El sábado 11 de noviembre la ciudad de Londres fue testigo de la marcha más numerosa jamás celebrada en el Reino Unido en solidaridad con el pueblo palestino. Según los organizadores 800.000 personas se movilizaron pidiendo un cese al fuego. En los días previos a la marcha, cuando se hablaba de la posibilidad de prohibirla, miles de personas habían declarado su intención de participar y en las redes sociales más de 20.000 tuiteraron utilizando la etiqueta #WeWillMarch (Marcharemos).
En la mañana del sábado, durante una entrevista radial, el director de la Palestine Solidarity Campaign anunciaba que en una ciudad del norte del país habían reservado toda la flota de 250 autobuses de una empresa, esto es, en una sola región del país y era un anticipo de la masividad. Desde diversos puntos del país contingentes de familias, grupos de jóvenes, compañerxs de trabajo, del vecindario, personas de todas las edades, grupos de amigos, se dieron cita en el parque Hyde Park para expresar su repudio al genocidio contra el pueblo palestino.
El centro comercial de Londres, cerca de la estación Marble Arch y de la calle Oxford Street, empezaba a vestirse de banderas palestinas y keffiyehs, símbolo de la liberación nacional del pueblo palestino. Grupos de manifestantes emergían desde las esquinas de la ciudad horas antes de la cita anunciada: banderas palestinas llevadas a modo de capa, keffiyehs ataviando cuellos y cabezas, maquillaje verde, rojo, blanco y negro adornado rostros.
Carteles, banderas y pancartas hechos a mano, grupos de familias con cochecitos, bebés y niños de todas las edades, grupos de amigos, de composición étnicamente muy diversa, traían un aire de la multitudinaria marcha contra la guerra en Irak del 15 de febrero de 2003. Para quienes habían participado en ella flotaba la sensación extraña de que ya lo había vivido, una sensación de déjà vu. Pero para la numerosa cantidad de jóvenes —que en 2003 aún no habían nacido— se trataba de su primera experiencia en una marcha contra la guerra, en esta ocasión en particular de apoyo a la causa Palestina y contra el genocidio perpetrado por el estado de Israel. Su entusiasmo y energía son contagiosas e inspiradoras. Los helicópteros que sobrevolaban Londres no apagaban sus voces que coreaban “One, two, three, Palestine Will be Free!”, “¡Uno, dos, tres, Palestina Libre será! (que en inglés rima).
Las organizaciones convocantes fueron la Campaña de Solidaridad con Palestina (PSC), la campaña contra la guerra “Stop the War” (STW), la Campaña por el Desarme Nuclear (CND, en inglés), los Amigos de al-Aqsa, la Asociación Musulmana de Gran Bretaña (MAB) y el Foro Palestino para Gran Bretaña (PFB). La masiva participación del sábado demuestra una vez más el nivel de apoyo al movimiento contra la guerra y la profundidad de la oposición a la matanza de Gaza. Grupos de la campaña Stop the War de todo el país organizaron a miles de personas en autobuses, tantos que las empresas de autocares se quedaron sin vehículos.
Si bien los sindicatos no convocaron oficialmente, algunas regionales sindicales de UNISON, el mayor sindicato del Reino Unido, de servicios públicos, el Sindicato de funcionarios Públicos y Comerciales, PCS, del National Education Union, que agrupa a profesores de escuela, profesores de enseñanza superior, personal de apoyo a la educación y auxiliares docentes, y de TSSA del sindicato independiente del sector del transporte y los viajes.
Esta asombrosa adhesión a la convocatoria se dio en el marco de una furiosa campaña mediática y de los partidos políticos patronales contra quienes se oponen al genocidio perpetrado por el Estado de Israel. Además de esta campaña común a una gran cantidad de países, en el Reino Unido el día de la marcha coincidía con el día del Armisticio, cuando los Aliados clamaron victoria frente a su oponente, el Imperio Alemán, y firman el tratado del Armisticio el 11 de noviembre de 1918, aunque la paz se declara formalmente en 1919 con el Tratado de Versalles impuesto por los triunfadores de la guerra e impone condiciones humillantes a la Alemania derrotada y una multiplicación de nuevos Estados nacionales muy débiles en lo que antes eran territorios de las potencias vencidas.
El Armisticio entró en vigor a las 11:00, hora de París, el 11 de noviembre de 1918 y en algunos países de la Mancomunidad Británica de Naciones (Commonwealth), se recuerda a los caídos de las fuerzas armadas y los civiles en tiempos de guerra desde la Primera Guerra Mundial. Por ello es común hacer uno o dos minutos de silencio a la undécima hora del undécimo día del undécimo mes (11:00 de la mañana, 11 de noviembre) para marcar la hora en que entró en vigor el armisticio.
A pesar de que la ruta de la marcha no pasaba por el Cenotapio, monumento donde se celebra el Día del Recuerdo o Día del Armisticio, representantes gubernamentales pidieron que se prohibiera la movilización. Sin embargo, la Metropolitan Police (la policía londinense) llegó a la conclusión de que la marcha de solidaridad con Palestina no representaba ninguna amenaza para la seguridad y que por lo tanto no había motivos para prohibirla. Luego de este insólito hecho la exministra del interior, Suella Braverman, artífice de los controvertidos planes de deportar inmigrantes sin papeles a Ruanda y de utilizar la barcaza Bibby Stockholm para albergar a solicitantes de asilo, escribió una nota en el periódico The Times en el que afirmaba que existía la “percepción de que los altos mandos policiales tienen favoritos cuando se trata de manifestantes” y eran más duros con los extremistas de derechas y los integrantes de las barras bravas que con las “turbas” propalestinas. Si bien el artículo fue remitido para su revisión no se hicieron todas las correcciones solicitadas. El día anterior a la marcha se multiplicaron los llamados exigiendo la renuncia de Braverman por "no confiar en las fuerzas del orden" e "instigar al desorden público".
En palabras de Braverman la marcha de solidaridad con el pueblo palestino era una “marcha del odio”. Sin embargo, lo que resulta más irónico, es que el sábado a las 11.00 un centenar de activistas de extrema derecha se enfrentó a la policía cerca del Cenotafio, en lo que se consideró una “contraprotesta” a la pacífica manifestación multitudinaria a favor de un alto el fuego en Gaza. Algunos de los activistas de extrema derecha gritaban a los policías “Ustedes ya no son ingleses” atacándolos con armas y enviando a nueve de ellos al hospital.
Quedó claro que las incendiarias declaraciones de Braverman envalentonaron a estos grupos fascistas y fueron el desencadenante directo de su destitución en horas de la mañana del lunes. El primer ministro británico, Rishi Sunak, anunció una reorganización de su gabinete y en una sorpresiva movida nombró al ex primer ministro conservador David Cameron, y ahora Lord en la Cámara de los Lores, como Secretario de Estado de Asuntos Exteriores. Una jugada riesgosa que busca unificar las alas de un partido conservador profundamente dividido y en crisis desde la desastrosa gestión de la pandemia de COVID. Sunak necesita algún tipo de unidad, aunque sea débil y temporaria, para llegar a las elecciones del 2024 en un clima de menor tensión y crisis.
A pesar de que diversos analistas indican que se trataría de un giro hacia el centro para apaciguar a los sectores más duros de su partido — es decir, quienes quieren mano dura contra los inmigrantes, son pro-Brexit y partidarios de la llamada cultura de la cancelación— el nombramiento de Cameron representa una continuidad de medidas antinmigrantes y en el plano de la política internacional. Como argumenta el periodista Owen Jones la política de Cameron de usar a los inmigrantes como chivo expiatorio allanó el camino a Braverman. Valga a modo de ejemplo, cuando hace 12 años declaró que “durante demasiado tiempo la inmigración ha sido demasiado elevada” y que la falta de integración de los inmigrantes había provocado “malestar y desunió”. Igualmente, a fin de sopesar la línea ‘centrista’ de Cameron Sunak nombró a una representante del ala derecha para liderar la agenda ‘antiprogre’ del gobierno. Como se puede apreciar, estos desesperados cambios de gabinete no cambiarán el rumbo del partido conservador.
Por su parte, el partido laborista también enfrenta una crisis como consecuencia de la negativa de su líder, Keir Starmer, a llamar a un cese del fuego y por apoyar públicamente el derecho de Israel a la ‘autodefensa’. Esta posición desató la ira en amplios sectores de la base del laborismo: más de 30 concejales de distritos de alta composición musulmana renunciaron al Partido Laborista y siguen en funciones como independientes, en algunas regionales hubo renuncias en grupo y, en otras, hay miembros que se niegan a hacer campaña por el Partido Laborista. El curso a la derecha iniciado bajo la dirección de Starmer ha dado un mayor giro en ese sentido y podría llegar a costarle la mayoría absoluta en las próximas elecciones.
En las últimas cuatro semanas se han vivido marchas multitudinarias con el trasfondo de una profunda crisis política en el partido gobernante y en la oposición, aunque menos profunda. Una juventud demográficamente muy diversa, con una vocal participación en las calles, que no se identifica con patriotismo nacionalista y se opone al genocidio del pueblo palestino está dejando su impronta en el escenario político. |