Nayib Bukele estaba preparado para su anuncio triunfante, esperado por encuestas previas a la elección del domingo, pero en una muestra más de autoritarismo, decidió violar la veda electoral llamando a votar poco antes del cierre de casillas, para alcanzar la mayoría absoluta de la Asamblea Legislativa y "continuar con el régimen de excepción, que es lo que nos ha funcionado", como afirmó. Posteriormente se proclamó vencedor unas horas antes del resultado oficial del Tribunal Electoral Superior (TSE).
La construcción de narrativas de Bukele
Construcción de narrativas y puestas en escena, caracterizan la propaganda Bukele, lo ha hecho desde que comenzó su ascenso y en su denominada "guerra contra las pandillas", para justificar un estado de excepción que llegó para quedarse. Ahora lo repite en el marco electoral de su reelección, anunciando ser "el presidente más votado de la historia de la democracia", pero para construir una historia oficial (característica de gobiernos autoritarios), debe omitir el nivel de abstención del domingo (51,4%) y exponenciar el 83% de votos válidos que le dieron el triunfo.
Si se toman en cuenta las últimas elecciones presidenciales, en el 2009 la participación fue del 62.92%; para el 2014, en la primera vuelta fue del 53.32% y en la segunda vuelta creció a 60.89%; en las presidenciales del 2019 fue de 51.88%, no hubo necesidad de segunda vuelta. En las actuales estaría llegando al 48,6% de participación. Un escenario muy distinto al que pretende proyectar Bukele.
Este manejo mediático de Bukele es sin duda una respuesta política para contrarrestar las críticas internas como la de los medios internacionales, en ascenso por las masivas violaciones a los derechos humanos de su gobierno, en el marco del régimen de excepción y más de 72,000 detenciones en su "guerra" contra las maras y al menos 185 muertes ocurridos dentro de sus cárceles sin aclarar.
"Nosotros no le decimos a nadie como son sus gobiernos y nadie debe venir a decirnos como nos gobernamos", ha dicho Bukele en su discurso la noche del domingo, buscando generar la percepción de autonomía en sus simpatizantes, para que abracen sus decisiones políticas y con miras a extender su poder más allá del segundo mandato, piensa ya hacia 2029 y para ello tendrá que crear una base social "educada" bajo su propaganda. Para ello tiene el poder de todo el Estado, en este caso, con empresarios y la casta política gobernando, con suspensión de garantías, arrestando gente, interviniendo domicilios, criminalizando sindicalistas y a la juventud, cometiendo abusos sexuales y deshumanizando a docenas de miles de detenidos, sin resolver las causas que originaron la violencia e inseguridad en El Salvador.
"El país más seguro del hemisferio occidental", "no les pedimos nada, lo único que les pedimos es respeto" y "aplica para todos los países del mundo", es otra parte de la narrativa que busca aprovechar el apoyo con que cuenta, para acallar las recomendaciones de organismos internacionales, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por su violación de Convenciones y tratados internacionales, en el abuso a la población con la extendida suspensión de garantías y con la imposición de un sistema carcelario de características dictatoriales.
El escenario del segundo mandato Bukele
Si Bukele ya tenía el control de todos los poderes de Estado, incluyendo a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, con el resultado abrumador del domingo arriba del 83% de los votos y un control absoluto de la Asamblea Legislativa, prácticamente ha pulverizando a la oposición tradicional, como el FMLN y Arena, alzándose como el presidente hegemónico y con un régimen de partido único. Ha anunciado "grandes cambios" por venir en su discurso triunfante, ya vemos indicios de su "segunda etapa" de gobierno, como él mismo ha llamado al anuncio e inicio de algunas obras, dejando claro que la "guerra contra las pandillas" continuará.
El estimado de los niveles de abstención y los porcentajes en cada candidato opositor, son expresión de la continuidad al rechazo de los viejos partidos que marcaron la posguerra en El Salvador, como el FMLN y Arena, pero por el otro, la reserva de un sector de la población hacia el segundo mandato de Bukele.
Si bien Bukele enfatizó su alto porcentaje electoral y que el resto de los partidos quedaron reducidos a sus mínimos, destacar los niveles de abstención electoral hubiese opacado su triunfo. Veremos más adelante si la abstención es una expresión de pasividad, dado un resultado ya previsto, o un indicador de descontento silencioso, que podría volverse activo en la medida que el autoritario presidente continúe sin dar mejoras económicas a la población, pues dada la subordinación imperialista y su prioritario pago de la deuda externa y por su propio proyecto político neoliberal, es evidente que no resolverá ni medianamente los problemas estructurales de millones de personas: la situación económica: los niveles de pobreza se mantienen en una clase trabajadora que pierde derechos y una juventud criminalizada y sin perspectiva a futuro.
A pesar de este triunfo, hay dos elementos centrales que no podemos dejar de ver: que el ascenso y la simpatía popular en el derechista Bukele y su efervescencia como fenómeno político, son expresión de la crisis estructural en El Salvador, con la figura presidencial capitalizando como un Bonaparte, el hartazgo y la descomposición social producto de la miseria y subordinación al imperialismo y la degradación política de los partidos de la burguesía, cuya casta política se ha beneficiado de la corrupción. Y por otro lado, las violaciones y abusos generalizados en el marco de la declarada "guerra de pandillas", mostrarán sus más graves consecuencias en la población en el mediano plazo, como más de una docena de violaciones y abusos sexuales a niñas y mujeres por parte de militares, denunciadas por organismos de derechos humanos, que comienza a salir a la luz. Como ocurrió en países como México, durante la "guerra contra el narco", con abusos policiales y militares sistemáticos y miles de desapariciones a manos de fuerzas federales.
Si la llegada a la presidencia Bukele le dio un golpe de muerte al bipartidismo, instaurado luego de los acuerdos paz en 1992, con su actual reelección condena al limbo, al menos por ahora, a los partidos que se venían alternando el poder, Arena y el FMLN. Alza a su partido, Nuevas Ideas, como el hegemónico y prácticamente el único, en el control de todo, en tanto busca consolidar su bonapartismo punitivo.
Hemos anticipado que la desarticulación de las maras y el contraste a la violencia que vivió el país por décadas explican la simpatía de la población con la política del gobierno, aunque a contracorriente del aparato mediático, un sector de la población observa la extensión de la pérdida de garantías y los testimonios de arbitrariedades inhumanas del gobierno y adquiere fuerza la crítica internacional por violaciones a los derechos humanos.
Como escribimos en un artículo en las vísperas de la elección presidencial dada la previsibilidad del resultado, Bukele “avanza en consolidar la hegemonía del partido Nuevas Ideas, de Bukele, controlando la legislatura, además del poder judicial, la fiscalía y demás instituciones, encumbrando al mandatario (en licencia) como el autócrata que dirigirá los tres poderes y de nuevo un estado de excepción permanente, que diluye a la oposición al mismo tiempo que criminaliza a la prensa, la protesta, la disidencia política, social y sindical.” Bukele es uno de los políticos más conservadores antiderechos, manteniendo a El Salvador con leyes de las más retrógadas medievales, condenando el derecho al aborto y criminalizando a la comunidad sexo género diversa.
El reelecto Bukele ha sido felicitado por muchos presidentes. Pero lo más llamativo vino desde Estados Unidos. Joe Biden ha felicitado a Bukele por su reelección en las elecciones del domingo y Antony Blinken, le extendió la mano para trabajar juntos, expresando un cambio en la política de Washington luego de venir en relaciones un tanto tensas, todo marcado por la crisis de inmigración que tiene Estados Unidos, y potencia mejor su relación con el presidente reelecto salvadoreño. Aunque el conservador Bukele es más allegado a Trump, aspira que un triunfo de éste a finales de año, le abran más las puertas de la Casa Blanca.
Por los resultados, y el transformarse su partido Nuevas Ideas, en el partido hegemónico, Bukele tiene el camino despejado, montándose como una autocracia controlando todos los poderes de Estado, concentrando todo alrededor de su figura. A Bukele no le preocupaban tanto estas elecciones sino la eventualidad de un tercer mandato y se puede aventurar a una reforma de la Constitución, pero en estos cinco años todo está abierto. Pero lo hace en una Centroamérica inestable no digamos ya del conjunto de América Latina, con expresiones convulsivas como la de Argentina, y con un proyecto político lleno de vulnerabilidades como hemos venido indicando.
Como anticipamos en el artículo, “Un segundo mandato de Bukele contra la clase trabajadora, plantea seguir su estrategia de control social y a toda disidencia social para mantenerse en el poder. Para poder discutir los grandes problemas de la clase trabajadora, como el derecho a un trabajo digno, a un salario que cubra la canasta básica, el acceso a la salud, educación, vivienda y organizarse para luchar por ello y por alto a la violencia, es necesaria pelear contra el régimen de excepción y por la defensa de las garantías y los derechos democráticos para toda la población. Una lucha que debe llevarse a cabo desde una perspectiva de independencia de la clase trabajadora, los campesinos y el conjunto de los explotados y oprimidos del país”.
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