Desde el inicio del ataque del Estado sionista de Israel contra el pueblo palestino, luego de la ofensiva de Hamas del 7 de octubre, la atención del mundo se ha posicionado sobre Medio Oriente. Por un lado, millones de personas han salido a las calles en solidaridad con los palestinos y en contra de la masacre, mientras que, por otro, las potencias imperialistas insisten con el “derecho de Israel a defenderse”, haciéndose cómplices activos (en primer lugar Estados Unidos) o pasivos de la matanza.
En lo que respecta a los gobiernos de América Latina, hemos visto protestas diplomáticas (como por ejemplo Colombia) o incluso la ruptura de relaciones con Israel en el caso de Bolivia, hasta pacifismos que no toman claramente partido para repudiar el genocidio que sufre el pueblo palestino. En este último caso se ubica el gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador.
Ahora, uno de los actos de solidaridad que han asumido diferentes Estados de la región es el reconocimiento de Palestina como Estado. Prácticamente toda Latinoamérica otorga dicho status. Sólo hay un país que no lo reconoce y se trata de México. ¿Por qué es así?
En 1973 se instituyó una oficina de información de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), la cual estableció relaciones diplomáticas en 1975 con México, que permitió oficialmente la apertura de una representación diplomática con la OLP. En 2013 su representante presentó cartas credenciales al Ejecutivo.
En esa época el presidente mexicano era Luis Echeverría, reconocido genocida por organizar las matanzas de Tlatelolco en 1968 y del jueves de Corpus de 1971. El gobierno priista venía muy cuestionado luego de tan brutales actos, por lo que buscó reforzar una imagen progresista y “antiimperialista” ante la comunidad internacional y uno de los métodos que encontró fue el reconocimiento de relaciones diplomáticas con Palestina.
Luego, en julio de 2021, el Senado mexicano reconoció relaciones diplomáticas sostenidas entre México y Palestina, e hizo votos para que tales relaciones se conduzcan a nivel de embajadas recíprocas, con todos los derechos y deberes determinados por el Derecho Internacional y aceptó recibir a embajadores de la nación árabe. Además, el Senado solicitó al Presidente de la república (responsable de la política exterior) hacer oficial el reconocimiento del Estado palestino, pero AMLO no atendió el llamado. Ahora, existe una diferencia importante entre relación y reconocimiento a pesar de la existencia de una embajada.
Cada Estado que existe tiene derecho a reconocer o no a los otros Estados, esto quiere decir que cada país puede o no tomar la decisión de darle derechos y obligaciones a otro país. Actualmente, 134 naciones reconocen a Palestina como Estado. Sí México no lo hace en su carácter de Estado soberano es, fundamentalmente, porque se alineó con la política de Estados Unidos e Israel de no dar esa validación a los palestinos. Esta es una política que inició el PRI y que el gobierno de la 4T ha seguido, independientemente de que algunos legisladores morenistas y un sector de las bases sí expresen su simpatía por la causa palestina.
Entonces, el humanismo mexicano de López Obrador encuentra sus límites en la subordinación que existe respecto a Washington y ahora, al asumir una posición “neutral”, el gobierno de AMLO (a pesar de las lamentaciones por los muertos) no se pone de lado de los oprimidos y no denuncia a Israel y su política criminal, lo que lo termina ubicando del lado del Estado sionista con el que, en consecuencia, se niega a romper relaciones. Esto, mientras que la derecha mexicana se pronuncia abiertamente en apoyo al Estado de Israel.
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