Sumar es una nueva coalición política impulsada por la vicepresidenta española, Yolanda Díaz, que viene a ocupar el espacio del neorreformismo pero en una versión aún más conservadora e integrada al régimen, tras el desgaste del proyecto original del Podemos de Pablo Iglesias en coalición con el PSOE como parte del Gobierno español.
El debate sobre la reducción de la jornada laboral lo viene planteando Más Madrid, socios dentro de la coalición, desde hace un par de años cuando empezaron a llegar resultados de distintas pruebas piloto en Suecia, Islandia o Reino Unido donde algunas empresas han reducido la jornada laboral sin reducir la productividad.
Por ello, quieren negociar con las patronales y las burocracias sindicales que esto es bueno para sus empresas porque de este modo aumenta el ritmo de trabajo y se puede hacer en 37 horas lo que antes se hacía en 40 hs. Es más, quieren subvencionar a las empresas para que reduzcan las jornadas por lo que seguiría siendo la propia clase trabajadora quien acabe pagando esta medida.
Consideran que solo asegurándoles que ganan se puede convencer a la patronal. Tienen razón, los grandes capitalistas siempre presionan para aumentar la plusvalía que nos roban porque es la base de cómo se enriquecen. De hecho, llevan décadas de victoria tras victoria, acumulando reformas laborales y legislación contra la clase trabajadora. Pero las conquistas nunca se han hecho convenciendo a los patrones, y si no repasemos, por ejemplo, cómo se consiguió la jornada de 8 horas que, por supuesto, los capitalistas dijeron que iba a suponer la ruina.
La reducción de la jornada laboral, de forma que acabe siendo una conquista para la clase trabajadora, no puede conseguirse con un pacto entre la patronal, y los diferentes actores del Régimen, sino que para que la conquista sea real debe ganarse en la lucha de clases y desde el cuestionamiento del trabajo asalariado. Y esto ¿por qué es así?
No solo se trata de trabajar menos horas (para que me exploten más rápido), sino que para que la reducción de las horas de trabajo sea una medida efectiva debe ligarse a otras demandas.
Esta reducción de horas debe venir acompañada del reparto de trabajo entre ocupados y desempleados así como a un aumento del salario acorde al coste de la vida y la indexación salarial, es decir, que el salario aumente acorde a la inflación es decir, estar ligado al costo de la vivienda para que ese aumento de salario no se entregue directamente a los rentistas mediante subas en el alquiler.
En el hipotético caso que desde la acción parlamentaria se pudiera realizar esta medida sin el consentimiento de las clases dominantes habría una reacción de la burguesía que no puede ser enfrentada por sindicatos estériles con direcciones que desmovilizan a la clase trabajadora (como hemos visto los últimos 12 años sin huelgas generales) ni con partidos conciliadores que tratan de lograr pequeñas conquistas a cambio de que el movimiento obrero sea controlado y no se desborde como hemos visto en los últimos meses en Francia.
Y decimos hipotético caso ya que el propio sistema parlamentarista burgués cuenta con mecanismos antidemocráticos para impedir que acciones como estas puedan ver la luz (el límite de representatividad, el rol reaccionario del Senado, etc).
Esta lógica de consecución de derechos para la clase trabajadora que atenten contra los intereses capitalistas a través de la acción parlamentaria, de la “ocupación” de espacios de poder y la “negociación colectiva” es algo que constantemente se muestra estéril. No solo en el Estado español, obviamente, baste recordar el caso de Syriza en Grecia siendo el aplicador de la política de recortes y empobrecimiento del pueblo griego aún con esté votando en contra del memorándum en 2015.
¿Qué proponemos y cómo podemos conseguirlo?
Es evidente que ya hay un desarrollo tecnológico suficiente como para poder trabajar muchas menos horas, para poder trabajar todxs repartiendo el trabajo entre ocupados y desocupados, pero esta conquista debemos arrancársela a la burguesía para que sean ellos quienes lo paguen.
¿Cómo lo conseguimos? En primer lugar, para poder conseguir estas consignas debemos hacerlo a través de la lucha de clases y no la podemos ganar si las direcciones burocratizadas de los sindicatos actúan de policía de la clase trabajadora tratando en todo momento de controlar a las masas para pacificarlas.
Pero de esto también saben mucho los partidos neorreformistas que con medidas como la última reforma laboral, aplaudida por la patronal e incluso por Feijoo, han conseguido apaciguar a los movimientos sociales. Tampoco han ayudado mantener la ley mordaza, mantener la edad de jubilación a los 67 años o la represión policial en Cádiz.
Por ello, debemos centrar nuestras fuerzas en conquistar fuerzas en las bases de los sindicatos mayoritarios (CCOO y UGT), promover la unidad de lucha junto a los sindicatos de clase (CGT, CNT, LAB y el resto) y sumar a los sindicatos de vivienda y otros movimientos sociales para que expulsen a todo aquel burócrata que trate de pacificar, apaciguar y controlar la lucha obrera. Solo así tendremos la fuerza suficiente para avanzar en nuestros intereses de clase.
En segundo lugar y como decíamos anteriormente, la conquista por la reducción de la jornada laboral debe basarse en la máxima del reparto de trabajo, de decir, que los desocupados puedan acceder a un trabajo digno para vivir plenamente. Por lo que también se tiene que unir a estas consignas la subida del salario acorde al costo de la vida, pero también la escala móvil de salarios acorde a la inflación.
Además, no se trata solo de reducir la jornada a 37 horas y esperar otros 100 años para volver a reducir la jornada (como hasta ahora) sino que debe ser una disminución progresiva, es decir, la reducción de la jornada debe ser tal que se busque un equilibrio constante en base a dividir las horas de trabajo necesarias entre todas las personas en edad laboral activa.
En tercer lugar, el principal gasto del salario va para pagar el alquiler, que siendo un bien de primera necesidad se utiliza por grandes propietarios para especular y aumentar los precios. Por ello, ligado al salario, hay que limitar el precio de la vivienda y que sea accesible para todos. Para ello es necesario expropiar viviendas vacías a los grandes propietarios para ponerlos al servicio de la clase trabajadora.
Por último, para conquistar fuerzas necesarias para la lucha se deben llevar adelante demandas del conjunto de la clase trabajadora, y de grandes sectores populares, como la población migrante, el colectivo LGTB o el movimiento ecologista.
No se puede repartir el trabajo efectivo si no se considera trabajador regular a extranjeros que trabajan de forma no oficial, ni tampoco si se niega el trabajo a personas trans, por lo que se hace necesario un cupo laboral trans. A su vez, no podemos basar nuestra producción en la lógica capitalista de extracción masiva de recursos.
Por esto tenemos se debe regularizar a los migrantes ahora considerados “ilegales” y sin derechos, tirando abajo la racista Ley de Extranjería, un cupo de trabajo trans y no basar nuestras ganancias en la extracción de recursos contaminantes o el turismo masivo, entre otras medidas.
Como venimos sosteniendo desde la Corriente Revolucionaria de Trabajadores (CRT), sólo será desde esa unidad desde donde se podrá imponer esta y otras medidas. Una pelea que apunta hacia una perspectiva revolucionaria, en la que, una vez que expropiemos a los expropiadores, podamos reducir al mínimo el trabajo como imposición hasta que represente una porción insignificante de nuestro tiempo, y podamos dedicarnos al arte, a disfrutar de la naturaleza, de las relaciones personales, al sexo, a la lectura, a aprender, a la vida. A eso se le llama socialismo. |