www.laizquierdadiario.mx / Ver online
La Izquierda Diario
31 de enero de 2025 Twitter Faceboock

Debate
Los libros de texto, la campaña de la derecha “contra el comunismo” y López Obrador
Bárbara Funes | México D.F | @BrbaraFunes3
José Carlos Posadas

A propósito de la campaña mediática de la derecha y sus medios de comunicación contra los libros de texto gratuito, la cual tiene remembranzas de aquella que realizaron en 2006.

Link: https://www.laizquierdadiario.mx/Los-libros-de-texto-la-campana-de-la-derecha-contra-el-comunismo-y-Lopez-Obrador

“El virus del comunismo”, fue la frase lapidaria que el conductor de TV Azteca Javier Alatorre lanzó, acusando a la Secretaría de Educación Pública de buscar adoctrinar a los estudiantes de nivel básico, para convertirlos en “sujetos sumisos de una dictadura comunista”.

Fuerza Informativa Azteca (FIA) lanzó el siguiente mensaje en redes sociales: “En este ciclo escolar, los libros de texto tendrán contenido comunista, que ven a la pobreza como una virtud y crea resentimientos”.

Y frente a las múltiples reacciones que generaron estos dichos, Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, salió en defensa de su periodista, con un tuit bravucón y que en lugar de argumentos contenía descalificativos clasistas, además de que aseguró que “no iban a dejar que destruyeran a México”.

Campañas similares hemos visto en nuestro país, como en 2006, cuando desde la presidencia Vicente Fox, las dos grandes televisoras del país, y varios de los diarios de circulación nacional, acusaban al entonces candidato presidencial Lopez Obrador, de ser “un peligro para México”, tal cual repiten ahora, pero hablando del comunismo.

Por un momento, la TV mexicana regresó a la década de 1950, a la persecución ideológica: hizo gala de una campaña de desinformación como las que promovió el macartismo a nivel mundial en plena guerra fría.

Sin embargo, no se detuvo ahí. Organizaciones “civiles” y gobernadores de algunos estados en manos de la oposición se sumaron a esta campaña, por ejemplo, la Unión Nacional de Padres de Familia interpuso un amparo contra la distribución de los materiales, al considerar que contienen errores y se diseñaron sin consultar a la comunidad educativa.

La panista Maru Campos, gobernadora de Chihuahua, declaró a distintos medios “Es una instrucción por parte de la gobernadora a la Secretaría de Educación Pública (SEP) de detener esta distribución de libros bajo también la figura del amparo”.

En Guanajuato la Secretaría de Educación del estado informó que los libros serán resguardados en almacenes hasta que la Secretaría de Educación Pública (SEP) resuelva este tema legal.

En Jalisco, tanto el gobernador como el secretario de Educación, Juan Carlos Flores, aclararon que los libros de texto no serán distribuidos hasta que no haya una resolución judicial que lo permita. Hasta la última información disponible, el estado ha recibido 70 % de los libros de texto, pero permanecen almacenados en bodegas.

Mientras que el dirigente nacional del PAN, Marko Cortés dijo:“A todos los padres de familia del país, los exhortamos a que, ante el probable desacato de López Obrador, desechen los libros de texto que den a sus hijos o al menos les quiten las hojas que ustedes consideren que no son convenientes para la educación de sus niños”.

Hay un sector de figuras y partidos políticos que encabezan la campaña reaccionaria, fieles a su tradición proveniente de la Guerra Cristera, ─mismos que se oponían a los libros de texto gratuito─ y que buscan atacar la educación pública.

Es decir que en todo esto no hay ningún interés genuino en la educación de millones de niñes del país, sino una confrontación política en el marco del periodo electoral rumbo a las elecciones presidenciales de 2024, donde la derecha busca a toda costa sembrar miedo y confusión para poder detener a Morena en las votaciones. Pero avancemos a revisar la propuesta educativa del gobierno.

¿Es comunista la ideología de los libros de texto gratuitos?

Mientras la derecha agita el “comunismo” como el peor destino de la humanidad, la realidad es que una lectura atenta de los libros de texto gratuitos y de documentos públicos de la SEP apuntan en otro sentido.

Desde el punto de vista de la filosofía de la educación, el gobierno de López Obrador y sus funcionarios reivindican la pedagogía crítica y las epistemologías del sur, sustentadas en la obra del pedagogo brasileño Paulo Freire y en particular la teoría decolonial.

El punto de partida del gobierno y de sus altos funcionarios de la Secretaría de Educación Pública es considerar la educación “crítica” como la vía para terminar con la desigualdad social, es decir, que al menos en el papel opinan que la educación podría transformar la realidad social.

La apelación a la comunidad y los saberes comunitarios se inscribe en las ideas de Freire, una figura de la pedagogía crítica muy importante que ha sido tomada por gobiernos que se inscriben en los progresismos latinoamericanos, tanto aquellos de la primera década de los 2000 como en la actualidad.

La obra de Freire, dentro de la cual destaca en especial Pedagogía del oprimido, brilla en el plano ideológico en su búsqueda de vías de trascender la lucha más allá del estrecho marco de la escuela, aun cuando el punto de partida de su reflexión es la pedagogía, sostiene que los seres humanos somos productores de la realidad y que transformarla “es una tarea histórica, es la tarea de los seres humanos”.

Concibe la pedagogía del oprimido liberada de los límites de la enseñanza donde el maestro o el pedagogo es la única fuente del saber y sostiene que:

[...] aquella que debe ser elaborada con él y no para él, en tanto hombres o pueblos en lucha permanente de recuperación de su humanidad. Pedagogía que haga de la opresión y sus causas el objeto de reflexión de los oprimidos, de lo que resultará el compromiso necesario para su lucha por su liberación, en la cual esta pedagogía se hará y se rehará.

Sin embargo, aunque no es objeto de este artículo un análisis y debate pormenorizado sobre la obra de Freire, no podemos dejar de señalar una contradicción con su praxis en el terreno práctico: apoyó a distintos gobiernos, como el primer gobierno de Lula da Silva, en Brasil, del cual fue funcionario, pues concebía la “resistencia” contra el neoliberalismo en el marco del Estado capitalista ─basado en la producción social llevada a cabo por la clase trabajadora y la apropiación privada de las ganancias que genera esa producción-.

Aunque son muy significativos los aportes de Freire a desarrollar una pedagogía crítica, tiene mucho sentido que sean tomados como parte del marco ideológico de las políticas educativas de los progresismos tardíos en Latinoamérica, que aunque son ideas que cuestionan la tradicional educación jerárquica y de mercado, no plantean bajo ningún punto de vista algo cercano a las ideas del comunismo.

Te puede interesar: 100 años de Paulo Freire: ideas para pensar la educación de nuestro tiempo

Otro pilar de la política educativa del gobierno de López Obrador es la teoría decolonial, abordada en el libro Epistemología del Sur de Boaventura Dos Santos, citadas en distintos documentos de la SEP, como este:

[...] Dos premisas de una epistemología del Sur son importantes, la primera hace referencia a una comprensión del mundo que es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo, esto significa en paralelo, que la transformación progresista del mundo puede ocurrir por caminos no previstos por el pensamiento occidental, incluso por el pensamiento crítico occidental (sin excluir el marxismo); segundo, la diversidad del mundo es infinita, una diversidad que incluye modos muy distintos de ser, pensar y sentir, de concebir el tiempo, la relación entre seres humanos y entre humanos y no humanos, de mirar el pasado y el futuro, de organizar colectivamente la vida, la producción de bienes y servicios y el ocio. Esta inmensidad de alternativas de vida, de convivencia y de interacción con el mundo queda en gran medida desperdiciada porque las teorías y conceptos desarrollados en el Norte global y en uso en todo el mundo académico, no identifican tales alternativas y, cuando lo hacen, no las valoran en cuanto contribuciones válidas para construir una sociedad mejor”. [1]

Como parte de estas epistemologías y de la pedagogía crítica, (posiciones que exceden al objetivo de esta nota) a las que adscribe la actual administración de México en los cursos de capacitación y en libros para los docentes, se sugieren lecturas marxistas. Hacen uso de notables sociólogos que son críticos del neoliberalismo pero no se reconocen como comunistas. Aunque incluyen algunas referencias marxistas para desarrollar sus posiciones alternativistas, a la necesidad de enfrentar la dominación imperialista, de ninguna manera significa que la 4T y su programa, por lo menos en cuanto a la educación, sea comunista.

Definitivamente no es dominante el marxismo en la política pedagógica e ideológica de la SEP. Como mencionamos antes, otro de los pilares de los libros de texto es la teoría decolonial, que pone un signo de igual entre raza, clase, cuerpo y lenguaje para explicar la marginación y la desigualdad social y cuyos exponentes también sostienen que las y los oprimidos intentan superar su condición a través de asumir como propio el bagaje cultural de los opresores, lo cual conduce a la pérdida de identidad y desvalorización de los propios saberes y cultura. [2]

En la política educativa de la SEP se pone por delante como elemento distintivo la reivindicación de “lo comunitario” y de la ruptura de la clásica oposición entre “educador-educando” -en la cual el primero es el único depositario del saber y el segundo es desposeído del saber- a partir de una reivindicación de los saberes de la comunidad en el plano ideológico provoca la exacerbación de la derecha en el marco de una de las coyunturas electorales más largas de la historia reciente, y la nada ingenua identificación de la idea del “comunismo” como una dictadura totalitaria, referenciada en la experiencia de lo que fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) encabezada por el estalinismo, una experiencia que estuvo muy lejos del comunismo, como explicaremos más adelante.

Tal vez la cercanía de algunos ex intelectuales de esta corriente política, como Elvira Concheiro ─en la actualidad, tesorera de la federación-, o de Luciano Concheiro, subsecretario de Educación Superior en el gobierno de López Obrador, contribuya a esta perversa operación ideológico-política de la derecha, muy similar a la del bolsonarismo, que quiere recuperar protagonismo de frente a la próxima contienda presidencial.

Te puede interesar: Brasil más allá del eterno mal menor: ¿cómo enfrentar al bolsonarismo?

El discurso de la derecha y sus razones

El PAN y un sector de Movimiento Ciudadano ─el de Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco─ y sus colaterales como la Unión Nacional de Padres de Familia ─enemiga acérrima de los derechos de las mujeres, la comunidad LGTBI+ y de la educación sexual integral─ atacan la política educativa del gobierno de López Obrador a partir de identificarla como “comunista”, así como agitan el fantasma de Cuba y Venezuela como “países comunistas”. ¿Pero lo son?

Es claro que la revolución cubana de 1959 fue un faro inspirador en América Latina y en el mundo, donde se expropió a los capitalistas, y es foco de las más encendidas diatribas de la derecha continental. Pero ¿en Cuba hubo o hay comunismo? Como señala Facundo Aguirre en este artículo:

[...] Antes de la victoria sobre Batista, Fidel Castro establece sus acuerdos con la burguesía y la oposición política cubana en el Pacto de Caracas y busca establecer contactos dentro del movimiento obrero para utilizarlo como un auxiliar de la lucha antidictatorial. En un primer momento, al triunfo de la revolución, el M 26 y el Ejército Rebelde se transforman en el árbitro de toda la situación, producto de la derrota de las viejas FFAA, intentando imponer este papel entre los distintos actores y buscando un equilibrio frente a los mismos. La ruptura con la burguesía lo obliga a recostarse sobre el apoyo popular dando origen a un gobierno obrero y campesino, que inicia un curso anticapitalista.

Cuba se transformó en un Estado obrero por el hecho de que por medio de la conquista del poder político se expropió a la burguesía y los terratenientes, se nacionalizó la propiedad, se impuso el monopolio del comercio exterior y se instauró la planificación como medio de la política económica. El carácter deformado de este Estado deviene porque al frente del mismo está una burocracia que frenó el ejercicio directo del poder por parte de obreros y campesinos, obteniendo sus privilegios de la dirección de este Estado y que actuó como un factor conservador del orden social, en el terreno de la lucha de clases continental e internacional y en la actualidad busca avanzar en la restauración capitalista en su propio beneficio. Por todo esto, Cuba no fue ni es comunista.

Más aún, el gobierno de Díaz-Canel, sucesor de los Castro, despliega un creciente autoritarismo y fortalece sus rasgos bonapartistas para silenciar toda crítica y las protestas ante la profunda crisis social y económica que vive el pueblo cubano a consecuencia del bloqueo impuesto por Estados Unidos y producto de las crisis que atraviesan los gobiernos que otrora apoyaban al castrismo ─la ex URSS hasta 1991, luego Rusia, y Venezuela desde el gobierno de Hugo Chávez-, que golpea a la mayoría de la población cubana, mientras los altos funcionarios mantienen sus privilegios.

Te puede interesar: La situación en la isla y sus perspectivas: entrevista con un joven cubano comunista

Ni qué decir del “socialismo/comunismo” venezolano, cuyo líder Hugo Chávez, encabezó una versión contemporánea de un nacionalismo burgués con un amplio apoyo de masas –y la oposición de la derecha venezolana y el imperialismo estadounidense– en un contexto de auge de la demanda de las materias primas, mantuvo la estructura rentista y semicolonial del capitalismo. No hubo expropiación de trasnacionales sino que el Estado asumió un rol rector y se asoció con los capitales extranjeros. Aún así, desde los tiempos de Chávez hasta el actual gobierno de Nicolás Maduro, en un contexto internacional más desfavorable, con precios del petróleo más bajos que en el periodo anterior, Estados Unidos y sus aliados mantienen sanciones internacionales y bloqueos comerciales, que en parte llevaron a la profunda crisis social y económica que impacta sobre la clase trabajadora y los sectores populares e impulsa la diáspora migrante venezolana, uno de cuyos principales destinos hoy es Estados Unidos.

Te puede interesar: “Estado integral”, bancarrota del chavismo: lecciones para el presente

El fantasma del comunismo no está en Cuba ni en Venezuela, sino en la potencialidad de la clase trabajadora en todo el mundo, revelada bajo una nueva luz como esencial por la pandemia de covid-19, protagonista de importantes luchas como contra la reforma de pensiones en Francia o la que se levantó contra la reforma a la constitución, el extractivismo y por aumentos salariales en Jujuy, Argentina, luego de las décadas de ofensiva neoliberal que liquidó las conquistas obreras logradas a partir de distintas luchas a lo largo de la historia.

La derecha mexicana, muy golpeada luego de la crisis abierta en 2014 por la masacre de Iguala y la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa quiere recuperar su papel como administradora confiable ante el imperialismo estadounidense y las trasnacionales. Para reposicionarse dicen que defienden la “libertad” pero la libertad que proclaman es la de la clase trabajadora y los sectores populares de ser explotados, la meritocracia, el individualismo y la competencia entre pares para acceder al éxito y la riqueza.

Los sectores más radicalizados de la derecha en México buscan dar un giro de timón para imponer su visión de la educación recurriendo a los postulados de la derecha de sus “partners” estadounidenses, que en EE.UU. están implementando una cruzada contra la educación pública en favor de una educación sólo para los estratos pudientes y con la ideología del supremacismo como eje fundamental. De manera que los alegatos y acusaciones anticomunistas no son más que una tenue repetición de lo que hacen sus pares estadounidenses herederos del represor y persecutor de la izquierda, Joseph McCarthy.

Por qué el proyecto de nación de López Obrador no es comunista

Más allá de la retórica de “primero los pobres” del gobierno de López Obrador, y del despliegue de planes sociales que le granjeó el apoyo de amplios sectores de la clase trabajadora y los sectores populares, su proyecto de nación no se propone terminar con la explotación ni con la opresión, sino administrar los negocios capitalistas en la perspectiva “neodesarrollista”, a través del papel rector del Estado en el impulso y ejecución de los megaproyectos ─tanto de infraestructura como en el terreno de la producción energética─ que avancen en donde los gobiernos del PRI y del PAN no pudieron hacerlo, como lo fue el Plan Puebla-Panamá, creado durante la presidencia de Felipe Calderón y hoy rebautizado Proyecto de Integración y Desarrollo de Mesoamérica (PM).

Y lo hace a partir de una ofensiva contra los bienes comunes y los territorios de los pueblos originarios a los cuales “revaloriza” en los libros de textos gratuitos desde la multiculturalidad en el discurso, mientras avanza en su expoliación a través de la entrega de esos bienes al ejército, -encargado de preservar por ahora ese futuro botín de las trasnacionales y los magnates-. Con la continuidad de la militarización ─presentada de manera pérfida como “socialización del ejército” por los intelectuales y periodistas que lo apoyan─ ésta, conjugada junto con la barbarie del crimen organizado, que son por completo funcionales a los intereses de la clase dominante para mantener un clima de terror preventivo en distintos puntos de México, así como para imponer el desplazamiento forzado de comunidades enteras de aquellas zonas donde hay recursos que codician los grandes capitalistas.

Nada tiene de “comunista” tampoco mantener la precarización laboral de amplios sectores de la clase trabajadora, en el sector público ─como el caso de los profesores de las universidades del bienestar y trabajadores de municipios y alcaldías-; y en el sector privado (sin acceso a aguinaldo, vacaciones, seguridad social ni pensiones), ni mantener tampoco los bajos salarios que se cuentan entre los más exiguos a nivel internacional ─a pesar de los apantallantes aumentos al salario mínimo de cada año-.

La retórica de “revalorización” de los docentes también se queda solo en palabras, ya que en realidad mucho de la reforma educativa de Peña Nieto se mantiene con otros nombres, como los exámenes, la obligatoriedad de tomar cursos en forma compulsiva para la carrera magisterial en horarios no laborales, el incremento de tareas administrativas y pedagógicas que se realizan también fuera del horario laboral y no son pagadas, y el recorte de los días de vacaciones.

Así es como se realizaron estos nuevos libros de textos tan vilipendiados por la derecha: a partir del trabajo impago o bajo contratos laborales de simulación de algunas maestras y maestros, ilustradores, diseñadores, correctores y editores y sin debatir de forma democrática los contenidos con las y los maestros de base que laboran al frente de grupos.

Es cierto que esta nueva generación de libros de textos tienen erratas y desde el punto de vista pedagógico adolecen de hilos conductores, entre otros problemas. Sus páginas recorren los caminos de la institucionalidad de la democracia burguesa, aún con el uso de conceptos como “asambleas”, “inclusión”, “equidad de género” y “comités”, que parecen una receta para hacer comités en defensa de la cuarta transformación del Morena integrados por niñas y niños, como se puede ver en los libros de 5° grado Nuestros saberes y Proyectos de aula, por ejemplo. Pero claramente eso no es comunismo.

Detrás del encendido debate sobre los libros de textos gratuitos yacen las claves de un gobierno que es parte de los progresismos tardíos latinoamericanos, que buscan pilotear las aguas revueltas de un escenario internacional con crecientes tensiones geopolíticas, como la guerra en Ucrania y la disputa entre China y Estados Unidos, la crisis del modelo de acumulación capitalista sin solución desde 2008 y tendencias a crisis de los partidos políticos patronales tradicionales y las instituciones de la democracia burguesa, tanto en grandes potencias, por ejemplo, Estados Unidos, como en países dependientes y semicoloniales, como Chile.

El comunismo por el que luchamos desde el Movimiento de las y los Trabajadores socialistas y la Fracción Trotskista-Cuarta internacional, parafraseando a Marx, es una asociación de mujeres y hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos y empleen, conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como una fuerza de trabajo social, donde cada quien aporte a la sociedad desde su capacidad y pueda satisfacer sus necesidades básicas y humanas, como la recreación, la educación, el deporte, la reflexión, la participación política. Personas que no tengan la obligación de trabajar para sobrevivir, con jornadas extenuantes y en condiciones cada vez más precarias, a costa de su salud física y mental, ni estar condenados a la desocupación o la miseria.

Una sociedad de un nuevo tipo, sin clases sociales, donde todo el desarrollo de la ciencia y la tecnología esté puesta al servicio de reducir al mínimo el trabajo humano indispensable, hasta que represente una porción insignificante de las labores de los seres humanos. Una organización que socialice y planifique conscientemente la economía y pueda satisfacer así todas las necesidades de la sociedad.

A partir de estas condiciones materiales, se podrían desarrollar la creatividad humana y todas nuestras capacidades a niveles nunca antes alcanzados, y se lograría la meta del comunismo, abriendo paso al ocio creativo y al ocio productivo para mejorar el nivel de vida de la inmensa mayoría de la sociedad y de proteger el medio natural para beneficio de las futuras generaciones.

Claro que la estrategia comunista exige una preparación consciente para enfrentar a enemigos muy poderosos, para sumar la energía creadora, la pasión y la fuerza de los sectores más avanzados de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud. Ninguna clase dominante a lo largo de la historia entregó voluntariamente el poder: fue necesario arrebatárselo, y en ese trance clase contra clase, la educación de las masas juega un papel determinante para cada uno de los contendientes por lo que los que se resisten a ser desplazados del poder pelean palmo a palmo por que su ideología se mantenga.

Por eso sostenemos que es necesario construir un partido revolucionario, socialista, internacionalista y antiimperialista que luche de forma consecuente contra toda explotación y opresión, cada día, para que la clase obrera derrote a los capitalistas y se haga con el poder. A este ambicioso proyecto invitamos a sumarse a jóvenes, trabajadoras, trabajadores e intelectuales y a colectivos anticapitalistas, que levanten una postura independiente del gobierno de López Obrador y de todas las variantes de la derecha.

 
Izquierda Diario
Síguenos en las redes
/ izquierdadiariomx
@LaIzqDiarioMX
+525570704442
www.laizquierdadiario.mx