La fallida acusación constitucional contra Carlos Montes fue el último intento de la derecha por golpear al gobierno luego del traspié que significó para el sector la derrota del plebiscito el año pasado. Entre la falta de votos y los errores de forma y contenido del documento, terminó por sepultar el intento de la derecha por sacar al emblemático militante socialista del gobierno.
En esta derrota, la derecha reciente sus propias contradicciones y las tensiones existentes entre los dos bloques mayoritarios: Republicanos y Chile Vamos. Esta tensión, tuvo su punto más álgido durante el debate constituyente, espacio donde Republicanos pasó la máquina y la UDI se subordinó a Kast y la ultraderecha. Con el miedo de perder a su base pinochetista y conservadora, el partido de Guzmán se la jugó por mimetizarse con un sector que nació de su riñón y que ahora pareciera juzgar un rol de Edipo en el intento de matar al padre. Aunque el intento de Republicanos de terminar con la UDI pareciera haber fracasado, el golpe se resiente y la correlación de fuerzas en la interna se tambalea.
Dentro de la UDI hay voces que cuestionan a Macaya, la vieja guardia (Pérez, Cubillos, Van Rysselberghe) quieren un partido más duro, quieren que vuelva el partido de la dictadura, ese partido conservador, anticomunista hasta la médula y de defensa irrestricta a la herencia de Pinochet. Macaya no es que pretenda algo diferente, solo que quiere hacerlo digerible para evitar que caiga el modelo. No por nada uno de sus principales consejeros es Jaime Bellolio, amigo de algunos frenteamplistas como él mismo lo ha confesado varias veces. De no endurecer la línea, quizás una fuga de militantes históricos no esté descartada, lo que traería una crisis a pocos meses de que comiencen las negociaciones para definir las candidaturas para este año.
Aunque es evidente que han existido derrotas para el sector, la realidad es que esas derrotas han sido parciales, el giro a la derecha del gobierno en políticas como seguridad, migración y otros, no han hecho más que fortalecer varias de las posiciones ideológicas de la derecha y eso sin costos.
El problema tampoco es la pérdida de apoyo por parte de sectores que tradicionalmente se han posicionado en favor de la UDI, los círculos empresariales siguen sosteniendo a uno de sus más fieles representantes, recordemos que Republicanos y la UDI fueron los partidos que más aportes económicos recibieron para el último plebiscito, montos que se contaron en cientos de millones. La clase empresarial sigue medianamente cuadrada tras las banderas de la derecha. El problema está en otro lado.
¿Una derecha de centro?
Hacer esta pregunta es un oxímoron, el intento de mostrarse como moderada o centro fracasó no porque los acuerdos no sean posibles, sino porque las definiciones estratégicas y programáticas de la derecha la posicionan de por sí en ese sector. Los sectores de “centro” que giraron hacia Chile Vamos (Amarillos y Demócratas) no llenan de ese contenido a la coalición, sino que solo sirven para sincerar el camino recorrido por esos mismos referentes hacia un sector que siempre miraron con simpatía (Rincón, Walker, etc). En periodos de crisis, el centro se vuelve una ilusión, donde las opciones polares pasan a jugar un rol prioritario al momento de hacer política como se ha observado estos últimos cuatro años.
Es inevitable que estos dos partidos, que recogen a viejos (Concertacionistas) pasados a naftalina, esos que añoran los 90 donde todo era moderado y controlado, terminarán siendo absorbidos por la UDI, RN o fusionados en algo nuevo que los contenga.
La UDI y la derecha no quiere girar al centro, no lo necesita, necesita contener la fuga por derecha y lo que representa Republicanos o el grupo que pretenda formar Rojo Edwards. Ahí reside el peligro para dicho partido. Por eso mira con inquietud el proceso argentino. Milei no es un tipo de su total agrado, no es alguien en quien pueda referenciarse, o una figura que genere entusiasmo en sus militantes como para volverlo un emblema, diferente es para republicanos o sectores similares.
Un golpe de timón y cambio de directiva es posiblemente la carta que se jugará. La derecha necesita poder capitalizar la crisis del gobierno para mantener la defensa del modelo y reforzar los pilares que permanecen cuestionados desde la rebelión hasta el día de hoy.
Hay que organizar una izquierda consecuente e independiente del gobierno y los partidos del Frente Amplio y el PC para enfrentar a la derecha
El gobierno y el Frente Amplio, consumido por sus propias contradicciones, ya soltó el guante del legado y hoy se concentra en no terminar totalmente derrotado en los próximos dos años de gobierno.
La imagen de Andrade preso, el blindaje a Yañez (uno de los principales responsables de la represión durante la rebelión), la negociación del 6% de la reforma previsional o el miserable pacto fiscal que pretenden mostrar como sus “reformas emblemáticas” no son más que la constatación de que este gobierno no ha hecho más que jugar un rol nefasto para quienes depositaron sus esperanzas de cambio en ellos. Ni que hablar de la entrega del litio a la alianza Codelco/SQM hasta el 2060.
El gobierno no solo cedió la agenda, sino que le entregó el tiempo necesario para que la derecha se recompusieron y aportó desorganizando a los sectores movilizados desde la pandemia hasta hoy, aquí la burocracia tradicional de la CUT y otros, que se han negado sistemáticamente a movilizar para no generar críticas al gobierno jugaron un rol clave.
El ciclo electoral que se abre este año brindará la oportunidad perfecta para estos sectores de volver a ganar la simpatía de una clase trabajadora hastiada de promesas incumplidas y azuzadas con el miedo a la delincuencia y la inmigración.
Frente a este escenario construir una izquierda revolucionaria y socialista, que ponga por delante las necesidades urgentes en salud, educación y pensiones o vivienda, que levante un programa radicalmente anticapitalista, y que se disponga a enfrentar el avance de la derecha sin ningún tipo de pudor es una urgencia. Cuando dirige la tibieza se abren pasos los monstruos como Milei y compañía, por eso seguir el ejemplo del Frente de Izquierda y los trabajadores -Unidad y en particular la acción del Partido de Trabajadores Socialistas, de sus militantes y representantes en el parlamento es clave para sacar lecciones de cómo se enfrenta a la derecha, no con acuerdos, sino denunciando y organizando fuerza por abajo para enfrentar en las calles los intentos de la clase empresarial por imponer un modelo de mayor precarización y explotación a las mayorías populares. |