Editorial |
Las elecciones y la hegemonía imposible
|
|
|
Una vez más: relaciones de fuerzas y expresiones políticas en el país del empate. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que ese emite los jueves de 22 a 24 h por Radio Con Vos, 89.9. |
Link: https://www.laizquierdadiario.com/Las-elecciones-y-la-hegemonia-imposible
|
Estuve en estos días en Montevideo (Uruguay) por la presentación de mi libro "La hegemonía imposible" (aprovecho para agradecer a los amigos y amigas que organizaron el evento). Por supuesto que se sigue con mucho interés la situación argentina por el desenlace electoral que todavía está abierto.
Pero más allá de los vaivenes de la coyuntura —el clima de estas horas muestra que descendió marcadamente el exitismo del panperonismo que se desplegó luego de las generales y volvieron a subir las expectativas de Javier Milei—, los debates que surgieron fueron en torno a las relaciones de fuerza, del famoso “empate”, la situación en los bloques o en las clases sociales y sus expresiones electorales.
El interrogante que surgió en el intercambio de la presentación del libro era más o menos así: ¿Se puede seguir hablando de “empate” en un contexto en el que una porción importante del electorado eligió entre variantes de derecha o ultraderecha, y al hombre más “moderado” dentro de la coalición peronista (Massa)?
Es una pregunta totalmente pertinente porque las relaciones de fuerza no son algo estático, pueden tener desplazamientos capilares y los resultados electorales algo dicen como “recuento globular de fuerzas” de todas las coaliciones políticas. Incluso, teniendo en cuenta todo esto, corresponde observar un poco más detalladamente el escenario e ir un más allá de la superficie.
Si observamos la secuencia electoral de este año tuvimos una “sorpresa” en las primarias (Milei con cerca de 30 puntos y primero); otra “sorpresa” en las generales, la recuperación en casi 7 puntos de Massa. Y en los dos casos, tuvimos una actitud parecida como respuesta: un exitismo que se basaba en considerar que triunfo electoral era sinónimo de adhesión al conjunto de sus ideas.
Lo escuchamos a Milei subido al caballo después de las primarias decir que “era la primera vez que las ideas liberales tenían tanto respaldo en la Argentina”. Eso lo condujo a él y a sus partidarios a una serie de exabruptos sobre sus “propuestas” en general y también para la economía. Recordemos en medio de una corrida llamó a retirar los depósitos de los bancos y básicamente a que estalle todo. Después de la recuperación de Massa también escuchamos desde el campo peronista decir que era imbatible, eterno, parte de la idiosincrasia, etc. Los mismos que ahora miran el escenario con preocupación.
¿Qué nos dicen estas variaciones? Bueno, en primer lugar, que las adhesiones son débiles, que las identidades son frágiles y que hay una crisis de representación, basada en una crisis mayor (económica y política). Milei, más que una solución es un síntoma de esa crisis. Y que la característica principal del voto es lo que algunos politólogos llamaron “partidismo negativo”: se vota contra el otro, antes que a favor de uno.
Ahora, si observamos como se fueron acomodando las campañas: vemos que Massa para recuperarse tuvo que hacer algunas concesiones materiales (impuesto a las ganancias, devolución del IVA) que, hay que tomar nota, en el contexto inflacionario actual, se licúan rápidamente. Milei para tratar de avanzar más allá de su núcleo duro, comenzó a “moderar” su discurso (sobre todo el económico) ayudado por Macri y Bullrich que si se observa bien le rediseñaron la campaña a Milei en el sentido “gradualista” (“no voy a sacar esto, esto otro va a seguir” etc.). Que se entienda bien: no me refiero a lo que van a hacer (que ya los conocemos en dos casos: ajuste salvaje en un caso, ajuste negociado en el otro), sino a lo que dicen que van a hacer para tratar de conquistar votos.
¿Y a qué responde esto? A que, incluso, si reconocemos desplazamientos ideológicos, políticos hacia la derecha, hay un límite que todos deben reconocer y en ese límite empieza su demagogia electoral.
Y acá vuelvo al debate que se retomó la charla de Uruguay: cada vez que las distintas coaliciones quisieron transformar el triunfo político – electoral en triunfo social-estructural (para decirlo de alguna manera) encontraron un límite. Le pasó a Macri en 2017 (ya hablamos varias veces de esto, en las movilizaciones contra la reforma previsional), le pasó a Gerardo Morales en Jujuy cuando después de un triunfo electoral quiso aplicar una reforma constitucional que la aprobó con un alto costo político y más en general, le pasó a Alberto Fernández que terminó siendo el depositario de todos los malestares que generó un ajuste eterno y del que (por un momento) Massa logró hacer como si no tuviera nada que ver.
Ese cuadro general, ese diagnóstico está en el centro de las reflexiones de La hegemonía imposible: nadie reunió las condiciones políticas para llevar adelante las contrarreformas que, ahora, todos reconocen que quieren implementar con diferencias de ritmo (si a eso se le quiere llamar “empate”, “equilibrio” o como se quiera, en última instancia es secundario).
Este escenario es ambivalente: si no se resuelve conduce a que la crisis se vuelva crónica, se entre en cierta decadencia que produce la emergencia de fenómenos aberrantes; pero a la vez demuestra que no han podido quebrar el bloque social que impone sus vetos a las contrarreformas y eso constituye un hándicap que define una situación abierta.
Me atrevería a decir que este cuadro va a continuar, y agudizado, después del 19 de noviembre. Por supuesto que habrá que ver el resultado concreto, la conformación del escenario político que queda etc.
Para no terminar confundidos o aturdidos por el exitismo de una semana que a la siguiente se transforma en derrotismo, creo que es útil mirar la escena en perspectiva, no dar ni por ganadas ni por perdidas peleas que todavía están abiertas y prepararse para esas luchas.
|
|
|
|