La enorme movilización de este fin de semana, que se suma a las jornadas de huelga contra el ajuste del gobierno de extrema derecha, se ha convertido en la principal oposición, y tiene lugar en las calles.
Desde la elección de Giorgia Meloni como jefa de gobierno, Italia no había vivido movilizaciones de esta magnitud. El sábado 25 de noviembre, día internacional contra la violencia hacia las mujeres, 500.000 personas se manifestaron en las calles de Roma y otras ciudades, según las organizadoras, tras el feminicidio de Giulia Cecchetin, una joven de 22 años asesinada por su novio.
El caso de Giulia Cecchetin conmovió a toda Italia y sacó los femicidios de los reportes informativos para llevarlos al debate público, en las calles y lugares de estudio. Así, la juventud italiana rápidamente tomó el tema, ocupando numerosas escuelas secundarias y reemplazando los habituales minutos de silencio por “minutos de ruido”, demostrando que no sólo reina el luto, sino también la ira contra el patriarcado que provocó 107 feminicidios en Italia este año.
La primera ministra Meloni, que busca distanciarse de sus orígenes posfascistas, rápidamente recurrió a la vía habitual del oportunismo, explicando que "existen leyes e instituciones para prevenir y luchar contra la abominación de la violencia cometida contra las mujeres, el acoso, el feminicidio". Sin embargo, es claro que los presupuestos públicos dedicados a la protección social, y en particular a la prevención de la violencia sexual y de género, han quedado desfasados por la inflación que atraviesa el país, lo que de hecho conduce a una reducción de recursos.
Lo que se expresó en las calles este sábado fue también el claro rechazo a sus maniobras de pinkwashing y por eso hubo una denuncia a la complicidad y responsabilidad del Estado en los femicidios.
Una oposición de centroizquierda que no ofrece salida
La oposición parlamentaria al gobierno, encarnada por tres grandes bloques: el Partido Demócrata, el Movimiento Cinco Estrellas y el llamado Tercer Polo, ha demostrado una total incapacidad para dar respuestas políticas y canalizar la rabia expresada en las calles. Carlo Calenda, líder del tercer polo, decidió criticar de forma reaccionaria la marcha que reunió a medio millón de personas en Roma, explicando que se trataba de una plataforma anticapitalista y pro-Hamas, y añadiendo que "perjudica al feminismo". El Partido Demócrata ha intentado proponer políticas más progresistas, como clases de prevención en las escuelas, sin dejar de apoyar los métodos punitivos del gobierno. Sin embargo, al igual que el Movimiento 5 Estrellas, se enfrentó al historial de coaliciones anteriores que dirigió, que no querían o no podían abordar la violencia sexual y de género.
El movimiento que se vio este fin de semana en la calle, liderado por la organización Non Una di Meno (Ni uno menos), se ha organizado hasta ahora independientemente de estos partidos institucionales y ha logrado lo que estos no han podido hacer: establecer una oposición creíble a este gobierno.
De hecho, en los 14 meses transcurridos desde las últimas elecciones, la popularidad del partido de Meloni, Fratelli d’Italia, ha seguido creciendo. Los fracasos de 20 años de alternancia de gobiernos de centroizquierda parecen haber dejado huellas duraderas en la confianza que los italianos depositan en estos partidos para defender sus intereses.
Hasta ahora, Meloni ha gobernado con relativa facilidad, en gran parte gracias a la sólida mayoría que obtuvo en las últimas elecciones, lo que le ha dado a su gobierno una estabilidad rara para la política italiana. Si bien muchos esperaban una reacción postelectoral de la oposición y la sociedad civil similar a la que vivió Donald Trump en los Estados Unidos en 2016, lo que ocurrió fue un largo período de gobierno sin perturbaciones, en el que Meloni pudo llevar adelante sus políticas con reformas antisociales y xenófobas.
Esta enorme manifestación del movimiento de mujeres podría considerarse como un segundo acto espontáneo de autoorganización de la población bajo este nuevo gobierno. El primero tuvo lugar unas semanas atrás, cuando, a pesar de la unidad del discurso político y mediático, miles de personas salieron a las calles para demostrar su solidaridad con el pueblo palestino y contra el genocidio y el colonialismo perpetrado por el Estado de Israel. La independencia de estas movilizaciones masivas muestra que la juventud italiana ha aprendido las lecciones de las alianzas fallidas del pasado, mientras que los partidos institucionales no son capaces de galvanizar esta rabia.
Perspectivas del movimiento
Esta semana ha mostrado una forma ejemplar de luchar contra el gobierno italiano reaccionario y de extrema derecha. ¿Qué podemos hacer ahora para que estas manifestaciones sean sostenibles y evitar que se conviertan en movilizaciones efímeras?
La responsabilidad de ampliar este movimiento recae principalmente en las direcciones sindicales, especialmente en la CGIL, el sindicato más importante de Italia. Este último ha demostrado que, a pesar de las dificultades a las que se han enfrentado los sindicatos italianos en los últimos años, todavía es capaz de reunir a miles de trabajadores en huelgas contra las medidas de austeridad del gobierno.
Sin embargo, mantiene una debilidad histórica a la hora de incorporar demandas feministas en estas movilizaciones y, a diferencia de algunos de sus homólogos internacionales, ni siquiera convoca a alguna acción el 8 de marzo. La simple presencia del secretario general, Maurizio Landini, en la movilización del 25 de noviembre no es suficiente para luchar contra el patriarcado, la CGIL debe armarse de su arma más poderosa: la huelga.
La unidad del movimiento sindical y feminista, que han demostrado sus fortalezas la semana pasada, pueden golpear juntos contra las políticas reaccionarias italianas que atacan a las mujeres y a los trabajadores. |