Puedes consultar el artículo anterior: Entre los ataques de la derecha y el "progresismo" que pone la transfobia al frente, ¿qué hacer?
Los datos revelados por FELGTB+ revelaban una realidad a gritos que veníamos señalando hace tiempo contra toda propaganda de la derecha conservadora y el rojipardismo que pretendía decirnos que la diversidad sexual era una distracción para la clase trabajadora.
Las residencias los hogares disidentes llegábamos a penas a cobrar los 26.077€ de media en contraste con los 32.216€ del resto de hogares residencias; pero el dato más alarmante es el de las personas trans y no binarias que no llegan a los 20.000€ de media que, combinada con la cifra del paro trans que alcanza hoy en día el 80%, deja una situación desoladora para las personas trans.
¿Cuáles son las razones para este nivel de precariedad?
La primera de ellas empieza antes de iniciar el propio trabajo y es que los procesos de selección de trabajadores están ya viciados por las normas del género y llenos de discriminación. En el momento en el que tu DNI no refleja tu forma de vestir, de hablar, de presentarte al resto… es imposible tener las mismas oportunidades para acceder a trabajos, más teniendo en cuenta que España es el tercer país de la UE donde más discriminación laboral por razones de identidad, raza y género hay y que en el caso de las personas trans se sitúa en un alarmante 77% de paro a la hora de enfrentarse al proceso de selección y una media de tres años de espera antes de encontrar trabajo.
La segunda gran cuestión viene del abandono de estudios y de los hogares. En las escuelas las personas LGTB seguimos sufriendo acoso y discriminación tanto por parte de los profesores como del resto de alumnos, en el Estado Español el índice de acoso en 2022 se situaba en el 42% y se relacionaba directamente con el creciente absentismo y “fracaso” escolar LGTB, pero si hay algo que fracasa en este sentido es la educación y un sistema que nos aparta y oprime.
Junto con el abandono escolar, que llega a algo más del 45% en el Estado, tomamos también el caso del abandono del hogar por sentir que es un lugar inseguro que lleva a un aumento en los casos de abandono. En este sentido el abandono temprano del hogar (o incluso la expulsión en algunos casos) o el acoso en el ámbito escolar lleva a que una parte importante de las personas LGTB no finalicen sus estudios, por tanto, dificultando el acceso al mundo de la competencia laboral.
Los defensores del capitalismo más progresista nos venden que las estrategias de marketing son el ejemplo de que en el capitalismo hay mercancías para todes y que las empresas que una vez al año ponen su logo de los colores del arcoíris hacen suficiente si un 0,01% de sus beneficios van a ONG’s LGTBIfriendly para lavarse la cara. Pero la realidad se impone a las ficciones de inclusividad capitalista. Un ejemplo de que las personas LGTB les importan bien poco a las empresas gay-friendly fue la huelga de Telepizza en 2019, en la que mientras Telepizza sacaba una pizza de todos los colores, explotaba a sus empleades, entre los que había trabajadores LGTB. En respuesta los trabajadores consiguieron que durante el orgullo en Barcelona, más de 200 personas del colectivo se unieran a apoyar una concentración frente a una tienda, mientras que la huelga fue apoyada por el 70% de la plantilla en Zaragoza, donde un grupo de la plantilla se unió a la marcha del orgullo.
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Por último, para entender esta precariedad también hay que estudiar la discriminación. En la faceta del trabajo el miedo a perder el trabajo que se tiene o que se puede tener se ve comprometido por el miedo a perder lo poco que se tiene y tener que acabar recurriendo a la prostitución que se sitúa alrededor del 50% y llega al 89% en el caso de las mujeres trans extranjeras. Pero el miedo a perder lo poco que se tiene no significa tener miedo a responder ante la explotación, como demuestra el caso de Telepizza-Zaragoza que relataba antes.
Pero no solo hay discriminación para encontrar trabajo, las complicaciones de las personas LGTB para acceder a alquileres son también pavorosas. Si bien las nuevas regulaciones permiten la denuncia y “aseguran” la sanción al casero, estas son escasas y, en la mayoría de los casos, no son funcionales realmente. Pero el problema no se queda aquí sino en los precios inasumibles que se sitúan en una media de 1.706€ al mes (Más de 20.000€ al año) para salarios que apenas superan los 25.000€ de media o que no llegan a los 20.000€ al año en el caso de las personas trans. Y nos pretenden vender que la solución no es expropiar a los grandes propietarios, fondos buitre y la banca sino que haya caseros gays, banqueras lesbianas o inversores no binaries; pero recuperando la pancarta del frente de liberación queer “un casero gay sigue siendo un casero”.
Volver a los armarios para mantener el trabajo
Sin embargo, Nuestros problemas no acaban ya en la discriminación laboral y escolar, en los sueldos miserables o en la dificultad para encontrar un techo. También volvemos a problemas que parecen del siglo pasado, porque en este sistema combinamos la más sofisticada tecnología con las costumbres más arcaicas.
Los estudios revelan que en el Estado español un 86% de la plantilla LGBTI ha tenido que ocultar su sexualidad en el trabajo y un 50% lo sigue haciendo, algo que las personas trans y no binarias no pueden permitirse, porque si bien la ley trans permite el cambio rápido de nombre y sexo en el DNI, esta contrasta con el largo proceso para realizar la transición “completa” si es que se desea o crea complicaciones para que se respete la identidad de género. No sirve para todes una ley trans que no nos protege de manera firme en el trabajo de la discriminación y no tiene un cupo laboral trans efectivo.
Y los datos no acaban aquí, un 65% de las personas LGTB se han enfrentado a rumores discriminatorios en el ambiente laboral y el 47% a agresiones verbales. Lo que lleva a tener dificultades en la salud mental, aunque no suele trasladarse al caso de los directivos, que no acercan sus cifras a las del resto de componentes de la empresa pero no porque se hayan esforzado más, sino porque tienen autoridad en el trabajo y pesa más mantener el sueldo que los valores homófobos.
En este paraje de contrastes entre los avances y los límites de nuestros derechos en el capitalismo así como en los claroscuros de nuestra precariedad, las facciones de izquierda y derecha del régimen burgués capitalismo buscan actuar contra nosotres o, aparentemente, por nosotres pero sin tocar un céntimo de los intereses de quienes nos mantienen en esta situación de precariedad. Ante lo que nos venden como derechos regalados por el estado (mientras que fueron concesiones y victorias arrancadas con décadas de lucha), estos no se viven igual si tienes que vender tu fuerza de trabajo para sobrevivir. |