QAnon es un presunto agente del gobierno norteamericano que desde el anonimato (valga la redundancia) se dedicó en el contexto de la primer candidatura presidencial de Donald Trump a difundir la idea de que una élite encabezada por el “judío” Gorges Soros (claro antisemitismo), Bill Gates y no pocos Demócratas, encabezan una enorme red de trata de niños para ser abusados sexualmente en ritos satánicos y torturados para la obtención de un supuesto elixir que los rejuvenece: el Adrenocromo.
Ante esto, el público norteamericano proclive a este contenido sensacionalista (teorías de conspiración) fue ampliamente aprovechado por astutos ideólogos de la Alt Right, como Steve Bannon, para orientar a estos sectores como respaldo de la candidatura de Donald Trump, quien, junto a personajes como Elon Musk, supuestamente estarían luchando contra una satánica élite de pederastas que controlan los gobiernos del mundo. Durante las elecciones presidenciales norteamericanas amplios sectores del protestantismo fundamentalista, incluyendo de la Iglesia mormona y otras denominaciones, se sumaron a esta campaña “en defensa de las infancias” supuestamente amenazadas de muerte por los satánicos "progres".
La película Sound of Freedom, no puede entenderse por fuera de lo anterior expuesto. Producida por el reaccionario Eduardo Verastegui, quien conectándose con los sectores más a derecha de la Iglesia católica (No podemos caer en la simpleza de ver a esta institución como un monolito ideológico), se sube a este tren impulsando la fraudulenta historia de Tim Ballard [1].
De acuerdo con el guión, un ex policía norteamericano de origen mormón que en la película se presenta ayudado de comandos armados de los gobiernos y la propia embajada norteamericana, rescatando niños explotados sexualmente por: una mujer negra de origen cubano (Giselle), un “judío” pederasta (Oshinsky), un representante de la “white people shit”, el tratante y pederasta Earl Buchanan (para los fans de QAnon la imagen de cualquier Demócrata), además de por la guerrilla colombiana y los carteles de la droga (todos en un mismo costal, en una particular asociación funcional a las narrativas del trumpismo). Curiosamente en la película (y en la supuesta historia real de Ballard) estas redes de trata adquieren su impunidad fuera de EEUU.
Dejando de lado lo que de conmovedor hay en las imágenes de niños bajo poder despótico de pederastas y el rechazo e indignación que nos generan, nos parece que la narrativa de la cinta apunta a abonar a los planteamientos reaccionarios de tipos como QAnon.
Pero la idea de que la Izquierda política supuestamente defiende la pederastia no es sólo impulsada desde Teorías de la Conspiración (QAnon, Pizzagate) como no pocos consideramos que sutilmente se plantea en la película de Verastegui [2], sino también es una conclusión tramposa, perversa y peligrosa a la que llegan gran parte de los que
combaten la llamada "Ideología de Género" (youtubers o influencers libertarios, sacerdotes y predicadores fundamentalistas, políticos de ultraderecha como Abascal en España, escritores reaccionarios como Agustin Laje en Argentina, etc.)
Así, reparamos en el "argumento" de estos sectores de que la identidad de género en tanto opuesta a un sexo natural en las personas y que parte de una autopercepción sería para ellos irracional y antinatural. Para estos sectores una sexualidad no binaria se conectaría con una defensa de una imaginación perversa en tanto que sus alcances lógicos llegarían a poderse autopercibir incluso como animales o niños, lo que llevaría a una supuesta defensa de la zoofilia y la pederastia. No podemos negar que estos planteamientos crecen y generan adeptos en las redes sociales, de ahí la reacción contra los contenidos de educación sexual y el lenguaje inclusivo en los libros de texto gratuitos y el rechazo cada vez más organizado de la ultraderecha ante medidas que considera atentan contra la institución de la familia como ellos la entienden.
Podríamos dar cuenta de las inconsecuencias políticas e históricas que en defensa de las infancias, contra los abusos y explotación de todo tipo, los sectores de las diversas derechas han dejado ver. Tenemos los escándalos internacionales de pederastia en infinidad de Iglesias de distintas denominaciones que evidentemente no han sido dignos de denuncia pública, menos en sus películas, antes al contrario estos sectores han participado del encubrimiento. No se diga las redes de trata donde participan políticos y empresarios, como lo denunciado por Lidia Cacho, donde también hicieron silencio. Hablamos de situaciones de graves ataques a la infancia donde la izquierda no solo ha denunciado sino combatido desde sus espacios políticos y en los casos judicializados de igual manera. Seamos contundentes, la derecha que hoy levanta la bandera de la defensa de la niñez jamás ha defendido el derecho de los niños, ni a una educación pública y gratuita y menos ha luchado contra la pobreza y las causas estructurales que mantienen en el hambre a millones de infantes en el mundo. Para Izquierda esa ha sido su historia de lucha siempre.
Pero lo anterior, aunque evidenciaría la hipocresía de la Derecha, no nos exime de necesariamente responder y desmontar la falacia de las supuestas implicaciones de lo que ellos llaman "Ideología de Género". Así pues diremos que la respuesta que solemos dar a los seguidores de Laje y los influencers de la ultraderecha y compañía debería ser más precisa y contundente. A los enemigos hay que tenerlos en el radar, tenerlos bien ubicados y caracterizados.
Una respuesta que pueda atajar sus calumnias y desmontar su falacia, necesariamente debe ser una respuesta desde una perspectiva revolucionaria. No basta decir que el género es un constructo social, menos que sea cuestión de una mera autopercepción (somos libres de imaginarnos como nos dé la gana). La defensa de poder ejercer nuestra identidad de una forma creativa, si queremos librar del lodo que hoy nos avienta la reacción, no puede partir
desde una episteme liberal, individualista y desclasada . Lo anterior porque quien piensa su identidad desde esa lógica evidentemente no contempla a los otros, no se imagina en relación con los otros, ni se plantea su ser de una manera política y éticamente emancipatoria.
Los marxistas revolucionarios defendemos el derecho a imaginarnos el mundo en que queremos vivir en la más absoluta libertad que una vida en comunidad nos puede dar. Esto no es de ahora, el mundo que los comunistas nos imaginamos y queremos concretizar se sustenta en principios de igualdad, fraternidad y libertad, sobre la idea del fin de toda opresión y explotación. Esa es nuestra bandera no de ahora, sino desde nuestro origen en el siglo XIX. No está en nuestro horizonte asumirnos no binarios para explotar, asesinar u oprimir a alguien, menos a infantes, como pretenden endilgarnos.
Quienes se imaginan y construyen identidades sustentadas en la explotación y la opresión no somos los comunistas. Es una calumnia endilgarle ese crimen a la izquierda. Al contrario quienes históricamente lo han hecho son los conservadores, los reaccionarios, la derecha recalcitrante que suele autopercibirse con alcurnia, real y elegidos por la divinidad para imponerse jerárquicamente sobre los demás, se autoperciben como dignos de servidumbre, se autoperciben superior a las masas “ignorantes” y se autoperciben con el poder de “crear trabajo” por lo que en su infinita soberbia creen hacer "el favor" de dar a los trabajadores.
Son los militantes de la ultraderecha los que se autoperciben como pequeños nazis y en sus reuniones semiclandestinas se trasvisten con uniformes de las SS y se imaginan que saludan al Führer. Ellos son los que se imaginan y quieren construir su identidad y la de otros (incluyendo a millones de niños y niñas) en términos jerárquicos e inamovibles donde, por supuesto, necesariamente ellos deben estar arriba, por destino manifiesto, mandando y con las masas obedeciéndolos, porque según su lógica monárquica Dios así lo quiere.
En las enseñanzas del cristianismo (más allá de cualquier fe) podemos encontrar un término para nombrar a los farsantes del amor al prójimo, y que hoy podemos ubicar con esa derecha reaccionaria que finge y lucra con su supuesto interés por la vida de los niños y niñas. En los evangelios el Cristo llama fariseos a esos estos personajes que solían sentarse frente al altar en el templo en busca del reconocimiento de los demás feligreses a sus acciones “bondadosas”. Fariseos serían los que con su mano derecha cobran lo que hacen con la izquierda. Estos fariseos son como sepulcros blanqueados que no obstante sus perfumes y sonrisas no dejan de desperdigar sus fétidos humores. Son fariseos que de una manera oportunista levantan la causa de las infancias solo para sus fines políticos reaccionarios en defensa de sus intereses económicos. Y en el colmo de su mezquindad, pretenden atacar a quienes históricamente han puesto el cuerpo y lo mejor de sus ideas para defender que millones de niños y niñas pobres, junto a sus familias, tengan derecho a comer, a educarse.
Pero están condenados a fracasar. Si lo pensamos bien, la causa de la izquierda revolucionaria empata en no pocos puntos con los aspectos más progresivos de la figura del Cristo. La instrumentalización que la ultraderecha (Verastegui, Laje, Ballard, etc.) hace de los niños en situaciones de violencia extrema es un acto ruin que cualquier cristiano decente vomitaría de su boca. |