Esta nota fue publicada originalmente como editorial de Klasse Gegen Klasse, el sitio en alemán de la Red Internacional La Izquierda Diario impulsado por el grupo RIO de Alemania.
La semana pasada vimos algunas de las mayores manifestaciones en Alemania desde la fundación de la República Federal. Solo el fin de semana pasado, un millón y medio de personas salieron a la calle contra la ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD, por sus siglas en alemán). Estas movilizaciones se produjeron después de que se hizo pública una escandalosa reunión de funcionarios de la AfD con militantes nazis, empresarios y miembros de la conservadora “Werteunion” (Unión por los valores) que había tenido lugar ya en noviembre y donde se discutieron planes de deportación de millones de personas bajo el lema embellecedor de “remigración”. Las movilizaciones ya tuvieron un primer éxito pequeño: nuevas encuestas ven un descenso de la AfD de 1,5 %, la mayor disminución en casi dos años.
No solo se manifestó en las grandes ciudades y no solo en el Oeste alemán, sino también en lugares más pequeños y en la Alemania Oriental. Por ejemplo, en la pequeña ciudad de Meissen en la provincia de Sajonia se manifestaron cerca de mil personas, cuando esta ciudad solo tiene 29.000 habitantes. Sin embargo, la orientación política de estas movilizaciones no siempre fue igual. En Múnich, ante la enorme multitud de casi 320.000 personas, desde el escenario criticaron varias veces al gobierno actual (socialdemócratas-liberales-verdes), con reacciones variadas en el público y en los medios. Así, el diario más importante de Múnich, Süddeutsche Zeitung, calificó los discursos desde el palco como “vapuleo”, refiriéndose a las críticas contra los renovados ataques del gobierno federal contra los refugiados. Por el contrario, en la ciudad de Görlitz, el actual primer ministro de Sajonia, Michael Kretschmer de la conservadora Unión Christiana (CDU), habló desde el escenario, cuando él había estado en el pasado entre aquellos que abogaron por un “trato constructivo” de la AfD, y quiso quitar el derecho a la educación escolar a jóvenes refugiados. En Stuttgart, en cambio, hubo dos manifestaciones: una manifestación “institucionalista” con partidos y asociaciones cercanos al régimen, y otra manifestación de izquierda – más grande – con críticas al gobierno federal. Y en Flensburg se le quitó el micrófono a una mujer que empezó a criticar la política migratoria del gobierno federal.
Esto demuestra que la hegemonía sobre estas movilizaciones fue disputada. Aunque el canciller Olaf Scholz (socialdemócratas) y la ministra de Asuntos Exteriores Annalena Baerbock (verdes) habían participado de una manifestación en la ciudad de Potsdam, no se puede hablar lisa y llanamente de movilizaciones a favor del gobierno. Lo que sí, en general para la mayoría de los participantes se trató de defender la “democracia” contra la AfD, pero no necesariamente de defender al gobierno. Éste, por lo tanto, tampoco se vio beneficiado en las primeras encuestas luego de la movilización.
Crisis de legitimidad del gobierno
Tanto la oposición como el gobierno – sobre todo socialdemócratas y verdes – pretenden ubicarse a la cabecera de estas protestas en defensa de la democracia, intentando que las organizaciones de la sociedad civil se alineen detrás de ellos. Esperan triunfar sobre la AfD en este año electoral, donde tendrán lugar tres elecciones provinciales en Alemania Oriental, además de la elección al Parlamento Europeo. Como demostraron las manifestaciones, hubo también oposición a la política de este gobierno “semáforo”, como se le llama por los colores de sus partidos integrantes SPD (socialdemócrata, rojo), Liberales (amarillo) y Verdes. Sin embargo, las organizaciones de la sociedad civil probablemente terminarán en una mediación “crítica” a favor del gobierno, siguiendo una lógica de mal menor.
Esto es así a pesar de que el gobierno se viene apropiando de muchas demandas de la AfD. La ministra del Interior, Nancy Faeser (SPD) se vanagloria de haber deportado a 27 por ciento más de personas el año pasado que en 2022. Y en la semana pasada – es decir ya después de las primeras grandes manifestaciones – el gobierno votó la “Ley de optimización de la repatriación”, es decir una ley para endurecer aún más las deportaciones. Ya hace meses, el canciller Scholz anunció querer “finalmente deportar en gran escala”. Según la nueva ley, la detención previa a la deportación se extenderá de 10 a 28 días. La policía obtendrá nuevas facultades para detectar a personas que deben ser deportadas. Y las deportaciones ya no se anunciarán previamente si no son afectadas familias con niños de menos de 12 años. Además, el gobierno anunció haber llegado a un acuerdo migratorio con Georgia y próximamente también con Kirguistan, Uzbekistan, Moldavia, Marruecos, Kenia y Colombia. Con razón, la ONG Sea Watch calificó a esta ley de “remigración light”.
Es obvio que el gobierno “semáforo” no logra contener el auge de la AfD, sino todo lo contrario. Por su política de deportación, el suministro de armas y los recortes en terrenos sociales, educativos, de agricultura y salud, le terminan dando más impulso al ascenso de la extrema derecha. Por esto, el gobierno tendrá dificultades para mejorar sus números de aprobación. En el mejor de los casos, será visto como mal menor frente a la AfD o la Unión Cristiana.
El descontento con el gobierno se muestra en todos lados como por vimos por ejemplo con las protestas de los agricultores. En el movimiento obrero también hay movimientos – a pesar de las muy bajos resultados de las recientes paritarias del servicio público – como muestran la gran huelga ferroviaria que está en curso y otras luchas, más pequeñas pero duras, como es la huelga por tiempo indeterminado del Hospital Judío de Berlin. En el verano y otoño alemán veremos también importantes luchas en los puertos y en la industria metalúrgica. En combinación con las elecciones que tendrán lugar al mismo tiempo, ofrecen un gran punto de apoyo para ligar las luchas obreras con la lucha contra la derecha.
Las protestas actuales dejan en claro que grandes franjas están en contra de que la AfD participe en algún gobierno en las provincias orientales o incluso a nivel federal. Movilizaciones de masas como éstas podrían hacer muy improbable un gobierno con la AfD. Por un lado, porque la Unión Cristiana en las provincias de Sajonia y Turingia encontrará aún más difícil lograr apoyo entre sus afiliados y sus votantes para una coalición con la AfD o para tolerar un gobierno minoritario de la AfD. Y por otro, porque la misma AfD se podría ver reducida en sus votos ya que podría haber votantes de la AfD que pasen a abstenerse en las elecciones.
Hay también gran parte del capital alemán que rechaza un eventual gobierno de la AfD, ya que este partido se opone a sus objetivos en la política exterior. Es que el capital alemán se beneficia en gran medida de una orientación pro-OTAN y del rol predominante de Alemania en la Unión Europea. Además, las empresas tienen miedo a que la mano de obra calificada desde el exterior que tanto necesitan, pueda espantarse. Los CEO de Mercedes, Daimler y el Deutsche Bank (mayor banco alemán) expresaron preocupación sobre la AfD por este motivo. Sin embargo, esto no los convierte en nuestros aliados. Todo lo contrario, son ellos los responsables de la desigualdad social y la división racista. Este “antifascismo desde arriba” no tiene nada en común con la protesta contra políticas racistas. Como el propio gobierno, pretenden clasificar a los migrantes en “útiles” e “inútiles” para sus beneficios.
La solidaridad con Palestina y contra la derecha
La política contradictoria del gobierno se puso de manifiesto también en varias manifestaciones en las marchas en solidaridad con la causa palestina. Es que a partir de los ataques israelíes contra la franja de Gaza desde octubre del año pasado, las campañas racistas de difamación de la AfD se vienen dirigiendo especialmente contra los palestinos y los musulmanes. Así, ya en octubre, la AfD pidió cortar la ayuda humanitaria a los palestinos. Después, la AfD tomó la ocasión de las protestas en solidaridad con la causa palestina para exigir “deportaciones consecuentes”.
Pero mientras se está levantando una ola de protestas contra los planes de la extrema derecha de deportar incluso a personas con pasaporte alemán, no podemos olvidarnos que no fueron ellos los que lo exigieron primero. Fue el bloque parlamentario de la Unión Cristiana que exigió ya en noviembre pasado quitar el pasaporte alemán a aquellas personas con doble ciudadanía y deportar a aquellos extranjeros que hayan cometido crímenes “antisemitas” (bajo una definición muy distorsionada). Las medidas del gobierno “semáforo” para criminalizar la solidaridad con Palestina no queda muy atrás de aquellos pedidos.
Y no menor que la derecha internacional – desde Donald Trump en Estados Unidos, la nueva derecha argentina de Javier Milei hasta la AfD – esté con el gobierno de extrema derecha de Benyamin Netanyahu de Israel. Entonces, los que quieren plantarse contra la derecha a nivel internacional, también tienen que enfrentar la masacre que sigue en curso en Gaza.
Por eso era tan importante que la solidaridad con Palestina fuera una parte visible de las manifestaciones en muchos lugares. Eso no sentó bien a todo el mundo. En Múnich, por ejemplo, hubo un ataque de un cortejo de la "izquierda" pro-sionista en la manifestación. Encapuchados intentaron arrancar pancartas pro palestinas. "Palestine Speaks" de Múnich recibió de antemano una lista de condiciones de los organizadores de la manifestación, según informó el grupo en Instagram: ni siquiera se les permitió llevar sandías con los colores de Palestina. En Leipzig, el servicio de orden de la manifestación amenazó con llamar a la policía contra los activistas de solidaridad con Palestina presentes en la manifestación. En Berlín, un bloque pro palestino fue separado de la manifestación por la policía y atacado abiertamente por algunos participantes.
La reacción a esto no debe ser que el movimiento de solidaridad con Palestina abandone las grandes manifestaciones contra la derecha. Porque la dirección y la interpretación de las protestas están en disputa y no debemos dejar el campo libre a los partidos gobernantes que apoyan el genocidio en Gaza, ni a las fuerzas pro sionistas de la "izquierda", cuyas provocaciones contra los activistas pro palestinos las convierten en secuaces del gobierno - por muy de izquierda radical que digan ser. Sobre todo en una situación donde encuestas demuestran que alrededor de dos tercios de la población alemana está en contra de la guerra israelí en Gaza. Tenemos que basarnos en esto y crear un gran movimiento contra la guerra que también pueda acabar con el apoyo del gobierno "semáforo" al gobierno israelí.
Por un antifascismo desde abajo y no desde arriba
El potencial de las manifestaciones está siendo objeto de un debate crítico entre la izquierda y en las redes sociales. ¿Por qué se movilizó tanta gente? ¿Solo para calmar su propia conciencia? ¿Seguirán nuevas manifestaciones o no? ¿O pueden ser el principio de una amplia lucha contra la derecha? La respuesta a estas preguntas no está predeterminada, sino que depende, entre otras cosas, de la intervención de la izquierda, los jóvenes y los trabajadores organizados. Mucha gente espera ahora una respuesta a la AfD. La cuestión es quién se la dará. Para no quedar humillado ante los manifestantes, el gobierno podría iniciar acciones más pequeñas y simbólicas. Por ejemplo, está debatiendo recortar la financiación de la AfD, aunque las posibilidades de éxito son dudosas. Sin embargo, después de que el partido sucesor del partido fascista NPD "Die Heimat" ("La Patria") fuera despojado hace algunos días de su derecho a la financiación estatal, este debate ha cobrado mayor impulso. Mientras que una prohibición de la AfD en su conjunto es muy improbable debido a los altos requisitos, el dirigente del Partido Verde, Omid Nouripour, al menos quiere una prohibición de la organización juvenil de la AfD. Algunos políticos, entre ellos del partido Die Linke, incluso piden que se prive de sus derechos ciudadanos al líder de la AfD, Björn Höcke. Pero aunque fuera legalmente posible prohibir la AfD en su conjunto o algunas de sus partes, nada de esto cambiaría el giro a la derecha. Más bien serviría para mantener la esperanza de que el gobierno pueda derrotar a la AfD en los tribunales. Pero esta estrategia pasa por alto el nudo del problema: no sólo alimenta las ilusiones en que el Estado esté de nuestro lado en la lucha contra la derecha, mientras se descubren una y otra vez redes de extrema derecha en la policía y el ejército. Tampoco hace nada por cambiar el caldo de cultivo social de la AfD, que tanto el gobierno del semáforo como la Unión Cristiana renuevan constantemente con sus políticas.
Ni los partidos del gobierno, ni la Unión Cristiana, ni las grandes corporaciones son nuestros aliados en la lucha contra la derecha. El "antifascismo desde arriba" sólo puede conducir a que las movilizaciones se utilicen para servir al gobierno - y para encubrir las causas del ascenso de la AfD. Rechazamos tales "frentes populares" en los que los trabajadores sólo somos invitados a aplaudir como masa atomizada. Para oponernos decididamente a la AfD, debemos organizarnos para discutir nuestras propias reivindicaciones y métodos, independientemente del gobierno y de los representantes del capital.
¿Pero dónde nos podemos organizar? ¿En los partidos del gobierno, cuyos líderes han girado tan a la derecha que están aplicando el programa de la AfD a la ligera? Difícilmente. ¿En el partido Die Linke? Tras la escisión de Wagenknecht, hubo efectivamente algunos nuevos afiliados procedentes del movimiento antirracista. Sin embargo, esto no cambia la política del partido, que sigue siendo completamente mansa y orientada a la participación gubernamental. Incluso, Die Linke en Berlín fue responsable, como parte del gobierno junto con el SPD y los Verdes, de que ninguna provincia haya deportado a tantas personas como Berlín. En su llamamiento a las manifestaciones contra la AfD, Die Linke escribió: "El Gobierno semáforo debe reflexionar críticamente sobre su contribución al ascenso de la AfD". Por tanto, se ve a sí mismo a lo sumo como un correctivo al gobierno. Una lucha decidida contra las deportaciones, la guerra y la austeridad es algo completamente distinto al planteo de Die Linke de forjar "amplias alianzas contra la derecha", es decir, alianzas con el gobierno y el capital.
Entonces, ¿podemos organizarnos en iniciativas de la sociedad civil como "Pro Asyl" o "Seebrücke"? Muchas de ellas hacen un trabajo importante, por ejemplo apoyando a los refugiados. Sin embargo, no proponen un plan de batalla contra la AfD ni una alternativa real al gobierno. Por el contrario, su perspectiva es sobre todo ejercer presión sobre el gobierno en sus áreas temáticas individuales, al que siguen percibiendo como "su" gobierno a pesar de todo. Son precisamente estas organizaciones del "Estado ampliado" con las que el gobierno puede seguir organizando un cierto consenso social a pesar de los bajísimos índices de aprobación en las encuestas.
Incluso los innumerables grupos Antifa, que realizan una importante labor contra los nazis a nivel local, seguirán condenados a una resistencia interminable si no elaboran una estrategia y un programa globales contra el giro a la derecha, es decir, no solo contra la AfD y otros actores de extrema derecha, sino también contra el gobierno y el régimen en su conjunto.
Fridays For Future (FFF) fue un importante organizador de las manifestaciones de los últimos días. Junto con otras organizaciones climáticas, el movimiento registró y organizó algunas de las grandes manifestaciones. En los últimos años, ha creado las estructuras y la legitimidad necesarias para llevar a cabo movilizaciones masivas. Con su programa climático, ya está cerca de importantes grupos profesionales, como los ferroviarios y los agricultores, que actualmente están en lucha. Sin embargo, su programa no es anticapitalista y dirigido contra las corporaciones - sus demandas, por ejemplo para un "giro de la movilidad social", también dejan espacio para el "capitalismo verde" en el sentido del gobierno. Esto muestra la mayor debilidad del FFF: su actitud alineada con el gobierno, especialmente con los Verdes, a los que apoya como un mal menor a pesar de las críticas ocasionales. Esto se expresa, por ejemplo, en la posición pro-israelí de FFF Alemania. Si la FFF quiere liderar una lucha creíble contra la derecha y el racismo islamofóbico, el movimiento debe romper con estas posiciones y construir una oposición coherente al gobierno y a los intereses del capital.
Lo mismo se aplica a los sindicatos, cuyos dirigentes, junto con el gobierno, Die Linke y la Unión Christiana, han convocado actos pro-sionistas en los últimos meses. A pesar de que en los últimos años han organizado campañas aisladas de sensibilización contra la derecha, no han hecho nada para atajar las causas estructurales del racismo y la división sistemática y el mal trato a los migrantes. Mientras las burocracias sindicales defiendan los intereses de "Alemania como lugar de negocios" (es decir, los intereses del capital alemán) y la así llamada "razón de Estado" alemana -incluida la solidaridad incondicional con Israel- no podrán privar a la AfD de su caldo de cultivo. Por lo tanto, es necesario que los sindicatos apoyen la lucha contra la derecha no solo convocando manifestaciones contra la AfD, sino también combinándolas con acciones industriales. Hasta ahora, éstas se han limitado a reivindicar salarios más altos y mejores condiciones laborales. Los sindicatos deben combinar huelgas como las recientes en el sector público, entre los maquinistas de tren o el próximo otoño en el sector metalúrgico, con reivindicaciones contra el racismo y las bases sociales de la AfD: Por el reconocimiento de todas las cualificaciones extranjeras, por la igualdad salarial, por la apertura de fronteras y el derecho de estancia para todos en lugar de sólo para los "altamente cualificados", contra las relaciones laborales precarias como el trabajo temporal y por agencias, por la equiparación de salarios en el Este y el Oeste y la inversión masiva en lugar del ahorro y los recortes en los sectores sanitario, educativo y social, por la expropiación de los grandes bancos y corporaciones así como los impuestos sobre el patrimonio en lugar de la inversión en el ejército.
Juntos, los movimientos climáticos y sindicales tendrían la fuerza necesaria para organizar asambleas a escala nacional en escuelas, universidades y centros de trabajo y para preparar huelgas y manifestaciones a gran escala. Esto es lo que imaginamos como "frente único": una unidad del movimiento juvenil y sindical que se enfrente al racismo de la AfD y sus cómplices del gobierno y formule reivindicaciones de mayor alcance que puedan movilizar al millón y medio de personas y más.
Construyamos una alternativa independiente para romper con el gobierno
Lo que tenemos en mente no es solamente un "frente único entre la izquierda", como sugiere la activista Simin Jawabreh, entre otros, en la revista Jacobin. No basta con que todas las fuerzas de izquierda coordinen acciones contra la derecha. Esto no llegaría a los millones de personas que están dispuestas a salir a la calle contra la AfD, pero que aún no han roto con el gobierno y sus organizaciones en el Estado ampliado. Como izquierda radical, no podemos dar por sentada esta ruptura; debemos luchar para que todos aquellos que con razón quieren luchar contra el ascenso de la AfD superen hoy la lógica del mal menor y asuman la lucha contra el gobierno y los intereses del capital.
Así, cuando las grandes organizaciones de masas como los sindicatos y los movimientos sociales como el movimiento climático se movilicen hoy contra la AfD, debemos obligar a sus dirigentes a radicalizar sus reivindicaciones y métodos y a romper sus relaciones con los partidos burgueses. De este modo, debemos luchar por construir fracciones clasistas y revolucionarias que puedan enfrentarse a las actuales direcciones y superarlas en perspectiva. En lugar de un curso que apoye al gobierno contra la AfD, estamos a favor de una alternativa independiente que combine la lucha contra la derecha con la lucha contra sus causas: contra la guerra y el capitalismo. Necesitamos que millones de personas se organicen en sindicatos y movimientos sociales. Como izquierda, es nuestra tarea luchar para que estas organizaciones de masas rompan con el gobierno. El gobierno semáforo como mal menor no nos salvará del ascenso de la derecha. Sólo podemos hacerlo nosotros mismos.
Por lo tanto, es clave exigir a las organizaciones estudiantiles y sindicales que organicen reuniones en los lugares de estudio y trabajo, y si no lo hacen impulsarlas en forma independiente. Allí se pueden discutir las protestas, huelgas y bloqueos contra el ascenso de la derecha y contra las políticas del gobierno semáforo y de la oposición burguesa.
Los sindicatos, así como la FFF y los representantes estudiantiles, están políticamente disputados. Por el momento, sus dirigentes suelen preferir no sacar a nadie a la calle contra sus políticas por consideración al gobierno. Como fuerzas de izquierda, nos corresponde coordinarnos para poder obligarlos a organizar tales asambleas. Para ello, podemos basarnos en las experiencias de luchas recientes, como la importante resistencia contra la guerra en Gaza, pero también en los inicios de la organización de base en los sindicatos contra la claudicación de la burocracia sindical en las huelgas. A favor de un antifascismo desde abajo en lugar de la reconciliación con el hipócrita "antifascismo" del capital.
Una defensa abstracta de la "democracia" no es suficiente, porque la "democracia" actual sólo sirve a los ricos. Sin embargo, no podemos legitimar a los partidos patronales para que descarguen sobre nuestros hombros guerras y crisis con un poco menos de brutalidad que la AfD. Por el contrario, debemos demostrar que la defensa real -y la expansión- de la democracia contra el ascenso de la extrema derecha sólo es posible si nos organizamos consecuentemente por los intereses de los explotados y oprimidos y sustituimos la "democracia" de los ricos por una democracia de las masas trabajadoras.
Necesitamos construir una alternativa independiente al gobierno y al fracasado partido Die Linke para hacer frente a la derecha, como escribimos en nuestro programa de acción:
"La AfD es un peligro real, pero no se puede combatir con la ’unidad de todos los demócratas’ y en las urnas, sino sólo con una política de las organizaciones de la izquierda y de los trabajadores que sea independiente del Estado y del capital".
Traducción: Stefan Schneider |