En su último libro Apaches, huellas de una nación indomable, el historiador Víctor Orozco concluye: “Jú murió en el Estado de Chihuahua en circunstancias no aclaradas”. Su planteamiento expresa el reconocimiento de versiones encontradas, insuficientes y poco claras, pero a la vez estamos ante un reto para quienes mediante un método indiciario pretendan dar luz sobre los hechos.
La máxima “la Historia la escriben los vencedores” aplica perfectamente a las versiones dominantes sobre la muerte del jefe chiricahua, Juh. Como en el caso del asesinato del emperador mexica Moctezuma Xocoyotzin, nos inspiramos en la reflexión del historiador Pedro Salmerón, en su libro La Batalla por Tenochtitlán, donde aporta elementos convincentes para echar por tierra la idea de que este tlatoani fuera asesinado por su propio pueblo, antes bien ejecutado por las fuerzas de Hernán Cortés.
BREVES NOTAS CONTEXTUALES
En 1858 las tropas del estado de Sonora irrumpen en Kas-ki-yeh (Janos, Chihuahua) y llevan a cabo una masacre de “apaches” que cuesta la vida de la familia de Goyahkla (Gerónimo). El proceder de los sonorenses era motivado por las constantes irrupciones Chiricahuas desde Janos con aval de las autoridades locales beneficiarias del comercio del ganado y bienes saqueados a los enemigos sonorenses. En 1861 en Apache Pass, Arizona, se perpetra la traición a Cochise (el llamado incidente Bascom) que marca el inicio de la fase final de las llamadas “Guerras Apaches”, a este guerrero Chiricahua se le acusó del supuesto secuestro de un niño de nombre Mickey Free. Para 1863 acontece la traición y muerte de Mangas Coloradas en Fort McLean.
En la historiografía norteamericana, la parte final de la llamada Guerra Apache suele explicarse como producto circunstancial de la torpeza de un oficial de apellido Bascom o por el abuso de algunos mandos medios del ejército y por el siempre muy marcado carácter bélico de los propios “apaches”. Pero no podemos dejar de considerar que, por estas mismas fechas, en 1861, da inicio la Guerra de Secesión en EEUU donde los actuales territorios de Arizona y Nuevo México, asiento de gran parte de la llamada Apachería, estarían en disputa entre la Unión y los Confederados.
Ese mismo año, 1861, el gobierno mexicano encabezado por Benito Juárez suspende los pagos de la deuda externa, bajo cuyo pretexto se da la Segunda Intervención Francesa y la instauración del imperio de Maximiliano bajo tutela de Napoleón III, aliado de los Confederados. Para agosto de 1865 el ejército francés toma la capital del Estado de Chihuahua. En este contexto, los cantones de Galeana, Janos y Casas Grandes, ubicados en los territorios de la Apachería del lado mexicano se alínean con los Conservadores Promonárquicos. El gobernador de Chihuahua, Luis Terrazas, informa que algunos indios de esta región se sumaron de igual manera al bando del Imperio y sabemos que al menos un apache, Manto Negro, se sumó a la causa juarista o al menos fue importante hacer creer que esto pasó, dada la muy romántica forma de plantearlo en la única fuente que da cuenta de ello.
Los Confederados texanos que irrumpieron en los territorios del Nuevo México, en un inicio intentaron sumar a su lucha a los apaches pero, tras fracasar, los combatieron con ánimo rotundo de aniquilarlos. Desde Paso del Norte (hoy Cd. Juárez), con la victoria del ejército de la Unión sobre los Confederados, Juárez obtiene el respaldo contundente del gobierno norteamericano el cual desplaza más de 100,000 tropas a la frontera en clara afrenta a los franceses y al imperio de Maximiliano y para 1866 las fuerzas republicanas retoman la ciudad de Chihuahua. En 1867, Napoleón III retira su ejército de México dejando a Maximiliano abandonado a su suerte, cuya derrota se cierra con su fusilamiento en el cerro de Las Campanas el 19 de junio de 1867. En 1872 muere Benito Juárez.
EL FIN INICIÓ CON EL CIERRE DE LA RESERVA CHIRICAHUA
Tras el fin de la Guerra Civil se da en EEUU la era de la Reconstrucción que se extendió hasta 1877. En 1870, la población de los Chiricahuas (una de las 7 tribus de la nación N’dee) era de 1,250 individuos (225 de estos de la banda Nednhis) que para 1886 se redujo a 540 (43%). En 1872, el jefe Chiricahua Cochise acuerda la paz con el representante del gobierno norteamericano, Oliver O. Howard. Los términos del tratado otorgaban a la banda de los Chokonen-Chiricahuas una reserva en su país ancestral y a un agente (Thomas J. Jeffords) elegido por el mismo Cochise, dejando fuera la jurisdicción de los militares. Cabe decir que la reserva colindaba con el estado de Sonora, lo que permitía las incursiones apaches a México, asunto no tratado entre Howard y Cochise. Así, de 1870 a 1876 las incursiones Chiricahuas en los estados de Sonora y Chihuahua fueron constantes y terribles. El botín de cada incursión era comercializado sin problemas del otro lado de la frontera; pero el potencial minero y ganadero de los territorios de la Reserva Chiricahua acordada con Cochise y, en menor medida, el afán de ahorrarse recurso en el sostenimiento de la misma, llevó en 1874 al cierre de la misma y al traslado obligado, a otra reservación, de las distintas bandas ahí instaladas.
Al paso de un tiempo, la banda de los Chihennes, encabezados por Victorio y Loco, estaban inconformes porque habían sido trasladados a la reservación de Tularosa, en las montañas Mogollón, NM., junto algunos de la banda de los Bedonkohes, liderados por Chiva y Gordo. Los Chihennes querían regresar a Ojo caliente, lugar considerado sagrado por los Chiricahuas.
En 1873, el jefe Juh, al mando de 150 miembros de su banda Nednhis, abandona la reservación próxima a cerrarse y se traslada a México, a donde iba y venía. A decir de su hijo Asa Dakluye, a su padre le gustaba estar en la Sierra Madre dado que no se sentía bien entre los norteamericanos. [1]
UNA ESTATUA DE JUH EN EL PASO, TX.
El 1 de mayo de 1883, el periódico El Paso Times, en su pág. 4, da cuenta de la existencia de una gran estatua de Juh, el gran jefe Chiricahua, en la parte exterior de la farmacia Rio Grande (ubicada en la esquina noreste de la calle S. El Paso y San Antonio Sts de El Paso, Tx.), era una estatua comercial en posición de entregar gentilmente a los transeúntes un cigarro. Paradójicamente, en ese tiempo el acto de fumar se consideraba algo beneficioso para la salud. El mensaje era claro: si el indomable, invencible, guerrero apache lo hacía, señal que fumar es recomendable. Y es que para 1883, Juh ya era un personaje ampliamente seguido por la prensa norteamericanos; un año antes, había masacrado a los hombres de Mata Ortiz en el Puerto del Chocolate, cerca de Galeana, Chihuahua, y quemado vivo al propio Capitán “Gordo”, como se lo había prometido, en venganza por la masacre a traición del año 1882 en el río Casas Grandes. La prensa norteamericana dio cuenta del mortal acontecimiento donde también cayeron tres comerciantes norteamericanos (Knoxville Daily Tribune Knoxville, Tennessee, vie 08 dic 1882, Página 1). Para 1883, el año de la muerte de Juh, la prensa norteamericana seguía al día sus negociaciones de paz con el gobierno mexicano buscando establecerse en la sierra del Carcaj (hoy Carcay), esto tras una impresionante incursión desde Chihuahua al territorio norteamericano de Arizona, una expedición de rescate de cientos de Chiricahuas concentrados en la Reservación de San Carlos bajo custodia del ejército de aquel país. Esta incursión, del año 1882, sin duda puede considerarse una proeza estratégica que fácilmente opaca la realizada por mismísimo Pancho Villa, el Centauro el Norte, sobre Columbus, N.M., unas décadas después. Esta acción sería planeada y encabezada por el propio Juh, un “indio” mexicano nacido probablemente en 1823 (si damos crédito a la versión de que murió a los 60 años) en la Sierra del Carcaj que divide Sonora de Chihuahua. Esta zona conocida por los N´dee como las Montañas Azules (en los alrededores de Casas Grandes), hogar de la banda de los Nednhis de la tribu Chiricahua, fue el escenario del encuentro, en la fortaleza de Juh, de los principales líderes Chiricahuas quienes concretarían de conjunto tal la hazaña, donde, muy seguramente, el amargo tabaco de los campos de Norteamérica no faltó en las pipas o cigarrillos de Gerónimo, Nana, Naiche o Juh.
NOTICIAS DE JUH EN LA PRENSA NORTEAMERICANA: CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
En The Daily New Mexican. Santa Fe, Nuevo México Vie, 18 jul 1873 página 1., coincidiendo con las razones y las fechas del cierre de la reservación Chiricahua en la frontera con México, los editores de este periódico exponen un escenario fabuloso para el desarrollo de la minería y dan cuenta del intento norteamericano de comprar el estado de Chihuahua. Leemos: “Admirando el espíritu y el genio de los capitalistas estadounidenses y especialmente la audacia y el éxito sin paralelo de aquellos que han gastado sus millones en ir a las entrañas de la tierra en busca de los metales preciosos y, que, por lo tanto, han suministrado a los Estados Unidos, y podría decirse que al mundo, con la enorme base de especies que inevitablemente estampará toda la historia comercial con el período de la "Edad de Oro". Ahora propongo ex equo et bono […]. Los amplios campos de oro de California dieron vigor y tono a estos espíritus audaces y en ascenso. Australia apoyó y desarrolló su mediana edad, y confío en que los estados mexicanos de Chihuahua y Sonora coronarán su madurez con la plenitud de un éxito notable y extraordinario en los anales de descubrimiento y minería (Las cursivas son mías). La cadena de la Sierra Madre divide a los estados antes mencionados y son los más famosos por sus ricas minas de oro y plata, de todas las montañas en México. La moderna ciudad de "Casas Grandes", se encuentra en el estado de Chihuahua, al pie de la Sierra Madre, a unos 130 kilómetros al suroeste de la ciudad de El Paso. Esta porción de las montañas, por ejemplo, a cincuenta millas al norte y al sur de Casas Grandes, es la fortaleza del apache indomable y guerrero [referencia los Nednahis de Juh,], que durante la paz y la guerra, ha impedido que incluso los mexicanos más decididos penetren o subsistan en las montañas para la minería. Incluso cuando van a las montañas por madera, los mexicanos están obligados a ir en grupos de veinte o treinta y estar bien armados para protegerse. Es un hecho bien conocido para la gente de Casas Grandes, que este distrito es el fuerte hogar de los apaches, que abarca cien millas en dirección norte y sur y en ancho treinta millas, está intercalado con minas de oro, plata y cobre, en riqueza que bordea lo maravilloso. […]. Hasta ahora he estado tratando de una sección de la Sierra Madre que desde la extinción del virreinato nunca se ha desarrollado, y solo se ha explorado casualmente. […] Estos son hechos conocidos por algunos millonarios astutos en Nueva York y Washington, y de ahí el rumor de que ciertas partes con dinero están formando un fondo para comprar los dos estados antes mencionados […].”
Para inicios de 1883, The Vegas Gazette Las Vegas, New Mexico, concluye en una nota “Las tribus apaches deben ser aniquilas”.
Como en el caso de la traición a Cochise, a Juh, jefe de los apaches Chiricahas en la Sierra Madre de Chihuahua, se le responsabiliza del secuestro de un niño, en este caso Charlie McComas. El manejo de esta noticia por la prensa conmovió al público norteamericano, quien exigía su rescate. Las expediciones del General George Crook para combatir o capturar a los apaches en México, fue respalda bajo este manto justiciero.
The Butte Miner Butte, del estado de Montana escribe el jueves 12 de abril de 1883 en su página 1: “Un especial de Guaymas dice: “El general Crook y los generales Carbo y Copete acordaron hoy una acción conjunta contra los apaches, evitando todos los tecnicismos de la etiqueta internacional.” Ya el 29 de julio de 1882 los gobiernos de México y EEUU habían establecido un convenio para combatir conjuntamente a los apaches, en este se permitían mutuamente incursionar en sus territorios cuando los perseguían. El general Carbo pasaría a la historia sangrienta de nuestro país sus crueles campañas de exterminio contra los Yaquis de Sonora.
The Montgomery Advertiser de Montgomery, Alabama escribe el 16 de mayo de 1883· página 2: “No se siente ninguna ansiedad entre los oficiales del Departamento de Guerra con respecto a la seguridad del general Crook. Es generalizada la impresión de que el valiente y anciano soldado es ampliamente capaz de cuidarse a sí mismo, incluso con un adversario como el astuto jefe Juh.” Algunos dicen, sin embargo, que el general fue sumamente indiscreto al no llevar a México una fuerza mayor, ya que la banda del jefe Juh está compuesta por guerreros escogidos y están completamente equipados para una larga campaña”.
Pero para septiembre de 1883, no encontramos tal actitud ofensiva por parte de los Chiricahuas en México, lo que la prensa de la época nos muestra es a una tribu acorralada en clave defensiva. El total de Chiricahuas de ambos lados de la frontera no rebasa los 500 individuos y Juh no encabeza a más de 200 guerreros. El Paso Times de El Paso, Texas, el 6 de septiembre de 1883 en su página 4 nos dice que Juh “habla de paz y mezcla sus conversaciones de paz con pequeñas y discretas peticiones de mezcal, (…) Parece que no tiene tantos seguidores como sus periódicos le han dado el crédito de tener, y como nuestros ciudadanos han creído, aunque el número exacto de sus fuerzas no se conoce.
Pero si algo le reconocen a Juh es su extraordinaria inteligencia, con 60 años a cuestas, lleva 30 encabezando a los Nednhis y se mantiene invicto en el campo de batalla. Es este saber acumulado el que lo llevaría a sospechar de una nueva traición por parte del ejército mexicano. El Albuquerque Journal Albuquerque, de New Mexico informa el miércoles 12 de septiembre de 1883 en su página 1: “Un despacho especial de El Paso Daily Times desde su corresponsal en Casas Grandes, dice que los Apaches ya están comenzando a mostrar signos de sospecha de traición por parte de las autoridades mexicanas, y se observa un cambio visible en su comportamiento. Es la intención de las autoridades mexicanas intentar cercar a los apaches, manteniéndolos en el cantón de Casas Grandes hasta que se complete el cordón.”
El Arizona Weekly Citizen de Tucson, Arizona el sábado 15 de septiembre de 1883 en su página 1 informa que 3 días antes dos ancianas mensajeras de los Chiricahuas llegan al campamento militar de Casas Grandes diciendo que Juh, Nana, Gerónimo y Chato (Victorio ya había muerto en 1880 en Tres Castillos) estaban en la zona y que estaban “ansiosos por tratar la paz con el Mayor Oñate al mando de las tropas mexicanas” al acto se informa que partió “una escolta de veinticinco hombres y encontraron a los indios en fuerza a unas quince millas de Casas Grandes”. El mayor Oñate se adelantó junto con otros cuatro se encontró con los cuatro jefes mencionados y mediante un intérprete celebraron una reunión a la vista de ambos destacamentos. La nota cita que el jefe Juh hizo la siguiente proposición:
El gobierno mexicano debería dar a los indios una franja de aproximadamente veinte leguas cuadras de tierra desde la Piedra Verde hasta el Río Casas Grandes, que el gobierno debería proporcionarles semillas y sembrar la tierra durante un año, al final del cual ellos mismos continuarían plantándola y viviendo pacíficamente de ella, y también que todas las tropas mexicanas deberían retirarse de Casas Grandes.
El periódico también informa que en el grupo hay 200 guerreros, dos tercios de ellos solamente equipados con armas de fuego y que El general Reguera envió los despachos a México y está esperando una respuesta.
El Freie Presse Fur Texas. San Antonio, Texas, del sábado 15 de septiembre de 1883 da cuenta que “En México la gente no confía en las garantías de paz que un tratado con los Chiricahuas pueda traer.” En esta nota llama la atención que, como en otros casos, ante el genio guerrero de Juh, se intenta instaurar la idea de que su inteligencia sería herencia de la raza de un supuesto padre misionero [Jesuita] quien lo procrearía con una apache de cuya sangre india le vendría lo “salvaje”. Son precisamente estas características las que lo han convertido en un enemigo tan odiado (Sabemos por otras fuentes que el padre de Juh fue el jefe Chiricahua Láceris).
Para fines de septiembre de 1883 la Sierra del Carcaj estaba rodeada por una cruzada binacional contra los últimos guerreros Chiricahuas que huyeron de la malaria, el hambre y otras terribles condiciones de las reservaciones norteamericanas. El 4 de octubre de 1883 el Albuquerque Journal Albuquerque, New Mexico en su pág. 5 informa que “El jefe Juh había muerto el día 21 al caer de su caballo, en estado de ebriedad, al río Casas Grandes” y es que “Los soldados mexicanos estaban tratando de emborrachar a los indios, presumiblemente con miras a masacrarlos”. Esta sería la versión dominante de la muerte de Juh por casi 100 años.
En The Burlington Free Press (Burlington, Vermont) el 5 de octubre de 1883, escribe: “Deming, NM, 4 de octubre. “Se Informa que Wilson y Le Roy, que fueron a México para obtener a Charlie McComas, han regresado, sin éxito debido a la muerte del Jefe Juh, que desmoralizó a la banda, y debido a la presencia de un gran número de tropas mexicanas y la injerencia de las autoridades locales mexicanas. Supuestamente restan 150 guerreros”.
El Arizona Weekly Citizen Tucson, Arizona, el sábado 6 de octubre de 1883 en su página 4 menciona que: “Un oficial dijo hoy que el gobierno tenía una gran cantidad de mezcal en Casas Grandes y que los indios estaban gradualmente intercambiando sus armas por lo mismo y solo era cuestión de tiempo que la tribu se quedara sin armas y municiones, ya que el mezcal aguantaría mucho tiempo. Hoy se recibe aquí información muy confiable de que los indios al mando de Juh [ya muerto] en Casas Grandes han expresado su determinación de rendirse. Para el 28 de septiembre de 1883 había en Casas Grandes 850 tropas, 230 de caballería y 620 infantes del gobierno mexicano. 850 soldados para 150 apaches (sin contar las tropas comandadas por el General Bernardo Reyes del lado de Sonora, ni las comandadas por General George Crook llegando por el Norte).
El Paso Times El Paso, Texas, domingo 04 de noviembre de 1883, en su página 5 informó: “En los últimos años, tan habitual ha sido que los indios se hayan estacionado cerca de la ciudad de Casas Grandes, la sede del condado de Galeana, Chihuahua (…). Casas Grandes es un lugar de aproximadamente 5,000 habitantes, situado en el río Corralitos, en un rico valle agrícola del mismo nombre, (…). Es punto de encuentro y suministro para todos los mineros en el distrito (las cursivas son mías). Los principales hombres del lugar también son plantadores a gran escala o ganaderos y criadores de ovejas. Sin embargo, una industria de la ciudad es la razón probable de la gran atracción que presenta al salvaje Apache. Esta es una antigua destilería de Sotol "que produce un licor fuerte de una planta silvestre local. La ciudad también ha sido durante años un puesto militar, donde un regimiento, al menos, del ejército mexicano siempre ha tenido su cuartel general. Durante Las guerras temibles de Victorio, este lugar y todo el valle en el que se encuentra, compartieron el mismo destino que asistió a la noble hacienda de San Miguel, que se encuentra en las inmediaciones, al sudoeste y sobre la cordillera. No hay en el Estado una zona que presente oportunidades agrícolas más que favorables, ni ninguna que pueda sobresalir sobre este vasto valle de Corralitos en finos y abundantes pastos y rebaños. Estas cualidades hicieron de este el hogar de los Montezumas hace trescientos años, y las mismas cualidades de hierba y tierra motivaron el rescate esta propiedad de manos de viles apaches en luchas recientes pues no se podía producir en esta zona y luchar contra los indios al mismo tiempo (las cursivas son mías). Los indios no esperan nada cuando firmaron un tratado de paz cerca de Casas Grandes; era simplemente un pretexto para permitirles probar las tinas de mezcal en la destilería. Nadie lo sabe mejor que los mexicanos mismos, pero fingen creer en los indios con la esperanza de poder asegurar a los salvajes bajo la influencia del licor y luego aniquilarlos (las cursivas mías).”
Tras la incursión y escape de la reservación de San Carlos en 1882, los Chiricahuas fueron atacados por el capitán mexicano Ponce, en la Sierra de En Medio, en el Cañón del Embudo, sufriendo en esta emboscada significativas bajas de guerreros, mujeres ancianos y niños. El Paso Times El Paso, Texas del domingo 04 de noviembre de 1883 en su página 5 informa: “No muchos días después de este hecho, los indios demandaron por la paz en su lugar favorito y acamparon en las orillas del río, al sur de la ciudad (Casas Grandes), el campamento de Ju del ’82. Fue aquí donde los mexicanos los emborracharon y planearon su destrucción completa a la mañana siguiente. Sin embargo, la plataforma falló debido a algunos voluntarios que dispararon contra el campamento indio horas antes de la señal adecuada. Durante este período de paz, Juh, el jefe, nunca entró en la ciudad de Casas Grandes, excepto por la noche e incluso en compañía de otros tres o cuatro hombres”.
The New York Herald informa lo siguiente: Washington, 24 de octubre de 1883. El siguiente telegrama se recibió hoy en el Departamento de Guerra del general Crook: San Carlos A. T. 24 de octubre de 1883. Ayudante general, ejército de los Estados Unidos, Washington D. C. “[…] Los indios aquí informan que Juh se ahogó hace algún tiempo mientras estaba borracho.” George Crook, general de brigada.
ACLARACIONES SOBRE LA MUERTE EL JEFE JUH
En su último libro Apaches, huellas de una nación indomable, en la página 33, historiador Víctor Orozco concluye: “Jú murió en el Estado de Chihuahua en circunstancias no aclaradas”. El planteamiento de Orozco expresa el reconocimiento de versiones encontradas, insuficientes y poco claras que no permiten concluir con certeza el hecho, pero a la vez su planteamiento nos pone ante un reto a quienes mediante un método indiciario pretendamos dar luz sobre lo acontecido.
Considero que la máxima “la Historia la escriben los vencedores” aplica perfectamente a las versiones dominantes sobre la muerte del jefe chiricahua, Juh. Nos inspiramos en el trabajo del historiador Pedro Salmerón, que en el caso del asesinato del emperador mexica Moctezuma Xocoyotzin, en su libro La Batalla por Tenochtitlán, aportó elementos convincentes para echar por tierra la versión dominante de que el tlatoani fue asesinado por su propio pueblo, para posicionar que fue ejecutado por las fuerzas de Hernán Cortés.
Ante la muerte de Juh, las autoridades de ambos lados de la frontera y la prensa norteamericana de ese 1883 sostuvieron preponderantemente la versión de que Juh habría muerto ahogado al caer borracho desde un barranco, con todo y caballo, en el río Casas Grandes. Esta fue la versión dominante. Si bien es cierto que hubo al principio incredulidad y versiones contradictorias:
The Superior Times Superior, Wisconsin en su edición del sábado 10 de noviembre de 1883 publica en su primera página: “La misma autoridad afirma que el informe de la muerte de Ju fue una astuta artimaña de ese jefe para permitirle situarse en la retaguardia de las tropas mexicanas, y que es el propio Juh quien está ahora a la cabeza de los asaltantes en el sur de Chihuahua.”
El Paso Times de ese 4 de Noviembre también plantea que “La historia de la muerte de Juh fue narrada simplemente para poner a los mexicanos fuera de guardia. (…) ayer recibimos un especial de Deming, que decía que Juh no estaba muerto de acuerdo con la buena autoridad, sino que estaba haciendo daño de forma habitual desde la ruptura [de los diálogos de paz]”.
The Dallas Daily Herald Dallas, Texas Dom, 11 nov 1883 página 4: “Si el Jefe Juh, el indómito Apache con más vidas que un gato solo pudiera llegar a la plataforma de conferencias después de regresar a la vida tras una de sus horribles y accidentales muertes, de allí en adelante él podría emborracharse tantas veces como quisiera y tener tres o cuatro guardias para cuidarlo. Sería mucho más seguro emborracharse en medio de la civilización. Sus muchas vidas se acabarán algún día y cuando caiga por un precipicio se quedará allí”.
“Juh ahogado al caer borracho” fue la versión dominante por casi un siglo, hasta inicios de 1980 con la publicación del libro de Eve Ball, Indeh, donde el hijo de Juh, Asa Daklugie, da su versión de los hechos, atribuyendo su muerte a un paro cardiaco o al golpe de la caída, por la relevancia del testimonio veamos a detalle:
“En ocasiones iba a Casas Grandes a buscar provisiones. Aplicó rígidamente su política de negarse a permitir que todos los guerreros bebieran al mismo tiempo; la mitad una vez y la otra mitad siguiente era su regla. Juh sabía bien que los mexicanos darían generosamente su licor ardiente, emborracharían a los apaches y los asesinarían. (…). En su último viaje a Casas Grandes, mi padre compró una buena provisión de municiones, café y mantas. Les intercambió pieles y carne triturada. Como de costumbre, se dio licor a los hombres y ellos hicieron trueque para conseguirlo; pero la mayoría permaneció sobria. Entre ellos estaba Juh. Bebía y a veces se emborrachaba, pero ese día no había tomado licor. Era el turno de Ponce para emborracharse. Y Juh se negó escrupulosamente a sí mismo ni siquiera un trago. Primero sacó de la ciudad a Ponce y a los que estaban bebiendo y envió a los sobrios tras ellos. Él cerraba la marcha con Delzhinne y conmigo. Daklegon se adelantó con Ponce. Íbamos en fila india río arriba por el Río Aros. El banco no estaba tan alto como mi cabeza. De repente, la montura de mi padre se estremeció hacia la izquierda, la orilla se desmoronó y él cayó al río. Delzhinne y yo lo seguimos tan rápido como pudimos. El agua me llegaba hasta la cintura. Cuando llegué hasta ellos, Delzhinne sostenía la cabeza de mi padre fuera del agua y estaba inconsciente. Si sufrió un infarto o resultó herido en la caída, nadie lo supo nunca. (…). En la orilla occidental del río Aros, los guerreros cavaron una tumba, envolvieron a Juh en su manta y lo acostaron en ella.” (ver. Ball, Eve. Indeh: An Apache Odyssey (Edición en inglés) (págs. 75-76). Prensa de la Universidad de Oklahoma. Edición de Kindle.)
Pero, en el año 2010, en su libro From Cochise to Geronimo. The Chiricahuas Apaches, 1874-1886, Edwin R Sweeney refutó la versión de Asa Daklugie de la siguiente manera:
“En los últimos años, Daklugie, el hijo menor de Juh, hizo todo lo posible para disipar los rumores de que su padre murió de una manera tan poco ceremonial. Le confesó a Eve Ball que su padre bebía en exceso (en su entrevista Daklugie no dice “en exceso”), pero insistió en que Juh estaba sobrio el día de su muerte. Parece que él y su “segundo” Ponce se turnaban para emborracharse en Casas Grandes mientras el otro se mantenía sobrio, muy parecido al conductor designado de hoy. Juh “se negó escrupulosamente incluso un trago”. Mientras el jefe regresaba al campamento, el banco cedió y Juh cayó al río Aros. Juh murió por el impacto de la caída o sufrió un infarto. Esta es la versión de Daklugie. Pero o le falló la memoria (contó su versión unos setenta años después) o usó su imaginación para crear esta historia. Si evaluamos su relato de acuerdo con los hechos tal como los conocemos, encontramos que su historia tiene muchos agujeros. En primer lugar, Daklugie, que no tenía más de doce años, no estaba presente, ya que el día anterior sólo había guerreros en el consejo cerca de Casas Grandes. Ponce, el afable guía del general Howard durante su histórica visita a Cochise en 1872, definitivamente no estaba allí, ya que había muerto a finales de la década de 1870. Finalmente, todos los relatos dicen que Juh cayó al río Casas Grandes y no al río Aros, que estaba a dos o tres días de viaje desde Casas Grandes. ¿Qué dijeron los chiricahuas que estaban allí en las semanas posteriores a la muerte de Juh? Unos meses más tarde, Naiche, Kaetenae y Zele, que fueron testigos presenciales, concedieron entrevistas a Crawford, quien tomó nota de sus declaraciones palabra por palabra. De los tres jefes, Naiche proporcionó el relato más completo: “Él [Juh] se emborrachó un día en el campamento y se montó en un caballo salvaje. El caballo saltó con él a una orilla alta y lo arrojó de cabeza al río. No creo que hubiera suficiente agua para ahogarlo. Creo que al caer se golpeó la cabeza y murió. Lo encontramos tirado con la cabeza en el agua, muerto”. Kaetenae y Zele hicieron la misma observación: ambos dijeron que Juh estaba borracho y “atropelló su caballo por un banco alto y murió”. Otro hombre presente era Perico, primo segundo de Gerónimo. Le dio su versión a Sol Tax, uno de los varios antropólogos (junto con Morris Opler) que entrevistaron a ancianos chiricahuas en la Reserva Mescalero en 1931. Perico, uno de los muchos informantes que hablaron sobre el poder de Juh, relató lo que vio y escuchó ese día en la orilla del río Casas Grandes. Además de confirmar la insistencia de Zele y Kaetenae de que Juh “pasó con su caballo por un banco alto”, agrega otros detalles fascinantes.
Este jefe [Juh] hizo correr su caballo muy rápido (con él mismo montado) e hizo que su caballo saltara un enorme acantilado, tal vez de un bloque de altura. Murieron tanto el hombre como el caballo. Le había dicho a la gente que iba a hacer esto, y les dijo que, si venían rápidamente y lo recomponían nuevamente, volvería a la vida. Pero toda la gente estaba borracha y se olvidó, y medio día después llegaron y él seguía muerto. Tal vez el hombre estaba borracho para hacer esto, o tal vez el espíritu para el que trabajaba lo obligó a hacerlo.
Los jefes enviaron mensajeros a la aldea con la noticia de la muerte de Juh. Su familia y amigos comenzaron a llorar. La noticia de la muerte de Juh había llegado a Casas Grandes el 23 de septiembre, cuando dos estadounidenses de Deming, D. C. Leroy y Charles Wilson, llegaron a la ciudad buscando conoce a los chiricahuas para descubrir el destino de Charley McComas.” [2]
La versión recogida por Sweeney parece estar muy bien sustentada y en cierto sentido coincide con la tradición oral de región de Casas Grandes, que da cuenta de como Juh “vendó los ojos de su mula y se lanzó a todo galope, junto con ella, desde el acantilado”. Sin embargo, salta a la vista que lo expuesto por Sweeney pone un marcado acento en los testimonios que apuntan a corroborar que Juh estaba borracho y fuera de sí; pero Sweeney omite lo que dicen, ya no digamos la tradición oral en la región de Casas Grandes o las fuentes locales (como las del señor Javier Ortega Urquidi, cuyo libro Apaches en el Desierto página 155, con todo y carecer del rigor historiográfico y pecar de bucolizar los acontecimientos), Sweeney no repara en el hecho ampliamente documentado por la misma prensa norteamérica, que tan frecuentemente él mismo cita en su trabajo, de como Juh y su gente se encontraban fuertemente rodeados por los ejércitos coaligados de las dos naciones en “santa cruzada” acordada impúdicamente contra los “bárbaros”. Sweeney no repara en lo que mencionan periódicos como The Buffalo Commercial de la ciudad de Buffalo, New York del Lunes 5 de noviembre de 1883 en su página 1: “Se informa que el jefe Juh, presionado por mexicanos (las cursivas son mías), intentó saltar un barranco con su caballo, cuando ambos cayeron y murieron.”
La versión, sustentada por distintas fuentes, de que, ante la emboscada, Juh prefirió saltar y morir antes que perder su libertad, supera por mucho el entendible intento imaginativo de su hijo Asa Daklugie por devolverle el honor mancillado a su padre guerrero. En la historia de la Apachería son muchos los ejemplos de guerreros que, al verse rodeados por sus enemigos, prefirieron sacrificarse junto a sus propias mujeres e hijos, antes que terminar de esclavos en una collera o bajo servidumbre de los “Ojos Blancos”. Mejor lanzarse a los brazos de la muerte, antes que ser atrapado vivo o cazado para que su cabellera gris, como la de Victorio en su momento, colgara por unos cuantos pesos en la catedral de Chihuahua, junto a las de no pocos de sus hermanos, para regocijo de funcionarios, religiosos y rancheros agraviados por una violencia iniciada por ellos mismos, festejando en la plaza la muerte de los “Barbaros”.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Juh murió un 21 de septiembre de 1883 en el río Casas Grandes. No cayó de su caballo desde un barranco debido a un paro cardiaco como lo planteó su hijo Asa Daklugie en defensa de la memoria de su padre (los argumentos de Sweeney son contundentes al respecto). Son variadas las fuentes que confirman que Juh saltó con su caballo (o mula) desde un acantilado. Si iba tomado o no, es irrelevante porque ahí no encontraremos la causa de su muerte.
El cerco militar acordado de manera conjunta por los ejércitos de Estados Unidos y México le cerró cualquier salida a Juh y sus 150 Chiricahuas: fue emboscado, trataron de dale caza como a un animal para terminar con “un problema” que limitaba el avance de los grandes negocias capitalistas mineros, agrícolas y ganaderos en el valle de Casas Grandes y en la Sierra Madre Occidental. Como lo confirma Jane Dale Lloyd en su trabajo El proceso de Modernización Capitalista en el Noroeste de Chihuahua (1880-1910) pág. 150, a 19 años del fin de las Guerras Apaches, el 96% del territorio del Distrito Galeana (el noroeste del Estado de Chihuahua) se había repartido casi a partes iguales entre latifundistas norteamericanos y el clan Terrazas y sus amigos, estp en gran medida aprovechándose las compañías deslindadoras de terrenos autorizadas desde 1886 (año de la Rendición de Gerónimo), un negocio de apropiación de los terrenos “baldíos” despojados a los pueblos originarios mediante compañías dirigidas por personajes como Gómez del Campo, cuya descendencia familiar sigue participando de la disputa burguesa por poder en México desde las filas del panismo.
De los rancheros “Campañadores” de cantones como el de Janos, Galeana y Casas Grandes, que enfrentaron a los aguerridos Chiricahuas en defensa de sus ejidos otorgados por la Corona Española, repetiremos lo que dice el Doctor en Historia Lance R. Blyth (Profesor del Departamento de Historia de la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en Colorado) en un libro de su autoría, con conclusiones reaccionaria favorables al uso decidido de la violencia del Estado para enfrentar el problema del narcotráfico en la frontera. En Chiricahuas and Janos, Communitiees of Violence in the Southwestern Borderlands, 1680-1880. Universidad de Nebraska. 2012 “ pág. 187 nos dice Blyth: En las últimas décadas del siglo XIX, Los Chiricahuas y los habitantes de Janos dejaron gradualmente de interactuar entre sí y dejaron de ser comunidades de violencia. El gobierno estatal de Chihuahua trató de defenderse de las incursiones apaches, que culminaron en la masacre de Tres Castillos, combatido únicamente por voluntarios civiles armados, incluidos muchos de Janos, sin ayuda del gobierno nacional. A los sobrevivientes Chiricahuas (…) sobrevivieron a ataques estadounidenses y mexicanos. Temiendo la traición en México finalmente se rindieron y aceptaron el encarcelamiento lejos de las zonas fronterizas. El principio del fin para Janos llegó con el final de las guerras apaches. El Estado Nacional Mexicano ahora tenía la seguridad para inspeccionar y vender tierras "excedentes", incluidas las de Janos, amenazando la supervivencia de la comunidad. Janos proporcionó así los "reclutas ideales" para iniciar la Revolución Mexicana de 1910-20”.
Como lo dijo Michel Antochiw, en en la presentación del libro de Louis Lejeune, La Guerra Apache en Sonora de 1984: “Los Apaches vivieron en la trágica situación de encontrarse aprisionados entre dos naciones en expansión que pronto ocuparon su territorio y sus fuentes de abasto. Lo que provocó la destrucción de su cultura y casi de su raza. Un pueblo de no más de 5 o 6 mil indios cazadores nómadas se vieron ante el avance arrollador de la ‘civilización’ que requería de grandes fuentes alimentadoras de metales y de materias primas. Lucharon por conservar su libertad, su territorio y sus costumbres. La historia de este pueblo es simplemente la historia de su lucha por la sobrevivencia en un medio que le era cada vez más hostil y más difícil de comprender.” |