Carlos Méndez
¿Y la guerra? Yo la llamo asesinato.
No hay forma más clara de decirlo
No quiero ir más allá
De mi testimonio sobre este hecho.
Sólo quieren esa California
Para amontonar más esclavos allí
Para abusar de ellos y maltratarlos
Y para aprovecharse como el demonio. [1]
Con la "historia patria", la historia de bronce, que es a su vez nuestra historia oficial, la clase dominante nos ha enseñado de héroes nacionales y de los valores de una mexicanidad al servicio de sus intereses. Buscando construir elementos identitarios de nuestra historia ─que es en realidad su historia─ se omite que al interior de lo que llamamos México existen diferencias irreconciliables entre los intereses de las dos clases mayoritarias en la sociedad.
Sobre la Invasión norteamericana de 1846-1848 se conoce realmente poco en comparación con otros momentos de nuestra historia. Del lado norteamericano encontramos una profunda bibliografía que abarca historias generales y monografías explicativas, las investigaciones mexicanas, aunque avanzado sobre temas específicos mantienen vetas abiertas por explorar. En ese sentido, alejados de las fiestas y glorias a la historia patria, hay quienes prefieren hablar de invasión y no de guerra; otros resaltan la decadente dirigencia nacional y cuestionan si no es mejor hablar de México como una nación en construcción, inacabada por definición; también hay quien desde perspectivas regionales resalta las actitudes disímiles entre grupos, clases e intereses particulares; quienes apoyan acríticamente la anexión texana, quienes la critican intentando explicar el anexionismo norteamericano inserto en su propio desarrollo capitalista o en el imaginado "destino manifiesto" del pueblo norteamericano. [2]
De los años previos a la invasión quizá lo más conocido es la historia de la independencia texana (1836) y la posterior pérdida de ese territorio finiquitada con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, y desde luego, ya entrados en la guerra, todos conocemos la defensa del Castillo de Chapultepec junto a la historia de los "Niños Héroes" cuyos nombres están inscritos con letras de oro en la historia nacional.
Este último episodio, celebrado como ejemplo de valentía y heroísmo del pueblo mexicano, tiene su complemento poco recordado en el levantamiento de los léperos de los barrios y la periferia de la capital que armados con piedras y un muy pobre arsenal enfrentaron al ejército norteamericano los días 14, 15 y 16 de septiembre.
¿A qué responde la guerra?
Siguiendo al historiador Pedro Salmerón, en la primera década del siglo XIX tanto los Estados Unidos como el México recién independizado poseían un territorio y población similar, cerca de 4.5 millones de kilómetros cuadrados y alrededor de 7 millones de habitantes de cada lado de la frontera. Pero a diferencia del caso mexicano, que tras la declaración de independencia enfrentó el bloqueo económico de las principales potencias internacionales, los Estados Unidos recibieron rápidamente el reconocimiento de los enemigos de la corona inglesa, España y Francia, facilitando su pronta inserción en el mercado económico mundial. [3]
El camino de los Estados Unidos y su ánimo expansionista comenzó mucho antes que la invasión del territorio mexicano. Tras su guerra de independencia los colonos comenzaron su expansión hacia occidente. En el año de 1800, la presidencia de Thomas Jefferson propuso animar a los indios "a qué abandonaran la caza… En segundo lugar se promocionaron las casas de comercio entre ellos… Llevándoles de esta forma hacia la agricultura, la industria y la civilización". [4]En realidad, a la "libertad" de la segregación y marginación social y cultural.
Entre 1814 y 1824 los colonos, ejército por delante, avanzaron sobre gran parte de Alabama, Florida, Tennessee, Georgia, Mississippi y parcialmente en Kentucky y Carolina del Norte. La "mudanza de los indios", eufemismo para referirse a la guerra contra los pueblos: creek, cherokees, seminolas, choctaw, chickasaw, entre otros, permitió a los colonos ricos la adquisición sin costo de una gran cantidad de las tierras que eran conquistadas, incrementando así sus fortunas e impulsando su explotación alrededor de las principales actividades económicas de la época.
Siguiendo el mismo ánimo expansionista, en 1803, también durante la presidencia de Jefferson, Francia había aceptado la venta de la Luisiana y en 1819 se cerró la compra de Florida anteriormente propiedad de España. Los Estados Unidos se vieron frente a un nuevo escenario. Con la adquisición de nuevos territorios no solo habían duplicado su tamaño [5] sino que el despojo a las comunidades originarias había incrementado su actividad productiva y comercial.
Su ingreso al mercado internacional y el contacto con la industria moderna; el acceso a vías naturales de comunicación; la creciente extracción de carbón y acero, junto a la explotación de vastas tierras agrícolas para la producción de cereales y algodón bajo el sello de la esclavitud, la expoliación y el sometimiento a los pueblos originarios, cuando no su exterminio, favorecieron el desarrollo capitalista norteamericano, condición que impulsó las pretensiones de conquista y expansión en busca de nuevas tierras y riqueza. [6]
En 1821, año en el que México había declarado su independencia frente a España, las fronteras heredadas de la Nueva España incluían los estados de Texas, Nuevo México, Utah, Nevada, Arizona, California y una parte de Colorado (todos, actualmente parte de los Estados Unidos). En 1836 en medio de intensa propaganda norteamericana y por la vía de las armas, Texas declaró su independencia [7] sin que ello significara su inmediata incorporación a la Unión debido al equilibrio de poderes, que los norteamericanos deseaban mantener, entre los estados esclavistas y los no esclavistas. El reconocimiento de la independencia texana por parte de México no llegaría sino hasta el año 1845, en los años previos México la consideró una provincia rebelde. [8]
El desarrollo capitalista alcanzado por el naciente imperialismo estadounidense seguía presionando su expansión económica y militar. La costa Oeste y en particular California representaba una oportunidad inmejorable para ampliar su salida marítima por ambos océanos y se complementaba perfectamente con sus pretensiones de desarrollo económico. Por otro lado su vecino sureño ─víctima de un desarrollo atrasado y acotado establecido por la dominación española-, presentaba serías dificultades para cohesionar políticamente sus distintas regiones y en aquellas con las que los Estados Unidos compartía fronteras, el intercambio cultural y económico definía una región mucho más homogénea de lo que era México de conjunto. Interpretado todo aquello como una invitación, los Estados Unidos no cesaron sus hostilidades contra nuestro país que sin ejército regular ni fondos monetarios al término de la gesta independentista, era incapaz de defender sus fronteras.
Inicia la invasión
Después de la anexión texana en 1845, llega a la presidencia de los Estados Unidos el demócrata James Polk, partidario de la política expansionista pone al centro de sus prioridades el avance sobre California. La opinión pública burguesa, representada en los diarios toma partido, la mayoría respalda la política expansionista y hace eco del discurso gubernamental, acicateada por la fiebre del oro y así tener la necesidad de un territorio integral de costa a costa unido por las vías del ferrocarril. Pocas son las voces disidentes, el Coronel Hitchcock del ejército norteamericano escribía en su diario:
He mantenido desde el principio que los Estados Unidos son los agresores. No tenemos el más mínimo derecho a estar aquí. Parece que el gobierno envió un pequeño destacamento a propósito para provocar la guerra y tener un pretexto para tomar California y todo el territorio que se le antoje. Mi corazón no está metido en este asunto, pero como militar, debo cumplir las órdenes" [9]
Hitchcock no sé equivocaba. Durante el mes de abril de 1846, el incremento de milicias americanas en la frontera con México aumentaba la tensión. Fue un mes después que, tras una provocación, se da inicio a las hostilidades. El 11 de mayo Polk envía al congreso la propuesta de declaración de guerra contra México, después de pasar por ambas cámaras, el 13 de mayo se declara formalmente, lo que ya estaba sucediendo en el campo de batalla.
Los primeros objetivos de la guerra suceden en la parte norte de México, las batallas de Palo Alto, la Angostura y Monterrey son los primeros momentos de lo que Jorge Belarmino nombra, la fase racional de la guerra, en dónde liderados por el general Taylor, las fuerzas norteamericanas alcanzan en poco tiempo los objetivos iniciales de la guerra, conquistan la Alta California y se abren paso por ambas costas.
¿De dónde venían los norteamericanos que formaban ese ejército? Jorge Belarmino, historiador y activista sindical, autor de una breve historia de la guerra, menciona que aquellas fuerzas era en realidad un ejército poco curtido, se componía principalmente de los primeros egresados de la academia militar de West Point cercana a Nueva York y otro tanto de veteranos de las guerras contra los pueblos nativos del territorio norteamericano, se trataba pues de fuerzas poco adaptadas al combate y una campaña militar extendida se imaginaba difícil.
Mención aparte se merece lo que se conocerá como el Batallón de San Patricio. Emigrantes, católicos irlandeses llegados con el ejército estadounidense que cambiarán de bando y levantarán sus armas contra el invasor seducidos en parte por el llamado de la jerarquía eclesiástica que igualaba los valores de la cristiandad a la defensa de la patria mexicana, o quizá impulsados por la hostilidades de sus compatriotas de mayoría protestante. Sin embargo, fueron elegidos por Santa Anna como carne de cañón y colocados en las primeras líneas de la resistencia.
A las puertas de la ciudad
En un segundo momento, la invasión norteamericana avanza con las fuerzas que llegaron desde Veracruz, siguiendo en una coincidencia generada por la geografía, la misma ruta de los conquistadores españoles hacía tres siglos. En un primer momento avanzaron sobre Veracruz y más tarde las fuerzas del General Scott se instalaron en la ciudad de Puebla para partir posteriormente hacia la Ciudad de México.
El 9 de agosto a las dos de la tarde el ruido de un cañón dio aviso del avance del General Scott que salía de Puebla rumbo a la capital con "10 mil hombres, 40 piezas de artillería, 700 carros y 500 mulas de carga", otra comunicación informaba que el número real de fuerzas del enemigo era de 14 mil y que una avanzada había salido desde el día 7 y 8 con las divisiones Twiggs y Quitman.
Suponiendo que la altura iba a significar una ventaja frente a las fuerzas y el armamento enemigo la primera defensa de la capital se había situado a la altura del Peñón Viejo. Era el 12 de agosto. El ejército invasor avanza, da rodeos, se detiene, todo, mientras se supone que evita el terreno fangoso y accidentado de las zonas de Xochimilco y los Pedregales del Oriente y el Sur de la ciudad. Días más tarde, por la mañana, regresaba la 5ta brigada a las puertas de Palacio Nacional. El General Scott nunca atacó, cauteloso y con mayor capacidad técnica, prefirió dar un nuevo rodeo mientras que las fuerzas nacionales en calidad de defensores, sin moverse, observaban al enemigo en retirada.
La primera batalla se da en Padierna, le siguen las de Churubusco, Molino del Rey y Chapultepec. El fin de ese primer avance se da en los límites de la capital, los enfrentamientos en las Garitas de Belén y San Cosme exprime los límites del ejército mexicano y sus oficiales, una serie de errores tácticos y estratégicos pavimentaron el camino para el avance de las tropas norteamericanas.
Chapultepec: la fortaleza que nunca fue
El día 12 la artillería extranjera había hecho sus primeros ensayos contra el castillo cuya situación de por sí era pobre, según Mariano Monteverde, 2do General al mando de la defensa del Castillo de Chapultepec, enviado por Santa Anna para reforzar el sitio, "dos piezas de á 24’ estaban inutilizadas, una por haberse reventado y la otra por estar rotos sus afustes, por lo que solo quedaban disponibles dos del mismo calibre, una de á 8, tres de á 4, un obús de á 68, otro de á 24 y dos de montaña de á 4: (advierte además) que los proyectiles del enemigo habían hecho grandes estragos en lo interior del edificio"
En esa misma revisión hecha la noche del 12, notó que en en el antiguo Palacio de los Virreyes, en su fortificación alta, "en las piezas del mirador destinado para Hospital de Sangre se hallaban mezclados los cadáveres ya corruptos con los heridos (...) presentando aquello el cuadro más triste (...) anunciaba de (sic) luego el día que debía esperarse". Sin duda la moral del ejército era baja. [10]
"Al amanecer del 13, el ejército extranjero atacó por el oeste del Castillo que era su flanco más débil. Una columna de alrededor de 2 mil hombres al mando del General Quidman sic. atacó por la calzada de Tacuballa sic. siendo contenido momentáneamente por una brigada al mando del General Joaquín Rangel" [11], más tarde atacaron también el norte por el camino de San Cosme. Los invasores no requirieron de mucho esfuerzo para derrotar la pobre fortificación. Si bien la realidad es que los defensores no solo fueron siete cadetes sino que en la defensa intervinieron alrededor de 200 hombres en la fortificación alta, 50 cadetes del Colegio Militar y unos 600 soldados en las faldas del Castillo, lo cierto es que Chapultepec no fue pensado como una fortificación militar. El general Monteverde sentenciaba que aquello "no es ni ha podido ser una fortaleza sino una quinta o citio sic. de recreo de los Virreyes", dada la falta de defensas de flanco y su accesibilidad por todos los flancos, al mirar el Castillo, no pudo sino pensar que "el arte tuvo que suplir la rovustes sic." [12]
Mientras soldados y cadetes caían a las faldas de Chapultepec, a unos cuantos kilómetros, los habitantes de la Ciudad vivían esas horas de manera un tanto distinta, en las afueras de la ciudad la cárcel se vaciaba de presos e iniciaba el saqueo a Palacio Nacional. La humareda de pólvora que levantaron los ensayos del día 12 anunciaron la víspera de un nuevo ataque, quizá el definitivo. Un rumor recorrió las calles, no siempre fueron necesarias las palabras, pero el ambiente ahogaba el grito de una ciudad que estaba por caer.
Hora de definiciones
Al presidente y general Antonio López de Santa Anna, tildado según la tradición con el epíteto de dictador, se le identifica como el gran villano de nuestra historia, solo antecedido en la memoria, quizá, por el relato del pueblo tlaxcalteca y Malinche apoyando a las fuerzas de Hernán Cortés. Sin ayudar mucho a su causa, tras la jornada del día 13 y al avanzar las primeras horas del 14, en el campamento instalado en la Ciudadela y asediado por el enemigo, Santa Anna razona que difícilmente los habitantes de la Ciudad de México se sumarían a la defensa de la capital. Cargando el peso de la derrota y ante la inminente entrada del General Scott al primer cuadro, decide emprender la huida.
En cuanto el ejército abandonó la Ciudad rumbo al norte, primero andando sobre el camino a Tlatelolco con rumbo a Peralvillo, para dirigirse como momentáneo destino a a la villa de Guadalupe, se presume que los desertores no fueron pocos. Luis Fernando Granados quien para obtener el título de licenciado en Historia escribió una minuciosa reconstrucción de lo sucedido en los tres días que van del 14 al 16 de septiembre se atreve a sugerir, o por lo menos a preguntarse, si el notorio abandono de aquella columna es indicio del carácter citadino de buena parte de los combatientes que ante la desbandada regresan a sus respectivos hogares.
La respuesta, bien podría, por lo menos en parte, explicar los enfrentamientos que se avecinan. La hipótesis de Granados cobraría sentido al considerar el decreto que en los primeros días de mayo firmó Ignacio Trigueros, Gobernador del Distrito Federal donde establece en su Artículo 1° que, "Todos los mexicanos residentes en el Distrito Federal, desde la edad de quince a la de sesenta, se presentarán a alistarse en el lugar que en su cuartel o pueblo les designe la autoridad municipal" [13]
La historia norteamericana asegura que como acto último en la ciudad, Santa Anna ordenó la liberación de los presos comunes de la cárcel y que fueron ellos quienes se encargaron de vaciar toda riqueza de Palacio Nacional, aquí, también Luis Fernando Granados, quien por cierto murió hace poco tras una larga enfermedad, cuestiona el hecho, sugiere que la distancia que los presos tendrían que recorrer para llegar de la cárcel a Palacio Nacional hace que sea difícil creer que las cosas sucedieron así. La ubicación de la cárcel que está a las orillas de la ciudad, y sobre todo, el seguimiento a veces obsesivo del rastreo documental, llevaría al autor a identificar muchos meses después que parte importante de los tesoros y bienes saqueados esa noche terminaron en los mercados públicos y en manos de habitantes de la ciudad. [14]
En esos momentos dos fuerzas opuestas salen a la superficie. Por un lado, las clases poseedoras de la capital, representadas por lo menos en parte por el Cabildo, rápidamente centran su atención en exigir a las fuerzas invasoras garantías sobre la propiedad. En la otra esquina, los sectores más plebeyos de la ciudad y los pueblos a su alrededor comienzan a sentirse incómodos con los "visitantes". Eran habitantes de La Merced, Salto del Agua, Peralvillo, Tepito… Granados es muy claro al intuir que son ellos los responsables del saqueo a Palacio Nacional, no como un gesto apátrida que boicotea las arcas de la nación, sino como un gesto que contiene, valdría decir, cierto odio de clase, que identifica la traición y cobardía de los oficiales del ejército mexicano y además, se siente ajeno a la clase poseedora.
Días antes de la ocupación, el ayuntamiento hacía llamados a defender a la patria del enemigo. No faltaron los llamados a contribuir financieramente a la causa o poniendo el cuerpo, se reportaron mujeres y niños preparando la resistencia, se pronunciaron discursos y llamamientos desde el Ayuntamiento. Por su parte, el Arzobispo incluyó la suerte de la nación en sus plegarias, pero, a todo esto, ¿qué sucedió? ¿Cuál fue la respuesta de Santa Anna? ¿Cómo respondió el Cabildo? ¿Cómo se comportaron los ricos comerciantes que habitaban en el primer cuadro de la ciudad?
El día 14, al marchar los invasores rumbo al Zócalo, el General Scott se encuentra con banderas extranjeras colgando de algunos balcones. Pensemos que algunos despistados se dejaron llevar por la euforia del momento, pero cómo explicamos que un día más tarde aumenten en número. ¿Por qué banderas extranjeras y no pañuelos blancos? Los habitantes del primer cuadro se sentían acaso más identificados con los extranjeros o será que era una manera de ofrecer su respaldo a cuenta de mantener sus negocios y posesiones a salvó. En cualquier caso, ya el Cabildo se había encargado de transmitir aunque sea en parte esa preocupación, la madrugada de ese mismo día, hasta muy altas horas de la noche, mientras el Palacio Nacional era saqueado y el ejército huía rumbo al norte, el cabildo preparaba un petitorio a los invasores, colocándose cómo garantes de orden pero exigiendo respeto a la propiedad.
Recuperemos el hilo de nuestra historia. Imaginemos la madrugada del día 14 de septiembre, los oficiales del ejército mexicano huyeron lastimosamente con dirección al norte del Valle de México, desmoralizados, muchos soldados desertaron de la columna manchada de la ignominia que acompaña la derrota, ellos, regresaron a sus hogares, o tal vez, solo han quedado varados entre las calles de la ciudad.
Para la mañana del día 14, Scott llega a Palacio Nacional, algunos observadores mencionan que al llegar dio un discurso, resulta que únicamente se detuvo para dirigirse y nombrar a Quitman como nuevo Gobernador civil y militar para la ciudad. Ingresa al Palacio. Debió admirar el entorno, la catedral de un lado y por otro el Palacio, la imponente construcción novohispana debió tener un impacto sobre él. Una vez dentro, al poco tiempo, empieza la refriega. De una esquina de la plaza vuelan las primeras piedras, hay desconcierto en las filas. Un primer repliegue, luego un avance. De las azoteas continúa la lluvia de piedras y hasta cacerolas con agua hirviente, todo vale; como bien intuye Granados, aquello es un diluvio, hacía días que había piedras en las azoteas del primer cuadro.
Horas intensas siguieron el resto del día, el ejército estadounidense no esperaba tal giro en la situación, hay bajas civiles, pero también militares estadounidenses, ¿cuántas de cada lado?, no se sabe. El peligro de que los habitantes de la ciudad tomen la defensa de su ciudad en sus manos es grande. Inician las negociaciones y la operación del Cabildo y el cuerpo eclesiástico. Para el día 15 aún hay enfrentamientos, se busca aplacar los ánimos mostrando mano dura pero el peligro sigue latente. Los días siguientes aunque la calma aparentemente regresa a la ciudad, en el fondo nada es certero como nos hace intuir la comunicación dentro de las filas del ejército invasor.
En el primer número de la publicación The American Star en la Ciudad de México, el 20 de septiembre, solo unos días después del levantamiento, Scott escribe ordenando a su ejército "Que no haya embriaguez, desórdenes ni dispersión. Aquellos que se alejen de sus unidades corren peligro de ser asesinados…", [15] todo indica que el control de la ciudad es pobre. En el mismo sentido el diario del general Hitchcock recuerda con fecha del 26 de septiembre "alrededor de 3,000 hombres han escapado desde el 20 de agoto [...] En medio de esto también oímos rumor tras rumor de insurrección o sublevación del pueblo en la Ciudad" [16]
Pasarán los días y poco a poco los meses, la ocupación continúa al igual que la guerra. Será hasta el 2 de febrero de 1848 cuando con el Tratado de Guadalupe Hidalgo se ponga fin a la invasión estadounidense, el saldo, México perdió la mitad de su territorio, Estados Unidos lo duplicó.
En la historia del alzamiento de los habitantes de la Ciudad de México se observa muy bien la manera en que la historia de los sectores populares y los trabajadores se oculta bajo un halo de patriotismo y de historias grises que nos aleja del verdadero heroísmo de los sectores empobrecidos y laboriosos. La manera diferente en que se ubicaron los pobres y los llamados léperos de la ciudad, contrasta con la de la dirigencia político - militar y la de las clases poseedoras.
Durante la formación de México como país independiente, amén de las dificultades de todo tipo, su debilidad y la de su clase dirigente salen a flote. Incapaz de defender sus intereses de clase se desdibuja frente a los conquistadores, complaciente frente a ellos, se olvidan de las arengas patrióticas lanzadas desde que inició la guerra, parece confirmarse el viejo adagio: su única patria es el dinero.
Pese a luchar por su independencia desde muy temprano, el país está comprometido hasta la médula a los intereses transatlánticos, la minería no atraviesa buen momento y su aislamiento del mercado mundial lo borra del mapa que recorre la industrialización. Tendrá que pasar mucho tiempo para ver llegar la industria moderna y pese a ello, las fuerzas burguesas se mantendrán permanentemente débiles. La Reforma, se convertirá en nuestra versión de revolución burguesa, en dónde ésta brillará muy tenuemente.
A diferencia de ellos, la burguesía norteamericana hace gala de su voraz sed de tierra y riquezas. Los Estados Unidos construyen así los cimientos de su revolución Industrial mientras que México pelea por abandonar el Ancien Régime; los norteamericanos están gestando las bases de su dominio mundial siguiendo el camino de la agricultura, la industria y la civilización y comenzando el dominio político/militar de las naciones que considerarán su "espacio vital", su "patio trasero" latinoamericano, el camino que empezó con el aplastamiento de Jefferson a las comunidades nativas. |