Este 18 de Octubre se cumplen cuatro años de la rebelión que estalló el año 2019, que comenzó en Santiago y luego se expandió al resto del país, incluyendo Antofagasta.
Durante los días posteriores los lugares de trabajo se transformaron en centros de discusión política, los matinales dejaron su parrilla habitual y empezaron a mostrar cómo se vive en las poblaciones, las y los trabajadores tomaron conciencia de sus problemas comunes, que la mayoría vive endeudado, que una enfermedad es catastrófica, con empleos que son precarios, etc.
No hay que olvidar las razones de por qué se salió a las calles: por los miles de muertos en listas de espera, por las pensiones humillantes para jubilados, porque hay que partirse el lomo trabajando, que se mate a mapuches impunemente como Camilo Catrillanca.
Parecía que reconquistamos el derecho a soñar; fue la imaginación al poder; la realidad se puso de cabeza, los trabajos cerraban temprano, en calles y plazas se hacían debates y discusiones; en Antofagasta nació el Comité de Emergencia y Resguardo, un organismo que ayudó a organizar ampliamente la lucha, a coordinar, deliberar y llevar a cabo acciones, ¿Quién iba a decir que se podían organizar en común profesores, portuarios, trabajadores de la industria, pobladores, organizaciones de mujeres y estudiantes para organizar las manifestaciones?, decíamos Asamblea Constituyente Libre y Soberana, fin de las AFP, de las Isapres, Salud digna, etc.
Ahora nos quieren decir que quienes salimos a marchar somos los culpables de la crisis que se vive en Chile, económica y social. Siempre se quiere culpar al pueblo y a los pobres y que olvidemos los motivos que nos sacaron a las calles.
Querer olvidar el estallido social, es en el fondo querer defender la herencia de la dictadura, de la desigualdad, del saqueo al medioambiente, de la precarización.
Los partidos tradicionales y especialmente la derecha han tomado la tarea de reescribir la historia, primero pretendiendo ligar la revuelta a “pura delincuencia” y ahora último a un supuesto “golpe de estado no convencional”.
Pero nosotros sabemos lo que en verdad fue el estallido, porque estuvimos ahí, en las calles, lo vimos y lo vivimos. Con esta tesis del “golpe de estado no convencional", quieren que olvidemos. Pero el estallido fue un movimiento de masas, fuimos millones en las calles. Y de eso no nos olvidamos.
Quieren que olvidemos que Piñera le declaró la guerra al pueblo, que sacaron a los militares a la calle y que es responsable de las violaciones de DD.HH..
Quieren que nos olvidemos, pero no olvidamos a Nicolás Piña, no olvidamos a Deivy Jara, no olvidamos a Romario Veloz.
Quieren que olvidemos que el Frente Amplio y Boric se sentaron en la mesa y firmaron el Acuerdo por la Paz, quieren que olvidemos que el Partido Comunista desde sus organizaciones sociales bajaron sus llamados a la huelga general, a que cayera Piñera y a la Asamblea Constituyente; quieren que olvidemos que le perdonaron la vida a Piñera luego del Paro del 12 de noviembre, la mayor acción de masas en 30 años de democracia, que logró la paralización de diversos sectores de la producción, de servicios, además de tomas de caminos y enfrentamientos con la represión a nivel nacional.
A cuatro años del estallido nuestras demandas no han sido resueltas. Peor aún, se ha profundizado la crisis económica y social, hoy vivimos peor de lo que estábamos antes del estallido. Y por otro lado, se ha mantenido la total impunidad a los represores.
Este gobierno ha tenido una línea de continuidad con Piñera: ha garantizado la completa impunidad para los responsables materiales y políticos de la represión. Trata de demócrata a Piñera, lo invita en su avión a Paraguay, lo invita a desayunar, deja en su lugar a Ricardo Yáñez responsable del orden publico.
Finalmente. Una de las grandes lecciones que hay que sacar: esas exigencias no se van a resolver en un proceso constitucional sometido a los poderes constituidos. Hay que aprender de la experiencia. Cuando los dueños del país se ven atacados, harán de todo para defender sus intereses, desde la represión, hasta tomar la bandera de la nueva Constitución para escribir una nueva constitución para escribirla bajo sus propios lineamientos.
Hoy en medio de un Consejo Constitucional totalmente cocinado por los partidos tradicionales y el Congreso y el régimen político, que por medio de la ofensiva republicana busca atacar derechos y constitucionalizar las Isapres, las AFP y el mercado educativo, queda más que claro que las demandas que se plantearon en la rebelión continúan muy vigentes y sin resolver.
Hay que romper la ingenuidad: el proceso actual es un fraude contra las mayorías y tenemos que enfrentarlo. Hoy es más claro que el proceso anterior no iba a cambiar la realidad del país, fue para desviar la movilización y que esos anhelos profundos fueran desviados a la institucionalidad.
Y el mundo muestra el capitalismo decadente. La carestía de la vida, la inflación comiéndose lo salarios, solo promete más crisis; la guerra cada vez más vigente, como en más de un año de conflicto en Ucrania y con la reciente ataque genocida del estado Sionista de Israel, se avizoran nuevas manifestaciones y protestas en todo el mundo. por eso no hay que resignarse. Contra la resignación: No basta con una revuelta. Hay que organizarse e ir más allá, y cuestionar el conjunto del orden de los poderosos y sus ganancias.
Tenemos que prepararnos, organizar nuestras fuerzas, apoyar las luchas en curso y las que estén por venir, para que estemos en mejor pie y con mayores fuerzas, coordinadoras, frente único, avancemos en coordinar las luchas en Antofagasta, con independencia del gobierno, para estar mejor preparados y así luchar por una perspectiva superior y no quedarnos en las revueltas.
Desde el Partido de Trabajadores Revolucionarios no queremos revueltas, queremos revoluciones, pero esta se organiza, no surgirá espontáneamente, por eso es que sumamos nuestros esfuerzos por la organización política de los trabajadores en un partido revolucionario y socialista que acabe con el capitalismo y reparta la riqueza entre todos y todas, acabando con la explotación y la miseria, garantizando a cada uno nuestras necesidades.
Quienes reivindicamos el estallido reivindicamos también el derecho a soñar, pero no solo a soñar por echar abajo el régimen de los 30 años, sino que también a creer en nuestros propios sueños donde vivamos libres, sin explotación, opresión ni violencia. Para eso "Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.” |