y mandó a imprimirlo. Pronto aparecieron 2 millones de pesos cuya única garantía de validez era el nombre impreso de Villa en el lugar que correspondía la firma oficial. Fijó los precios de la carne de res, el pan y la leche.
Sin embargo los comerciantes ponían doble precio a sus productos, la moneda oficial y la de Villa. El líder revolucionario combatió la especulación emitiendo un decreto donde avisaba que se castigaría con 60 días de cárcel a quienes no aceptasen su moneda. Y Reed tomando nota del caso, sentenció: “No hubo hambre en Chihuahua”. Villa volvió a emitir otro decreto fijando que a partir del 10 de febrero “toda la plata acuñada y los billetes de banco mexicanos serían moneda falsa y no podrían ser cambiados por la moneda de Villa en la Tesorería. Además, cualquiera que tratara de hacerlo circular, quedaría sujeto a sesenta días de prisión en la penitenciaría”. Los propietarios del dinero enterrado protestaron y Villa discutió con ellos porque pensaban que su gobierno no duraría demasiado. Y volvió a instarlos a que canjeen toda la plata y el dinero del banco central ya que tenía que comprar armamento y pertrechos para continuar la revolución.
En El México Insurgente, Reed recrea el siguiente diálogo entre Villa y los especuladores:
“Les daré otra oportunidad -dijo-, no lo haré por ustedes, sino por la gente pobre del pueblo que no puede comprar nada. El miércoles próximo, al mediodía, traen todo su dinero, hasta el último centavo, a la Tesorería; entonces veré lo que puede hacerse.
La noticia corrió de boca en boca, llegando hasta los sudorosos financieros que, sombrero en mano, esperaban en el salón; y el miércoles, mucho antes del mediodía, no se podía pasar la puerta de la Tesorería, obstruida por la curiosa muchedumbre allí congregada”.
Con uno de los directores del Banco Minero que se negó a entregar las reservas de 500 mil pesos en oro “fue sacado una noche de su casa por Villa y un pelotón de soldados, que lo montaron en una mula y lo condujeron al desierto, colgándolo de un árbol. Lo descolgaron apenas a tiempo de salvarle la vida, y para que guiara a Villa a una antigua fragua en la fundición de los Terrazas, bajo la cual fue descubierta la reserva de oro del Banco Minero. Terrazas volvió a su prisión muy enfermo. Villa envió un aviso a su padre a El Paso, proponiéndole dejar en libertad a su hijo a cambio de pago, como rescate, de los 500,000 pesos”. De esta manera, atacando la propiedad privada de los grandes terratenientes y especuladores fue como Pancho Villa financió la revolución, calando profundamente en el imaginario político de las masas campesinas, trabajadoras y pobres con su ejemplo.
Finalmente es muy interesante la anécdota sobre el rol de las mujeres en la vida política que tiene con John Reed, a bordo del tren militar de Villa:
“Una ocasión le pregunté si las mujeres votarían en la nueva República. Estaba extendido sobre su cama, con el saco sin abotonar.
¡Cómo!, yo no lo creo así -contestó, alarmado, levantándose rápidamente-. ¿Qué quiere usted decir con votar? ¿Significa elegir un gobierno y hacer leyes? Le respondí que sí y que las mujeres ya lo hacían en los Estados Unidos.
Bueno -dijo, rascándose la cabeza-. Si lo hacen allá, no veo por qué no deban hacerlo aquí.
Puede ser que sea como usted dice -y agregó-, pero nunca había pensado en ello. Las mujeres, creo, deben ser protegidas, amadas. No tienen una mentalidad resuelta. No pueden juzgar nada por su justicia o sinrazón. Son muy compasivas y sensibles. Por ejemplo -añadió-, una mujer no daría la orden para ejecutar a un traidor.
No estoy muy seguro de eso, mi general -le contesté-. Las mujeres pueden ser más crueles y duras que los hombres. Me miró fijamente atusándose el bigote. Y después comenzó a reírse. Miró despacio hacia donde su mujer ponía la mesa para almorzar.
Oiga -exclamó-, venga acá. Escuche. Anoche sorprendí a tres traidores cruzando el río para volar la vía del ferrocarril. ¿Qué haré con ellos? ¿Los fusilaré o no? Toda turbada, ella tomó su mano y la besó.
Oh, yo no sé nada acerca de eso -dijo ella-. Tú sabes mejor.
No -dijo Villa-. Lo dejo completamente a tu juicio. Esos hombres trataban de cortar nuestras comunicaciones entre Juárez y Chihuahua. Eran traidores, federales. ¿Qué haré? ¿Los debo fusilar o no?
La idea pareció divertirlo mucho. Le daba vueltas y más vueltas en su mente, me miraba y se alejaba otra vez.
Oh, bueno, fusílalos -contestó la señora. Villa rió entre dientes, complacido”.
Luego John Reed regresaría a Estados Unidos, publicará la crónica que aquí hicimos mención, hablándole a los trabajadores norteamericanos que a través de sus palabras podía conocer de primera mano los motivos, batallas y perspectivas de la revolución en el país vecino.
Años más tarde, el 9 de marzo de 1916, Villa junto a millares de milicianos agrupados en su temible División Norte invadieron el territorio de Estados Unidos, que más tarde sería conocida como “La batalla de Columbus”. Fue la única vez en la historia que un ejército proveniente de América Latina invadió el territorio yanqui. El motivo fue la represalia a la política contrarrevolucionaria de EEUU y en particular a un contrabandista de armas que estafó a Villa (a pedido expreso del presidente Woodrow Wilson) vendiendo armamento inservible.
La imposibilidad de la dirección campesina de Pancho Villa y Emiliano Zapata, a pesar de haber repartido las tierras afectando la propiedad privada de los grandes terratenientes que tuvieron a su paso no fue suficiente para sacar a México del atraso y la dependencia económica y la soberanía política. El 20 de julio de 1923, tras ser víctima de una emboscada, Francisco “Pancho” Villa fue asesinado. Un siglo después de su muerte sigue vigente su legado allí donde exista la desigualdad, la opresión y la explotación.