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La Izquierda Diario
18 de enero de 2025 Twitter Faceboock

10 años de Podemos, nada que celebrar
Santiago Lupe | @SantiagoLupeBCN

La emergencia del partido creado por el grupo de Iglesias y Anticapitalistas fue una pieza clave en la desactivación del ciclo de movilizaciones iniciado con el 15M y el movimiento democrático catalán. Como el PCE de Carrillo, una vez prestados los servicios, los agentes del régimen lo relegan a un papel marginal.

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Se cumplen 10 años de la fundación de Podemos. En el ya lejano 2014 irrumpía una nueva formación política en torno al grupo de la complutense de Iglesias, Errejón y Monedero, y el grupo político Anticapitalistas.

Su Manifiesto fundacional, “Mover Ficha”, recogía una parte de las demandas del 15M y del movimiento democrático catalán. Se hablaba entonces de moratoria y auditoria de la deuda en contra de la deriva austericida de los gobiernos de PSOE y PP, de reforma fiscal, paralización de los desahucios o nacionalización de empresas estratégicas. Se reconocía el derecho a decidir del pueblo vasco y catalán, se defendía el abandono de la OTAN y hasta se mencionaba la necesidad de un proceso constituyente.

El programa reconocía una vocación limitada a un proceso de reforma del régimen y de cierto control de los desmanes capitalistas post crisis 2008. Para su consecución había llegado la hora de pasar de las calles a las instituciones. Al relativo agotamiento del ciclo de luchas sociales iniciado con el 15M - y del que la responsabilidad de la burocracia sindical nunca fue ni siquiera señalada por los fundadores de Podemos - se ofrecía una vía institucional. “Tomar el cielo por asalto”, como le gustaba decir a Iglesias, era simplemente lograr un buen resultado electoral que permitiera un gobierno “decente”.

El primer resultado en las elecciones europeas de aquel año fue un zimbombazo político, por inesperado y por la ilusión que generó en cientos de miles de jóvenes y trabajadores. El régimen puso en marcha una respuesta a la altura, encendiendo la maquinaria mediática y judicial para tratar de contener el ascenso. Sin embargo, las expectativas despertadas por el fenómeno, muy pronto dieron señales de que no iban a ser colmadas ni en una mínima parte.

Podemos, como el mismo Iglesias y Errejón explicitaron desde el comienzo, era fruto de la crisis del consenso del 78. Su objetivo no era otro que restablecer un nuevo “compromiso histórico” que diera al régimen otros 40 años de buena salud. Por eso, como el PCE de Carrillo cuyo legado siempre reivindicaron, su objetivo en ningún caso era terminar con él, ni con los elementos constitutivos de su andamiaje institucional.

En el mismo 2014 tuvieron ocasión de demostrarlo. Cuando en junio abdicó Juan Carlo I y se produjeron espontáneas manifestaciones por la República, Iglesias salió presto a aclarar que para Podemos la forma de Estado no era una cuestión prioritaria ni que tuviese que ser abordada en ese momento. Cuando el Tribunal Constitucional prohibió la consulta del 9N en Catalunya, Podemos se negó a darle el menor apoyo político público, sumándose así al bloque constitucional. En Vistalegre I Podemos elaboró el verdadero programa de gobierno. La auditoria de la deuda, las nacionalizaciones o la salida de la OTAN, quedaron por fuera.

Habían venido a gobernar, sí, pero a hacerlo como una formación de centroizquierda que, como históricamente representó el PSOE, en ningún caso iba a poner en cuestión los grandes consensos del 78 o iba a tocar un pelo de los intereses y privilegios de los capitalistas españoles.

En todas estas pequeñas pruebas de fuego, las corrientes disidentes, como Anticapitalistas, no levantaron la voz ante semejantes claudicaciones. Su pelea se centró en el régimen interno, y las cuestiones de contenido se dejaron pasar sin pena ni gloria. De hecho, allí donde lograron responsabilidades de gobierno, como la ciudad de Cádiz, aplicaron el mismo programa de reformas limitadas.

Las demostraciones de esta rápida adaptación siguieron en aumento en los meses siguientes. En abril de 2015 Iglesias tuvo ocasión de rendir pleitesia a Felipe VI, obsequiándole la colección de Juego de Tronos. El julio respaldó al gobierno de Tsipras en Grecia en su aplicación del memorándum de la Troika. En las elecciones generales de noviembre de ese mismo año metió en las listas al general de la OTAN, Julio Rodríguez, responsable de los bombardeos en 2011 en Libia.

Cuando Podemos irrumpió en el Congreso, en la legislatura fallida de 2015 a junio de 2016, lo hizo con 71 diputados y con la vocación manifiesta de cogobernar con el PSOE. Su función de desvío y relegitimación del régimen que el 15M había venido a impugnar estaba ya muy avanzada. Su rebaja de espectativas - reforzada por su práctica de gobierno en capitales como Madrid, Barcelona, Zaragoza o Cádiz - instaló el mantra del “No se puede”. Su docilidad con el régimen allanó el camino a la operación renovadora de Felipe VI y a alejar cualquier posibilidad de simpatía o solidaridad con la causa catalana en el resto del Estado.

El desvío del 15M y sus consecuencias, tuvo un discurrir diferente en Catalunya. El movimiento democrático catalán no fue desviado por la irrupción del neorreformismo. Tuvo sus propias mediaciones - los partidos procesistas y quienes, como la esquerra independentista, se ubicaron como su pata izquierda -, pero se mantuvo vivo como brecha del régimen hasta 2019.

En los grandes embates de aquella crisis, Iglesias supo estar donde debía estar para lograr el pase del régimen - en particular del PSOE y la Corona - y poder sentarse en la mesa de Moncloa. En el 1 de Octubre, se ubicó junto al PSOE, el PP y Ciutadans en todas las votaciones del Parlament, y ante la brutal represión trató de impulsar un movimiento en todo el Estado en el que equiparaba ambos bandos con un discurso cercano a los “dos demonios”. En 2019, llamó a acatar la sentencia del procés y justificó las brutales cargas policiales de Marlaska y la Generalitat.

Con toda esta hoja de servicio, en noviembre de 2019 se logró la entrada en el gobierno con el PSOE. Solo entonces Anticapitalistas vio conveniente abandonar el barco, y lo hizo sin hacer un balance autocrítico del rol de comparsa jugado hasta ese momento. Por entonces, Iglesias ya llevaba 3 años de coalición estable con el PCE, IU y sectores de la burocracia sindical de CCOO. Esta alianza con la izquierda de orden de toda la vida, fue fundamental para su “potabilización” de cara al régimen.

Del legado de esos 4 años se ha escrito mucho. Un trasvase sin precedentes de dinero público a las empresas privadas a través de los Fondos Next Generation y una deuda (también ilegítima) que superan el 130% del PIB, la privatización de la SAREB consolidando el rescate bancario post 2008, revalidación de las contrarreformas laborales y de pensiones de PSOE y PP, endurecimiento de las políticas migratorias, incremento del gasto militar y las políticas atlantistas del imperialismo español, pérdida histórica de poder adquisitivo de los salarios, escalada del precio de la vivienda y los alquileres a niveles de la burbuja…

Todo al mismo tiempo en que se desactivaba la cuestión catalana, se consolidaba la operación Felipe VI, el PSOE era definitivamente rehabilitado respecto a la crisis de representación abierta con los ajustes de Zapatero y, en reacción al fraude del “progresismo” del relato, crecía la derecha, la extrema derecha y todo tipo de expresiones reaccionarias, que esperan impacientes su relevo.

Prestados los servicios, en 2021 empezó la caída. La figura de Yolanda Díaz, representante de esa izquierda del orden de toda la vida ligada a la burocracia sindical, los destronó y mandó a la marginalidad. Algo similar a los que le pasó al PCE en los 80. Después de haberse esforzado en desactivar el ascenso huelguístico del 76 al 79, de haber hecho pasar los Pactos de la Moncloa y haber aceptado la rojigualda y la Monarquía, una izquierda “amable” y “sin ruido” como la de González - que hoy representaría el binomio Sánchez-Díaz- los condenó a la irrelevancia.

Con 5 diputados y desde Canal Red, hoy Belarra e Iglesias tratan de recuperar parte de la retórica izquierdista de una década atrás. Critican al gobierno “progresista”, a sus políticas amables con las grandes empresas o las seguidistas de la OTAN. Olvidan que hasta hace unos meses, ellos mismos aprobaban y defendían como “las más progresistas de la historia” medidas como las actuales o peores. Desde la misma Base se defendieron con estos calificativos reformas como la laboral de la misma Díaz o los Presupuestos de 2023 que incluían un 26% de aumento del gasto militar. No ocultan tampoco que toda esta nueva ubicación, no persigue otro objetivo que volver ser aceptados en el Consejo de ministros y ministras. Y que si es así, volverán a tragar todos los sapos que haya en el menú.

En 2014 había otras opciones diferentes a las que plantearon Iglesias y sus aliados. Quienes no apoyamos la formación de Podemos, defendíamos la necesidad de construir una izquierda que pusiera el eje en el desarrollo de la movilización y la autoorganización obrera y popular. Para ello era insalvable pelear a brazo partido contra la burocracia sindical que mantuvo en todo el ciclo las fuerzas de nuestra clase divididas y muchas veces paralizadas. Y al mismo tiempo era urgente levantar un programa que no se detuviera en la propiedad privada para la resolución de los grandes problemas sociales y planteara una lucha independiente para tumbar el régimen, peleando en movimientos como el catalán por la emergencia de una alternativa de clase a la dirección procesista y por su vinculación con las luchas del resto del Estado.

Lamentablemente, una gran parte de la extrema izquierda de entonces, optaron por el atajo de Podemos. Anticapitalstas fue el ejemplo más relevante, con mayor responsabilidad, llegando a ocupar durante 8 años la alcaldía de Cádiz con una política reformista que les llevó a esperpentos como, entre otros, apoyar la venta de fragatas a Arabia Saudí.

Si algo podemos aprender de estos 10 años es a no volver a repetir el camino andado. Einstein decía que no se puede “hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes". Es de lo que hoy nos pretende convencer Iglesias desde La Base. Ante la bancarrota del neorreformismo, el engaño “progresista” y el avance de la derecha, necesitamos, como en 2014, poner en pie una izquierda que pelee contra este régimen, por un programa anticapitalista y una sociedad socialista.

 
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