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18 de diciembre de 2023 Twitter Faceboock

“Tintorero”: del Japón feudal a las calles argentinas
Juan Dal Maso | [email protected]

El sábado pasado se realizó una función de “Tintorero” en Deriva Teatro de Neuquén, seguida de un intercambio del actor y militante del Partido Obrero César Arakaki con el público presente. A continuación, un breve comentario sobre la obra.

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Con una puesta en escena minimalista, compuesta de una estructura de caños que asemeja una celda carcelaria, un banco y una mesa pequeños, dos estatuillas de perros shisa, mezcla de perro y león que tradicionalmente se utilizaron para proteger los lugares de los “malos espríritus”, una cajita musical y un gong de meditación, la obra se estructura como un monólogo del protagonista, que transmite las vivencias de su familia junto con las experiencias de la militancia, la detención y la persecución de la que ha sido objeto Arakaki desde las jornadas de lucha de diciembre de 2017.

Desde su celda en la unidad penitenciaria, el protagonista inicia su relato dialogando de ventana a ventana con otro detenido que intenta convencerlo de las bondades del cristinanismo. “Soy más cercano al budismo”, dice... y se proyecta a los orígenes de su familia en Japón, establecida luego en la Argentina, al mando de una tintorería, que le permitía a sus padres subsistir y al mismo tiempo hablar lo menos posible en una lengua que aun no dominaban.

El sustrato cultural japonés aparece como una fuente de valores y normas de conducta, con primacía del espíritu de sacrificio y la rigidez de los principios, que deben ser observados a rajatabla. A través de la historia de su familia, aparece algo de los grandes cataclismos sociales, políticos y militares del siglo XX, particularmente la Segunda Guerra Mundial, determinante en la migración japonesa hacia Brasil y Argentina. Y no se trata de Japón en general sino particularmente de Okinawa, tierra de campesinos y pescadores que antaño transformaron sus instrumentos de trabajo en armas para combatir contra tropas invasoras y la cantera de los únicos soldados japoneses que combatieron cuerpo a cuerpo con las tropas aliadas en la guerra del Pacífico.

Arakaki nos cuenta que los okinawenses son extranjeros en Argentina, pero también periféricos en Japón. La evocación de sus orígenes y las experiencias de sus padres, intensas y dolorosas, lo llevan a indagar en su doble condición de hijo de japoneses y argentino y –al mismo tiempo– establecer ciertos paralelismos entre la explotación del campesinado en el Japón feudal y la de la clase trabajadora en la sociedad actual.

El relato sigue con las experiencias de militancia, la solidaridad con tomas de fábricas y movilizaciones callejeras, los vínculos de compañerismo y la historia de amor con “La leona roja” con quién tendrá una hija. El protagonista nos cuenta la historia de la convivencia simultánea con el embarazo, el momento del nacimiento de Guadulupe, la alegría de su existencia y el dolor de no poder verla por las circunstancias de la detención si vuelve a la cárcel. Al mismo tiempo que le habla al público de su hija, la busca por el escenario.

Las jornadas de lucha de diciembre de 2017 aparecen también en la representación, apelando a las imágenes de los aldeandos japoneses alzados en armas contra los ejércitos de grandes imperios. Este paralelismo hace que el alegato político directo no tenga carácter de panfleto y por el contrario, aparezca con mucha naturalidad: es el relato de alguien que piensa su propia historia de lucha como parte de una tradición anterior que proyecta su espíritu combativo sobre la actualidad.

Y llegamos así a la situación actual, en la que estamos a la espera de que se resuelva el recurso de casación contra la resolución del Tribunal que –luego de que la Cámara de Casación Penal ratificara la condena pero modificara el monto de la pena– quiere condenar a Arakaki y Daniel Ruiz (militante del PSTU) a 3 años y cuatro meses de prisión.

Los distintos hilos del relato, de los orígenes familiares, la militancia, el amor y la experiencia de formar su propia familia, el pensamiento persistente sobre la figura de su madre y sus incontables sacrificios, la presencia/ausencia de su hija, terminan de delinear al personaje que le habla al público: alguien que espera lo que vendrá, con los puños cerrados y los dientes apretados, luchando por cambiar las cosas, con la serenidad de quien sabe que está del lado correcto de la historia.

 
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